Partida Rol por web

Saltonstall tuvo que ayudar a Frank Dolezal a subir las escaleras, mientras arrugaba la nariz y aguantaba la respiración en varios momentos por el pestazo etílico que emanaba del cuerpo de aquel hombre y, especialmente, de su boca cuando le hablaba para decirle cualquier cosa pronunciada de manera casi inteligible. De esa guisa lograron llevar al borracho hasta su piso y tuvieron que abrirle la puerta del apartamento ya que, nuevamente, él no atinaba en la cerradura. Había varias muescas en la puerta, alrededor del bombín, fruto de las reiteradas ocasiones en las que Dolezal había llegado borracho a su casa y no había logrado atinar con la llave donde debía.

Cuando abrieron la puerta, Dolezal les agradeció el detalle nuevamente y se introdujo en el interior del apartamento para desplomarse sobre un viejo y raído sofá donde quedó dormido casi instantáneamente. A su disposición estaba seguirle al interior del apartamento e inspeccionarlo adecuadamente mientras el sospechoso dormía la mona en el sofá, roncando profundamente.

Desde el quicio de la puerta pudieron echar una rápida ojeada al apartamento de Dolezal, el cual era un cuchitril barato sin apenas muebles o efectos personales, y bastante sucio y desordenado. Los escasos muebles no seguían un orden aparente, no había decoración y lo más reseñable era una mesita de noche junto a un apolillado catre que había en el suelo cerca de la destartalada ventana.

Leverett se encogió de hombros mirando a sus compañeros y accedió al interior de la vivienda. El plan había funcionado mejor de lo esperado. Tenían ocasión de registrar la vivienda con permiso...o más o menos, del propietario y sin que éste se enterase de nada. 

Una vez dentro, Leverett se centró en buscar documentación. Ese era su fuerte. Documentos de todo tipo, desde tickets del metro, hasta documentos de propiedad. Un papel podría revelar mucho de su propietario, de quien era y de a qué se dedicaba siempre que se leyese con atención.*

También buscó pequeños escondrijos, recovecos,...Leverett tenía facilidad para encontrar donde esconder cosas. Utilizando la lógica inversa, esperaba que esa habilidad le ayudase a buscar sitios donde el infeliz de Dolezal podría haber escondido cualquier objeto comprometedor. Aunque cuanto más sabía de aquel despojo humano que estaba desparramado sobre el sofá, más seguro estaba de que no era la persona a la que buscaban ¿alguien cercano? Quizá...los rincones más oscuro de la ciudad habían dado lugar a amistades más extrañas que aquella.**

No es que hubiera sido la mejor manera de acceder al piso de Dolenzal, pero allí estaban. Y no habían irrumpido en él de forma ilegal, por lo que consideró apropiado -como Saltonstall- echar un vistazo y comprobar si había entre sus enseres algo que llamara su atención

De todas maneras no era a lo que se dedicaba en la policía, y no destacaba especialmente como investigador en una escena. Lo suyo era más el interrogatorio y la vigilancia. En cualquier caso sí creyó que, de haber alguna prueba que lo implicara, podía encontrarla de igual modo que cualquiera de sus otros dos compañeros. Además, seis ojos verían más que dos. Se dedicó a moverse en silencio por el lugar, como Leverett, repasando cada pequeño trozo de papel, revisando cada cajón y cada hueco que tuviera la oportunidad de ser un escondrijo. No sabía qué estaba buscando, pero sí sabía diferenciar algo 'distinto' de la basura habitual de la que aquel hombre parecía vivir rodeado

Thomson entró después del agente y echó un buen vistazo al apartamento desde el umbral. Todo encajaba con sus expectativas, pero estaba seguro de que podría encontrar algo turbio si hurgaba lo suficiente.

Disimuladamente, afinó su olfato de periodista para encontrar exclusivas del mismo modo en que un cerdo busca trufas.

Los tres investigadores se distribuyeron por el cuchitril para examinar cada rincón, estantería, o escondrijo donde pudieran encontrar alguna pista que les permitiera averiguar algo más del caso y si Dolezal era culpable, poder cerrar el caso de los asesinatos y detener a aquel hombre para que cumpliera por sus terribles crímenes. Pero todavía era pronto para culpar a aquel desgraciado que se se encontraba durmiendo la mona tras haberse desplomado sobre el sofá poco después de cruzar el umbral del apartamento mientras ellos lo registraban. No les cabía duda alguna de que había algo turbio en el estilo de vida de aquel hombre, pero debían encontrar las pruebas que pudieran demostrar de qué se trataba.

