Partida Rol por web

¡¿DESENVAINAD LAS ESPADAS?!¿QUIEN OSA DECIR SEMEJANTE TROPELÍA?! ¡Más vale que os retractéis de vuestras palabras si no queréis pagarlo caro! ¡Somos el séquito de su ilustrísima la vizcondesa Emily Claredon, acompañándonos ella misma en esta...."excursión".¡ Si aprecíais en algo vuestra cabeza más os vale abrir la puerta y callaros! Su ilustrísima no se encuentra bien y el hedor de tu boca le está provocando mareos. ¡Agua! necesitamos agua! pero no de esa apestosa que tienes ahí, ¡necesitamos agua fresca!

 Me estaba metiendo demasiado en el papel de guardaespaldas y sirviente de mademoiselle Laredon, por otro lado era divertido ser alguien al servicio de persona tan importante, aunque fuese mentira. Aún así, estaba acostumbrado a mandar, aunque fuese el tercer hijo de mi padre y careciese de derecho sobre su herencia, seguía siendo un Plantagnet y no me iba a achantar un guardia de tres al cuarto.

El de la derecha está bastante húmedo, y un tufo maloliente parece provenir de allí.

El del centro está seco y ves pisadas recientes.

El de la izquierda está seco y ves pisadas recientes. 

Las pisadas parecen coincidir como si el del centro y el de la izquierda fuesen caminos que se juntan, formando un círculo alrededor de la bóveda. Los caminos son estrechos y claustrofóbicos, solo una persona puede pasar y el aire parece que tiene que provenir de algún sitio bastante alejado de donde estas. Ya que el frío se intercala con un agobio que te puede inducir a que no se respira lo suficiente, sintiendo una pequeña presión en el pecho. 

A Marcus le pareció ver unas pisados continuas entre el pasadizo de la izquierda y el del centro, y el de la derecha parecía bastante húmedo, aunque no lo sabía con seguridad, así que decidió probar primero con los caminos más secos y si no encontraba ninguna salida allí probaría con el último y hediondo pasadizo. El cruzado era consciente de la falta de aire, por lo que intentó serenarse y no hiperventilar. Por último se internó en el pasadizo del centro con sigilo, dado que la persona que dejó las pisadas era probable que siguiera allí y no quería arriesgarse. Además intentaba pisar en las mismas huellas que veía en el suelo para que de esta forma su rastro se confundiera con el del anterior visitante y así tampoco pisaría ninguna posible trampa antiladrones. 

Un breve silencio queda tras la puerta mientras el ojo se mueve examinando a cada uno de vosotros. Vizcondesa no tiene nada que hacer aquí, ésto es el infierno, no hay nada que tenga que ver y si se siente mareada los guardias de fuera intentarán ayudarla. No tenemos agua y si la tuviéramos estaría tan podrida que no serviría ni para dársela a los cerdos. 

Los pasillos de las catacumbas son estrechos y un aire claustrofóbico se vierte en el ambiente a medida que se avanza, este no es lugar para que su excelencia entre ni nadie que tenga dos dedos de frente, espero que se mejore.

Después cierra la visera de forma brusca. Y os contentáis de no ser examinados por ese ojo.

La visión de esa mirada y el olor que provino del lugar, me hicieron pensarme el querer seguir allí.

Vayámonos no deseo estar más aquí, pensemos que hacer mañana. No estaré más rato en este lugar. Dije mientras me giraba, entre indignada, asqueada y algo impactada. Aquel sitio, esas catacumbas sí que parecía la entrada al infierno y no deseaba tener nada que ver con ello.

Te mueves como un gato, vas pasando por un pasillo estrecho lleno de nichos a los lados, propio de una catacumba. No llegas a vislumbrar ningún tipo de luz, pero a medida que avanzas consigues ver que el aire está menos viciado, lo que te hace suponer que hay una salida más adelante. Sigues avanzando... cuando escuchas la voz de alguien que habla al final del pasillo donde se encuentra una escalera que va subiendo, mientras que el camino sigue haciendo una curva, como bien suponías tanto el central como el derecho se unen formando una especie de recinto cerrado. 

¿Quién hay ahí? ¿A qué viene tanta cháchara? Hoy la catedral está cerrada ¿qué hacéis aquí?

¡Hablad pronto! Oh, saldremos con las espadas desenvainadas para daros muerte ¿me escucháis?

No se puede profanar este lugar es un lugar sagrado, ¡Escucháis, Escucháis!

