Partida Rol por web

El poeta hizo acopio de todo aquello que se encontraba sobre la mesa. Papeles, plumas, tintero. Cuando se trata con miembros de una organización criminal es de esperar que cualquier documento escrito sea una prueba incriminatoria y no una sentida carta dirigida a un ser querido. Los cajones también fueron limpiados eficientemente, revelando un objeto que fácilmente hubiera pasado desapercibido de no haberlo hecho. Un anillo. Un anillo grabado con el escudo de armas de alguna noble familia.

Con el armario cerrado no hubo tanta suerte. La pistola que le había facilitado el gnomo no estaba cargada. Habría sido un detalle por parte del pequeño compañero haberlo comprobado antes, pero no parecía haber sido así. Una daga como último recurso habría sido otra opción, pero tampoco contaba con ella en aquellos momentos. Quizá en otra ocasión. Ahora andaba con prisa.

Cargado con todo aquello que pudo recolectar Lorenzo dirigió sus pasos hacia las escaleras. Arroka y Corfias se encontraban a los pies de las mismas, pero se encontraban en compañía de alguien más.

Una voz aguda y nasal se escuchó desde el pasillo que lleva hacia popa. Su acento y forma de hablar dificultaban entender lo que decía, pero las palabras “cieno” y “negro” se oyeron con claridad. Segundos más tarde dos figuras emergieron de entre las sombras. Una de ellas conocida por todos. La otra desconocida para la mayoría. Sofía, marcada por las heridas y con pintas de no tenerse en pie, y un goblin de aspecto desharrapado (¿o era una goblin?). Ambas portaban entre sus manos macutos y petates de diferente índole. Por las escaleras de popa apareció también Lorenzo. Éste iba cargado de papeles que procedía a esconder en sus bolsillos y entre los pliegues de su armadura.

En aquella bodega se habían reunido por fin todos los integrantes de aquel insólito grupo. Jamaly, que se encontraba con un pie en las escaleras de proa, se volvió para mirar a los recién llegados. Un gesto de profundo desagrado asomó en su rostro al reconocer al hispano y su compañera. Propinó un severo empellón a Corfias, quien parecía querer interponerse en su camino, con intención de dirigirse hacia ellos. Pero algo le hizo detenerse.

Desde lo alto de las escaleras de proa el entrechocar de aceros alertó a la cruzada que alguien más se encontraba a bordo. Posiblemente Oswald abriéndose paso hasta las bodegas. Jamaly miró al semielfo, ahora apoyado contra la pared.

- Pero… ¿quién demonios sois vosotros? - preguntó mirando a todos de hito en hito. El semblante del semielfo no se alteró un ápice - ¿Asaltar La Inconcebible? No sabéis en el lío en el que os estáis metiendo. Debéis haberos dado duro en la cabeza si pensáis que vais a salir de esta enteros.

La semiorca dió un par de pasos hacia atrás, sujetándose el brazo encabestrillado. Parecía sopesar sus opciones. Y no es que tuviera muchas.

- Vosotros veréis - claudicó por fin - Si pensáis en enfrentaros a Ragmaw y perder la vida intentando salvar la de vuestro amigo no seré yo quien os lo impida. No seré la más lista de este barco, pero hasta yo sé que tengo más números uniéndome a vosotros que saliendo ahí fuera por mi cuenta.

Desde las escaleras a sus espaldas descendió el joven mulato. En sus manos, la daga que sus compañeros le habían ofrecido y que ahora limpiaba con el bajo de la camisa. Parecía cansado, pero dispuesto.

- ¿Queréis dar con el rubiales? Mirad en las cocinas - indicó la puerta que se abría hacia proa - Carl se encargó de llevar al desgraciado ante el jefe. No quiero ni imaginar lo que puede estar pasando ahí dentro.

Aunque nunca lo reconocería una mueca de alivio se dibujó en la expresión de Lorenzo al ver a su paisana llevando unos sacos de harpillera en compañía de una pielverde. Las dos más salvas que sanas, eso sí.

- ¡Pardiez, que qué criatura más horripilante! -Ajustó su monóculo al ojo mientras la observaba de arriba a abajo, con sonrisa sardónica de medio lado. - Y la goblin tampoco tiene muy buen aspecto... - 

Desenvainando su arma desvió luego su atención hacia Jamaly. Por su forma de reaccionar no parecía tener muchas ganas de pelea.

