Activas la palanca del centro y un chirrido se oye a tu espalda. Te vuelves para ver caer un bloque de piedra que cierra el pasadizo por el que has llegado a esta sala. Pensando que has quedado encerrado, te acercas para tratar de moverlo o ver si hay alguna forma de volver a despejar el camino. Pero, pasados cinco minutos, el mecanismo vuelve a ponerse en funcionamiento y el bloque se alza para desaparecer en el techo.
Sección 59
Si dejas de probar palancas y pasas a la siguiente sala, pasa a la sección 98.
Si pruebas la palanca de la izquierda, pasa a la sección 235.
Si pruebas la palanca de la derecha, pasa a la sección 201.
El resultado de accionar la palanca del centro fue mucho menos interesante de lo que Ignial había pensado, aunque afortunadamente para él también mucho menos peligroso.
Ya sin mucho más para hacer allí, avanzó por el pasillo.
Cruzas el portón de piedra y te encuentras en una alargada sala rectangular, adornada con delicados minaretes de piedra. De las paredes penden antorchas que iluminan una serie de nichos excavados en la roca. Sobre cada tumba se puede leer el nombre de un guerrero elfo y en el interior descubres los esqueletos de los guardias reales, aún enfundados en sus armaduras ceremoniales, con largas espadas de doble puño aferradas sobre el pecho. En el centro de la sala, un majestuoso ataúd de piedra parece atraer la poca luz de la estancia.
Reconoces el lugar donde te hallas; se trata de la cripta de Ahe, el último rey de Dalannast. Caminas dentro de la cámara mortuoria hacia el altar. El aire es denso y dulzón, con polvo de siglos flotando en el estancado ambiente. Te acercas a la tumba sin dejar de echar nerviosas miradas alrededor y compruebas que es un pesado ataúd de roca sólida, con infinidad de inscripciones y filigranas adornando su superficie.
Sección 98
Si levantas la tapa del ataúd, pasa a la sección 193.
Si investigas los nichos de las paredes, pasa a la sección 267.
Si tomas un descanso en la cripta para recuperar fuerzas, pasa a la sección 60.
A medida que pasaba el tiempo dentro de la cripta, a Ignial más lo perturbaba la pregunta de cómo saldría de ese lugar. No de esa sala, no de la tumba, sino del bosque. Aún no había encontrado nada que lo ayudara a salir y evitar perderse como le había ocurrido previamente para llegar finalmente a Dalannast.
Recorrió el lugar echando miradas generales, porque una nueva pregunta se instaló en su cabeza. Una pregunta que tenía un título nobiliario y un nombre.
¿Y la reina Elis? Aquí solo parecen estar Ahe y su guardia real. No vi otro lugar donde pudiera haber quedado ella. Esto sí que es raro.
Imaginó que si había algo que lo pudiera llegar a ayudar a salir de ese lugar maldito, estaría dentro del ataúd del rey. Sin embargo decidió dejarlo para después. Algo le decía que debía investigar los nichos de las paredes, de modo que eso fue lo que hizo.
Te acercas a la pared y observas con atención la hilera de guerreros elfos que descansa en los nichos. Los cadáveres visten ornamentadas armaduras con doradas filigranas en las hombreras. Las huesudas manos, cruzadas sobre el pecho, sostienen espadas de doble puño, de más de un metro de largo y azulado filo. Te acercas a uno de los guerreros y, bajo el resplandeciente casco, distingues las vacías cuencas de un esqueleto. Con un escalofrío, das un paso atrás y decides ver qué hay en el ataúd.
Sección 267
Pasa a la sección 193.
Empujas con sumo cuidado la pesada tapa de piedra. Una capa de polvo se desprende de la cubierta, esparciéndose en el aire. Haces fuerza hasta conseguir abrir el ataúd y observas su interior, donde yacen los restos del rey Ahe, el Alto Cazador. Vestido con una túnica blanca, el esqueleto del antiguo monarca permanece tendido sobre una sábana bordada en oro. Su rostro es una calavera reseca, las cuencas de sus ojos no más que dos agujeros negros. El pelo encanecido cae en irregulares mechones, recogidos por una diadema dorada que luce en su frente. La esquelética mano diestra del Rey sostiene sobre su pecho una hermosa espada, de azulado metal y fina empuñadura, adornada por delicadas hebras de plata. En la otra mano sujeta un libro forrado en terciopelo azul, en cuya cubierta se adivina el desdibujado grabado de un ser demoníaco.
Sección 193
Si coges la espada, pasa a la sección 233.
Si coges el libro, pasa a la sección 138.
Si coges la diadema de oro, pasa a la sección 26.
Si deseas abandonar esta tumba cuanto antes, pasa a la sección 260.
