Partida Rol por web

Adama se dirigió sin prisa pero sin pausa a donde pasó la noche anterior. El hecho de que no se encontrara con ninguna hermana le resultó extraño pero no le dio mucha importancia.  Entró y tomó las ropas que llevaba, asegurándose de no dejarse nada en la habitación*

Más, cuando volvió a su paso, no pudo poner algo de oído por los pasillos, sobretodo cerca del scriptorium. Nunca había conocido ninguno, apenas había escuchado hablar de ellos. Y le resultaba aun raro que con la imprenta aun existieran. Se paró un poco delante de la puerta, igual había alguien y podía despedirse, sería el momento ideal para poder verlo por dentro. 

No escuchaste nada al otro lado de la puerta del scriptorium, solo la lluvia. Mientras te mostrabas dubitativa, apareció alguien por una de las puertas que daba a las celdas de las monjas. La reconociste enseguida, era Alice que, al verte, se acercó a ti con ese talante callado con el que la habías conocido.

Tras la conversación con Gwydion pudiste apreciar mayores detalles del semblante de la joven, desde luego algo atribulaba su mente, pero hacía esfuerzos por mantenerse serena. Se acercó a ti, te sonrió dirigiéndote un breve saludo.

Hola. dijo escueta, miró a los lados, luego a ti. ¿Qué necesitas? el tono era suave, solícito, alejado de la hostilidad demostrada por la hermana Cynthia.

Oh, solo venía a por mis ropas - respondí con el mismo tono bajo con el que ella me recibió- y de vuelta no pude mas que interesarme por el scriptorium ¿lo siguen usando? - la miré con tranquilidad mientras esperaba poder sacar algo más de ella. Quizás poco a poco, me enseñase algo y podría preguntarle mas cosas. 

Aquello iba a ser una caminata de fondo. O´Connel parecía un buen hombre, que sin duda la apreciaba y ella era joven y atenta, les gustaría verlos juntos, o al menos en proceso. 

Pudiste ver como Alice palideció cuando le preguntaste por el scriptorium, después de la charla con O'Connel pudiste apreciar ese miedo cerval aferrado en su mirada. La monja trató de tranquilizarse, bajó la cabeza y musitó en voz baja.

No. Lo usaban los antiguos monjes, ahora solo quedan.. unos pocos libros. procuró no mirarte a la cara, pero podías ver como le temblaba el cuerpo como una hoja. Algo de ese lugar la atemorizaba, y se quedó en silencio tras decirte eso.

Oh - puse mi mano sobre su hombro en un gesto protector- que le pasa Hermana Alice, ¿se encuentra bien? - no había podido evitar darme cuenta de que lo que sea que la atemorizaba puede que estuviese en el  scriptorium. Mentaría si dijese que no me lo estaba empezando a dar a mi también- ¿quiere que demos un paseo fuera? Apenas ya llueve

La joven monja respiró agitadamente, pero lograste poco a poco tranquilizarla. Echó una mirada de miedo a la puerta del scriptorium, luego hacia ti apretando los labios.

No.. no deberíamos hablar de eso aquí. dijo temerosa, miró a su alrededor. La hermana Cynthia lo.. lo.. prohibió. Márchese de este lugar.. no es buen lugar.. ya no.. balbuceaba nerviosa, tensa al límite del pavor. Se alejó unos pasos del scriptorium, hacia tu celda, abrió la puerta y te hizo pasar. Ella te siguió.

Alice se santiguó múltiples veces, parecía que eso la tranquilizaba, y te miró con los ojos asustados.

Claro claro La seguí confusa porque me llevase a donde había dormido. ¿no era mas...oh comprendía, acababa de comprender una parte de lo que pasaba. Cerré la puerta de la celda para darnos un plus de intimidad. Cuando estuvimos dentro dejé que se santiguase las veces que necesitase antes de susurrar muy bajito a su lado- ¿que es lo que ocurre hermana? ¿por que está asustada? quizás podamos buscar ayuda - alargue mi mano de nuevo pero con intención de coger la mano que no usaba para santiguarse, se lo podía ver venir. Algo sin duda había pasado, fuese normal o no, eso ya daba un poco igual, pero el terror de Alice era real, tan real como las paredes de esa Abadía. 

No.. no puedes. repuso la monja asustada. Lo que he visto.. la voz se le quebró, así como los ojos se le humedecieron. ..me matará, el perro, me matará.. enseguida te diste cuenta que recordar aquello hacia que la mente de la muchacha se volviera frágil, quebradiza. Apenas se sostenía en pie, dubitativa mientras te miraba.