En fracciones de segundo Lorenzo calibró la situación. Si presionaban demasiado a Jamaly, ella se defendería como gato panza arriba, no le cabía duda. Y no había demasiada ganancia en ello. Sobre todo si les esperaba, como pintaba, una pelea con el actual líder de los cruzados para salvar a Roger. No convenía agotar demasiado las pocas fuerzas que les restaban, ya bastante mermadas de por si, y los pocos recursos que les quedaban.

Además pensó que quizás fuera ella quien ocupara el lugar de Ragmaw si conseguían vencerle. Sería mucho mejor tener a alguien dirigiendo los cruzados que les debiera un favor. - No tenemos nada en contra de ti y los tuyos, Jamaly. Mucho más de lo que se pueda decir de vos, con esa cara de bruta con que nos miráis... - Sin desviar la vista de ella, Buendía bajó ligeramente la espada. - Rinde tus armas y quítate de en medio. Que no tenemos más cuitas con vos que la que nos separa de nuestro amigo el rubio...

Marchaos. Que nada nos puede importar menos que vuestros asuntos con los cofrades... Mantenednos alejados de eso, y puede que en el futuro podamos ser algo menos que amigos... - Trataba de ganarse, poco a poco, su confianza. Aunque estaba seguro de que no sería cosa fácil merecía la pena el intento. - Todavía estáis a tiempo de evitar una matanza. La vais a necesitar para combatir a los cofrades. Subid ahí arriba y detened la pelea. A nuestros soldados de fuera les decís que os envía el Poeta, que os dejarán pasar. Lo que pase después dependerá de vuestra honra, y vuestro buen juicio. Pero podéis ahorrar mucha sangre de los vuestros, que bien vais a necesitar, por lo que hemos visto en las calles. Me parece que una guerra a dos bandas no es lo que mejor os viene en estos momentos.  - Lorenzo se besó dos dedos cruzados, con mucho énfasis. - Pero por esta que nosotros no nos vamos de aquí sin nuestro amigo. Que antes nos fuésemos con los pies por delante...

—Vale, vale— trató de calmar el clima— que ya quedó claro que ninguno de nosotros quiere herir al otro.

El pugilista se dio vuelta hacia su compañera y la goblin que la acompañaba.
—¡Sof...! eh ¿Tortuga?— la corta atención de Hawke ya lo había hecho olvidar los nombres clave que habían acordado al comienzo de la noche, así que se inventó uno— Menos mal que todavía respiras, pero ¿¡Qué te ha hecho meterte aquí?! ¡Loca! ¿Y quién es ella?

- El rubiales, claro – contestó Sofía con una sonrisa de medio lado – Había que rescatarlo y para eso había que entrar aquí. Me alegra de que lleguéis a tiempo de ayudarme – añadió ensanchando la sonrisa plenamente consciente de que era un farol demasiado grande para que colara bajo cualquier intento – Ella es Mama Muxu. Viene con nosotros. – le aclaró señalando a la goblin – Habéis montado una buena fiesta ahí arriba por lo que se oye, ¿eh? – enarcó las cejas como preguntando “¿Qué habéis hecho?”

- Venga, dejémonos de peleas con Jamaly. Si nos da su palabra de que nos ayudará y no intentará nada contra nosotros, por mi me vale. Creo que es una persona de honor. – dijo dedicándole una larga mirada de reconocimiento que además decía que si no era una persona de honor y se la jugaba… bueno, ya había visto que eran una panda de locos y nunca se sabe de que son capaces los locos – Si no os importa me quedaré en la retaguardia, que me duele un poco la cabeza – y todo el cuerpo – pero antes le echaré un vistazo a esa puerta… o – miró a Jamaly - ¿tendrías las llaves de la cocina? – por una vez pensó que la forma normal sería más fácil que forzar la cerradura sin alertar a quien estuviera al otro lado, si es que no estaba ya alertado por toda la algarabía del barco, lo que era más que probable.