Saltonstall dedujo que un buen sitio para guardar documentación u objetos sensibles y apreciados era la mesita de noche que había junto al malogrado colchón del suelo. Él mismo guardaba algunos documentos importantes en su propia mesita de noche para tenerlos más a mano, así que supuso que Dolezal haría algo parecido. Abrió el primer cajón de la mesita y allí encontró un pequeño cuaderno cuya tapa no tenía inscripción alguna, * le pareció importante así que lo cogió para echarle un vistazo a su interior, que tenía anotado una lista de 25 pares de nombres y direcciones. La más lejana era de Ontario, no el estado de Canadá sino la ciudad situada cerca de Los Ángeles, en Calofornia.

Thomson tuvo la ocurrencia de asomarse a la ventana, y allí descubrió que uno de los ladrillos junto al alféizar parecía suelto y carecía de la argamasa que cubría al resto de los ladrillos del muro, como si tuvieran la costumbre de sacarlo con asiduidad. ** Utilizó su lápiz para mover el ladrillo, que efectivamente estaba flojo, y pudo sacarlo con facilidad para comprobar que se trataba de un ladrillo hueco. En su interior había un papelito doblado con un polvo blanco que rápidamente dedujo que era cocaína ***, sus investigaciones periodísticas le habían llevado por lugares bastante turbios y le habían permitido conocer a chusma de la misma calaña de Dolezal que hacían gala de recursos como aquel para ocultar sus tejemanejes, principalmente estupefacientes que transportaban de la misma manera, característica de quienes compraban aquella droga en el Bullicioso Tercero.

Por su parte, Taylor, que había estado atento a como Thomson extraía el ladrillo, se quedó mirando el hueco que quedaba en la pared del alféizar y le pareció ver que había algo más allí. ** Introdujo su mano y con la punta de los dedos pudo pellizcar un sobre delgado cuyas dimensiones le permitían caber de manera justa en el hueco. El sobre estaba sucio y arrugado pero no contenía anotación alguna, Taylor lo sacudió para quitarle la arenilla rojiza del ladrillo y examinó su interior, donde pudo encontrar tres fotografías.

La primera de ellas mostraba a un hombre practicando sexo con una mujer, que a juzgar por la descripción que habían obtenido de ella en el informe que les había proporcionado O'Donnell, bien podría ser Rose Walker, la víctima número 8. Al hombre de la fotografía no se le veía la cara, pero en su hombro lucía un tatuaje bastante peculiar: una figura parecida a una flecha que señalaba a una curva. La segunda de las fotografías mostraba al mismo hombre teniendo relaciones sexuales con otro hombre a quien pudieron reconocer por la descripción que había en el informe de la víctima número 2: Edward Andrassy. Tampoco se le veía el rostro en esta ocasión, por lo que pocas conclusiones pudieron sacar de ella, no obstante, daba la impresión que la foto se había tomado a través de una ventana y tras la pareja había una pared de la que colgaba un extraño cuadro de estilo futurista. El cuadro estaba ligeramente cortado, pero la pintura parecía dominada por una especie de remolino turbulento. Y finalmente, en la tercera fotografía aparecía el mismo hombre manteniendo relaciones con Flo Polillo, la víctima número 3. La habitación donde se encontraban estaba suntuosamente amueblada, tras ellos, apoyado en la pared, había un bajorrelieve grabado en lo que parecía ser mármol o creta, aunque necesitarían aumentar la fotografía para poder examinarlo de mejor manera.

Leverett se sentó en la cama y se puso a revisar el cuaderno buscando nombres que le pudiesen decir algo. Más concretamente le interesaba saber si tenía el contacto de alguna de las víctimas. No estaría de más saber si alguno de los que figuraban en ella poseía antecedentes policiales. Tiró de agenda de contactos para pensar si tenía algún conocido en la policía que pudiera proporcionarle esa información. Quizá le pudiera preguntar por ese tatuaje, también. Si ese tipo tenía atecedentes, no habría pasado por alto* 

-Bien, caballeros. Creo que este lugar no tiene más cosas que ofrecernos. Podemos hacer dos cosas; o bien esperar a que a Dolezal le pase la borrachera para interrogarle sobre esas fotografías o podemos largarnos antes de que despierte. Con un poco de suerte, ni siquiera recordará que estuvimos aquí y aún cuando lo haga, no creo que fuese capaz de reconocernos, siquiera. Tenemos algunas pistas de las que tirar; la agenda, las fotos...así que personalmente me decanto por la segunda opción. Siempre podemos volver a hablar con Dolezal en cualquier momento. Aunque si como supongo tiene alguna conexión con el asesino, supongo que para entonces ya estará al tanto de que alguien le sigue la pista. 

