Partida Rol por web

Viendo que los demás habían conseguido refugiarse en otra parte y que Alejandro combatía con su arma contra aquello que lanzaba objetos desde las alturas. Miguel corrió para refugiarse en aquel sitio donde estaban sus dos compañeros. No era ahora el momento de estar solo, herido, y con esa cosa por las alturas que podría bajar en cualquier momento. 

Miguel dolorido y agarrando su cabeza a modo de protección corrió hacia la portería donde se habían refugiado sus dos compañeros, eludiendo a Alejandro, pensando que el pobre allí se iba a llevar la peor parte. Eso sí le gritó: - ¡A cubierto!

Joanot se dejó ayudar por Lucía. Pero la adrenalina corría por su sangre y le hizo olvidar el dolor y el instinto de supervivencia. Decidió hacerse el héroe. Seguramente luego se arrepentiría de ello. Corrió escaleras arriba.

-¡Ya voy, ya voy! - Finalmente acepto que sería más útil seguirles. Corro al portal tras el resto, aún disparando algunas ráfagas hacia arriba hasta que estoy dentro, más por asegurarme que otra cosa. 

Ya dentro, sin mirar al resto, saco el cargador vacío y lo sustituyo por otro, dando un tirón al mecanismo. Del tirón, frunzo el ceño y dejo escapar un quejido, llevándome la mano al hombro-¡Argh! Joder no me imaginaba que un jarrón doliera tanto.

No sé muy bien qué pretenden, pero sea lo que sea tendré que cubrirlos-Vale,  ¿ahora qué? ¿Para arriba? 

Oís un largo alarido inarticulado procedente de más arriba, seguido de un par de golpes sordos. 

A la joven cantaora se le pusieron los pelos de punta al oír ese alarido, que parecía un lamento de rabia.

Se santiguó. ¿De verdad todo el miedo que estaba pasando valía la pena por un puñado de azúcar? Pensó que sí, era un misterio que espoleaba su imaginación y decisión a continuar adelante.

-Joanó, mucho cuidado, no tembales. Que ese te tira algo y te abre la cabeza. -susurró, su voz impregnada de temor.

El edificio, como se podría esperar, tiene aspecto por dentro de ser bastante antiguo; el zaguán da directamente a una escalera estrecha y empinada, sin más decoración que una línea de buzones torcidos y abollados, probablemente llenos de pasta de papel inútil.

Aunque afuera sea de día, no entra mucha luz, haciendo difícil determinar el color de la pintura de la escalera (y obviamente el interruptor no funciona). De todos modos Joanot ve al empezar a subirla que está repleta de numerosos desconchones y manchas de agua en las paredes, desagradable recordatorio de la ola gigante, o quizá de cuando "se salió el Turia" como dicen algunos. El pasamanos de barrotes de hierro, basto, está picado de óxido por todas partes y pringoso por arriba. Por suerte los escalones no son del tipo gastado-y-traicionero de otras casas antiguas, pero está claro que nadie los ha fregado en bastante tiempo...lo cual hace llamativa la presencia de un cubo y una fregona cuidadosamente apoyada contra la pared que se atisba un poco más arriba,  a lo que debe ser la altura del primero.

No oís más estruendos. 

Miguel deja pasar adelante a Alejandro... - Alejandro es el que lleva el arma, si vamos a la azotea será mejor que él vaya el primero... ¡Eso no te embales Joanot!

Cuando le hicieron entrar en razón Joanot aminoró la marcha. Pero siguió subiendo hasta llegar junto al cubo. Miró por el pasillo del primer piso para verificar su había alguien allí antes de observar qué hacía dentro del balde.

—Venga. Vale Alejandro, pasa tú primero. —respondió al requerimiento de Miguel

- Aquí hubo una catástrofe... bueno lo hubo en todos los sitios, pero aquí es con cuanta más violencia atacó la naturaleza, por eso no hay nadie, se los llevaría el mar, por tanto, solo ha sobrevivido alguien que vuela, por cierto, ahora que estamos cubiertos por techo, ¿alguien ha visto algo? ¿ha podido ver alguien quién tiraba los trastos? Pues quitando monstruos de pesadillas, ha podido ser alguien que viva aquí y en la azotea tenga trastos para tirar, algún loco, o al que perseguimos... el niñato ese. 

