Partida Rol por web

El capitán Jovellanos estrechó la mano de aquellos que se la tendían. Embutido en aquellas pesada y, porqué no decirlo, herrumbrosa armadura, el hombre no era un dechado de sutileza ni pretendía serlo. Había acudido a la llamada para defender el honor de la nación en tiempos convulsos. Llamada que podía llegar a la hora más improbable.

- Muy señor mío, estoy de acuerdo en que no debemos perder tiempo en fruslerías - una voz rasposa emergió de las profundidades de aquel anticuado casco - La identidad de vuestros compañeros o los míos debe permanecer en el anonimato. La Vieja Guardia ha acudido en vuestro auxilio en gracia de vuestros favores y servicios prestados a la Corona. Y ahora, si sois tan amable, los detalles…

El líder de aquella belicosa compañía escuchó con atención el resumen de Lorenzo. Se volvió hacia sus compañeros ante la propuesta del mismo. Los otros dos le devolvieron la mirada a través de los visores de sus yelmos.

- ¿Montar un pollo? ¿Fingir una pelea? ¿Intercambiar palabras? - repitió jocoso - Caballero, no hemos traído con nosotros los aceros para montar un teatrillo. ¿Queréis acceder al interior de aquella nao? Dejádnoslo a nosotros. Nos aseguraremos de que así sea.

El repiqueteo de una campana en la distancia puso en alerta al grupo entero. Aquel sonido procedía de la cubierta de la nave. Una señal de alerta. Lo que fuera que intentaban hacer el púgil y su pequeño compañero parecía haber hecho saltar las alarmas.

- Mis señores, esa es nuestra señal - dijo enarbolando la espada - Basta de sutilezas. Ha llegado el momento de saldar la deuda de sangre. ¿Os uniréis a nosotros en esta empresa o aprovecharéis, como decís, la distracción? En cualquier caso, ¡Viva Hispa!

Jovellanos y sus hombres dirigieron sus pasos entonces hacia el otro extremo de los astilleros, dejando a su suerte a los tres compañeros.

Una figura corpulenta atravesó la neblina en dirección a la pasarela. En comparación a aquellos escuálidos goblins aquel atlante parecía mucho más grande de lo que en realidad era. Aún así su porte era intimidante. Sus escamas eran rojas como la sangre. Donde debería estar su ojo izquierdo había tan sólo un hueco vacío. Su cuello, garras y cuartos traseros estaban decorados con cadenas. Su costado estaba marcado por heridas profundas.

- No hace falta que molestéis a Ragmaw - su marcado acento y dificultad para articular indicaban que no era un tipo de muchas palabras - Los recién llegados no son bienvenidos.

El goblin vigía se apartó, temeroso. El lagarto avanzó por el entablado en dirección a Hawke portando una pesada porra entre sus manos y dirigiendo hacia él una mirada sanguinolenta.

- Amigos de la elfa, seguramente - gruñó mientras jugueteaba con el madero. Los goblins se pusieron en guardia - Uno de los nuestros debió chivarse de la localización de este barco.

El pecho del atlante vibraba con un gruñido constante. Sus dientes afilados y manchados de sangre salieron a relucir.

- Alguien se ha ido de la lengua - siseó - Y ese alguien va a correr la misma suerte que ella.

El sonido apagado de una campana resonó desde algún punto de la cubierta. Una señal de alerta. Las puntas de las flechas apuntaban hacia el humano y su pequeño compañero.

El pugilista le dio una rápida mirada al gnomo, sé lo que estoy haciendo, decían sus ojos. 

—¿Sería posible comprarte la libertad de mi compañero si yo hago de buen prisionero, me voy contigo sin pelear y te doy una información sobre la Cofradía que sé que te va a interesar?— preguntó Hawke, reacomodándose el pelo con algo de nerviosismo. Si Arroka salía ileso y el era interrogado, quizás lograra hablar igualmente con Jamaly.

—Piénsalo, si una flecha o un espadazo nos da en un lugar feo, terminarás sin prisioneros ni información, lo mismo si escapamos por milagro o si por azares del destino lográramos hacerte frente.