- Con vosotros hasta que salgamos de aquí… - murmuró para sí Mama Muxu antes de salir de su escondite detrás de Sofía cuando vio que nadie iba a intentar asesinarla. Le soltó un equipo de aventurero a Hawke y otro de explorador a Buendía – Tomad, m’niños. Algo de esto debe ser de ese rubiales del que habláis y mis brazos ya no son tan fuertes como solían serlo cuando era más joven, así que sed unos buenos chicos y llevadlos vosotros. – les indicó con la voz maternal de quien está acostumbrada a que le hagan caso simplemente porque es la Mama.

En cuanto entregó sus paquetes se volvió detrás de Sofía, que no era cuestión de andar por ahí delante para recibir un virotazo o algo peor.

Mientras esperaba a la respuesta de Jamaly, sin perderle el ojo de encima a la semiorca, Lorenzo se acercó para decirle algo al oído a Sofia*.

- Si no estáis en disposición de pelear, quizás sea mejor que sigáis a Jamaly, para mantenernos al tanto de lo que ocurre en el exterior. Las cosas están calientes por allí, y quizás sea necesario buscar una ruta de escape alternativa. Además... En el piso de arriba, en el camarote del capitán en la popa, hay un armario cerrado que no he tenido tiempo de abrir por la urgencia... Quizás pueda haber allí algo interesante... -

Arroka estaba perplejo. Movía la cabeza de un lado a otro mirando a unos y otros mientras hablaban. Las bodegas se habían convertido en un guateque de lo más extraño. Se acercó hasta Sofia y le dio un puntapié a la altura de la bota.

 - Ni se te ocurra volver a darnos esos sustos, Lola, estaba preocupado -dijo intentando parecer enfadado, pero se notaba alivio en su tono de voz.

Miró con desconfianza a Jamaly y la goblin, pues no se fiaba de ninguna. Les hizo un gesto con los dedos señalando sus ojos, dando a entender que las estaba vigilando.

Echó números. Cinco amigos, Oswald, Jamaly y la goblin, 8 personas; el acceso a las cocinas era una puerta. El gnomo sacó una pequeña alcayata de un zurrón y la movió entre los dedos sonriendo.

 - Cuello de botella... -pensó en voz alta- ¿Y si hacemos que las ratas salgan de su escondite?

Con la mano libre escribió una runa en el aire, y la alcayata cobró un color naranja intermitente.

 - Será mejor que os tapéis lo oídos -añadió y se dispuso a lanzar el pequeño objeto refulgente cerca de la puerta de proa.

Corfias apretó bien la boca para evitar que saliese de ella algún gemido de súplica y evitar por otro lado, que entrase el mal aliento de Jamaly. Agradeció terminar esa conversación sin tener que esquivar ningún golpe o volando por una escotilla.

- Vaya, parece que estamo... - Había cantado victoria demasiado pronto. - ...s todos. Dichosos los ojos Tortuga y hola... tú - Terminó la frase después de rebotar contra una de las paredes de madera de la nao tratando manteniendo la compostura a duras penas. - Poco cebo soy para la que hay liada. - No pudo evitar sonreir levemente al ver que la piel verde se veía obligada a unirse a ellos. - Tranquilos todos, por ahora estamos todos en el mismo barco. - Un leve silencio y ninguna risa le hizo deducir que no era el momento, aunque si el lugar.

- Adelante maese.- Aprobó la idea de Arroka y se tapó los oidos.

- Estoy para meterme en la cama con un buen caldo de pollo de mi abuela y no salir en un par de días, pero algo puedo ayudar si hace falta, aunque no me gustaría irme sin revisar ese armario. ¿Es seguro que suba allí arriba o puede que me lleve algún virotazo de alguna parte interesada? – contestó a Lorenzo. Poner una puerta, cajón, cofre o armario cerrado delante de Sofía era como lanzar una madeja de lana delante de un gatito.

- Ouch – se quejó frunciendo el ceño a Arroka, pero sonriéndole pronto. Cada cuál demostraba su cariño de una forma diferente.

- De momento es seguro, pero no por mucho tiempo, mi señora, pues me temo que en estos momentos, fuera del barco, hay un numeroso grupo de cruzados del exterior abriéndose camino hacia aquí. Lo único que se interpone en su camino son unos amigos, paisanos nuestros, diestros con la espada, a los que les he pedido el favor de que nos ayudaran.

