Partida Rol por web

Bögenhafen, entre las 12.00 y las 16.00 horas.

Las horas se sucedieron de forma rápida. Alder, Chester y Gunther se repartieron las tareas. Tenían poco tiempo y no podían malgastarlo yendo de un lado para otro como pollo sin cabeza. Si cada uno se encargaba de buscar a un contacto diferente, antes sabrían con quien podían contar y antes se reunirían para planear los pasos a seguir en aquella peligrosa empresa. Todo dependía no obstante de que Magirius cumpliera con su palabra y regresara a la posada con aquell documento que les liberaría de toda responabilidad y les otorgaría una recompensa por sus servicios.

Por un lado Alder regresó al embarcadero, donde pudo encontrar a Joseph Quarjin en el Lauretta. Aquel barquero había demostrado ser un hombre de bien, amigo de sus amigos y dispuesto a ayudar al necesitado. Sabían también que no tenía mala puntería y que utilizaba el martillo a las mil maravillas, por lo que podía resultar un buen aliado en un más que posible enfrentamiento armado. Joseph no se lo pensó dos veces antes de decir que sí, una vez escuchó lo que Alder tenía que contarle. Estaba dispuesto a dar lo mejor de sí para colaborar en tan noble causa.

Chester decidió ir al monasterio de Morr. Allí localizó a Adso, no sin antes tener que insistir de forma desmesurada al rector de aquella iglesia, el cual no deseaba que nadie perturbara los rezos de aquel novicio que había acudido a él para encazar su vida al servicio del Dios de la Muerte y el Soberano del Inframundo. Al escuchar las nuevas noticias, Adso, quien siempre había estado a favor de investigar aquel asunto hasta que llegaron a un callejón sin salida, decidió acompañar a Chester, aunque ciertamente le costó un disgusto, pues el rector le amenazó con la represalia de que si abandonaba el monasterio, no sería admitido de nuevo en éste.

Gunther fue en busca de Gemme. Gerolf Jentzsch, el sacerdote sigmarita fue quien recibió al enorme norteño. Le costó unos minutos entender de que estaba hablando, pues su forma de comunicar aquel mensaje fue un tanto críptica por lo escaso de la infromación que pudo aportar. No obstante, cuando finalmente se reunierón los dos con Gemme, ésta pudo confirmar muchos de los puntos sobre los que Gunther le había informado y preocupado, el sacerdote aceptó que Gemme acompañara a aquel hombretón en aquella misión de notable importancia. 

Jentzsch, les reveló que hubiera partido con ellos de ser más joven, pero no a esa edad. Además tenía una responsabilidad para con sus parroquianos y aunque decidieron que era mejor no levantar la voz, pues las autoridades estaban compinchadas con Teugen y de airear sus asuntos, las cosas podían ponerse muy feas, decidió refugiar a muchos de los leales sigmaritas en las catacumbas del templo, bajo el pretexto de un importante cambio en la órbita de Morrislieb, que podía ocasionar un cataclismo indeterminado.

No obstante, le entregó a Gemme ciertos elementos que podían contribuir de forma favorable al grupo, si finalmente se producía una batalla contra las fuerzas del Caos. Gemme los aceptó de buen grado, prometiendo devolver las armas al templo de Sigmar una vez hubieran finalizado la misión, a lo que el sacerdote respondió con agradecimiento.

Posada de "La Burja Astuta", a las 16.00 horas.

Reunidos de nuevo todos en la taberna, decidieron almorzar algo antes de la llegada de Magirius. Fue algo ligero, pues ninguno tenía hambre en demasía, salvo Gunther, quien si se atiborró a pan y queso y obviamente cerveza. El asunto que tenían entre manos era peliagudo sin duda y eso les mantenía intranquilos. El compromiso del Concejal con ellos parecía serio, pero tampoco podían poner la mano en el fuego, no es que le conocieran demasiado y ya les había mentido una vez.

Fueron pasando los minutos y a la hora acordada, nadie acudió a la cita. Decidieron darle a Friedrich cierto margen, no obstante cuando ya se hizo evidente que no iba a acudir, pasada más treinta minutos de a hora acordada, decidieron marcharse del lugar. No sabían cual era la causa de la ausencia de Magirius, pero las dos más probables eran una traición por parte del concejal o bien que éste había sido descubierto. Fuera como fuera, permaneciendo allí se encontraban en peligro de que las autoridades acudieran en su arresto.

