Partida Rol por web

Alys miró a sus compañeros.

-No es una criatura del caos. Le golpearon en la cabeza hasta la muerte -dijo, señalando su cráneo fracturado, pero sin mirarlo directamente-. Además... se han alimentado de él -añadió, pálida, a punto de ponerse a vómitar-. O eso creo, tiene mordiscos en la cara...

Se levantó y se alejó unos pasos para tomar un poco de aire fresco. Quería volver a su casa, meterse en la cama y taparse hasta la cabeza.

—¿Quién era esta persona?—preguntó Chester con desesperación en sus palabras.

Aunque por un lado de el quería salir corriendo y olvidarse de todo aquello. Esto de alguna manera acababa de tocarle de manera personal. El mago se agachó y comenzó a rebuscar en el cuerpo de su doble. Todo esto era algo extraño en el mago, que se caracterizaba por no tomar riesgos. Pero a fin de cuentas también había dedicado su vida a la investigación académica, y aunque esto de académico no tuviera un pelo, si lo tenía de investigación.

No le costó demasiado a Chester encontrar una bolsa con algunas monedas, una daga que parecía de gran calidad y una pequeña bolsita que contenía dos viales con un grupo extraño líquido en su interior.

Además, en el bolsillo del pantallazo encontró dos pergaminos manuscritos algo arrugados, manchados de sangre, pero aún completamente legibles. Los tomó y empezó a leer. 

Agradeció la asistencia de la muchacha con un guiño y en segida se acercó a Chester, para mirar de cerca comoregistraba al cadaver, básicamente para que no se le pasase por alto ningún bolsillo o similar.

En cuanto sacó la daga no pudo reprimir un "-A eso le daría yo buen uso...-"

Luego surgieron los papeles, los cuales leyó por encima del hombro al mismo tiempo que lo hacía el mago. Sus ojos se abrieron como platos y su mente empezó a trabajar desenfrenadamente.

-Espera, espera... - volvió a leer la con urgencia, moviendo sus pupilas de lado a lado con rapidez.

-Recapitulemos un segundo... Ayer dijistes que fuistes adoprtado de pequeño ¿Cierto?-preguntó a Chester, si bien no le dió tiempo a responder, puesto que siguió hablando.

-Esta persona claramente era un hermano tuyo. Me atrevería a decir que gemelo, por lo que compartís familia, eso es más que obvio...-entrecerró los ojos mientras seguía con su líena de ideas en voz alta.

-Y según estos papeles, a él, o sea,a tu hermano, alguien le suponía el último y único beneficiario de una herencia y un título en Bögenhafen,  cosa a todas luces incorrecta puesto que tu presencia aquí es incontestable...

Señaló a Chester con el índice varias veces.

-Ergo aquí estamos preenciando un terrible error que parece haber sido subsanado por la providencia divina...quiero decir, el pober Rastor Liebeliung, los dioses lo acojan en su morada, no era el último heredero del Barnoet, compartía ese honor contigo.

Miró al resto para ver si estaban en sintonía con sus argumentos.

-Yo digo que deberíamos subsanar este error. De un modo u otro. Sería de justicia. Tanto para ti como para el fallecido.

—No he entendido nada —admitió Ragnar, con gesto obtuso—. ¿Alguien me puede explicar qué está pasando?

Alys miró con gesto extrañado las cartas, a Chester, al muerto y luego escuchó a Ragnar.

-Esos papeles -señaló los que Alder tenía en la mano-, dicen que este chico de aquí -señaló al Chester de mentira- es el último heredero de un baronet... er, aristócrata de menor rango. Ehm... persona rica que posee títulos y tierras, y aldeanos a su servicio. Alder está diciendo que el fallecido es un hermano gemelo de Chester, lo que convierte Chester, tras la defunción de este hombre, en el último heredero del baronet. Sea lo que sea lo que esa persona le ha dejado como legado, podría reclamarlo para sí. Además, esos papeles tienen una firma legal válida. ¿Hay algo más que pueda explicarte? -preguntó la muchacha con suavidad.

¿Él? ¿El heredero de un Baronet? Nada de eso tendría sentido. ¿Por qué lo entregaron a otra familia viniendo de alta cuna? ¿Qué ganarían entregándole a una pareja como los Clancy en la lejana Lyonesse? Chester se llevó la mano a la boca intentando encontrar alguna explicación, pero no la encontraba.

—Estás dando por supuesto que van a creer nuestro testimonio. Si ese notario no ha visto nunca a...

¿Mi hermano?

—... Rastor, no hay motivos para que me considere heredero. Ni siquiera podemos saber si realmente soy heredero de algo. Según la carta de los notarios, tras haberlo investigado el baronet sólo tenía un heredero. Vale, podrían haberme dado por muerto, ¿pero y si no hay registro de que mi madre biológica tuviera un parto múltiple?

Chester bajó la mirada y negó con la cabeza.

—Independientemente, debería ir a hablar con esos notarios. Creo... creo que necesito respuestas. Pero no estáis obligados a acompañarme. Entiendo que la reunión con el príncipe sea más importante. Y no pretendo deshacerme de vosotros. Si de verdad resulta que soy el baronet... os recompensaré.

