Partida Rol por web

Nuevamente allí, y nuevamente sin pistas. Bah, alguna tenía, pero era insuficiente. Ya había ido hacia el este. Era hora de ir hacia el oeste.

Avanzas entre los muros de sólida roca hasta que llegas a un cruce. Un pasillo va de norte a sur mientras que el pasaje del este lleva de vuelta a la gran puerta de piedra.

Del lado este había tenido más suerte yendo hacia el sur que hacia el norte. Ignial decidió nuevamente probar suerte hacia el sur, sabiendo de todos modos que probablemente terminaría visitando el norte más tarde.

El pasaje lleva hasta una sala circular, repleta de desperdicios y restos de cadáveres, en cuyo centro se abre un negro pozo. Pasas entre los escombros y te asomas al borde del agujero para ver que éste se pierde en la negrura de las profundidades. Una fría corriente de aire surge de la sima, acompañada de un leve susurro.

La escena no era nada tentadora, pero Ignial ya estaba allí y tendría poco sentido retroceder. Un pozo negro y restos de cadáveres. A ellos se sumaba el recuerdo de las arañas. Reprimió el impulso de retroceder y sacó una cuerda de su mochila. Esperaba que el susurro que escuchaba solo fuera de la corriente de aire y no de alguna otra criatura que lo esperara abajo.

Atas un cabo de la cuerda a un saliente de roca y lanzas el resto al pozo. Agarras la soga con ambas manos y empiezas a bajar por la oscura obertura. Tras descender una decena de metros, llegas a una pequeña cámara cuadrada, alumbrada débilmente por dos antorchas que flanquean una puerta de piedra, adornada con una serie de runas cuyo significado desconoces. No ves forma de abrir la puerta, por lo que acabas trepando por la cuerda hasta la sala circular de arriba. A continuación, vuelves por el pasillo.

Avanzas entre los muros de sólida roca hasta que llegas a un cruce. Un pasillo va de norte a sur mientras que el pasaje del este lleva de vuelta a la gran puerta de piedra.

El camino del sur había sido una pérdida de tiempo. Y no solo de tiempo, también de energías. Porque descender y ascender por una cuerda no era gratis para el cuerpo. Para colmo su orgullo fue tocado también, dado que a pesar de su gran conocimiento de distintas lenguas no había podido reconocer las runas que adornaban la puerta de piedra. Esperaba tener más suerte por el camino del norte.

El pasillo termina en un muro en el que varias manos han rayado la superficie con gastadas runas élficas. Entre las muchas señales que hay grabadas, distingues varias que llaman tu atención: una marca tiene el significado de tumba. Hay otro par de símbolos que vienen a decir algo así como aquí dormirá nuestro rey. También hay señales de odio hacia los humanos. Otra runa es el símbolo de Rael: la hoja de cinco puntas. Otro mensaje clama venganza contra los caballeros de Stumlad. No encuentras mucho de interés aquí, así que vuelves por el pasillo.

Habiendo ya recorrido todo lo que le parecía que podía llegar a aportarle algo y sin nada más por explorar, Ignial decidió volver a la puerta de piedra. Tenía tres nombres pero solo una relación de parentesco. Sabía que Ahe era hijo de Dailnud pero... ¿y Bial? ¿Sería padre de Dailnud o habrían huecos? Decidió arriesgarse, dado que en ese último caso de todos modos no sabría cómo llenarlos.

_Bial, Dailnud, Ahe.

Llegas ante la enorme puerta de piedra, que permanece cerrada. El polvo flota en el inmóvil ambiente de la tumba y contemplas los cadáveres de los caballeros de Stumlad. Sin tiempo que perder, lees de nuevo la inscripción sobre la puerta:

Morada de Reyes. Respeta sus nombres. Primero el Abuelo, luego el Padre y por último el Hijo.

Ignial no encontraba una respuesta mejor que la que ya estaba en su cabeza, de modo que pronunció los nombres que daban vueltas allí.

Bial, Dailnud, Ahe.

Te sitúas ante la puerta de piedra y recitas varios nombres en voz alta, con la esperanza de que se abran los pesados bloques.

Te sitúas ante la puerta y pronuncias los nombres de los tres últimos reyes de Shalanest Oeste: Bial el Sabio, Dailnud Pelo de Nieve y Ahe el Alto Cazador. Al cabo de unos segundos, se escucha un prolongado chirrido y los bloques de piedra se desplazan, centímetro a centímetro, hasta que la enorme puerta queda abierta. A través de la abertura, contemplas una vasta estancia, tan larga que se pierde a lo lejos. Te adentras un par de pasos y ves que, a los lados de la sala, se alinean columnas de mármol blanco, unidas por bellos arcos tallados en forma de ramas de árbol. Más antorchas iluminan este gran recibidor y sus danzantes luces bañan con una claridad amarillenta la gris piedra de las paredes. Recorres con precaución la alargada estancia hasta el otro extremo, donde dos pasadizos se abren en las paredes laterales.