La hermana Cynthia.. lo esconde abajo.. pero ya no es un hombre, no sé lo que es.. la voz le temblaba, y pronto, como si reviviera aquel horror, se quedó petrificada, te miró. márchate de aquí.. no hay nada bueno entre estos muros.. ya no queda nada de Dios aquí.. 

El estado de nerviosismo que pasó a ser el pavor del miedo en la hermana me contagió en parte, Miré la puerta de la habitación por un segundo, temerosa de esa mujer y del perro. - no...no le va a matar nadie...no se preocupe...¿no quiere venirse conmigo al pueblo un rato? seguro que se encontrará mejor si le da el aire- intenté tranquilizarla primero. Cuando una se encontraba con gente tan asustada las cosas podían acabar mal. Al parecer, le hermana Cynthia ocultaba a un perro. Y Alice parecía tenerles una aprensión horrible. Había mencionado algo de un hombre, un perro hombre...un...no lo lograba entender. 

No se preocupe, yo me iré de aquí en cuanto pueda, tranquila. 

Alice negó la cabeza con vehemencia, se apoyó en la pared de la celda tratando de tranquilizarse.

No, mi lugar está aquí. dijo fervorosa. No puedo dejar a mis hermanas a la merced de eso.. no puedo. se repitió temerosa. El scriptorium.. aléjese de ahí.

Era un pensamiento muy común. Advertir del lugar a evitar para generar esa curiosidad insana que tenemos todos. Estaba claro que Alice no quería que te expusieras, y probablemente eso harías en su mente, pero desde luego las palabras que vertía la joven monja eran genuinamente de preocupación y miedo.

Vale, de acuerdo, no me acercaré - puse las manos en lato y esperé en silencio, tranquila a que la pobre muchacha se calmase un poco. Había algo allí, desde luego, que fuese un perro o un hombre no lo sabía, pero tenía que avisar a ...no, no podía. Maldije en mi mente, ya tenía suficiente la pobre Alice como para meter a nadie más- todo va a ir bien- murmuré en alto, era un pensamiento interno, pero decidí compartirlo para ver si así servía de algo. Igual podría preguntarle al hombre del pueblo algo más. 

Alice, más tranquila por tus palabras, trató de serenarse y se sentó al borde de la cama.

Está bien.. está bien.. dijo respirando profundamente. Te miró compungida, bajó la cabeza. Lamento mi comportamiento, señorita Mengel. se disculpó azorada. Se levantó adecentándose el hábito, tratando de disimular el rostro descompuesto de hacia unos segundos.

Será mejor que me marche. No quiero.. que haga preguntas. dijo Alice, abrió la puerta, se volvió hacia a ti, te sonrió y musitó casi con timidez. Gracias..

"Gracias.." Con aquella palabra le rompió el alma. Decididamente tendría que ver que era lo que pasaba por ese lugar. Como si se la tenía que llevar con ella. Parecía tan perdida...tan ausente...Tomó sus ropas aun algo húmedas y salió al pasillo, parándose frente a la puerta del scriptorium. Lo miró, ofendida, enfadada, frustrada. Si nada se lo impedía ensayaría una sonrisa y saldría de nuevo fuera. 

La salida de la abadía se te dio sin mayores problemas, quizá notaste de más las miradas suspicaces de la hermana Cynthia, ahora que probablemente estuvieras más vigilante por sus acciones. Una vez fuera la lluvia persistía, aquel continuo golpear de agua sobre el suelo y tu cuerpo, el cielo gris, era casi deprimente. Pero acostumbrada ya te dirigiste al pueblo, el otro lugar que podías conocer de la isla.

En la posada de O'Connel los parroquianos se habían aglutinado a media tarde. La cosa estaba más movida que por la mañana, pero al verte, el pescador pelirrojo se acercó a ti con el semblante intrigado.

¿Señorita Mengel? te saludó con el gesto algo mohíno, dubitativo. ¿Cómo ha ido? preguntó directo. Los parroquianos a vuestro alrededor se dedicaban a lo suyo, los que te miraban era más fruto de la curiosidad porque eras forastera que por otras razones más, aparentemente, siniestras.

He conseguido hablar con Alice...- dije por lo bajo, haciendo le un gesto como de subir arriba o al menos, ir a un sitio mas resguardado de los oyentes. Había entrado con aspecto de ligero enfado y aun llevaba la ropa doblada en los brazos.- si puede acompañarme...- saludé a los hombres con un asentimiento de cabeza antes de subir las escaleras hacia mi dormitorio asignado. 

Si bien tus dotes para la discreción no eran las mejores, la mera presencia de Gwydion pareció amedrentar cualquier curioso con una mirada seria. El pescador asintió y te siguió a un lugar más apartado, el hombre arrugó la frente preocupado, te miraba con mucha atención.

¿Qué sucede? preguntó directamente, serio, con su mirada engarzada a la tuya.