Partida Rol por web

El Juego de Nobletierra

De entre los muertos

Cargando editor
06/06/2010, 23:32

Si la vida es una mentira, la muerte aún lo es más. Toda la santa vida oyendo hablar del infierno, viéndolo representar, viajando a él en tus atormentados sueños, usándolo en sonoros insultos de corte señorial...

y todo se reduce a esto

Día y noche, si es que lo hay, pues tu alma inmortal o lo que sea que te fue arrancado del cuerpo y arrojado a esta pocilga etérea no percibe otra cosa aquí. Si hay tormento y castigo, no involucra calderas, tridentes, desayunos a base de lombrices ni cirugía cutánea con útiles oxidados, sino una inmortal sensación de tedio y la angustiosa certeza de que es lo que te espera para toda la eternidad.

En algunos momentos te gustaría recuperar tus cinco sentidos mortales para poderte arrancar los ojos y dejar de ver el inhóspito paisaje.

Al menos, resuena optimista el eco de tu alma, no estás aquí solo. Los dioses o quien narices esté al mando te han concedido la gracia de compartir semejante coñazo verbenero con tu fiel familiar, el otrora verrugoso sapo Quycus. Libre de ataduras físicas, su dialéctica es muy superior a la que mostró en vida.

Cargando editor
06/06/2010, 23:39
Los Ecos de Quycus

Cabrón. Mira cómo nos vemos por tu mala cabeza. No debiste beber ese maldito mejunje, mira que te lo avisé... pero nada, claro, hay que hacer lo que al señooooooooooor le apetece.

Cargando editor
06/06/2010, 23:41

Parece que la física no es la única atadura que perdió Quycus al morir: también todo vestigio de respeto por su amo. Vaya con el puto sapo. Lo peor de todo es que aún así, te sigue cayendo bien. Puede que incluso mejor que antes.

Cargando editor
07/06/2010, 00:52
Mitius DeQuycus

Claro. Ahora me dirás que es culpa tuya. -Contesto a la voz de mi cabeza.

Maldito sapo desagradecido. Toda la vida preocupándome por él, buscando los insectos más gordos y jugosos para que se alimentase, y ahora me lo paga de esta forma.

Te recuerdo que no fuí yo el que se quiso arrojar de cabeza a aquel líquido ardiente. Por tu culpa me quemé la mano, lo que provocó que, cuando me golpearon en la cabeza, me muriese. Si hubiese tenido mi mano sana, nada de esto habría pasado. Claro qué, si hubiese tenido algún tipo de arma, como un saco de naranjas, seguramente no me habrían golpeado en la cabeza.

¡Ya basta de esta incesante cháchara, por Nerull! -grito mandando callar a las voces de mi cabeza- ¡No pienso aceptar esa fórmula para crear pociones absurdas, sabéis de sobra que soy un aficionado a la cocina, no un maldito alquimista!.

Ahora tengo que buscar una forma de salir de aquí. Soy un alquimista... No, no soy alquimista, maldita sea. Soy un nigromante. Se supone que entiendo sobre asuntos de la muerte. Quizás solo tenga que concentrarme, y reanimar mi cuerpo desde aquí. Entonces, seré mucho más poderoso de lo que era antes... Sí, claro que sí.. La gente correrá por las calles al verme, gritando "Mirad, es Mitius, el malvado nigromante que se resucito a sí mismo". Sí, es un buen plan... Ahora solo necesito concentrarme...

Intento concentrarme en mi cuerpo caído en la Escuela, aunque mi mente no me da muchas facilidades para ello. Mis pensamientos se cruzan de un lado a otro a toda velocidad, mientras intento sin mucho éxito hacerlos callar.

Tengo que levantarme y aterrorizar a los mortales. Mi reinado de Terror aún no ha concluído. La muerte no es rival para un malvado nigromante y su sapo. Bueno, para el nigromante. El sapo es un desagradecido, y puede hacer lo que quiera. Aunque un sapo zombi seguro que daba mucho miedo... Pensándolo mejor, no es buena idea. El olor sería insoportable...

¡Cállate de una vez y concéntrate, imbécil! -Me grito a mí mismo, para empezar con mi concentración...

Cargando editor
07/06/2010, 01:13

Un súbito empujón te levanta las entrañas. O al menos, despierta en ti la sensación de que tienes entrañas de nuevo, sólo para levantártelas, tirar de ellas y volverlas a sacar. Te preguntas si es un nuevo castigo infernal o tu treta está funcionando...

Seguramente sea lo primero, pero ya es un cambio, y dado el tedio en el que llevas sumido lo que parecen años, te resulta hasta agradable.