Con gran suspenso la puerta de piedra finalmente se abrió. Ignial sintió cómo su pecho se hinchaba de orgullo. Finalmente lo había logrado.

Me pregunto cuánto hacía que esta puerta no se abría, y cuántos exploradores y bandidos habrán intentado hacerlo antes que yo.

Es que ése era un momento histórico, con el detalle de que probablemente nunca nadie se enteraría de él. ¿Sería la primera persona en ingresar a ese salón desde la caída de Shalanest Oeste?

Una nueva encrucijada. En ese momento Ignial notó que su recorrida por el pasillo oeste había sido inútil, ya que los nombres necesarios los había conseguido en el pasillo este. Decidió volver a intentar por el pasillo este.

El corredor cruza varios pasillos y acaba en una pequeña sala, apenas un dormitorio, adornado con delicados muebles de madera. Inspeccionas con rapidez los cajones sin encontrar más que polvo. Vas a dejar la estancia, cuando descubres un pequeño libro oculto bajo una mesa. Te agachas para recogerlo y ves que se trata de un viejo diario, con las cubiertas forradas de terciopelo verde. Abres una de las páginas y lees por encima. Está escrito en caracteres élficos, de letra elegante y pausada. Por lo que lees, supones que se trata del diario personal de la reina Elis, mujer del rey Ahe. Pasas las páginas sin encontrar nada de interés, hasta que llegas a una de las últimas anotaciones.

Primavera, año 214 de la Era de la Luz. Esta mañana Ahe se ha puesto la diadema dorada que recibió de aquella mujer de cabellos de plata. No me gusta. Sólo ver ese objeto y siento un miedo profundo que invade mi ser. Supongo que no será más que una invención de mi imaginación.

Más adelante hay otro párrafo que llama tu atención:

Ahe se comporta de forma muy extraña. Ha mandado construir esa grotesca tumba bajo palacio. Nuestro pueblo jamás entierra a los seres caídos en tumbas de piedra, pero él no hace caso a nadie e insiste en construir ese lugar.

Pasas las páginas y llegas a la última:

El Rey se ha vuelto loco. Nos ha encerrado junto a su guardia en la tumba y dice que debemos refugiarnos del mundo exterior. Ya no le reconozco, es como si no fuera él mismo, como si una entidad maligna dominara todas sus acciones. Sé que no tiene nada que ver, pero desde que aquella mujer le regaló la diadema dorada...

El diario termina así. Reflexionas sobre lo que acabas de leer y al final decides devolver el libro a su sitio. A continuación, abandonas el dormitorio y regresas a la gran sala de entrada. Allí tomas el pasadizo que va al oeste.

Un corto pasadizo lleva hasta una sala cuadrada, adornada con ricas armaduras ceremoniales. Al otro lado de la estancia, en la pared oeste, hay un gran portón de gruesos bloques de piedra que da paso a otra cámara. Junto a la abertura, sobresalen de la pared tres alargadas palancas de hierro negro.

El relato leído en el diario de la reina Elis hizo pensar a Ignial que quizás muchos elfos se encontraran aún encerrados allí abajo. Sus cuerpos en realidad, dado que tras tanto tiempo era imposible que hubieran sobrevivido sin alimento. Sintió un escalofrío al pensar en ellos muriendo de hambre.

Al llegar al portón pensó en pasar por abajo, pero no quería más trampas. ¿Si entraba y no podía salir? No, mejor conocer el funcionamiento del mecanismo. Hasta aquel momento le había ido mejor con el este que con el oeste. Decidió bajar la palanca de la derecha.

Accionas la palanca y el pesado portón de piedra se cierra ante ti con un agudo chirrido. Al ver que esta palanca cierra la puerta, pruebas la palanca de la izquierda y compruebas que la entrada se vuelve a abrir, dejando el paso libre hacia la siguiente habitación.

Al mover una palanca y luego la otra, Ignial comprobó el funcionamiento de dos de las tres palancas. Al ver que se cerraba temió que no se volviera a abrir, pero afortunadamente el mecanismo funcionaba bien.

Algo le decía que probar la palanca del medio era una mala idea, que solo generaría problemas, pero la tentación le ganó. ¿Y si se abría una puerta secreta? Era un lugar del cual no muchas personas podían dar cuenta, y definitivamente no volvería allí jamás, por lo cual decidió no desaprovechar la oportunidad y accionó la palanca.