La investigación de los nichos de las paredes no condujo a nada más que a impresionar a Ignial, que con un escalofrío fue a abrir el ataúd de Ahe.
Nada ocurrió, al menos no en un primer momento. Eso menguó al menos en parte el temor que el joven príncipe elfo sentía. Lo que estaba haciendo no le gustaba nada. Profanar una tumba no era algo que un elfo debiera hacer, mucho menos la tumba de un noble. No se sentía un simple ladronzuelo porque sabía que no tenía alternativa, pero esa certeza no le bastaba para sentirse bien con su acción.
Una diadema, una espada y un libro. La espada era bella y una tentación, pero no algo que necesitara en ese momento. La diadema, de acuerdo a lo que había leído en el diario de la reina, mejor dejarla como último recurso. Tomó el libro, buscando algo que le diera una pista de cómo seguir.
Coges el libro de la cadavérica mano del monarca y lo abres con cuidado, ya que sus páginas parecen frágiles y delicadas. Se trata de un volumen escrito en diversas lenguas, algunas de extraños caracteres que no comprendes, quizás mágicos o de un antiguo idioma hace siglos olvidado. En la portada sólo puedes descifrar una runa, la señal élfica que significa 'Demonio'. Lo hojeas con rapidez y ves que se trata de un compendio de malvadas criaturas legendarias.
Sección 138
Si deseas guardar el libro y leerlo más tarde, apunta Libro Demonio en tu equipo, como un objeto de tu mochila.
Si deseas abandonar la tumba cuanto antes, pasa a la sección 260.
Si quieres examinar la espada, pasa a la sección 233.
Si coges la diadema, pasa a la sección 26.
Ignial se frustró un poco al encontrar nuevamente runas y caracteres desconocidos para él, considerando el tiempo que había dedicado al estudio de diversas lenguas. Decidió guardarlo por si acaso. No sabía si la araña gigante sería lo último a lo que se enfrentaría allí o en el bosque, y ese libro, si llegaba a entender algo, podía serle de alguna ayuda.
Tras lo leído en el diario de la reina, seguía evitando la diadema, por lo cual decidió examinar la espada. Era poco probable que le sirviera de algo, pero no tenía demasiado que perder.
Liberas con cuidado la espada de la mano del cadáver y la sostienes ante la luz de la antorcha. La fabricación del arma es perfecta, el acero bellamente templado, confiriéndole un brillo azulado a su filo. Es muy ligera, aunque resistente a la vez. Examinas con detenimiento la empuñadura y descubres que está adornada con runas élficas. Al leerlas, te quedas sin respiración: es Fuego de Plata, una de las tres espadas de los antiguos reyes élficos. Observas maravillado el arma, recordando las leyendas que has oído sobre estas espadas desde que eras pequeño.
Fueron forjadas en los tiempos antiguos, mucho antes de la aparición de los hombres o de la guerra contra el Rey Dios. Imbuidas de toda la sabiduría de los herreros elfos, se crearon tres espadas para los tres hijos de Benthor y Crishal. Bieldor, el primogénito, fue obsequiado con Llama de Luz, la más poderosa de las tres. Su hermano Borador recibió Rayo de Oscuridad y el pequeño, el príncipe Bial, recibió Fuego de Plata. Las tres espadas pasaron por las manos de los monarcas elfos durante la larga historia de tu raza, pero finalmente acabaron perdidas. Las leyendas cuentan que Llama de Luz fue el arma que derrotó al Rey Dios, aunque luego, en la batalla que se produjo en el templo entre humanos y elfos, también desapareció.
Y ahora tú sostienes la espada Fuego de Plata. Tras comprobar lo ligera y manejable que es, decides guardarla, aunque ello signifique profanar la tumba del rey Ahe. En esta época de oscuridad, tu raza necesita el poder de las antiguas espadas. Al enfundar la espada, un sibilante lamento se escucha en la tumba. Alarmado, miras a un lado y otro, sin que veas nada extraño. Aún así, decides dejar esta sala cuanto antes.
Sección 233
Apunta Fuego de Plata en tu equipo. Esta espada mágica causa un daño adicional de 2 puntos de Resistencia siempre que logres herir a tu enemigo.
Pasa a la sección 260.
Te encaminas hacia la puerta para salir de este deprimente lugar, cuando un agudo quejido suena a tu espalda. Te das la vuelta pero no ves nada que se mueva en la estancia. En ese momento vuelves a oír el etéreo lamento y, acto seguido, ves una mano huesuda que se apoya en el borde del ataúd. Un escalofrío recorre tu espalda mientras observas el cadáver del rey Ahe ponerse penosamente en pie. Un fulgor rojizo brilla en las vacías cuencas del amarillento cráneo, que te dedica una terrorífica mirada mientras la diadema dorada de su frente reluce con una espectral aura azulada. La visión es tan poderosa que sientes que las fuerzas te abandonan, haciendo que tus piernas flaqueen.