No sé si aguantarán con todo mucho tiempo, por eso es importante que Jamaly pare la pelea o buscar para nosotros una ruta de escape alternativa. Quizás haya quedado en la quilla del barco alguna embarcación de remos de emergencia... - Dicho esto, Lorenzo procedió a taparse los oídos. -

-Si salimos de esta, quiero saber quién ha sido el que ha involucrado a La Vieja Guardia... pero primero, a buscar al amigo de Oswald- Hawke estaba claramente dolorido y molesto, pero asintió con la  cabeza a Arroka. Que intentara su truco, a ver qué pasaba.

Sofía asintió a Lorenzo.

- Tened cuidado – le indicó – y cuidad a Mama Muxu. Yo voy a intentar escurrirme allí arriba sin llamar la atención. – dijo al marcharse antes de que Arroka hiciera su pum particular.

Mama Muxu abrió los ojos como platos ante la idea de quedarse con aquellos completos extraños que la miraban con tanto recelo, pero la idea de verse entre dos bandos peleando arriba le atraía mucho menos.

- Ve, m’niña, ve. – le dio su bendición aunque Sofía ya estuviera alejándose por las escaleras – Ustedes no se preocupen por mí. Me iré a esa esquinita y no les molestaré hasta que esto acabe y nos podamos ir a todos a casa. – asintió alejándose hacia la esquina del pasillo desde donde poder ver los fuegos artificiales a resguardo - Ya he sido prisionera en este barco más tiempo del que debía. – añadió dedicando una mirada de rencor a Jamaly por encima del hombro mientras seguía alejándose – Tener una mujer de mi edad en un sitio tan húmedo como este y encadenada, ‘brase visto… - refunfuño para sí, pero a un volumen que los demás pudieron oír sin problemas antes de la explosión.

Pese a la hostilidad que encerraban las palabras de Lorenzo la sola mención de los suyos siendo presa de los miembros de la Vieja Guardia bastó para terminar de ablandar a la semiorca. La presencia de aquellos intrusos sólo podía significar que los vigías habían sido liquidados y terrible era la fama de estos veteranos de las guerras por la Marca.

- La puerta está abierta - respondió a la pregunta de Sofía - pero yo que vosotros tendría cuidado, piltrafillas. No sabéis dónde os estáis metiendo. Puede que vosotros le superéis en número, pero Ragmaw esconde sorpresas desagradables.

Aunque la cruzada no entendía qué era aquello que el gnomo sostenía entre sus manos era evidente cuál era su intención. Negando con la cabeza y avanzando hacia las escaleras de popa se vuelve hacia todos antes de poner un pie sobre ellas.

- No quiero estar aquí cuando el brujo entre en cólera. Yo me largo.

Y siguiendo los pasos de la semielfa la pielverde abandona las bodegas con prisa.
 

Ya en lo alto de las escaleras Sofía fue alcanzada por la cruzada. Bajo la luz que entra por la puerta de acceso al castillo se hizo aún más evidente el lamentable estado en el que se encontraba. Aparte del brazo, lucía varios cortes y moretones a lo largo y ancho de su fibroso cuerpo.

- ¡Eh, elfa, espera! - espetó la semiorca intentando seguirle el paso y evitar que llegase a cubierta - Si lo que dice el gordo de tu amigo es verdad quizá lo mejor para las dos sea salir en compañía de la otra.

Tras abrir un resquicio y mirar hacia el exterior era evidente que la situación se había descontrolado. Sobre la cubierta varios cuerpos asaeteados yacían sobre los tablones. ¿Goblins? Seguramente ¿Vigías? Posiblemente. Gruñidos y gritos de combate podían oírse en el muelle. Los amigos de Lorenzo y los cruzados aún se batían en duelo en el único acceso a la nao.

- Mira. Las dos queremos salir de aquí con vida, ¿no? y ninguna se encuentra en condiciones de abrirse paso a puñetazos, eso está claro - Jamaly parecía especialmente azorada al admitir esto último - Te propongo un trato, una tregua ¿Qué me dices? Yo me encargo de los míos y tú de los tuyos. No más sangre por hoy.

