Partida Rol por web

Miró a sus compañeros tras las palabras de la señora MacKendrick, comprobando que tenían no uno, sino dos nuevos lazos por los que tirar. Hospital Psiquiátrico Real y Departamento de Geología en la Universidad.- Seguía sin saber si esa pista sobre el Foso del Diablo sería una pista real para resolver el misterio principal que tenían, sintiendo que a medida que iban tirando de la manta descubrían un tejemaneje de hilos al principio inconexos en los que al final tendrían un punto en común. ¿Dónde nos estamos metiendo?

Puede esperar en la puerta si quiere, abierta por supuesto. No queremos remover más su dolor y estamos tremendamente agradecidos de su ayuda en momentos tan difíciles.- Sonrió con el corazón apenado, sintiendo verdadera empatía por Iris.- Tal vez luego podamos pasarnos por su despacho en la universidad, ¿no? – Preguntó a sus compañeros a falta de una de ellas.- Si hace falta, personalmente la mantendré informada de todo lo que encontremos. Prometo descubrir qué le pasó a su marido, y me aseguraré de que a usted y a su hija no les falte de nada.- Realmente quería abrazarla, sintiendo sus ojos lagrimear unos segundos mientras controlaba el flujo de sensaciones que la corroían. Su difunta hija, la lejanía de su marido, los nervios, los secuestros… en algún momento la escritora no aguantaría y se derrumbaría.

La anticuaria miró de manera comprensiva a la viuda y luego a Eleanor para asegurarse de que su amiga estaba bien pues sus últimas palabras la pusieron un tanto alerta sobre los sentimientos que su amiga podría tener en aquellos momentos

-"Si nos permite tan sólo echar un rápido vistazo,señora Mackendrick se lo agradeceríamos.No es nuestra intención hurgar entre sus cosas o las de su esposo y mucho menos acentuar su dolor,nuestro interés es únicamente saber qué sucedió en ese viaje y qué le pasó a nuestro amigo"-asiente conforme a Eleanor-"Sí,yo también creo que deberíamos visitar la universidad,quizás nos dejen ver el despacho del profesor"-

Escuché a la pequeña Pauline entonar el inicio de Violeta varias veces, cuando finalmente arrancó y dejó fluir su ritmo cerré un poco los ojos para agudizar el oído y percibir las fluctuaciones en la entonación. Luego observé su postura y su respiración para comprobar que esta no seguía el ritmo requerido para la obra. Estaba claro que la niña tenía una voz dulce y potente pero le hacía falta un mejor profesor. Tenía talento pero si no se la encaminaba pronto la canción quedaría únicamente como un hobby y no como una posible profesión.

- Tienes una voz preciosa Pauline, te lo digo de verdad - me levanté y me coloqué detrás de la chica - si me permites unos consejos... primero deberías corregir tu postura, ponte recta y coloca la mano sobre el diafragma así notaras como entra y sale el aire y podrás controlar mejor la respiración. Debes usar las pausas en la partitura para respirar... aquí y aquí ¿ves? - le señalé en la partitura e hice unas pequeñas marcas iguales a las que yo usaba en los conciertos clásicos.

Acto seguido me coloqué en frente de ella e imité la postura que le había explicado y empecé a demostrarle el ritmo y la entonación adecuada para la pieza:

"Ah, fors'è lui che l'anima

solinga ne' tumulti

godea sovente pingere

de' suoi colori occulti.

Lui, che modesto e vigile

all'egre soglie ascese,

e nuova febbre accese

destandomi all'amor!

A quell'amor ch'è palpito

dell'universo intero

misterioso, altero

croce e delizia al cor."

Seguidamente proseguí con las siguientes estrofas de la canción para que la pequeña tuviera referencias, suponía que me oirían en el piso de abajo pero así su madre sabría lo que estábamos haciendo. Una vez finalizada mi actuación miré a Pauline con una sonrisa afable - ¿qué te ha parecido? Espero que te sirva de referencia, creo que con un par más de clases bastaría para que lo hicieras tan bien o mejor que yo. 

Iris atiende a las palabras del grupo en silencio, con la mirada refugiada en el suelo. Cuando estos acaban de hablar, un largo suspiro escapa de sus labios, como si estuviera harta de tener que lidiar con aquel duelo tan sumamente cruel.

— Está bien, les acompañaré al despacho de Ian. Síganme.