¿Qué estaran buscando? Se preguntó curiosa la no tan pequeña goblin. Glup. Una gota interrumpió sus preguntas internas y el registro de la semielfa. Aquellas cosas serían útiles para salir de allí, si supiera usarlas… Mama Muxu no sabía usarlas, pero quien se las había escondido tan prudentemente seguramente sí.

Aquel líquido no le gustaba. No era agua. Las cosas que no eran agua podían ser muchas cosas, muchas de ellas peligrosas. Podían ser cosas que quemaban la piel, podían ser cosas que hacían pum muy fuerte. No se llegaba a vieja haciéndose preguntas en lugar de huir del peligro en cuanto se le veían las orejas al lobo.

- Por el poder de Exu, recupera la conzciencia, pequeña. – dijo posando suavamente la mano en la mejilla de la semielfa. No era necesario, podía hacerlo a distancia, pero si le daba por hacer alguna tontería como gritar o andar preguntando en voz alta donde estaba tendría la oportunidad de taparle la boca rápidamente.

- Dezpierta, mi niña. Ez hora de marcharze de aquí. – le dijo suavemente con su tono más dulce para que espabilara.

Al reacomodarse el pelo, Hawke no estaba simplemente dejando escapar algo de estrés, sino que estaba tratando de enseñarle al lagarto la cruz negra que llevaba tatuada, un poco debajo y detrás de la oreja, por lo general tapada por su cabellera.

Con algo de suerte, Arroka no lo notaría, pero ¿Lo haría el lagarto? Y aún más ¿Le importaría?

Arroka miraba perplejo al humano. No le gustaba la idea. Pero Hawke minutos antes le había pedido que confiara en él. Pero si las palabras del atlante eran ciertas, ya habían descubierto a Sofia.

 - Echa a correr, cabezota -susurró para que sólo le oyera él.

Sin dar la espalda a la cubierta del barco y mirando a los goblins fijamente, el gnomo empezó a retroceder despacio, sin movimientos bruscos, mostrando actitud no-hostil.

Enardecido tras las palabras de Jovellanos, Don Lorenzo Buendía se dejó llevar y desenvainó también, alzando su espada ropera al aire.

-Pobre artista y peor persona fuera si me perdiera la tal ocasión de veros luchar, valientemente, tres hombres contra docenas, por una causa tan justa…- El espadachín apretó un poco los dientes disimulando el dolor que le provocaba todavía la herida mal curada del antebrazo tras el anterior enfrentamiento con los rátidos. -¡Viva Hispa!-

-Tratemos de no entorpecer demasiado su labor de vanguardia… Dejad que sus armaduras reciban los golpes y nosotros agazapados detrás, disparando a los que se acerquen, preparados para dar el salto cuando sea necesario…- Iba hablando con Corfias y Oswald, poniéndoles al día en la formación clásica de los tercios de hispa, mientras avanzaban. También se preocupó de embozarse un poco para no ser excesivamente reconocible. -Camaradas, ¿no tendréis unos virotes de sobra por ahí? ¿Y unas aguas de Lourdes?- Ya que estos parecían soldados experimentados trató de aprovisionarse con lo que pudo de ellos por el camino, ya que en el último día no había podido disfrutar de ningún momento para hacerlo.

-Ese repiqueteo de campanas me dice que nuestros amigos están en cierto peligro, pero recordar, en la batalla tan importante es conservar el coraje como la sangre fría...- A pesar de los nervios, y que nada en esta misión parecía fácil o controlado, el espadachín y poeta sonreía y estaba pletórico, no obstante, de poder experimentar una batalla como aquella, que de buena inspiración le serviría para escribir algún que otro poema.

-¡Vamos camaradas, justicia y gloria nos esperan!-  Con la espada en ristre Lorenzo trataba de animar a sus compañeros, especialmente al pintor, que era todo lo menos parecido a un soldado pero que como artista, creía poder animarle al menos un poco con su espíritu afín. -Solo enfrentándose al miedo a la muerte, la más principal de las prisiones del alma, es capaz de uno de separar el grano de la paja, trascender lo innaccesorio del arte, para que cristalice la verdadera realidad humana…- 