Cargando editor
07/06/2010, 02:11
Mitius DeQuycus

Ayyyy -gimoteo al sentir que mis tripas se revuelven- Eh, un momento... ¿Has sentido eso, Quycus?. No, claro que no lo has sentido. El dolor de tripas me lo he llevado yo, no tú. Aún así, eso quiere decir que mis poderes están en plena forma. Que digo, incluso mejor que cuando caí a este infecto agujero. Ahora, mi querido y adorado anfivio; no me molestes. Tengo que reencarnarme.

Si lo consigo, habrá nada que pueda detenerme. Ni siquiera, un bárbaro con una antorcha. Aunque no creo que ese estúpido ni su putita me puedan detener ahora. Seguro que murieron en aquella escuela. Que pena no haberlo visto. Bueno, al menos me llevé los ojos del drow... ¡Eh! ¡Lo peor de estar muerto es que no tengo los ojos del drow! ¡Ahora no podre ver en la oscuridad!. Maldición, tengo que resucitar... ¡Espero que nadie se haya llevado esos ojos, o sentirán toda mi ira!...

Intento seguir concentrandome para recuperar mi cuerpo, pero una voz en mi cabeza se empeña en que no sea así- ¿Cómo? ¡Claro que no! ¡No pienso probar ese potingue marrón, a saber de qué está hecho! ¡Además parece que vaya a comerme a mí en lugar de comerlo yo a él! ¡No pienso probarlo!. Y ahora, Quycus, mi querido sapo- zombie, concentremonos...

Cargando editor
07/06/2010, 17:54

Notas uno, dos, tres tirones. Lo tomas por una contraseña, y aún esperas los dos golpes largos y el corto para abrir la puerta... ¿Pero qué puerta? Bueno, por algún lado has de pasar. ¿Pasar adónde? No sé, tú eres el loco, no yo, sólo soy una voz en tu cabeza...

¿Pero tienes acaso cabeza? Porque si no... ¿dónde resuena la voz?

No sabes de dónde viene, pero crees poder seguirla. Total, no tienes nada mejor que hacer. Orbitas con la lucidez de quien se da cuenta de que está soñando y no sólo puede controlar el sueño, sino que puede al fin acostarse con su hermana sin consecuencias graves.* Te escurres como un puñado de polvo por entre las rendijas de la inconsciencia y caes... primero en cascada, luego en remolino, luego hacia arriba, luego...

No, ya no hay un luego. Sólo hay oscuridad.

Notas de juego

*A veces me gustaría que tu PJ estuviera cuerdo para no tener que usar este tipo de metáforas.

Cargando editor
07/06/2010, 17:59
Los Ecos de Quycus

¿Dónde nos has traído ahora, sesos de esponja? ¿Qué es esta especie de puré magenta que me envuelve el alma?

Cargando editor
08/06/2010, 02:04
Mitius DeQuycus

No lo sé. Si tú ves en algún tipo de color, me alegro un montón por tí, pero yo solo veo oscuridad... Quizas es que tenga cerrados los ojos. Es posible... -diciendo esto a mi sapo, intento abrir los ojos, si es que no los tengo ya abiertos.

Y ahora, no podrás negar mi increíble poder. He conseguido que saliésemos de ese infecto lugar en el que nos encontrábamos. Quizás ahora solo tenga que concentrarme más, y podré seguir saliendo de donde quiera que esté. No puedes negarme, que mis poderes han mejorado. O quizás ya los tuviese, y no lo supiese.

En cuanto resucite, dominaré el mundo, y todo lo que haya en él. Incluído los patoconejos. Malditas criaturas... ¡Como las odio!. ¡Organizaré a mis ejercitos para que acaben con ellas! ¡Extinguiré su raza, no quedará ni un maltido patoconejo que sea recordado!.

Y ahora, concentrate conmigo, querido Quycus...

Cargando editor
08/06/2010, 17:05

¡Silencio, Demonio! oyes gritar una voz. Resuena con el eco de una sala diáfana, de roca, una especie de catacumba. Casi de inmediato sientes la piel rociada por salpicaduras de agua fresca ¡Por las seis almas inmortales, te ordeno que me obedezcas! ¡Eres ahora esclavo de mi voluntad!

Cargando editor
09/06/2010, 03:04
Mitius DeQuycus

¿Demonio dices? ¡¿Y quién eres tú para darme tal calificativo?! ¡¿ACASO NO SABES QUIÉN SOY, PEDAZO DE COSA QUE ME ESTÁ HABLANDO?! -grito al oir la voz en mi cabeza. Esta voz era diferente. Normalmente, no las escuchaba tan perdidas. ¿Sería una voz con complejo de voz con eco, o era una voz de verdad?.

