Partida Rol por web

Munio decide seguir con su plan de buscar algo que les posibilite saltar de la torre sin sufrir demasiados daños mientras continua colaborando con apagar el fuego pero no parece encontrar nada. 

Alfonso seguía pasando cubos aunque con desgana. La visión del fuego le tenía todavía embelesado y había llegado a olvidar que, tal vez, algunos de sus compañeros luchaba por su vida en el interior de la torre.

Eneko, finalmente, se perdió en el interior de la torre siguiendo al caballero Victor.

Nada pudo hacer Munio por encontrar algo que amortiguara una posible caída, un descenso forzoso de alguien desde la parte superior. El embrollo era tal que mucha gente corría de acá para allá, iluminados sus rostros por el fuego del castillo de Castrojeriz. Alfonso tampoco se pronunció más allá de formar parte de la enorme cadena humana que pasaba cubos y baldes llenos de agua, directos a la entrada o las primeras escaleras de la torre (a la cual tambíen llegaba el fuego).

Tras atravesar escalón tras escalon, uno tras del otro, creíais cerca las alturas, la cúspide de la torre. El ascenso era en zigzag cuadrado, en un par de pisos. Claro que, en un momento, un trozo de piedra se desprendió desde las alturas, y amén que la suerte estuvo de vuestro lado, pues no pudísteis esquivarle e impactó con un trozo de pasamano pétreo junto a la escalera. El fuego seguía ardiendo y el calor se hacía cada vez más insoportable.

Una vez arriba, vísteis una entrada (ya sin puerta, pues habíase calcinado). Vísteis delante de vosotros, cuando accedísteis con el brazo delante de la boca y la nariz, una habitación completamente en llamas. Parecía una biblioteca y allí se encontraba aquel tipo, el tal César que había rezado por Munio no ha mucho. Con él, otro hombre, tumbado bocabajo e inmóvil (tal vez inconsciente). César se encontraba recogiendo unos legajos tirados por el suelo, y evitando que las llamas quemaran tantos otros entre baldas y estanterías, de forma irremediable... Una única ventana estaba abierta de par en par, y por ella muchas lenguas de las llamas sobresalían.

La subida a la Torre fue dura, peligrosa y ardiente. Llamas a ambos lados de mi ascenso mientras trataba de esquivar piedras y escombros que dificultaban aun más mi ascenso. El humo impedía mi visibilidad aunque no lo suficiente.
-"Un caballero, un guerrero como yo no podía detenerse por tampoca cosa. Debo seguir....llegar hasta arriba. Alguien pide auxilio.Por mi Señor, por Dios, he de llegar." pensaba dándome ánimos.
Al llegar arriba, la escena no era muy saludable. Un hombre caído en el suelo al parecer insconciente y .... El famoso clérigo misterioso tratando de salvar libros...tratando de salvar el tan importante conocimiento ante tanta ignorancia.
Sin embargo, la vida de un ser humano estaba en peligro. No sabía qué había ocurrido, y no quería pensar que el fuego lo había provocado él.
-"Ayudame a bajar aceste hombre. Vamos." le grité mientras trataba de coger al hombre y bajar con él.
Necesitaba una salida. Por dónde había venido era la que conocía....pero quizás hubiera otra más fácil y/o segura.

PNJOTIZADO

Eneko se llevó la mano a la boca y entrecerró los ojos. Cuando el caballero le ordenó tomar al hombre que cogía libros por doquier para llevárselo se acercó a él con el calatravo y ambos lo sacaron a empujones de allí.

¿Quizá escalando? -dijo Eneko mirando la ventana-. ¿Descendiendo por esa ventana? -enfrente de vosotros, la ventana por donde salían a veces llamas, estaba abierta a la parte posterior del castillo.

Mientras estábais abajo observando el espectáculo iluminado al tiempo que esperábais a vuestros compañeros, vísteis algo particularmente extraño: dos figuras se recortaban contra el fuego, delante de una gran llama lateral. Ambas iban corriendo, saliendo castillo abajo (y aquello era extraño, pues los buenos habitantes de Castrojeriz, aldeanos y campesinos, habían acudido al momento a sofocar las llamas). Se dirígían colina abajo como alma que lleva el diablo.