Los cuatro se desplazan al piso superior y, mientras suben los escalones, no pueden evitar esbozar una sonrisa al percibir primero la voz de Pauline y después la de Juliette entonar la melodía que escucharon en el momento en que se disponían a llamar a la puerta de los MacKendrick. Se detienen ante la primera puerta que encuentran e Iris gira el pomo y se mantiene en el quicio.

— Si no les importa, aguardaré aquí mientras ustedes echan un vistazo — dice la mujer frotándose los brazos como si, de repente, fuera presa de una repentina brisa helada. Como ya les he dicho antes, no me encuentro cómoda en esta habitación.

Las dos mujeres y el hombre entran a un despacho que, a diferencia del resto de la casa, es, aunque elegante, sobrio. Dos grandes estanterías repletas de libros flanquean la sala. En medio, colocado ante un amplio ventanal, un amplio escritorio de tres cajones y una confortable silla les da la bienvenida. Sobre él, junto a una lámpara, algunos artículos de papelería y un bloc de notas algo gastado, destaca la presencia de una reluciente máquina de escribir.

La niña asiente a las palabras de Juliette con atención y, una vez interiorizada la lección, se dispone a repetir el ejercicio, demostrando en esta ocasión una notable mejoría respecto al primer intento. Al finalizar la canción, Pauline sonríe ilusionada a su improvisada maestra.

— ¡Anda! Muchas gracias, Juliette. Debo decirte que — la fascinación de la adolescente fluye por sus labios — cantas fenomenal. Ojalá tengas razón y algún día sea capaz de cantar tan bien como tú.

La escritora entró en el despacho esperando a que la viuda les diera permiso, intentando no invadir su espacio privado en todo momento. No olvidaba que querían investigar un poco y averiguar si encontraban algo, pero tampoco se trataba de un registro policial aunque su vena cotilla la invitaba a curiosear por los cajones. No es momento ni lugar.

Se acercó al escritorio y no pudo evitar mirar con cierto cariño la máquina de escribir. ¿Cuánto tiempo hacía que no se sentaba en su pequeño salón y se deleitaba con el sonido de las teclas mecánicas? La suya estaba algo desgastada, con algunas teclas borradas teniendo que acordarse de cual correspondía para no equivocarse, aunque prácticamente escribía sin saber dónde dejaba los dedos, memorizando su posición y dejando que los recuerdos de las posiciones dominaran.

Mirad, aquí hay artículos…. Y anotaciones.- Había aprendido que las ideas de las anotaciones a veces eran la mejor prueba. Ahí podía escribir todo lo que no pudiera dejar en otro lado, su cuaderno personal, uno que la propia Eleonor también lo tenía.- ¿Le importa que eche un vistazo? – Señaló el bloc mientras miraba a la viuda, esperando su permiso antes de cogerlo al igual que los recortes para averiguar qué encontraba.

Mucha gente guardaba cosas entre los libros y eso es lo que empecé a mirar. Eleanor se había centrado en el escritorio así que dediqué mis esfuerzos a las estanterías.

Quizás encontrara algún libro usado recientemente o más usado que el resto. O puede ser que reconociera algún título que fuera relevante para nuestra búsqueda.

Iba cogiendo los libros uno a uno, esperando que cayera alguna foto o documento del interior de alguno de ellos.

Catherine atravesó la puerta del despacho lentamente tratando de que la mujer no sintiera que invadían el lugar como perros de presa.Miró alrededor apreciando la gran mesa que presidía la estancia así como las estanterías donde multitud de libros se disponían ordenadamente.

Eleanor se acercó al escritorio por lo que ver que Alfred se dirigía a una de las librerías ella se dirigió a la opuesta para echar un vistazo.Si no encontraba nada de interés ahí entonces se acercaría al escritorio para mirar por encima lo que allí había

Sonrío orgullosa de la niña al oírla mejorar tan rápido, era cierto que tenía una buena voz y si una simple lección la hacía mejorar así de rápido unas clases semanales podrían hacer milagros.

- ¡Genial Pauline, Así se hace! Como habrás oído antes, estoy buscando a un viejo amigo y eso me tiene absorta... pero cuando logre encontrarlo quizá podría venir a verte de vez en cuando y ayudarte a ensayar más veces ¿te gustaría? - Acaricié la cabeza de la niña como si de mi hermana pequeña se tratase.

