Partida Rol por web

El Imperial Palace era otro casino temático de Las Vegas, de inspiración japonesa. El lugar intentaba recrear un ambiente similar al del Japón feudal, con estilizados dragones orientales por todas partes, actores disfrazados de samurai que se hacían fotos con los turistas, y mujeres disfrazadas como delicadas geishas que servían bebidas en las mesas. Las incorreciones eran bastante abundantes, como solía ocurrir cuando los americanos intentaban copiar una cultura que no era la suya, y el casino donde tu trabajabas, el Tamahagara, era mucho más correcto, preciso e interesante. A fin de cuentas, lo habían diseñado y construido japoneses.

Tu padre no se encontraba ni en las mesas de juego ni en el bar; esas cosas no eran propias de él. Había reservado una elegante suite, diseñada con sorprendente fidelidad como si fuese una casa grande del Japón feudal, y te había citado en ella. Una empleada vestida de geisha (además que si que era japonesa, y no occidental disfrazada como la mayoría de las camareras que habías visto) te abrió la puerta de la suite (una puerta corredera de papel) y te invitó a entrar a la habitación. Tu padre te estaba esperando dentro, arrodillado frente a una mesa baja y vestido con un elegante kimono blanco, y con un gesto amable te invitó a arrodillarte al otro lado de la mesa.

La sonrisa de Dai se hizo más amplia al verle sentado en una situación mucho más adecuada que las últimas veces, su cultura estaba demasiado arraigada y tras ver los intentos del hotel, se temía encontrarle de nuevo tras un escritorio. Se alegró tanto que no pudo evitar entrar con bastante prisa, eso sí, se reverenció rápidamente tanto a la mujer que le había abierto la puerta como a su padre al entrar y antes de sentarse.

Como siempre, no dijo nada, esperó a que su padre le diera permiso para hablar o le explicara por qué la había llamado a su honorable presencia.

Antes de dejarte entrar al salón, la asistente vestida de geisha te hace una reverencia y se agacha ante ti

- ¿Me permite su calzado, Dai-sama?

Parece que la reunión va a seguir todo el protocolo tradicional de una ceremonia del té japonesa, lo que incluye descalzarse para entrar en el salón

Hacía tanto tiempo que vivía con occidentales que había olvidado esa tradición, se descalzó rápidamente ruborizándose por aquel descuido, y esperando que su padre no se sintiera deshonrado por ello.

Agradeció a la mujer e hizo otra reverencia pero sin mediar palabra, sería mejor que en eso no se equivocara, después miró al suelo, esperando el permiso para entrar junto a la mesa de su padre y tomar asiento frente a él.

La geisha os sirve unos pequeños cuencos de te y se retira, dejandoos a solas. Saito sonríe afablemente

- Me alegro de verte, hija. He de felicitarte por tu reciente hazaña

- Gracias padre. Yo también me alegro de verte. dijo la joven algo sonrosada y feliz por finalmente escuchar su voz. A pesar de ser una fiera y fría luchadora, cuando se reunía con él a solas se sentía como una niña todavía.

- Hace mucho tiempo que no nos vemos; tienes que disculparme pero tenía asuntos muy importantes que atender. Estamos a un paso de la destrucción total y las cosas están muy agitadas en Takamagahara. Te he traído un pequeño regalo como disculpa.

Saito se inclina y recoge del suelo una cajita de madera lacada. La pone sobre la mesa y la abre. En su interior hay una elegante pulsera de oro y jade con la forma de un estilizado dragón oriental enrollado en espiral, como si se estuviese alzándose hacia el cielo. Cuando vas a tocarlo, los ojos rubí del dragón cobran vida y la pequeña criatura sale serpenteando de la cajita, mirándote con curiosidad

- Lo he hecho yo mismo. Podrás enviarlo a donde quieras y ver a través de sus ojos, y si le pides que siga a una persona, se pegará a ella sin ser detectado y sabrás en todo momento donde se encuentra. Para que vuelva a ti solo tienes que desearlo.

El dragón alzó el vuelo, ondulando con elegancia en medio del aire, y se posó sobre tu mano derecha, para a continuación enrollarse sobre tu muñeca y quedarse de nuevo inerte

Los ojos de la joven se abrieron como platos, si es que eso es posible en una persona oriental. La visión de la joya, preciosa e increíble, no dejaba lugar a dudas, era una maravilla.

Pero cuando se movió aquello fue todavía más allá, la joven sonreía divertida al ver al pequeño dragoncito mirarla y mover el hocico y la cola en señal de curiosidad.