-¡Viva Hispa! ¡La Inconcebible será hispana, o no será!-

Escuchó al aguerrido Fernán desdeñar una trifulca en pos de una batalla. - Puede que no hag… - Lorenzo le cortó con una arenga aún más incesante. Puede que se les esté yendo de las manos pensó Corfias, pero si algo debía reconocer de esos hispanos es que el gusto por el combate sabían trasmitirlo. Lo hicieron tan bien que enseguida el artista se imbuyó de ganas de entrar en combate, pero si podía aportar algo como oriundo de la Federación Germann y de sus antiguos guerreros, que había tenido la oportunidad de estudiar en la escuela de Bellas Artes a través de cuadros de la época, era la decoración facial. Rápidamente sacó sus enseres de dibujo y se hizo una serie de marcas blancas en la jeta, los siguientes fueron Buendía y Oswald y ahí se quedó pues los veteranos iban cubiertos hasta la coronilla.

Con otro ánimo y algo más seguro preparó la ballesta ligera que portaba, aunque no guardó del todo la paleta y el pincel, algo le decía que solo a virotazos no se iba a arreglar la cosa. - Creo que de esta locura podré realizar una serie entera. - Informó al poeta. - La toma de la Imbatible. - Boff, ese título… Con más tranquilidad igual debía darle una vuelta al nombre. - Llenará una sala por completo.

El gnomo retrocedió. Aquellos cruzados les superaban en número dos a uno. Tres de ellos contaban con la ventaja de la altura y sus arcos estaban dispuestos. El otro parecía igual de peligroso, incluso sin no contara con arma alguna. Las palabras de Hawke parecieron caer en saco roto. Aquella criatura no estaba dispuesta a negociar. Al menos no a negociar con alguien que aún se mantuviese en pie.

- Hacerme frente - el lagarto sonrió divertido - Me gustaría ver cómo lo intentáis.

El atlante sostuvo su maza en alto, dispuesto a descargar su furia contra el luchador cuando varias voces se alzaron desde el fondo del muelle. Tanto el rojizo sauriano como sus pequeños compinches volvieron su atención hacia el origen de aquel ruido. Tenían visita.

En pos de la gloria corrieron los hispanos y Corfias tras ellos. No sabían a ciencia cierta a qué amenaza se estaban enfrentando y quizá en eso radicaba su bravura. Lo mismo fueran tres cruzados que trescientos aquellos hombres les harían frente. Tan sólo con su espada y armadura. Quizá sin tanta premura hubiera podido ofrecer a Lorenzo algo de lo que solicitaba, pero en este caso no pudieron responder a su solicitud.

Mientras cruzaban frente a la nave la bruma poco a poco se disipó. Las primeras luces de la mañana iluminaban el puerto perezosamente, pero con la fuerza suficiente para despejar la densa neblina que todo lo rodeaba. Y así fué como lo vieron. La nao. Sus tripulantes. Arroka y Hawke en inminente peligro.

Frente a la pasarela que comunicaba el barco con el muelle el luchador hacía frente a un corpulento atlante de dos metros y escamas rojizas. Este último amenazaba al humano con hacer uso de la pesada porra que descansaba en sus manos. Arroka, que parecía huir en dirección a la compañía,  se encontraba a merced de varios tiradores que apuntaban sus arcos desde lo alto de la nave. Tres para ser más precisos.

Varias figuras se dibujan en la distancia al tiempo que la niebla desaparece al contacto con el sol.

- ¡Por la Vieja Guardia! ¡Por Hispa! - gritó el hombre embutido en una pesada armadura. La hoja de su espada apuntando al atlante que se encontraba sobre el muelle - ¡Cargad!

Otros dos hombres armados e igualmente protegidos alzaron la voz y siguieron sus pasos mientras avanzaban por el astillero. Tras ellos Lorenzo, Corfias y Oswald avanzaban también en pos a sus compañeros. La ayuda había llegado justo a tiempo.

La campana vuelve a sonar.

Con un deje de asco caíste en la cuenta de qué era lo que tenías frente a ti. Aquella sustancia viscosa y grisácea que se acumulaba a escasos centímetros de tu diminuta persona no era otra cosa que un cieno. Un cieno gris. Aquellas criaturas informes solían ser producto de alteraciones mágicas en entornos húmedos e infectos. Como consecuencia la suciedad y los detritos cobraban algo parecido a la vida. Una vida que se resumía en una cosa: consumir. Por fortuna para vosotras la coloración de aquel ser pegajoso indicaba que su dieta consistía en objetos de gran dureza y tendencia a la oxidación.