Tras ese momento íntimo aproveché para preguntarle a la chica por su padre y el Dr. Drake - Pauline, ahora que somos amigas, me gustaría hacerte una pregunta importante. Ya se que es difícil hablar de tu papá, pero quizá sepas algo que pueda ayudarme a encontrar a mi amigo. - Hice una pequeña pausa para sonreír a Pauline - ¿Recuerdas alguna  conversación extraña que tuviera tu papá con mi amigo, o algo raro que oyeras decirle o que te dijera solo a ti? Cualquier cosa que se te ocurra seguro que me ayuda.

Me quedé a la espera de la respuesta de la chica pensando en aquel dichoso foso y rezando para que la niña nos pudiera ayudar.

La anfitriona no puede ocultar cierto desagrado ante el minucioso y poco considerado registro que lleva a cabo Alfred en la estantería. No obstante, se limita a permanecer junto a la puerta mientras aguarda en silencio a que acabe el reconocimiento.

Eleanor echa un vistazo al escritorio y se sorprende gratamente al encontrar sobre este una espléndida máquina de escribir. La mira curiosa al identificarla como un modelo recién salido al mercado y, al hacerlo, piensa en su vieja Daugherty y siente unas ganas irrevocables de sentarse en su despacho y ponerse a escribir. Mientras admira sus lustrosas teclas y su rodillo prácticamente impoluto, se da cuenta de que un trozo de papel se ha colado en su interior, probablemente al haberse desprendido de las pinzas tras su último uso. Introduce los dedos en la aparato y lo extrae. Es una nota.

Un curioso sonido acuático, como de algo nadando, y un terrible temblor en las entrañas de la propia tierra, como si algo grande estuviese caminando sobre el fondo marino.

Pisadas grandes y profundas que se vuelven más y más estridentes; la niebla rezuma  entre las grietas del marco de la ventana; algo en ella, una parodia bestial salida de una pesadilla, una criatura que parece haber sido un hombre ahora

La mirada absorta de la escritora llama la atención de los otros dos investigadores que, al no encontrar nada de interés en las estanterías, se colocan curiosos a lado y lado y también leen la nota mecanografiada.

Sin ser capaz de asimilar el contenido del escrito, Alfred repara en el bloc que hay sobre el escritorio y lo toma entre sus manos. Al hacerlo, una hoja suelta se desprende de este. Recoge el trozo de papel y lo examina. Parece la página de un diario.

Descendimos al Foso del Diablo, dejando atrás algunos bancos de arenques. La vegetación que se aferraba en la ladera de este inmenso abismo parecía gesticular lentamente con el movimiento del agua. Pronto el mar se tornó negro y encendimos nuestros focos. A esta profundidad, quizás ciento cincuenta metros, los bancos de peces ya no eran visibles.

La vegetación se volvió más densa y parecimos entrar en otro mundo. Creímos ver figuras (sombras en la oscuridad) y sólo más allá del alcance de nuestros haces de luz.

Y luego la vimos. Allí, frente a nuestros focos: ¡una ciudad de inmenso tamaño, atrapada bajo las olas de este frígido mar! Debía de tener miles de años; yacía encostada con el desarrollo de incontables siglos y a pesar de ello su inmensa silueta apenas parecía afectada por los eones.

Que esta extraña ciudad no había sido construida para uso humano era evidente: los ángulos eran elusivos, enloquecedores y no parecían cóncavos ni convexos. Murray se quedó atónito; masculló algo sobre la clase de horror indefinido que contendrían esos ciclópeos monolitos.

Nuestros focos sólo podían mostrar un leve indicio de los titánicos límites de esta terrible ciudad pero pudimos distinguir bancos (docenas de ellos) aplastados sobre las incontables terrazas de ese abismo sin nombre: balleneros, barcos de pesca, barcos de vapor, veleros...

Me sentí mareado y nauseabundo, aunque seguía buscando detalles. El joven Murray, sin embargo, se había vuelto tan histérico que prolongar nuestra visita se hizo impensable: estaba gritando y agitando sus brazos como un loco. Era obvio que representaba un peligro no sólo para nosotros, sino también para él mismo. Dimos la señal al Intrépido y poco tiempo después comenzó a subirnos.