Fue cuando estaban recogiendo sus bártulos, cuando se abrió la puerta de "La Bruja Astuta", para dar paso a un cliente poco habitual. Se trataba de un niño de cabello pelirrojo. Éste examinó desde el marco de la puerta las distintas mesas, fijándose en cada uno de los clientes, hasta que dio con el grupo de aventureros. Inmediatamente se dirigió hasta donde éstos se encontraban.

Fue cuando estaban recogiendo sus bártulos, cuando se abrió la puerta de "La Bruja Astuta", para dar paso a un cliente poco habitual. Se trataba de un niño de cabello pelirrojo. Éste examinó desde el marco de la puerta las distintas mesas, fijándose en cada uno de los clientes, hasta que dio con el grupo de aventureros. Inmediatamente se dirigió hasta donde éstos se encontraban.

El joven, de unos doce años de edad, no dijo nada al llegar junto al grupo. Simplemente observó a todos y cada uno de ellos de nuevo y finalmente se situó junto a Chester, extrayendo un pequeño trozo de papel enrollado de uno de sus bolsillos y haciéndole entrega al mago.

Aunque no hace más que unas horas que vi a Adso por última vez, siento un gran alivio al reencontrarme con él y sacarle del monasterio en el que se había recluido. A pesar de sus peculiaridades, el monje de Morr ha sido un compañero leal y valiente desde que lo encontramos por primera vez en la feria de Bögenhafen y creo que no podría embarcarme en el loco encargo de Magirius sin su inestimable colaboración.

Descubrir a mi llegada a la Bruja Astuta que Gemme Or Cramoise e incluso Joseph Quartjin han decidido secundarnos, acrecienta todavía más mis esperanzas de que tal vez esta misión no esté totalmente destinada al fracaso y tengamos una oportunidad de detener a Johannes Teugen y sus secuaces.

Lo cierto es que no tengo nada contra Teugen, salvo la espinita clavada de que nos dejase por mentirosos diciendo que él había capturado al goblin de tres patas en uno de sus almacenes. Ahora creo que no mentía del todo. Lo capturó y se lo ofreció de almuerzo al demonio que invocaron. Y ahora pretende darle de comer seres humanos.

Sin embargo, mi determinación y mis esperanzas van mermando a medida que el tiempo pasa y se va haciendo cada vez más patente que Magirius nos ha dado plantón. Tanto da que nos haya traicionado, que lo hayan apresado o que esté muerto. Sin él, mucho me temo que no tengamos ninguna posibilidad de descubrir la verdad.

Me estoy deshaciendo en disculpas con mis amigos por haberles hecho venir aquí para nada cuando el jovencísimo y pelirrojo mensajero irrumpe en la taberna. Leo rápidamente la nota en silencio y después la repito en voz alta para los demás.

—¿Qué decís? Apesta a emboscada pero ya que nos hemos tomado la molestia de reunirnos, quizá podríamos ir a echar un vistazo, ¿no os parece?

- Puede que haya tenido que refugiarse en su casa por alguna razón... - Respondió Alder haciendo un gesto con los ojos hacia el pelirrojo. - No pensemos cosas raras por el momento. - Trató de disimular. No sabían si aquel niño estaba al servicio de Teugen o de cualquier otro agente al servicio del caos. - 

Fue en cuanto Alder mencionó aquello, cuando el pequeño mensajero pelirrojo se marchó del lugar sin mediar palabra alguna. Joseph trató de detenerle, pero aquel pequeño se escabulló como una lagartija entre los parroquianos de la taberna y para cuándo quisieron darse cuenta, ya había desaparecido calle abajo. 

- No es que suene a emboscada. Es que es una emboscada en toda regla. - Comentó el barquero. - ¡Ni tan sólo ha esperado por una propina! No he visto antes en mi vida un mensajero que no aguardase a unos pocos chelines antes de marcharse... - Negó con la cabeza. - Del todo irregular...

- Lo que está claro es que algo gordo está por venir. - Intervino Gemme. - Por lo que me habéis contado, parece que Magirius no era más que un peón dentro de la trama, que no contaba con toda la información. Cuando se dio cuenta del alcance de las actividades de las que estaba siendo participe, decidió por todos los medios tratar de enmendar lo que había hecho. - Comentó con seguridad en sus palabras. - Eso o me ha engañado por completo. 