Animada por esta revelación pusiste tus manos sobre la recién llegada e imploraste a los espíritus para que le concedan un soplo de vida. En aquella situación su ayuda podía serte imprescindible, aunque en el fondo, para qué nos vamos a engañar, te resultara del todo prescindible. La muchacha volvió a respirar, tosió varias veces y se arrastró con dificultad hasta quedarse sentada. Se encontraba aturdida y no parecía comprender dónde se encontraba o qué había pasado. Te dedicó una extrañada mirada. La misma que te dedicaban otros piernalargas como ella. Duró poco, pues el cieno que se arrastraba por el suelo le obligó a centrar su atención en la amenaza más evidente.

La criatura no parecía haber reparado en vosotras. La semielfa estaba consciente y dispuesta a hacer algo por salvar su culo. Si aquello repercutía en salvar el tuyo propio sería mejor que mejor. ¿Qué podíais hacer? Cualquier movimiento podía alertar a la viscosa sustancia, pero quedarse ahí paradas tampoco iba a solucionar vuestros problemas.

En algún lugar suena una campana.

Hawke había jugado todas sus cartas, había tratado de rescatar a Roger sin derramar ni una gota de sangre y quizás hasta conseguirse la simpatía de la Cruz Negra, pero parecía ser que Sofía había estropeado toda chance de hacer las pases, al menos por esta noche...

—¡Pues lo intentaría así!— respondió Hawke, tratando de esquivar el mazazo mientras descargaba su pierna sobre el pecho del hombre lagarto con la intención de empujarlo al agua. Pero no pensaba quedarse a ver si sabía nadar o no, era mejor apartarse del camino de los guardias, no fuera cosa de quedar en el fuego cruzado.

Envalentonado por la carga Corfias siguió a los soldados hasta obtener una visión completa de la nao... Y ahí estaban Hawke discutiendo con lo que debía ser la figura que vio pasar, eso o aún quedaba otra mole por aparecer, y Arroka huyendo a toda velocidad. Eso le tranquilizaba, el asalto improvisado no iba a arruinar ningún plan de esos dos.

Rápidamente identificó a los goblins que se encontraban en la borda y esperó, aunque con poca fe, que esos fuesen los únicos enemigos. La arenga le había preparado el cuerpo de tal manera manera para el combate que cuando el goblin más cercano asomó la cabeza para discernir quienes eran los locos que iban a asaltar la nave se llevó de regalo un virote que buscaba su cabeza.

Escaso de munición para su ballesta y demasiado herido para combatir en primera línea, Don Lorenzo Buendía se limitó a cumplir con la ilusión de capitanear la batalla. Buscando la cobertura los soldados, parapetándose detrás de su armadura pesada, Lorenzo agitaba se espada a diestra y siniestra, cual avezado director de orquesta, dando instrucciones bastante simples.

Solo le faltaba andar fumándose un puro de La Marca.

-¡Espadas al frente! ¡Tiradores en cubierta!- No había acabado de apuntar lo obvio cuando, a su lado, un Corfias muy concentrado y metido en la pelea, pintarrajeada la cara como un bárbaro, disparó su ballesta contra uno de los tiradores de la cubierta, como un experimentado tirador.

-Por los huevos inmaculados de Barachiel… ¡Buen tiro!- Exclamó entusiasmado Buendía, dándole un espaldarazo al pintor.

-¡De auténtico mosquetero! Pero no te quedes ahí parado, pardiez, y mantente pegado a la escuadra! La fuerza del tercio estriba en el buena harmonía de las diferentes armas. Como en un soneto, aquí no ha lugar para el verso libre… Nosotros protegemos a la vanguardia, y ellos nos protegen a nosotros…- Así animaba a que continuara, mientras apuntaba con la espada al siguiente enemigo, que en su opinión, debía ser el siguiente en caer. -¿Estás temblando, pinchaúvas? ¡No te esfuerces demasiado, serás el siguiente!.-

Escuchar las voces al principio le asustó un poco, hasta que vio que eran voces aliadas. Tres caballeros de gran armadura aparecieron tras la bruma mentando a su país vecino. Identificó a Lorenzo y Corfias, y sonrió.