Marcus se esperanzó al ver la luz y la escalera, pero al escuchar la voz se temió lo peor, por lo que apagó su tea y se quedo en silencio, "Es imposible que me haya oído, puede que haya visto mi luz, aunque no se a quién se refiere con lo de la cháchara, puede que no sea conmigo; esperaré aquí en silencio a ver que pasa. Ahora mismo yo tengo visión de la escalera y él no puede verme a mí, así que gozo de cierta ventaja".

El cruzado era consciente de que si lo pillaban allí y al día siguiente al arzobispo le pasaba algo, él sería el principal sospechoso, por lo que haría todo lo posible por que no lo vieran.

¡¿DESENVAINAD LAS ESPADAS?!¿QUIEN OSA DECIR SEMEJANTE TROPELÍA?! ¡Más vale que os retractéis de vuestras palabras si no queréis pagarlo caro! ¡Somos el séquito de su ilustrísima la vizcondesa Emily Claredon, acompañándonos ella misma en esta...."excursión".¡ Si aprecíais en algo vuestra cabeza más os vale abrir la puerta y callaros! Su ilustrísima no se encuentra bien y el hedor de tu boca le está provocando mareos. ¡Agua! necesitamos agua! pero no de esa apestosa que tienes ahí, ¡necesitamos agua fresca!

Tras escuchar atentamente aquellas palabras, Marcus se quedó un poco sorprendido "¿La vizcondesa Emily? ¿pero que hacían ellos allí, no se supone que deberían estar en la catedral? A no ser, que aún me encuentre bajo la misma. Bueno, ahora sé que aún no me han detectado, debo intentar subir por la escalera y ver qué pasa". Tras pensar eso, siguió intentando ir en sigilo, pero ahora con la luz apagada no veía bien, y no pudo permanecer en silencio tan bien como antes. No obstante la visión de la escalera lo guiaba, y si alguien escuchaba algo supondría que se trataría de una rata o algo.

El cruzado estaba ansioso por ver que escena se encontraba al llegar arriba, debía tener mucho cuidado.

¡Merde! esclamé cuando el carcelero no nos dejó pasar. Me había hinchado como un pavo real par darme de bruces con la cruda realidad, ese hombre no se iba a mover de allí viniese quien viniese. De modo que con el orgullo un poco herido fuime deshinchando poco a poco. -Sea- dije a mademoseille Claredon un poco cabizbajo por mi fracaso al tratar con ese hombre.  Dispúseme a marcharme, aunque antes eché un vistazo para ver que pasaba con monsieur Frey.

Escuchas una voz grave, dura, fuerte y sonora: Vizcondesa no tiene nada que hacer aquí, ésto es el infierno, no hay nada que tenga que ver y si se siente mareada los guardias de fuera intentarán ayudarla. No tenemos agua y si la tuviéramos estaría tan podrida que no serviría ni para dársela a los cerdos. 

Los pasillos de las catacumbas son estrechos y un aire claustrofóbico se vierte en el ambiente a medida que se avanza, este no es lugar para que su excelencia entre ni nadie que tenga dos dedos de frente, espero que se mejore.

Subes sin hacer ruido... arriba hay una puerta de reja que está algo abierta con una antorcha a su derecha. En el interior escuchas la voz del soldado mientras que el recinto circular que está a través de ella dispone de una escalera que sube hasta el techo. El soldado está hablando a través de una mirilla que se encuentra al otro lado de la puerta enrejada, no hay mucha distancia pero una mesa con silla se encuentra en medio. 

Marcus consigue desplazar la pesada puerta sin hacer ningún ruido, con el suficiente espacio para colocarse dentro, une vez allí, aprovecha que el guardia está entretenido conversado con sus compañeros para acercarse sigilosamente hasta quedar a su espalda, "Tengo que agradecerles luego su oportuno diálogo, me lo han puesto mucho más fácil".

Luego se preparó para asestar un golpe demoledor a la cabeza del guardia.

Entras moviendo la puerta lo suficiente para caber por ella sin hacerla chirriar, te acercas sigilosamente por el recinto que es un habitáculo que posee dos puertas una al exterior y otra que imaginas que es una habitación. Al final del techo hay una trampilla que permanece cerrada, colándose pequeños rayos de luz que no da para que se mantenga iluminado. La figura del soldado que imprecaba a los de fuera es alta y delgada, posee una armadura ligera que consiste en piezas de cuero que sin embargo no cubren su cabeza. Una capucha de tela marrón rodea su cabellera para resguardarse del frío, dejando al descubierto un cabello rubio y liso.

Escuchas hablar a la vizcondesa  - Vayámonos no deseo estar más aquí, pensemos qué hacer mañana. No estaré más rato en este lugar. El soldado ha cerrado la visera pero se mantiene frente a la puerta escuchando...