Fue entonces, mientras éramos arrastrados hacia la superficie, cuando nos topamos con una visión que eclipsó el horror de lo que ya habíamos presenciado: la figura más blasfema que se podía imaginar; un guardián de esa cripta sumergida que se revolcaba en las tenebrosas profundidades. Peor aún, la abominación parecía seguirnos a cierta distancia. Fue en este momento cuando Murray se desmayó. Nunca había sentido tanto alivio como en el momento en que salimos a la superficie junto al costado del Intrépido.

La niña se queda quieta y pensativa cuando Juliette nombra a su padre. Ya no hay lugar para la sonrisa de satisfacción que segundos antes, tras el ejercicio de canto, se había dibujado en su rostro. Más molesta que apenada, en su expresión se ve claramente que no le apetece hablar del tema. Pasa unos segundos en silencio y, de repente, se pone a recoger las partituras del atril sin decir nada, pero con la misma cara de disgusto. Cuando recoge la última hoja, vuelve a quedarse inmóvil y, sin dejar de mirar al fajo de papeles que sostiene en sus manos, se dirige a la francesa.

— Había gotitas por todos lados — nuevamente Pauline guarda silencio antes de proseguir, como si le costara encontrar las palabras adecuadas—. Cuando mamá encontró a papá, gritó muy fuerte. Yo me asusté y fui corriendo para ver qué ocurría. Entonces, al entrar en el despacho, lo sentí en la piel. Hacía frío y todo estaba húmedo, como cuando te das una ducha caliente durante demasiado tiempo y el espejo y las baldosas se empañan. Fue muy raro. Tanto el techo como las paredes estaban mojados.

La niña acaba de guardar las partituras en una carpeta y se queda mirando a la francesa, esperando con gesto reprobatorio a una nueva pregunta.

Leyó en voz alta la nota, sintiendo que estaba frente al relato de una nueva novela de misterio antes que las anotaciones de una investigación real. Miró a sus compañeros sin saber muy bien qué creer, doblando la nota con dos dedos dispuesta a llevárselo (siempre con el permiso de la viuda) antes de que Alfred encontrara un diario mucho más interesante y con información relevadora, una que de primera instancia no creyó.

Era curioso pensar que había algo desconocido ahí fuera, ya no sólo lo que parecía una ciudad escondida sino una presencia como la mencionaban, aterradora, que custodiaba el foso como si fuera su guardián. Eleanor pensó que debería tener alucinaciones y eso, sumado con el estrés, le había hecho ver u escuchar cosas que en realidad eran producto de su cabeza, pero teniendo en cuenta que ella misma había visto cosas que todavía no podía explicar no estaba segura de qué era real y qué mentira.

El Intrépido.- Señaló alguna de las partes donde mencionaban ese nombre.- Intuyo que era su embarcación, ¿cierto? – Miró a Iris, esperando saber si ella conocía la respuesta.- No estoy muy puesta en leyes marinas, pero creo que para navegar sobre ciertas aguas se necesita un permiso. Si realmente existe, tal vez nos diga la zona en la que querían investigar… allí estará el Foso.

No encontró nada interesante en las estanterías de libros pro lo que se acercó a Eleanor para leer por encima de su hombro lo que había encontrado aunque su amiga lo leyó en voz alta haciendo que el corazón de la anticuaria se encogiera y tragara saliva con dificultad mirando a los presentes,pero el verdadero horror llegó cuando Alfred encontró la siguiente anotación que hizo que Catherine ahogara una exclamación mientras su respiración se hacía cada vez más agitada

No eran sueños,eran premoniciones y tales horrores habían enfermado al tío de Alfred. Debía hablar con él, necesitaba saber si él también había visto lo mismo que ella en sus sueños.Y debía ir al periódico,aquella periodista podía saber algo,haber hablado con gente de sucesos o criaturas extrañas ¿acaso estaba enloqueciendo? Se pasó una mano por los ojos y miró a Iris y luego a Eleanor sin abrir la boca,no se atrevía a hablar o lo que saldría de sus labios sería un aullido de terror

No me gustó ver como se borraba la sonrisa del rostro de aquella pequeña niña, pero era necesario. Al final le compensaría aquel mal rato con creces, pero necesitaba algo más de información antes de abrazarla y consolarla. 

- Debió de ser horrible Pauline, lamento muchísimo que vieras algo tan espantoso - acaricié sus brazos con ternura - ¿Te importa si te hago una última pregunta? ¿Tu papá te habló de algo especial, te contó algún secreto sobre él o su investigación? Cualquier cosa que te contara me puede ayudar mucho, de verdad - Abracé a la niña con fuerza para que se sintiera reconfortada.