Dónde estás rata, susurró oteando la cubierta del barco. Cuando vio al goblin de las patillas, el que había llevado la voz cantante hasta la aparición del atlante, dibujó una sonrisa y comenzó a entrechocar dos limas de hierro.

 - ¡Antaa Potkut! -una runa etérea apareció ante Arroka y adquirió un color rojizo al contactar con las chispas, para dar lugar a un proyectil flamígero que voló iluminando la neblina a su paso.

No se detuvo a comprobar si había acertado, pues acto seguido se movió tras una grúa del puerto para permanecer a cubierto. Olfateó el aire esperando notar el aroma a pelo chamuscado.

 - ¡Qué alegría veros! Han mencionado a Sofia, no sabemos qué le habrá pasado, pero desde luego corre peligro -añadió a sus compañeros recién llegados.

La aparición de los hispanos había proporcionado la distracción perfecta para el luchador, que aprovechó aquel momento de confusión para propinar un salvaje empellón al lagarto que tenía frente a sí con intención de hacerlo caer por la pasarela. La idea era buena, pero su ejecución no tanto. El peso del atlante era considerable y Hawke sólo consiguió hacerle retroceder unos centímetros. Eso y enfadarle aún más.

- ¿Eso es todo? - gruñó el matón - Creí que… ¡Rawrgh!

Una certera patada del púgil dió de lleno en su costado herido.

- ¡Grrr! ¡Estás muerto! ¡Me oyes! ¡Muerto!

Con los ojos inyectados en sangre el atlante se dispuso a caer sobre el humano, pero en ese instante una sombra fugaz atravesó el muelle en hasta interponerse en el singular duelo que aquellos dos mantenían.

- No tan rápido, basura.

Oswald desvió la maza con tan sólo un revés de su daga y ésta acabó en el mar. El atlante, sin embargo, lejos de amedrentarse, cayó sobre él hincando una garra en su hombro. La otra garra acabó suspendida a unos palmos de él, sujeta por la mano del muchacho que demostraba una fuerza y entereza superior a lo que había mostrado hasta ahora.

- Retrocede, ¡vamos! - dijo a Hawke mientras se zafaba de la presa con un tajo cruzado - ¡No podré aguantar mucho más!

El luchador huyó como alma que llevan los príncipes oscuros. Las flechas silbaban a su alrededor desde cubierta, pues los goblins habían visto en él un blanco fácil. Por fortuna y gracias a sus reflejos aquellas saetas erraron el tiro, pero un grito ahogado le hizo volverse y detener su marcha. El sauriano había clavado sus colmillos en el brazo del joven espadachín. Oswald estaba en serio peligro.

La ayuda no tardó en llegar. Los hombres armados cargaron al unísono blandiendo sus espadas como un muro de acero que amenazaba con arramplar con quien se pusiera por delante. Con una coordinación envidiable los tres rodearon al lagarto, que retrocedió sin saber cómo afrontar a aquellos recién llegados.

- ¡Gran trabajo, muchacho! - elogió el veterano al hijo de Goldsworth - Pero a partir de aquí déjale el trabajo sucio a los profesionales.

Los arcos se volvieron hacia ellos, pero de los tres vigías que apoyaban al sauriano sólo dos quedaban en pie. Un virote silencioso había dado buena cuenta del ojo de uno de ellos, que ahora yacía inerte sobre la proa del barco como comida para las gaviotas. Corfias recargó su ballesta mientras observaba triunfal el efecto que aquellas enardecidas arengas habían tenido sobre él. Se vio sólo, sin embargo, pues Lorenzo hacía tiempo que se había alejado en dirección al muelle. Pero la capacidad pulmonar del poeta le impedía correr e insultar a sus enemigos a un tiempo por lo que, sin resuello, vió como aquellos soldados de la Vieja Guardia se le adelantaban aún contando con sus pesadas armaduras.

La campana volvió a escucharse. En algún lugar entre los edificios que conforman el embarcadero gruñidos y pasos se escuchaban cada vez más cerca. Aquella campana no llamaba a aquellos en el barco, sino a todos los miembros repartidos por la zona. La Inconcebible iba a convertirse en un hervidero de cruzados en muy poco tiempo.