Entonces un pensamiento se cruzó en la cabeza de Chester y se puso blanco como la leche.

—¿Y sí...?—dijo con un hilo de voz—¿Y si mataron a... y si lo mataron por ser el heredero?

Ragnar se masajeó las sienes con lo dedos. Aquello de pensar era doloroso.

—No tienes que explicar nada más. Lo he entendido todo —le mintió a Alys—. ¿Entonces eres rico, Chester? ¿Ya no tenemos... tienes que preocuparte por el dinero? Espera, has dicho que nos recompensarás.

Frunció profundamente el entrecejo.

—¿Por qué? Eres alguien importante. Nosotros no.

Momentos después de registrar el cadáver del tal Rastor Lieberung, se escucharon cascos de caballo acercarse al lugar procedentes de la dirección de Altdorf. Todos se adoptaron inmediatamente una posición defensiva y hasta trataron de esconderse, pero muy pronto tuvieron encima a cuatro jinetes ataviados con el característico uniforme amarillo y negro de la milicia de Altdorf. Se trataba inequívocamente de cuatro vigilantes de los caminos. 

El primero de ellos montaba un caballo gris y fumaba en pipa. Era sin duda el más veterano de todos ellos y demostró sangre fría al ver la escena que tenía delante, pues prácticamente ni se inmutó a diferencia de los tres más jóvenes, quienes comenzaron a murmurar y a mostrarse algo nerviosos.

- Buenos días... - Dijo aquel hombre sin quitarse la pipa de la boca, ni desmontarse de su caballo. - Vigilantes de los caminos. - Remarcó lo evidente. - ¿Qué demonios ha sucedido aquí? - Preguntó.

El joven muchacho dió una fuerte y amistosa palmada en el hombro a Chester.

-¡Claro que te ayudaremos! Bueno, al menos hablo por mi, ¡pero cuenta con ello! Es de justicia...-Le dedicó una esplendida sonrisa

Y entonces sonaron los cascos de los caballos, que tras el susto inciial, resultaron ser miembros de la guardia. Cosa que según la experiencia de Alder tampoco tenía por que ser bueno.

Alzó disimuladamente el brazo en dirección a uss compañeros para pedirles que le dejasen hablar a él.

-Buenos días, señores guardias. No se imaginan lo oportunos que resultan-Saludó con una pequeña reverencia de cabeza.

-Somos un pequeño grupo que viaja a pie en dirección a Bogënhafen. Partimos esta mañana desde la Posta de la Diligencia, a pocas horas de aquí. Podrán comprobarlo, puesto que los cuatro hicimos noche allí.-empezó con su relato

-Hace cosa de media hora nos topamos con esto-señaló los restos de la diligencia por encima del hombro

-Las tres criaturas del Caos que ahora yacen muertas se encontraban regocijándose con los restos de los pobres desdichados de la carreta-Con un movimiento de cabeza señaló los cuatro cuerpos tumbados en línea y cubiertos con telas.

-Por desgracia llegamos tarde para hacer nada por sus vidas, pero como consuleo pudimos dar buena cuenta de sus asesinos-dió una patada al mutante más cercano que tuviese.

-Celebro sinceramente la feliz conincidencia de habernos encontrado, puesto que así no tendremos que desviarnos para notificar lo ocurrido y poder poner abuen recaudo las pertenencias de esta pobre gente, que constan de aquellas maletas de allí, once coronas, veintiun chelines y cincuenta y nueve peniques-Dijo alargando la mano en dirección al guarda veterano, para entregarle las monedas, tras haberlas contado en la palma de su mano.

-Nuestra compañera sacerdotisa estaba a punto de rezar una pequeña plegaria a las víctimas antes de seguir nuestro camino, si no les importa a ustedes que lo haga.

Parecía claro que el pícaro estaba acostumbrado a tratar con la autoridad. Según su experiencia, los guardas querían las cosas claras, concisas y cuanto menos problemáticas y sencillas mejor.

-  Vaya... - Dijo el vigilante con bastante indiferencia ante  lo narrado por Alder. - Y llevaban a un niño. - Chasqueó la lengua. - ¡Malnacidos! No respetan nada... - Negó con la cabeza y tomó aire profundamente. - Si, que rece lo que haga falta. - Comentó  mientras dejaba que Alys se encargara de los rezos. - Nosotros nos encargaremos de ésto... - Dijo finalmente aceptando la bolsa de monedas que le entregó el pícaro y refiriéndose a la  escena de la matanza. - Sería oportuno que nos dieran sus nombres. Burocracia, ya saben...

—Chester Clancy, señor. De hecho hay algo...

El mago había pensado en contarle al vigilante todo lo relacionado con su supuesto doble, la posibilidad de que fueran hermanos, los documentos, la herencia y la investigación sobre sus propios orígenes. Pero entonces pensó en el temor de que el ataque hubiera sido precisamente por el testamento. Chester se atragantó y tosió.

—...algo que querría preguntarle. ¿Ha habido más ataques de mutantes en la zona?