Lucía trepaba por las asquerosas escaleras la última, a unos pasos de sus amigos. Llevaba su cuchillo en la diestra. No es que amase la violencia, antes al contrario, la detestaba. Pero en estas circunstancias…

Estaba nerviosa. El miedo viajaba con ella, intranquila. 
Rezaba a la virgen a cada escalón, mirando con suma atención a los pisos superiores. 

Al llegar junto al cubo echaría un vistazo y cogería la fregona, todo sería útil si debían pelear. Eso, si ninguno de sus compañeros la pilló antes.

-Yo no he visto nah. Me dio tiempo a corré y esconderme y ya. Miguel, estamo a punto de descubrirlo. Mucho ojo. Andá con cuidado.

- Gracias Lucía, como ya voy herido dejo que Joanot vaya en segundo lugar y yo el tercero... a ver qué demonios es eso que tira televisores y demás, y que quería descalabrarme como lo pille... dijo Miguel sacando también una navaja de su pantalón y sacando la cuchilla al presionar el botón.

Alejandro se pone en cabeza con mucho gusto, y el fusil en las manos apuntado hacia abajo. 

En el rellano del primero no hay nadie, sólo destacan ese par de útiles de limpieza solitarios. Recuperada parte de la calma (y con ella, la consciencia del dolor), Joanot echa un vistazo al cubo...que está vacío, sin agua ni detergente. Si acaso un poco de sedimento sobre el plástico del fondo. Poco después, Lucía agarra la fregona.  El mocho está seco como la clásica mojama pero, sorprendentemente, no está pegado al suelo. Eso hace que le resulte milagroso que haya aguantado ahí tanto tiempo sin caerse, considerando que estaba apoyada en ángulo con sólo la punta del mango contra la pared. Si no hubiera estado tan atenta, igual se habría caído nada más tocarla. 

Las puertas del primero están firmemente cerradas. Pero la escalera sigue subiendo, y el edificio debe de tener dos o tres plantas más por lo menos, entre lo que recordáis haber visto desde fuera y lo que lográis atisbar por el hueco de la escalera. 

Tras pensar un momento, añado a la conversación:-Yo tampoco logré ver quién era, lo siento. Pero debía de estar tirándolas desde uno de los últimos pisos para que tardaran tanto en caer e hicieran tanto daño. O de la azotea como dice Miguel. 

Joanot posó una mano en la espalda de Alejandro animando lo a seguir subiendo.

—Vamos. Si de verdad es una de esas aves enormes, que se comió el azúcar, quiero llevarla. No recuperaremos lo de Aina pero al menos haremos una paella de ave gigante... Y si es un loco que se disfraza con patas de pollo le daremos una buena tunda para que no se olvide de nosotros y se le quiten las ganas de arrojar cosas... Y luego nos marchamos de aquí.

-Vamoh a mantené la calma y la buena voluntá, Joanó, Miguel. Y tú, Alejandro, no use pronto tu arma. - A Lucía le daba grima la violencia. 
Cogió la fregona, la examinó, continuó escaleras arriba, mirando aquí y allá, observando las puertas cerradas, tocándolas, o colocando la oreja por si se escuchaba alguna cosa. 
-Mucho cuidao, en silencio, que no nos oiga y nos tire de nuevo un montón de cosa. Aquí no tenemo donde esconderno. 

Miraba para arriba, vigilando y aferrando el palo de la fregona.

- Ok pues sigamos, ¡qué remedio nos queda!, no creo en pájaros gigantes seguro que es el hijo del muerto, el adolescente, o no tan joven que está ahí tirando cosas porque cree que venimos a robarle el azúcar... ¡Vayamos pues en sigilo! Todo esto lo dijo en susurro pues era inconcebible ir en sigilo si ibas hablando a voz en alto.

Seguís subiendo en tensión, haciendo cábalas sobre qué o quién os vais a encontrar. En el segundo, como en el primero, las puertas están sólidamente cerradas y cubiertas de polvo. Pero al menos a partir de aquí hay un poco más de luz en la escalera. 

De camino al tercero, notáis una corriente de aire. El acceso a la azotea no debe de estar mucho más arriba. Pero al ver este piso hay algo en él que llama mucho más vuestra atención: Una de las puertas está abierta...