La semiorca esperaba una respuesta. Afirmativa, claramente.

Aquellos que aún se encontraban en aquella sala abarrotada de barriles, cajas y arcones buscaron refugio tras ellos mientras se tapaban los oídos. El pequeño juguetero arrojó su artilugio contra las puertas que dan a las cocinas y éste aterrizó junto a las mismas sin hacer ruido. Durante unos tensos segundos no ocurrió nada, pero entonces el inconfundible sonido de una detonación (muy similar a la que dió fin al cofrade de Quarter Street) resonó por toda el navío de uno a otro confín.

Los presentes se fijan en las puertas, con sus armas a mano en caso de tener que darles uso. Pero nada sucede. Incluso el entrechocar de los aceros en el exterior pareció detenerse durante unos instantes, quizá alertados por el estruendo que provenía del interior de La Inconcebible. Pero si uno escuchaba con atención, si ponía todo su empeño, era posible distinguir un murmullo. Corfias, quien era quien se encontraba más cerca de la puerta de acceso, no era capaz de distinguir de qué se trataba. Pero pronto quedaría claro que aquella improvisada estratagema había tenido consecuencias inesperadas.

Desde el interior de las cocinas, con claridad para cualquiera que se encontrase cerca, llega a sus oídos un agónico alarido. El grito de un hombre que ve escapar de sí la poca vida que le resta. A un tiempo una voz rasposa y sepulcral emerge a través de la puerta, siseando en un idioma desconocido para todos. Gruñidos y arañazos en la madera hacen los coros de aquellas palabras oscuras. Pero la puerta no se abre.

Cualesquiera fueran los miedos que estuvieran haciendo dudar a Hawke, se disiparon en un instante al escuchar aquel grito agonizante. El Vanidoso se disparó hacia la puerta y trató de abrirla de una patada listo a abalanzarse sobre el hombre lagarto que esperaba encontrar dentro.

Mierda, serás manazas, se dijo a sí mismo. Con el rabillo del ojo, Arroka vio a Hawke a punto de echar a correr directo a la cocina. Pero esos gruñidos que escucharon le daban mala espina.

Con gran velocidad echó la mano a un lateral del mochilón que portaba, y de un bolsillo lateral sacó un muñeco de madera con forma de soldado. Le pasó la mano por encima recitando unas palabras arcanas y el soldadito empezó a moverse.

 - Abre la puerta pequeñín -añadió el gnomo lanzando el juguete a la entrada de la cocina. El muñecajo escaló la madera y se colgó del pomo de la puerta. Dando un giro sobre sí mismo, y con una fuerza admirable para su pequeño tamaño, hizo que la puerta comenzara a a abrirse.

Arroka aprovechó el momento para colocarse tras un barril que parecía contener víveres.

- Señores, ha llegado la hora de la verdad. - A pesar de sus palabras Lorenzo no pareció tener mucha prisa en salir el primero... Es más, si no fuera por su reputación de luchador intrépido, sin mácula, uno podría llegar a pensar que estaba haciéndose el remolón, alertado por el extraño idioma desconocido que había oído por detrás de la puerta. Pero claro, eso era algo imposible en un tipo como Lorenzo. - ¿Asustado? - Se acercó a Oswald, como quien no quiere la cosa, dándole sendas palmadas en el hombro. - No debéis avergonzaros por ello, sois todavía muy joven. Si queréis retroceder a este punto, estáis a tiempo de hacerlo. Ninguno de nosotros podría culparos por ello... ¡No, no hace ninguna hace falta que demostréis vuestro valor yendo el primero! Por mucho que sea VUESTRO AMIGO, a quien hemos venido a rescatar, y el que probablemente esté muriéndose allí en el suelo de esa habitación... En fin... - Lorenzo alzó su espada con ceremoniosidad, esperando que las ambiguas palabras dedicadas al noble Oswald le hubieran encendido el ánimo de combate. - Camaradas... ¡A la caaaaaarga! - Lorenzo fue a correr el primero, a la vanguardia, pero trastabilló en seguida con un madero suelto dejándole a la cola -Vaya por Él, qué casualidad.- un poco a un lado y ligeramente alejado de la puerta de las cocinas.