Partida Rol por web

Chester volvió a sentir el impulso de huir, pero eran cuatro contra uno. ¡Seguro que ganaban! A lo mejor... ¡incluso el daba el golpe definitivo! El mago comenzó a motivarse y dio un pequeño paso hacia su derecha mientras recargaba la ballesta. Estaba eufórico. ¡Es era su momento! Disparar era difícil, porque sus compañeros estaban de por medio, ¡pero tenía que intentarlo!

Con toda esa motivación el mago disparó... y falló. 

Alys no sabía muy bien qué hacer, todo el combate estaba siendo caótico y desastroso. Ante el cumplido de Alder, solo pudo sonrojarse.

-¡De nada! -le respondió, un poco más segura cuando la situación pareció controlada.

Solo quedaba un enemigo, así que la sacerdotisa de brazos delgados y que casi no podía levantar la maza, corrió hacia el enemigo de ojos grandes y abisales y levantó el arma, para dejarla caer al suelo golpeando al aire.

Cara de Pez miró en todas direcciones con sus profundos ojos marinos. Parecía buscar una salida, pero  no la halló, estaba demasiado rodeado y sólo le quedaba la opción de pelear por su vida. Lanzó un golpe, de nuevo contra Alder y de nuevo falló.  El pícaro fue realmente rápido para esquivar el ataque.

-¡Oh, venga! ¿Dejame en paz! ¡Tienes a una montaña de músculos detrás! ¿Por que no pruebas con él?-recriminó el pícaro ante una nueva acometida del mutante, quien poco a poco iba puliendo sus ataques y acercándose más al objetivo de impactar en el humano.

Indignado por la insistencia de aquellos asquerosos seres en su persona, la paciencia de Alder acabó por rebosar.

Agarrando la daga con fuerza y agachándose se impulsó hacia adelante de forma bastante poco cautelosa y, tras pasar por debajo del antebrazo del enemigo que trataba de pararle estiró el brazo con decisión en una diagonal ascendente, hundiendo el puñal en el pecho de la criatura abisal, que no pudo hacer más que desplomarse.

El joven humano, aún apretando los dientes trataba de recuperar una respiración normal mientras liberaba su arma del cuerpo inerte, para luego envainarla y desenvainar, al finl, su espada corta.

Tras escupir sobre el muerto miró a sus compañeros.

-Pueden quedar más de estas cosas... y pese a que lo dudo puede haber algún superviviente en la diligencia, andad con cuidado- previno a sus compañeros.

-Dejad que vaya a por mi ballesta antes de nada...

Respiró profundamente, haciendo que su pecho subiera y bajara con rapidez. Se calmó, retirando de su visión el velo rojo carmesí que lo había cubierto todo hacía unos latidos de corazón: toda la rabia que guardaba dentro Ragnar, contra todo y contra todos. Resolló y utilizó su hacha a modo de apoyo.

Mientras jadeaba posó su vista en el arma. No terminaba de adaptarse al uso de las armas humanas. Él estaba acostumbrado a las garras y los dientes, y aunque contaba con el conocimiento de Ragnar, no había conseguido sincronizar adecuadamente sus consciencias en aquel combate. El resultado había sido que los instintos de Ragnar habían llegado siempre unos instantes tarde.

—Sus armaduras son mejores que las nuestras. El metal es más duro que la piel —dijo entre jadeos, antes de alternar la mirada entre Chester y Alys—. Chester, ¿podrías limpiarlas? Alys, ¿sería seguro utilizarlas?

Ragnar se cargó el hacha a la espalda y esperó a que Alder le indicara que estaba preparado para avanzar hacia el esqueleto desvencijado de la caravana.

Estaba vivo. El combate había terminado y estaba vivo. ¡Había luchado y estaba vivo! ¡Era un auténtico milagro! Chester empezó a ponerse cada vez más nervioso, como si ahora fuera consciente de todo lo que había hecho.  Pero sin la tensión del combate la dosis de adrenalina fue demasiado para él. 

Así fue como tras terminar el combate, la primera reacción de Chester fue empezar a vomitar.

La sacerdotisa soltó el aire que había estado conteniendo y se dejó caer al suelo, tras el bajón de adrenalina, solo quería llorar y esconderse. Se le escurrió la maza de entre los dedos y miró al suelo, y escuchó a Chester vómitar allá lejos. Al menos ella también tenía el estómago revuelto, pero no lo echaría todo ahí mismo, delante de todos. Quería mantener algo de dignidad, de momento. Había sido útil durante la pelea y había podido cerrar las heridas de Ragnar.