-Coincido -resumió, con un leve cabeceo de cabeza. No sabía por qué, pero a pesar de toda la mugre que rodeaba a Dolezal -y se refería a la espiritual sobre todo-, parecía no estar directamente relacionado con los asesinatos. Era obvio que se movía en círculos turbios que poco o nada le beneficiaban, y que el alcoholismo había hecho presa de él, pero tenía la sensación de que no era más que un pobre diablo con mala suerte y escasa voluntad

-Deberíamos investigar la agenda primera, así sabremos cuáles son las conexiones de Frank. A partir de ahí quizá podamos aclarar más su relación con el caso, y en última instancia utilizar la pista más sólida, las fotos -dijo, guardándolas en el sobre sin ganas de volver a verlas. Le repudiaba la pornografía, sin duda una perversión absoluto de los valores tradicionales en los que se basaba su gran nación. Echó un último vistazo a Frank, al que supuso que quizá (y esperaba) no necesitarían volver a ver, y se dispuso a salir del edificio. Lo más lógico era ir a la comisaría de policía para continuar la investigación, pero estaba abierto a otras opciones, así que se encaró a Thomson y Saltonstall por si tenían alguna otra idea en mente

-Bien, salgamos de aquí cuanto antes-dijo Leverett-.

Sin perder más tiempo, el abogado se dirigió a la puerta de salida.

-Respecto a esa agenda...espero que podamos contar con usted para esto, señor Taylor. Se me ocurre que podría investigar cuales de los nombres de la agenda tienen ficha policial. Algunos figuran por su nombre de pila, así que será más complicado pero nos pueden dar un a primera aproximación sobre posibles relaciones con el asesino.

—Y debería buscar también... "contactos con el mundo de la droga" —añadió Thomson bajando el tono—. Con lo que hemos encontrado, no es descabellado pensar que este hombre tiene contactos con el mundo del crimen.

O de la farándula y la política, pensó el periodista.

Con un torpe gesto con sus sombrero, Thomson se despidió y se dirigió a la salida del apartamento. Tampoco deseaba pasar allí más tiempo del necesario y habían reunido suficientes datos como para empezar a escarbar.

-Sí, creo que será factible. Aun así presiento que Dolezal no está involucrado en el caso. No es un angelito de la caridad, no me entiendan mal, de hecho creo que es un pieza, pero algo me dice que a pesar de todos sus defectos y malos hábitos el asesinato no es uno de ellos -dijo, como simple opinión personal. Quizás algo de intuición policial, pero en ningún caso estaba dictaminando juicio, sólo compartía con ellos sus pensamientos, pues creía que una buena comunicación era imprescindible para resolver todo aquel asunto. Era pronto aún para descartar a Frank, y sin duda es posible que tirando de alguno de sus hilos pudieran llegar a algo más, pero le veía demasiado bruto y dedicado a sus vicios como para suponer una amenaza tan grande para alguien. Al menos de momento

No, allí había algo más. En aquel caso las piezas no encajaban del todo, y ninguna de ellas apuntaba a aquel pobre diablo, por mucho que esa agenda pudiera ayudarles. Esperaba no estar equivocado, pero de ser así al menos sabían dónde vivía y sus hábitos, por lo que no sería difícil arrestarle. En fin, ahora tenían trabajo por delante, y en su caso una visita a la comisaría para consultar los antecedentes de los nombres que figuraban en el cuadernito

Tras encontrar unas cuantas pistas que, de una sórdida manera, apuntaban a que las piezas de aquel caso sólo hacían que empezar a complicarse, los investigadores comenzaron a debatir sobre cuál sería el siguiente paso a dar, y estuvieron de acuerdo con que deberían empezar a buscar por la agenda de Dolezal y ver qué podían tirar de ese hilo antes de investigar las fotos con más detalle.

Pero mientras hablaban, ya prácticamente dirigiéndose a la salida del apartamento, Dolezal se despertó debido a las voces de los agentes y algo más espabilado se puso en pie de un salto y todavía tambaleante se dirigió al grupo con voz pastosa, los puños cerrados en los brazos que caían tensos junto al cuerpo y cara de pocos amigos.

-¿Quién cojones son y qué hacen en mi apartamento? - Les increpó agresivo.

-Tranquilo, amigo-dijo Leverett adoptando un tono de voz calmado-Tan solo somos unos buenos cristianos que le hemos ayudado a llegar a casa. En el estado que estaba temíamos que se matase subiendo esas escaleras. Ahora, si se sienta y se tranquiliza, nos gustaría hablar con usted.