Y dime... ¿Quién eres tú para obligarme a mí, al Gran Mitius (y su sapo Quycus), el Magnífico Mitius (y su sapo Quycus), a obedecerte?. ¡No respondo ante tí a menos que me digas quién eres! ¡Y espera que no vuelva por donde he venido, o busque un lugar mejor por el que volver!. -Obligarme a obedecer es una desfachatez. Sin lugar a dudas.- ¡Y deja de echarme agua por encima, no soy un tulipán que tengas que regar!

Cargando editor
09/06/2010, 17:06

Hay un silencio y un cuchicheo. Enseguida se viene más líquido, esta vez a jarrazos.

¡Ata tu lengua, ente avernal! ¡O veremos si tu apariencia mortal es tan endeble como una real!

Hay un trasteo de hojas y un corto tintineo como de piedras o huesos.

Ya podéis traer al chico. Y ante todo, nada de nombres. Usad el apodo que acordamos.

Cargando editor
09/06/2010, 17:10

Poco importa tu nombre real, pues son tus apellidos la esperada convergencia de las dos familias de más solariego linaje del antiguo Alto Gevad. Lafuente Santamaría, la sola mención trae al seso millas de fértiles tierras, a armarios rebosantes, repletas despensas, innumerables sirvientes y la presencia de un sólo material en las arcas: el ORO.

Es una pena que sólo lo traiga al seso, pues lo que es en material, nada aparte de un terrenito en Lirzun*, un par de muebles corrientes, un pobre diablo que no encuentra un puesto laboral mejor y, con suerte, un par de piezas de oro que pasear en el bolsillo (siempre llevándolas de vuelta a casa, claro).

Poco importa tu nombre, pues son tus apellidos y tu misión lo que hacen de ti lo que hoy eres. En tu decimosexto cumpleaños eres ya un hombre, y como tal, has de velar por tu familia. De ti depende que dos linajes resurjan de sus moribundos rescoldos.

Debes ir a Nobletierra y ganar ese torneo.

Notas de juego

*Terrenito, en el Sublenguaje de Apariencias de Lirzun, significa "casucha de dos plantas con siete pies cuadrados de jardín con la que uno se conforma cuando quiere y quiere y ansía... pero el dinero no acompaña".

Cargando editor
09/06/2010, 17:29

Sentado en el primer escalón, la vista fija en la astillada puerta del sótano de la casa de tus padres, comienzas a impacientarte. De haber tenido un reloj de arena para medir el tiempo, tendrías agujetas en la muñeca de darle la vuelta una y otra vez.

Ahí abajo se prepara tu victoria en Nobletierra. Aunque has oído que es peligroso, no le tienes ningún miedo. Eres un Lafuente Estefanía, corre por tus sangres vena de Gevad y Aleathán. Y como puedes ver por la frase anterior, eres un tanto disléxico. Pero manejas bien la espada y eso es lo que ha de salvar a tu familia.

Cuando estás a punto de infringir todas las advertencias que se te han dado, bajar a zancadas por la escalera y echar la puerta abajo, un perezoso triángulo de luz repta escalón a escalón. La puerta se ha abierto y una figura alta y encapuchada te invita a entrar con una seña.

Muy bien tu regalo de cumpleaños al fin está listo. Tendrás tu propio siervo demoníaco para asegurar tu victoria en ese maldito torneo. Sólo debes recordar una cosa, algo que mantendrá al demonio atado a tu voluntad: no revelarle tu nombre. Por eso, desde hoy y hasta que el ser sea devuelto al averno del que lo han arrancado, te presentarás como ROBUSTO.

Bajas los escalones y te adentras en el sótano, siguiendo al sigiloso encapuchado.

Cargando editor
09/06/2010, 21:49

De pronto notas el frescor que más has echado de menos durante tu incómodo estado de muerte... Vuelves a tener párpados y puedes lucir tus

ay mi negriiiita, salte del maaaar que a mí me gusta que a mí me encanta, que a mí me gusta tu delantaaaaal...

largas y cuidadas pestañas, erectas con la gracia de un cadáver recién alzado, lozanas cual gajos de clementina. Ah, si los ignorantes que atestan este mundo supieran del placer que produce el pestañeo...

A tu alrededor, oscuridad. Para ser más exactos, hasta que tus recién recobrados ojos se ajusten a las órbitas, una oscuridad borrosa. A tu alrededor hueles a azufre, pirita rallada, polifosfato antimónico y perborato argéntico. O quizás sólo huele a sótano mugriento y tu nariz ha hecho equipo con tu cerebro para darle algo de colorido a tu regreso al país de los cinco sentidos.