- Deberíamos ser sigilosos entonces. - Propuso el monje. - Si nos acercamos cautelosos e investigamos el lugar antes de meternos en la boca del lobo, quizás podríamos tener una oportunidad. - Comentó mirando a sus compañeros. - ¿Cómo lo veis? ¿Alguien tiene algún plan?

—Vaya, yo esperaba que el mocoso nos llevara hasta la casa de Magirius. Ahora tendremos que ir preguntando por ahí dónde está... —comento con fastidio, dándome cuenta de que nuestras posibilidades de pasar desapercibidos acaban de disminuir de forma dramática.

Bueno, puede que no tan dramática. Tampoco es que pensase que seis individuos fuertemente armados, incluyendo al corpulento Gunther, avanzando con determinación hacia el distrito noble de la ciudad fuese a ser algo precisamente discreto.

—Aunque yo creo que Magirius no conoce ni a Gemme, ni a Joseph y a lo mejor ellos podrían acercarse , pienso que estamos más seguros yendo todos juntos. Equipaos con los objetos que tan amablemente nos han prestado los clérigos de Sigmar y veamos qué es lo que tiene que decirnos nuestro consejero de "confianza" que le corre tanta prisa como para no venir a contárnoslo en persona.

Gunther estaba a punto de perder la paciencia cando Gemme apareció para rescatarlo, no podía creer lo obtuso que podía ser el clérigo de Sigmar, su sacerdote instructor nunca había tenido problemas para entenderlo. Finalmente, con Gemme de traductora y la mediación del Dios, los dos partieron de allí con un pesado hatillo que el gigantón llevaba sin problema alguno.

- Gemme salvar Gunther, Gunther recordar - no había sido un agradecimiento muy efusivo, pero al guerrero se le había acabado el cupo de palabras por una semana en la charla con el Sigmarita.

Finalmente llegaron a la taberna y el grandullón revisó el hatillo, quedándose con una coraza y con el espadón y dejando el resto para que los demás eligieran. Una vez satisfecho con lo suyo pidió algo de comida y bebida para su segundo desayuno.

Siguió la charla como pudo, especialmente después de que llegara el chiquillo, y tomó el papel cuando el resto dejó de leerlo y comenzó a discutir acerca de una trampa. - Hombre de azul muerto o prisionero, el no mandar nota, enemigos hacerlo. - en su mente no cabía la posibilidad de que el calvo de ojos asustadizos les tendiera una trampa después de haber ido a buscarlos a la mañana. - Mejor ir preparados para romper cabezas.

Bögenhafen, cerca de las 17.00 horas.

Gemme se hizo con el martillo de guerra que la iglesia de Sigmar les había prestado. Alder por su parte, se hizo con la espada larga, ceiéndole la suya a Jospeh, quien a su vez se caló una de las corazas, dejando la otra a Gunther, quien también se armó con el mandoble. Chester y Adso por su parte, no creyeron que ninguno de los útiles cedidos por la iglesa, puedieron valerales a ellos de nada, por lo que no se hicieron con ellos, siendo recogidos los pergaminos y la varita por la propia Gemme.

Los seis determinados miembros de aquel grupo de investigadores, se dirigieron frontalmente hacia la morada de Magirius una vez bien armados con el nuevo material. No les costó demasiado encontrar la localización de la mansión en Bögrnhafen tras hacer algunas preguntas a los transeuntes locales, quienes al ver a un grupo tan bien armado, no dudaron en responder sin hacer preguntas.

Pese a que alguna de las informaciones podían haber sido contradictorias, todo parecia indicar que el concejal residía en el distrito de Adel Ring. Una vez allí, constataron que se encontraban en un distrito opulento y próspero como muchos otros dentro las principales ciudades del Imperio, los cuales contrastaban enormemente con la decadencia de los barrios más desfavorecidos. Sus calles estaban limpias y pavimentadas con adoquines de alta calidad, mientras que las mansiones y residencias de los adinerados se alineaban en filas ordenadas. Los edificios eran majestuosos y muchos de ellos estaban decorados con detalles ornamentales y esculturas.