Estuve a punto de sacar la placa para tranquilizar al hombre, pero sabía que esa clase de gestos no servían con los que eran como Frank. Más bien al contrario. Era más su impulso de demostrar, como buen ciudadano (y agente de policía a la sazón) que no habían allanado impunemente su morada. En cualquier caso, Saltonstall se adelantó y lo hizo sin faltar a la verdad, por lo que pudo ahorrarse de momento el mal trago. Ignoraba si Dolezal colaboraría, quizás el hecho de estar aún somnoliento y resacoso diera pie, junto con las buenas intenciones mostradas por Leverett, a que así fuera. No sabía cómo pensaban aquella clase de tipos, por mucho que su trabajo fuera ir tras ellos, al menos en circunstancias tan extrañas como aquella. Así que se giró, se mantuvo en un segundo plano y esperó su reacción

-¿Buenos cristianos? - Dolezal escupió al suelo sin reparo alguno. - ¡Y una mierda!

Todavía se mostraba tambaleante, pero no había sombra de duda en sus ojos ni en su disposición a partirse la crisma allí mismo con ellos si fuera necesario aún a pesar de que fueran tres contra uno. Estaba claro que podrían reducirlo si se esforzaban, pero sus anchos hombros y grandes puños también reflejaban que no lo iba a poner fácil, y si podía mandar al limbo de los sueños a uno de ellos con un buen directo, sin duda que lo haría.

-Bueno, tal vez no seamos tan buenos cristianos. Lo cierto es que queríamos hablar con usted por un motivo...no tan altruista. Y aquí es donde la cosa comienza a ponerse fea, señor Dolezal. Me gustaría llevar esto por las buenas. No obstante, si piensa que por las malas le va a ir mejor, debo recordarle que somos tres y no estamos de resaca. Siéntese, por favor. 

Leverett impostaba la voz para darle un tono más severo e inflexible.

Ante semejante situación, el periodista retrocedió un par de pasos y se aproximó a Taylor.

—Yo que usted me iría preparando para sacar la placa si las cosas se ponen feas —le susurró—. Aún en su estado, no creo que sea tan tonto como para arriesgarse a amenazar a un policía. Por ahora nos conviene no intimidarle, pero nunca se sabe.

Intuía que a Dolezal no le gustaría que los dos tipos del fondo se pusieran a cuchichear mientras él aún estaba lidiando con la resaca, pero Thomson no dejaba por ello de tener razón. Asintió quedamente y señaló con un disimulado gesto de la cabeza a Leverett. -Cuando falle la diplomacia

Podía sacar la placa en cualquier momento, e incluso podían llevárselo a comisaría acusado de cualquier delito menor, pero prefería darle una oportunidad a Saltonstall. Era consciente de que Dolezal no reaccionaría nada bien a una placa de policía, pero si no colaboraba por las buenas es lo que tendría enfrente. Y en ese caso él tomaría las riendas, y aunque Frank lo desconocía su técnica de interrogatorio podía ser mucho más agresiva que la mostrada hasta el momento por Leverett y la que pudiera tener el propio Jerry

Frank arrugó la frente y dirigió una mirada de muy pocos amigos a Taylor y Thomson cuando los vio susurrar entre ellos tras la espalda de Saltonstall. Dolezal dio un tambaleante paso al frente, hacía el abogado. Se calmó ligeramente cuando éste hizo notar lo evidente, que eran tres contra uno, y agitó su cuadrada cabeza ligeramente.

-Tiene razón. Ustedes son tres... ¡Pero seguro que puedo llevarme a uno al infierno!

De pronto, Dolezal dio un salto hacía Saltonstall, tomó impulso y soltó el puño derecho hacía el estómago del abogado. Leverett pudo ver el brillo de una pequeña hoja que aquel desgraciado había mantenido oculta hasta entonces pero, probablemente debido a la visión doble y la poca firmeza con la que mantenía su cuerpo en pie, no logró hacer blanco con el afilado cuchillo y solo rasgó la carísima chaqueta del traje de Saltonstall.

Leverett evitó por poco que el cuchillo del tunante le rajase. Su traje no tuvo tanta suerte. 

-Yo de usted no estaría tan seguro. Lo que sí es seguro es que se acaba de meter en un buen lío.

Aprovechando el impulso de su enemigo, Leverett se hizo a un lado e intentó empujarlo en la misma dirección y hacia abajo, pretendiendo derribarlo para luego inmovilizarlo. Su intención era esto último, pero si se hacía algo de daño por el camino, no le iba a importar. 

Al ver el intento de Dolezal por arreglarle el traje a Saltonsall, Thomson decidió interponerse para evitar posibles desgracias. Había estado en más peleas de las que le gustaría admitir, y arrebatarle el cuchillo a un borracho no sería una maniobra demasiado complicada.

¡Maldita sea! He venido a investigar un posible caso, no a preparar una crónica funeraria.