Sección 260
Haz una prueba de Constitución/11. Si tienes la habilidad de Lenguajes, suma 3 a tu tirada.
Si tienes éxito, pasa a la sección 71.
Si no tienes éxito, pasa a la sección 179.
La sorpresa de Ignial al darse cuenta de que tenía en sus manos a Fuego de Plata fue mayúscula. Por fin parecía que la suerte se ponía de su lado, para variar. Se quedó embelesado por unos instantes por el arma, mientras en su cabeza aparecían preguntas respecto de dónde estarían las otras dos espadas. Incluso pensó en utilizar la espada para destruir la diadema, pero antes de que pudiera hacer nada, un impulso lo llevó a dejar la sala.
No había llegado aún a salir de la estancia, que vio cómo el cadáver del rey Ahe comenzaba a incorporarse. Sin dudas la caricia de la suerte había sido muy breve.
Debí quitarle esa diadema antes de tomar la espada. Pero... ¿y si al tomarla me volvía loco como él? No tenía alternativa. Al menos tengo a Fuego de Plata conmigo.
Sus pensamientos pronto se fueron a la idea de que no podía tolerar esa visión, que estaba perdiendo las fuerzas.
Motivo: constitución
Tirada: 1d10
Dificultad: 11+
Resultado: 10(+8)=18 (Exito) [10]
Tu fuerza de voluntad hace que te sobrepongas a la hipnótica mirada del Rey muerto, de modo que consigues volver a moverte. Al romperse su poder mental, el cadáver alza sus manos hacia ti, a la vez que los corrompidos esqueletos de su Guardia Real empiezan a levantarse de sus nichos.
Sección 71
Si te das la vuelta y huyes de la sala, pasa a la sección 299.
Si atacas al Rey muerto con tu espada, pasa a la sección 3.
La determinación de Ignial fue más poderosa que la magia de Ahe, y el joven se liberó del hechizo. Y allí nuevamente frente a una decisión clave.
Si huía... ¿A dónde? Ya bastante difícil era atravesar ese bosque, como para además tener que hacerlo quizás con la guardia real siguiéndolo. Por otro lado... ¿Y si acabando con Ahe y la diadema también se acababa el hechizo que afectaba a todo el lugar?
No lo dudó y atacó a Ahe con su espada. Si bien no era el mejor manejando espadas, un esqueleto desarmado no debería representarle demasiada resistencia.
Antes de que sus guardias te alcancen, arremetes con tu espada contra el cadáver andante del Rey.
Sección 3
Si llevas la espada Fuego de Plata, pasa a la sección 140.
Si llevas una espada normal, pasa a la sección 268.
De un rapidísimo tajo, describes con tu filo un destello plateado y cercenas la cabeza del Rey muerto. La diadema, desprendida de su frente, rueda por la piedra hasta un rincón. Al instante, el cuerpo del rey Ahe se derrumba sin fuerzas y se desintegra en polvo al chocar contra el suelo. Por desgracia, su guardia espectral sigue acercándose hacia ti. Los esqueletos, vestidos con armaduras ceremoniales y armados con largas espadas de doble puño, avanzan lentamente, sus vacías miradas brillando azuladas bajo los dorados cascos.
Sección 140
Apunta la palabra CORONA en tu lista de Palabras.
Si te das la vuelta y huyes a la carrera de la cripta, pasa a la sección 299.
Si luchas contra los esqueletos de la Guardia Real, pasa a la sección 100.
Efectivamente el rey no opuso resistencia. Sin embargo su guardia seguía acercándose. Ellos sí estaban armados, aunque se movían de manera lenta. Ya los motivos para huir eran más poderosos que antes. Ignial decidió huir antes de que la cosa se complicara más. Si se seguían moviendo con esa lentitud ya podría acabar con ellos a la distancia, o incluso aplastándolos con el portón.
Sales disparado hacia la puerta mientras la horda de soldados espectrales camina en tu persecución. Cruzas el gran portón de entrada a la cripta y te vuelves hacia las palancas que hay a su lado. Si quieres, puedes accionar una de las palancas. Si no, puedes seguir huyendo por el pasillo.
Sección 299
Si accionas la palanca de la izquierda, pasa a la sección 141.
Si accionas la palanca del centro, pasa a la sección 61.
Si accionas la palanca de la derecha, pasa a la sección 204.
Si sigues corriendo hacia la salida de la tumba, pasa a la sección 247.
Recordando las pruebas que había realizado previamente, Ignial accionó la palanca de la derecha para cortar el paso de los esqueletos. Sabía que con la palanca de la izquierda el portón se levantaba, y que con la palanca del centro solo se cerraba de forma momentánea.