Realmente trataba de mantener la formas y escuchar a su padre, pero... aquel ser le subía por la mano y le hacía cosquillas con sus fuertes escamas que iban dejando un extraño olor.... un olor fresco y lleno de luz...

Dai asintió a su padre cuando el mágico ser se convirtió en pulsera de nuevo, adaptándose increíblemente a su muñeca y antebrazo.

- Muchas gracias padre, es precioso y es un honor que hayas utilizado tu preciado tiempo para hacerlo para mí. Lo agradezco mucho y seré digna de tan magnífico presente. Sin evitarlo y casi inconscientemente, deseó que se volviera vivo de nuevo, acarició con su dedo la cabeza del dragón, susurrando Ryu.

Saito asiente complacido

- Me alegro de que te guste. Ahora, tenemos que hablar de asuntos más serios. Necesito tu ayuda para una misión importante

La sonrisa de Dai se esfumó completamente, sabía que su padre tenía una misión importante para ella, pero hubiera deseado poder estar más tiempo hablando con él de trivialidades. Pero una vez terminadas, ya sabía que no podía descuidarse lo más mínimo, debía honrar a su padre.

Iba a decir algo, pero se mordió la lengua y asintió simplemente con la cabeza. Aceptando la misión y esperando que su padre prosiguiera con la explicación de la misma.

- ¿Tu llegaste a conocer a la que iba a ser la "víctima" de aquel sacrificio en el escenario?

- Te refieres a la joven que casi sacrifican... apenas la vi un momento. Pero sé quién es y podría reconocerla de nuevo. iba a hacer todas las preguntas que le venían a la cabeza, pero prefirió esperar a que su padre se explicase.

- Bien, eso es importante. Aquella joven no es una chica normal y corriente; es como tu, la hija de un dios. En este caso de un dios griego, Zeus, solo que ella aún no lo sabe y su padre ha preferido no revelárselo de momento, por lo que aún no puede hacer uso de sus facultades divinas. Sin embargo, he podido comprobar que ha estado en peligro constante toda su vida; han intentado secuestrarla varias veces, cosa que ella ha asociado a la fortuna e importancia de su "padre", pero que en realidad se ha debido a ataques tanto de los Titanes, como de su madrastra; al parecer, la mujer de Zeus no se toma nada bien que su esposo vaya por ahí teniendo hijos con mortales. Necesito que la sigas y la protejas; siento que aún no está libre de peligro, y que una siniestra amenaza se cierne sobre ella. Si conseguimos evitar que le ocurra algo, los lazos entre nuestro panteón y el panteón griego se estrecharán, y en esta época necesitamos permanecer unidos.

- Por supuesto, la protegeré con mi vida. Pero dime... ¿sabes a qué tipo de amenaza se enfrenta ahora mismo? Entiendo que debo permanecer en el anonimato o deseas que tenga contacto con ella para protegerla mejor. las dudas y las preguntas salieron de su boca sin pensarlo, cuando se dio cuenta miró a su padre y bajó la cabeza esperando su respuesta.

- No lo sé exactamente; es un presagio. Trata de mantenerte oculta, pero si tienes que dar la cara, hazlo. Juzga tu misma la mejor manera de actuar; confío en ti.

Dai asintió. Su cabeza le daba vueltas a lo mismo, cuánto agradecía que su padre se mostrase ante ella y no la dejase olvidada en un rincón del mundo...

- ¿Cuánto tiempo consideras que.... comenzó a preguntar, pero no terminó la pregunta. Gracias Padre. Empezaré hoy mismo. Estarás orgulloso de mí... esperó por su su padre deseaba añadir algo más o bendecirla con sus palabras antes de su marcha.

Saito bebe un poco de su te

- No hay prisa; aún disponemos de un momento para estar juntos. ¿Querías hablar de algo más?

No pudo evitar sonreír, era demasiado bueno lo que acaba de decirle, su mirada acompañando a su sonrisa iluminaron su rostro.

- Yo... eh... me alegro mucho de poder estar contigo... yo... realmente no sabía qué decirle, hacía mucho que no estaba con él, a solas... tranquilos... sorbió un poco de té.

Entonces con el color en las mejillas sugieron las palabras sin más, no era la primera vez que hablaba con su padre, pero hacía ya bastante tiempo y eso la hacía sentirse algo tímida y cohibida, pero siempre terminaba por soltar lo que estaba pensando y lo que sentía su puro corazón. En cuanto a los jóvenes que me acompañaron en la última misión... ¿Qué te parecen? Yo... el calor le recorría ya toda la cara... creo que el joven nórdico era muy amable conmigo.