Sus imponentes estructuras contaban con fachadas de piedra y techos de teja, muchas de ellas rodeadas por altos muros para garantizar la privacidad y la seguridad de sus habitantes. Muchas de las mansiones contaban con extensos jardines bien cuidados, donde sin duda alguna tendrían lugar muy a menudo, celebraciones suntuosas, fiestas y eventos sociales exclusivos para mimebros de la alta sociedad imperial.

No tardó el grupo en localizar la mansión del concejal, pues constaba su nombre en buzón situado en la fachada principal de la mansión, la cual se erigía como una fortaleza de piedra finamente labrada. La piedra utilizada era de la más alta calidad y se había pulido a la perfección, lo que le confería un brillo sutil bajo la luz del sol. Grandes columnas de mármol flanqueaban la entrada principal, sosteniendo un dintel decorado con grabados en relieve que contaban la historia de la casa noble a lo largo de las generaciones. Las ventanas eran altas y estrechas, enmarcadas por intrincados detalles de madera tallada.

La puerta principal era una obra de arte en sí misma. Tallada a mano con diseños intrincados, estaba hecha de madera noble importada de tierras lejanas. Dos aldabas de bronce con forma de leones flanqueaban la puerta y el picaporte estaba adornado con gemas incrustadas que brillan con luz propia. Gunther no tardó en aporrear la puerta y tras unos instantes, escucharon pasos del otro lado.

Un hombre vestido con una chaqueta larga roja con detalles en amarillo, chaleco blanco, pantalones azules y guantes blancos, la vestimenta típica de mayordomo a excepción quizás, del clásico pañuelo blanco de volantes al cuello, fue quien les abrió la puerta. Aquel hombre de mirada severa les analizó de arriba abajo con altivez y finalmente abrió la puerta para que pudieran pasar al interior de la mansión.

- Pasen por favor caballeros... - Pareció recabar entonces en Gemme. - ...y señorita... - Dijo con aparente disgusto. - Mi señor les está esperando en su despacho. - Indicó en dirección a un pasillo a la derecha. - Por aquí...

Al final de dicho pasillo, se toparon con unas imponentes puertas de roble. El mayordomo tocó a la puerta.

- Ya pueden pasar. - Les dijo.

Lo primero que lamento al acercarnos al distrito noble de la ciudad es no haber tenido ocasión de terminar mis vestiduras encantadas para presentarme con una apariencia más acorde al refinado vecindario. Es un pensamiento bastante absurdo porque, puestos a lamentar, bien podría lamentar que mi supuesta herencia millonaria resultara ser una estafa. Sería maravilloso poder permitirme vivir en una casa como la de Magirius.

De haber venido solo, hubiera bastado la imponente fachada para hacer que me sintiera intimidado e insignificante. Sin embargo, vengo tan bien acompañado que es difícil pensar que algo malo pueda ocurrirme. Recuerdo con claridad cómo entramos accidentalmente en una guarida de ladrones en las cloacas y la paliza que les dieron mis amigos. ¡Y eso que entonces no teníamos a Joseph, ni las armas mágicas de los sigmaritas!

Si Magirius está tratando de tendernos una emboscada ahí dentro, no me gustaría estar en la piel de los matones que haya contratado.

Pero, incluso así, decido tomar algunas precauciones antes de entrar en el despacho del concejal. Por si acaso.

Gunther no sabía si tras la puerta de Magirius encontraría a un Magirius vivo o a uno rodeado por enemigos y convertido en picadillo. Como fuera no iba a dejar que sus compañeros recibieran el primer golpe, y mientras chester hablaba en idiomas y se tiraba brillos se acercó a la puerta y se preparó para abrirla cuando sus compañeros le dieran el visto bueno.

- Abre... - Le dijo Alder a Gunther.

La actitud del mayordomo no le había gustado y eso hizo saltar las alarmas. Se llevó la mano a la empuñadura de las espadas, aunque no desenfundó y si no lo hizo, fue por mera educación. Al fin y al cabo, estaban en la casa de un noble como invitados y aunque tenían sospechas suficientes como para pensar que algo no iba bien, todavía no estaban confirmadas.