Se levantó y se sacudió las faldas de la túnica para acercarse al bárbaro.

-¿Estás bien? ¿Necesitas vendaje?

Luego se dio cuenta de que Alder también había sido herido y se aproximó a él.

-¿Y tú, estás bien? ¿Algo en lo que pueda ayudar?

Ante la pregunta de Ragnar, Alys miró los cadáveres y se mareó. Demasiada sangre. Cuando consiguió sobreponerse, miró los cuerpos con cierto desagrado y examinó las armaduras tocando a los muertos con un palito desde lejos.

-Si se limpian bien, serán seguras y no habrá peligro. Sé que la sangre de los mutantes es mala para la salud, de modo que si se desinfectan y se limpia todo, podréis usarlas.

No iba ponerse eso ni loca.

—Estoy perfectamente —contestó impertérrito Ragnar.

Supuso que Alys esperaba algo más de él. Ahondó en la memoria de Ragnar, durante un buen rato, hasta encontrar una respuesta adecuada.

—Gracias... ¿a ti? —ensayó a destiempo, esperando que esa fuera la respuesta que esperaba la mujer.

De entre los arbustos surgió la cabeza encapuchada de alder junto con su brazo derecho, el cual agarraba nuevamente su ballesta, abandonada en medio de la refriega.

-Pues lo cierto es que estoy un poco mareado y me sangra bastante la ceja, creo que me la han partido...-dijo llevandose la palma de al mano libre al costado de su cabeza, para luego comprobar como aún estaba sangrando.-¿Tienes algo para eso?

Abriendose paso entre la maleza volvió allí donde se encontraban todos reunidos al rededor de los dos cadáveres. Ragnar había apuntado algo muy interesante en lo que el pícaro aún no había caido. Se acuclilló para comprobar como, en efecto, aquellos mutantes portaban buen equipamiento. Y aquello era algo que debía ser tomado en cuenta.

No pasó por alto, sin embargo, el menguado estado que presentaban Cheste y Alys. Quedaba patente que no estaban habituados a los lodos del camino, pero ya habría tiempo para acostumbrarse.

Asi pues, dándose una palmada en la rodilla justo antes de incorporarse, trató de aliviar un poco la carga vertida sobre los hombros de ambos por el impávido bárbaro.

-No os preocupéis, Yo me encargaré luego de eso, ¿si?- al fin y al cabo era un trabajo que no le era especialmente extraño-Pero primero yo aseguraría la zona y comprobaría la caravana...-completó, mirando en dirección a Ragnar y asintiéndole a la vez que cargaba un nuevo virote en su ballesta.

Por fin podían respirar aliviados. Los mutantes habían caído y no habían sufrido bajas entre los suyos por raro que pudiera parecer. Tan solo unas leves heridas les quedaban como recuerdo de lo sucedido y en el caso del mago, un pequeño trauma psicológico. 

Mientras Alys examinaba los cuerpos, Ragnar se dispuso a vigilar que no hubiera más mutantes por los alrededores, Chester sacó hasta la última gota del desayuno por el mismo lugar por donde había entrado y Alder comenzó a rebuscar, algo que sin duda se le daba muy bien. 

Lo primero que hizo fue comprobar los alrededores. Todo parecía en calma. Luego, rebuscó entre los cadáveres de los mutantes. A parte de las armaduras, no portaban mucha cosa de interés. Uno de ellos portaba dos coronas de oro y otro un paquete de tabaco y una pipa. Cuando fue a revisar a Ttizas y algo le llamó la atención. Su expresión de sorpresa fue evidente.

Acto seguido fue a examinar el carruaje. Otro de los cocheros se encontraba a pocos metros de la diligencia. Su rostro estaba terriblemente desfigurado y su tórax abierto dejando al aire todas sus interioridades. Otros tres hombres yacían interés en el suelo además de una mujer y un pobre niño, todos ellos fallecidos de forma violenta. 

No había ni rastro de los caballos y el carruaje presentaba una rueda rota. Lo que era evidente era que aquel carruaje debía ser sin duda el que casi les atropelló a su llegada a la posta la noche anterior. Algunas maletas estaban esparcidas por la zona, conteniendo ropa y enseres personales de los fallecidos. 

El cochero encontrado junto al carruaje tenía cerca lo que parecía una espada de buena calidad y en el interior del carruaje halló un trabuco con pólvora y munición para cinco disparos. Por si parte, el cochero al que Trizas estaba destripando en medio del camino, llevaba una daga en el cinturón. Entre las pertenencias de los muertos, Alder pudo reunir un total de 30 coronas de oro, 21 chelines y 59 peniques.