Notas de juego

A partir de este momento, marca a Robusto Lafuente Estefanía en cada mensaje.

Cargando editor
09/06/2010, 21:56

El sótano. Cuántas horas de duro entrenamiento vividas aquí abajo, al abrigo de los ojos envidiosos de tus pusilánimes vecinos de Lirzun. Ah, escoria plebeya con suerte, qué cerca está el resurgir de tu familia y el regreso de los valores...

Todo está tal y como lo dejaste la última vez, excepto porque el muñeco de estopa al que hincas la espada a diario* ha sido retirado a un rincón. En el frío suelo de loseta han dibujado un gran pentáculo de ceniza verde con una mano de seis dedos inscrita en el centro. Sobre dicha mano yace boca arriba un ser con un decepcionante aspecto mortal. De hecho, parece un simple mendigo barbudo, de cabello moreno, grasiento, revuelto e infestado de garrapatas. Un vistazo a su pene, nada fuera de lo común, te hace plantearte si los demonios imitan muy bien a la humanidad, si no les importan mucho las apariencias o si al final va a ser cierto que el tamaño no importa.**

A un paso tras el pentáculo, se yergue una criaturilla menuda, vestida con alegres ropas en distintos tonos de verde. Lleva la camisa abierta hasta la mitad, y por la abertura asoma un medallón de marfil con incrustaciones que, a simple ojo, ya te parecieron trocitos de espejo cortados en triángulo. Tiene la frente inundada de sudor, de modo que su cabello pajizo se le pega como la piel a una naranja. Al verte, sonríe y señala con un gesto al mendigo despatarrado en el pentáculo.

Notas de juego

Evita mirar al fulano que baja por la escalera en la foto, que no está. Podría quitarlo con photoshop, pero así pongo esta nota al pie, que hace como más gracia.

*La broma sexual es tan evidente que podemos darla por hecha.
**Especialmente si te reproduces a través de la candente lava de los infiernos.

Cargando editor
09/06/2010, 22:07
Crakell Dúrdagan

¡Feliz cumpleaños, joven lord! ¡Un regalo a vuestra altura! -viendo la cara de chasco con que el señorito mira al interior del pentáculo, y de hecho viendo el aspecto que tiene el ser invocado, tumbado boca arriba, desnudo, pálido y roñoso, que encima no deja de pestañear como una colegiala en primavera, me revuelvo un tanto inquieto y me separo un poco del cuello la cadena del medallón para tragar saliva- Bueno, tendrá mejor aspecto cuando se acomode a nuestro plano. Tened en cuenta que los demonios, aún los más poderosos, eh...

Empuño el frasco rojizo y rocío con él al ser del pentáculo.

¡En pie, demonio! ¡Saluda a tu nuevo amo!

Cargando editor
09/06/2010, 22:16

Notas de juego

Tú sigues sin ver nada. Notas frío en el trasero y la espalda porque estás tumbado en el suelo, pero de momento eres feliz con tu alegre parpadeo. Sin embargo, esa voz chillona... te suena de algo...

Cargando editor
10/06/2010, 01:49
Mitius DeQuycus

Esa voz... No, no. Esa voz no es como tú. Tú eres otro tipo de voz. Esta voz me es más conocida, más real. Sí, ya lo sé...

¡Dónde estás, maldito embaucador! -grito mientras intento ver donde estoy, con mi incesante parpadeo- ¡Quycus, atácale, cómetelo, arranca los ojos a esa infecta criatura! -desencajado me revuelvo de donde estoy. Primero, doy un brinco y me pongo de pie, después, intento aferrar todo lo que tenga alrededor, con la intención de agarrar el pescuezo de Crakell- ¡NO ESCAPARÁS DE MI IRA, MALDITO SER INFECTO! ¡CUANDO ACABE CONTIGO, NO SERÁS MÁS QUE UNA MANCHA SANGUIOLENTA EN EL SUELO!.

Idiota, si se convierte en una macha sanguiolenta, todos sabrán que lo has matado tú. Tienes que buscar algo que no deje ninguna huella.- Es cierto... -Contesto a la voz de mi cabeza- ¡Tráeme un saco de naranjas, maldito ser infecto, pagarás caro el haberme enviado a ese asqueroso lugar!

Por supuesto, no dejo de revolverme y de intentar agarrar el pescuezo del que se hace llamar a sí mismo gnomo.

Cargando editor
10/06/2010, 17:06

El ser del averno con aspecto de mendigo en bolas se revuelve y agita como el rabo de una lagartija, siempre dentro de los límites de la mano dibujada en el suelo.