- Alguno... - Dijo como pasando por encima el tema y sin darle demasiada importancia. - Dos o tres ataques a la semana. Lo normal. Aunque no todos sin tan violentos como éste, la verdad...

Ragnar se había levantado cuando escuchó aparecer a los jinetes. Al ver las reacciones tranquilas de sus compañeros, y ahondar en la memoria, concluyó que aquellos hombres no representaban ningún peligro para ellos, de modo que volvió a sentarse en cuclillas.

La autoridad llegaba tarde. Como siempre —apostilló Ragnar en su interior en un tono sarcástico. Los vigilantes de camino no habían cumplido con su trabajo y el hermano de Chester había sufrido las consecuencias. Si ellos no supieran defenderse, habrían sido las siguientes víctimas de los mutantes. E incluso entonces, los vigilantes habían llegado tarde. Se preguntó qué hubieran hecho aquellos hombres si se hubieran encontrado a los mutantes alimentándose del cadáver aún caliente de Alys, o de Chester. ¿Habrían peleado contra ellos o habrían huido como sabandijas a buscar refuerzos?

Ragnar pensaba lo segundo, y él no les tenía ningún respeto, de modo que escupió sonoramente a un lado y no contestó a su pregunta.

La sacerdotisa no era tan rápida como Alder y tampoco estaba acostumbrada a tratar con vigilantes de caminos, mutantes y tanta violencia sin razón. Se sentía un poco angustiada por todos los acontecimientos, de modo que cuando el pícara sugirió que estaba a punto de rezar unas plegarias por los caídos, a la muchacha le pareció buena idea, porque no quería verse implicada en ningún lío con las autoridades. De modo que se puso a oficiar los ritos que conocía y rezó a Shallya por las almas de los caídos, en especial por el hermano recién descubierto de Chester. Pobre hombre.

Cuando los guardias les preguntaron sus nombres, solo Chester dio el suyo, pero Alder no dijo nada y Ragnar lanzó un escupitajo al suelo. Alys no quería problemas, de modo que se acercó al bárbaro -dada su enorme envergadura, estaban casi a la misma altura- y le puso la mano en el hombro. Notó que temblaba por la tension y estuvo a punto de apartarla de pura incomodidad.

-Yo soy Alys de Louviers, sacerdotisa de Shallya. Él es Ragnar -a secas, no conocía su apellido ni si tenía alguno.

-Albert, nacido en Ostenmark-dijo de forma escueta,mientras acababa de recoger las cosas, preparándose para partir.

Más adelante ya se encargaría de limpiar la armadura recuperada de losmutantes pues sin duda alguna era mejor que la que él portaba.

Viendo a Chester titubear, se acercó a él, dándole una nueva palmada en la espalda.

-Vamos, amigo. deja de darle vueltas. Tenemos que seguir nuestro camino.

En parte le preocupaba que el nerviosismo del mago fuese a provocar que hablase de más.

- Alys, Ragnar, Albert... Encantado. - Comentó sin hacer referencia a Chester, quien parecía pasar desapercibido aún con un doble suyo muerto y apaleado en el suelo. - Vayan con cuidado. Nosotros nos encargaremos de este estropicio...

Aquel hombre dio varias indicaciones y los otros tres jinetes descabalgaron y se apresuraron en amontonar los cuerpos de las víctimas a un lado de la carretera, mientras que el hombre que fumaba en pipa, buscaba leña para hacer una hoguera para quemar los cuerpos de los mutantes. Una vez puestos en faena, los vigilantes perdieron todo interés en el grupo de aventureros, pues tenían unas horas de trabajo por delante.

Fue en ese mismo momento, cuando la diligencia en la que podrían haber viajado, al fin les dio alcance. Los dos cocheros, con evidentes signos de resaca, iban a los mandos del carruaje tratando de dominar a las bestias de tiro, pero sobre todo de no quedarse dormidos.

En el interior del carruaje se encontraba Lady Isolda, quien por su expresión parecía realmente hastiada por la situación y la lentitud del transporte. Junto a ella se sentaban a cada lado su sirvienta y su guardaespaldas y frente a ellas se encontraban el jugador de cartas bretoniano y el erudito de la barba que tenía un tomo en la mano, el cual devoraba con ansias.

Ragnar miró a la diligencia y miró a sus compañeros.

—Bueno, ¿qué? ¿Seguimos? —dijo, señalando con el mentón al camino—. A pie, digo.

Esa gente seguiría teniendo en ellos el mismo interés que ellos tenían en esa gente. Es decir: ninguno.

Alys se sintió un poco perdida, había rezado unas oraciones por los muertos, pero los vigilantes habían decidido encargarse de los fallecidos ellos mismos. La joven sacerdotisa se preguntó que hubiese sucedido si hubiese fallecido allí en medio del bosque, ¿habría sido enterrada y olvidada sin más, como el pobre hermano de Chester? Disimuló unas lágrimas de angustia y desconcierto y se quedó cerca de Ragnar.

-Sí, continúemos. No tenemos nada que hacer aquí.