El despacho estaba bien iluminado gracias a un amplio ventanal que daba al exterior de la mansión. Las paredes estaban decoradas con tapices, que mostraban escenas de batallas y el escudo de armas de la familia Magirius. El mobiliario estaba finamente tallados y una gran alfombra cubría el suelo para agregar comodidad y belleza al espacio.

En el centro de la estancia se encontraba un gran escritorio madera de roble maciza. Sobre la misma se podían observar pergaminos y documentos, así como pluma y tintero y un sello personal para autenticar documentos. No obstante, lo que más llamaba la atención, era un gran sillón de madera volcado tras la mesa.

Enseguida el grupo se acercó al centro de la estancia, pudiendo observar que bajo el escritorio yacía el cuerpo sin vida del concejal. Se veía claramente como había sido degollado y como un charco de abundante sangre cubría la alfombra y parte del suelo.

En uno de los laterales del escritorio, pudieron observar unas marcas de sangre seca, realizadas sin duda por el propio Magirius antes de perder la vida...

A duras penas logro contener una arcada cuando descubro el cuerpo ensangrentado de Magirius tras su escritorio.

—No puedo mirar, no puedo mirar —gimoteo lastimosamente—. Por favor, Gemme comprueba si hay algo que todavía pueda hacerse por él y... que alguien detenga al mayordomo alguien de que eche a correr gritando que hemos asesinado a su señor, por lo que más queráis.

Todo el mundo nos ha visto preguntar por la casa de Magirius y entrar en ella fuertemente armados. ¿A quién si no a nosotros iban a responsabilizar? Dioses, voy a acabar mis días en la horca...

Desesperado, comienzo a revolver entre los papeles del escritorio en busca de una pista, algo, lo que sea, que nos ayude a comprender lo que ha ocurrido aquí realmente.

—¿Alguno tiene una idea de qué significa eso de "Almacén 17"? —pregunto a nadie en particular mientras sigo estudiando por encima los documentos del escritorio y descartando con rapidez y desesperación creciente uno tras otro.

A Gunther no le extrañó encontrar al calvito muerto, pero lo que no esperaba era un mensaje escrito con su sangre. Quedó maravillado por los huevos del tipo, juntar la fuerza para escribir algo mientras se desangraba era akgo que requería una fuerza de voluntad y una determinación sin paralelos.

Sin perder tiempo el gigantón apoyó una mano sobre el hombro del mayordomo y le dedicó una mirada relativamente amistosa - Nosotros vengar a tu Señor, y yo traerte la cabeza del asesino para que tu colgar  de la puerta.

Gemme se agachó junto al cuerpo de Magirius. Se la veía ostensiblemente nerviosa. La joven sacerdotisa trató de comprobar si aquel hombre todavía respiraba o si por contra había expirado. La joven angustiada y casi histérica por la situación, no parecía coordinar bien. Miró hacia Chester tras unos segundos junto a Magirius.

- No... - Resopló. - ¡Creo que está muerto! - Dijo sin demasiado convencimiento.

La joven no obstante, colocó sus manos sobre el pecho del consejero y rezó en silencio por su alma. Sus manos se iluminarion de frma ténue y cuando Gemme abrió los ojos de nuevo, pudo comprobar que no se había producido ningún cambio aparente en aquel hombre.

- ¿Quién ha estado aquí antes que nosotros? - Le preguntó el monje al mayordomo.

El monje de Morr no se fiaba ni un ápice de aquel que les había abierto la puerta y les había conducido hasta esa estancia que encerraba el cadáver de Friedrich Magirius. A diferencia de Gemme, aquel joven tenía muy claro que su anfifrióm había fallecido y que no era posible devovlerle a la vida, ni siquiera recurriendo a métodos divinos.

- ¡Habla o serás acusado tú! - Le amenazó.

- ¿Él es el concejal, verdad? - Preguntó de forma retórica el bueno de Quartjin. 

Sabía la respuesta. Pero deseaba que alguien le dijera lo contrario. Como bien había visto Chester, podían ser ellos mismos acusados de asesinato y teniendo en cuenta que las ventanas del despacho estaban cerradas y que el mayordomo o no sabía sobre la muerte de Magirius hasta ese momento o bien si lo sabía, era quien les acababa de tender una trampa, se podía decir que las cosas pintaban mal para ellos.

- ¡Gunther, aprésale! - Le suplicó al grandullón, quien ya estaba justo al lado del mayordomo.