Fue entonces, cuando al ir a revisar el último de los cuerpos, el cual estaba girado boca abajo, tuvo que soltarlo de inmediato y dio un salto atrás sobresaltado. 

Una vez estuvo seguro que ninguno de los que estaban en la diligencia podía alvergar vida aún, Alder pudo relajarse un poco, destensar lo músculos y guardar su arma, para así disponer de ambas manos libres.

El panorama era desagradable incluso para alguien como él. No quería imaginarse la reacción que tendrían Chester o Alys si tenían que tragarse aquello en crudo, por lo que decidió ser considerado con ellos.

-¡Por aquí todo bien!. Seguid atentos al camino y dadme un instante para revisarlo todo como es debido-solicitó gritando desde donde estaba para que los tres pudiesen escucharle.

Enseguida se puso manos a la obra. Arrastrándolos alineó a todos los cadáveres, y les revisó bolsillos y enseres, separándolos todos en un mismo montón. Una vez hecho esto cubrió los los cadáveres de los integrantes de la diligencia con piezas de tela que sacó de la carcasa de la diligencia.

Una vez finalizada su labor, se quedó junto a uno de los cuerpos, el cual lo había delado alejadodel resto algunos metros, cubierto también con una tela y se mantuvo junto a él.

_¡Listo! Si podéis venir todos un momento creo que os interesará ver esto... dijo acuclillándose junto al muerto.

En cuanto el restod el grupo se situó junto a él, apretó los labios por un instante.

-Tengo que reconocer, grandullon, que tenías toda la razón del viejo mundo...-con cuidado levantó la tela lo justo para revelar un rostro idéntico al de Chester.

-Este aún no lo he revisado, prefería que lo vieseis antes...-se incorporó y dió algunos pasos hasta el mutante al que Ragnar había partido en dos con su hacha.- Y en cuanto a este desgraciado, viene a demostrar que hay algún culto al Caos cercano bastante activo. Lo concía de vista antes de mutar y de eso hace apenas un mes...

Cuando los tres miembros del grupo que se habían mantenido al margen de la investigación de Alder se acercaron al cadáver mencionado pidieron observar como lo que el pícaro había dicho era del todo cierto.

Después de echar todo el desayuno Chester se acercó hasta donde estaban los demás para encontrarse a ese hombre que tal y cómo había dicho Ragnar era igualito a él. El mago sintió un tremendo vértigo que casi lo tumba de espaldas, pero aguantó el envite. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué era igual que él? Por un momento hasta llegó a pensar que todo eso era algún tipo de prueba (o peor aún de broma) de los Apóstoles. ¿Y si todo era un sueño?

Chester quiso decir algo pero... no sabía ni qué decir.

Alys sacó de su bolsita unos remedios y le puso a Alder un pequeño apósito en la herida de la ceja, limpiándole la sangre con extremo cuidado.

-Listo, ya está. ¿Quieres que alivie tus heridas también, Ragnar? -preguntó, a lo mejor el bárbaro no quería que lo tocasen y quería seguir demostrando que estaba en perfectas condiciones, aunque era evidente que no lo estaba. Ya había tratado con hombres así en el pasado.

Cuando se acercaron al cadáver del Chester de mentira, la sacerdotisa se agachó para verlo más de cerca y descubrir de qué se había muerto y cómo había sucedido aquella mutación. Entonces recordó la acalorada charla de la noche anterior y miró al bárbaro.

-Te debo una disculpa, Ragnar. Tenías razón, había una persona igual que Chester.

—Estoy bien —repitió Ragnar, extrañado de que Alys volviera a preguntarle.

Al ver que no había más enemigos, Ragnar se puso en cuclillas para descansar. Dejó que sus compañeros de viaje hicieran su trabajo. Ya haría él el suyo, si aparecían más seres del caos.

—Claro que la tenía —se encogió de hombros el bárbaro—. Ahora explicadme qué significa y qué importancia puede tener para nosotros. Si es que la tiene.

El examen del cuerpo del otro Chester, reveló que al menos en apariencia no tenía la marca del caos en su cuerpo. Se trataba de un hombre normal y corriente. 

La causa de la muerte era evidente. Alguien había aporreado con fuerza en su cabeza causando un fuerte trauma que había fracturado el cráneo. Los mordiscos y la falta de carne en algunas zonas de su maltrecho cuerpo, debían haber sido post mortem.