-Señor, que hacemos con este hombre que está desmayado en el suelo?. No podemos dejar que se abrase.- Mirando al clérigo mientras le tengo sujeto por la manga de sus ropajes le digo -clérigo, conoces bien este castillo?. Sabrías sacarnos de aquí de la forma mas rápida?. Las llamas se harán con nosotros y no se si el camino que hemos traído para subir será suficientemente seguro para volver-

Me asomo rápidamente a la ventana con cuidado de que ninguna llamarada me abrase al acercarme e intento evaluar la posibilidad de una trepada desde allí. Que altura hay hasta el suelo, si hay alguna banderola o maroma que nos facilitase el descenso o alguna superficie en el patio que amortiguase la caida. En cualquier caso, remotas parecian las posibilidades de bajar por alli y a la vez salvar el alma del hombre que estaba desmayado en el suelo de la estancia

- Chsttt, ¡Alfonso! Mira ahí - Munio señaló a las figuras que corrían huyendo del fuego - ¿Qué te parece? ¿Acabamos de divisar al pirómano? Poco hacemos aquí con toda la aldea trabajando. Casi más estorbamos, ¿vamos tras ellos?

Miro a donde me señala Munio y, estupefacto, veo las dos figuras desaparecer cuesta abajo.

Pardiez, Munio, con esas prisas es seguro que deben haber hecho alguna barrabasada como prenderle fuego a un castillo, por ejemplo. Vamos tras ellos, a ver si divisamos a donde se dirigen o sus faces cuanto menos. 

Y dicho lo cual salgo a la carrera en pos de los sospechosos.

Munio quedó sorprendido por la rápida reacción de Alfonso dejándole atrás. Ya su forma de hablar le resultó extraña, diferente a la habitual. 

Será el calor - pensó - y corrió para alcanzarle e intentar rastrear a esas figuras que huían. 

- Alfonso, ¡te sigo!

Ese tipo está muerto. Era uno de los guardias... -apuntó César mientras Eneko y Don Victor sopesaban sacar al hombre "inconsciente"-. Lo conozco -respondiendo al cazador-, pero sólo he estado un par de veces -confesó-. Además, estas llamas... ¡tenemos que hacer algo!

Veíais que había gran cantidad de humo ahora entrando en aquella biblioteca por la entrada. Las llamas estaban aumentando abajo, por lo que dedujísteis. Fue entonces cuando Cesar sacó de entre sus prendas una cruz y un hisopo, y levantó las manos, mirando hacia la puerta por la que habíais venido. Un estruendo (algún gran bloque de piedra restallando el el fuego más abajo) comenzó a oirse. Lenguas de fuego comenzaron a subir, había más y más y más...

Alfonso se detuvo unos instantes. No estaba muy seguro por la oscuridad de la noche, pero tras otear Castrojeriz aún estando sobre la loma del castillo vió que las dos figuras marchaban hacia el sur, atravesando la pequeña localidad. Siguió corriendo y Munió hizo lo propio. ¿Parecían dirigirse al convento de San Antón? Bajásteis pues la calle a todo trapo, la única que había y que partía la aldea en dos, cuando de repente os topásteis con alguien que salía de algún callejón. Parecía algún tipo de soldado.

Las llamas ascendían rápidamente, se propagaban por doquier. Nuestras posibilidades de escapatoria se esfumaban poco a poco como el humo denso y oscuro que se elevaba hasta los cielos.
-"Pues si no conoces otra salida, como puerta secreta o similar. Sólo nos queda la ventana o bien saltando o con una cuerda.Rápido, ¿veis alguna cuerda o similiar...?? O tendremos que saltar." dije apresuradamente.
-"Y no me olvido, no. Una vez abajo, tendréis que darnos alguna que otra explicación. Pero tranquilo, sólo rendiras cuentas ante nosotros. Dios aún no ha llamado a vuestra puerta." pensaba mientras miraba el cuerpo aparente inerte del guardia y los alrededores en busca de algo parecido a una cuerda o una misma claro.

A toda prisa, busco por la habitación por si acaso encontrase algo que nos facilitase salir de allí por la ventana. Saltar me parecía la ultima de las opciones dado el riesgo tremendo de esparcir nuestros sesos contra el duro suelo del patio, pero sino encontrase nada que nos permitiera bajar trepando desde la ventana no nos quedaria mas remedio. Centreme en buscar la vía de salir de allí y olvidome del hombre (muerto o no) en el suelo. Si no lo estaba tampoco veía forma de poder salvarle la vida así que pronto lo estaría. 

Zancada a zancada, Munio intentaba mantener el ritmo que marcaba Alfonso como si de un gamo se tratase. 

- Copón Alfonso... voy a echar los higadillos. 

De repente un bulto apareció de un callejón a una distancia más corta que larga y Munio se temió comérselo por completo. Hizo un requiebro e intentó frenar o esquivarlo apoyándose en un adoquín del suelo pero...