 - Te prometo que no voy a dejar que nada más malo pase, ni a ti, ni a tu mamá ni a nadie ¿vale? lo solucionaré todo y solo nos preocuparemos de cantar ¿vale? - Levanté un meñique para hacerle una promesa.

Iris queda atónita ante la lectura de la nota y la página del diario y, sin osar moverse de la puerta, responde un tanto alarmada.

— Ignoraba que Ian escribiera relatos de fantasía porque está claro que lo que acaba de leer, señorita Harris, no puede ser real, ¿verdad? — la mujer no tarda en restarle importancia a las supuestas vivencias sobrenaturales de su esposo y vuelve a un tono de voz más calmado — Pueden llevarse los redactados de mi marido, pero, por favor, me gustaría que, llegado el momento de no necesitarlos más, me los devolvieran.

La anfitriona pone cara pensativa ante las cuestiones planteadas por Eleanor.

— Sí, creo recordar que El Intrépido fue el buque que la Sociedad Británica Oceánica puso a disposición de la expedición, pero no me hagan mucho caso. Vamos, que no sé. Menuda cabeza la mía — la mujer sonríe avergonzada —. Si quieren disponer de más información al respecto, deberían acudir a la Universidad de Aberdeen o al Museo Marítimo. Ambos centros avalaban con dinero y otros recursos el proyecto de mi marido, así que allí les podrán ayudar.

De repente, Iris parece recordar algo y, al acto, su rostro parece apurado.

— Y hablando del museo, les debo pedir que me disculpen, pero me temo que hará unos minutos les di una información errónea. Les dije que Ian había logrado los fondos para adquirir una batisfera, pero ahora me parece recordar que fue el museo el que cedió aquella máquina. En fin, lo siento mucho, pero tengo la cabeza hecha un lío.

La mujer cada vez parece más agotada y es muy probable que únicamente sea debido a su impecable educación que todavía no haya invitado a los investigadores a abandonar su casa.

La joven sentencia rotunda.

— Mi padre y yo no hablábamos de su trabajo. Y me alegro porque está claro que fue su trabajo lo que hizo que le diera un ataque al corazón — Pauline parece enojarse a medida que habla—. Mi padre era divertido. Se podía hablar con él de cualquier cosa y se interesaba por todo lo que yo hacía. Era el mejor padre del mundo, pero al llegar de su viaje al fondo del mar, algo le cambió. De repente, se volvió severo y reservado, aunque creo que lo que le pasaba es que tenía miedo. No obstante, por mucho que mi madre y yo le preguntáramos qué le ocurría, él nunca nos quiso explicar nada."

Pauline se muerde con fuerza el labio inferior, en un intento de retener la ira que siente.

— Y ahora él está muerto.

Creo que tenemos suficiente.- Miró a sus compañeros buscando su confirmación. Tenían más información de la que pensaban en un primer momento, muchos hilos del que tirar y poco tiempo para perderlo.- No se preocupe, nos pasaremos por el museo también.- Salió del despacho con cautela pasando al lado de la mujer, aunque mirando por el pasillo en el que se había perdido su compañera cantante.- Juliette estaba con su hija, ¿verdad? – Dudaba que la cantante hubiera decidido dar un paseo a hurtadillas, pero ¿quién sabía? – Iré a por ella.- Preguntó la dirección por si quería acompañarla, o ir ella directamente a buscarla y así salir de allí. Ya habían molestado demasiado a Iris y su familia.

Al leer la nota de la expedición, también recordé el episodio en la casa Mac Bain y lo que AnneMarie vio en aquel tonel. También lo describió como algo aterrador y enloqueció momentáneamente y se desmayó si no recordaba mal.

Creo que deberíamos seguir la pista del barco y la batisfera. Si supiéramos donde se sumergieron podríamos saber qué estaban buscando concretamente. ¿Una ciudad submarina? Recuerdo las historias del escritor de novelas de ficción Julio Verne donde fantaseaba sobre grandes vehículos que surcaban los fondos de los mares y de ciudades submarinas. ¿Quien sabe si tendrán alguna base real?

Cogió el papel de manos de Eleanor y lo volvió a leer en voz baja.

Es increíble esta historia. Creo que demasiado concreto para que sea una historia inventada. Creo que deberíamos ir a la Sociedad Oceánica a ver si tienen información sobre la expedición.