Partida Rol por web

Recogí a mi buen caballo Viento de Fuego del establo donde lo había dejado la noche anterior. Sus crines estaban notablemente más suaves, al igual que su cola, libre de barro y hojarasca del camino. El chico me ayudó a ensillarlo y prepararlo para el camino. 

Comencé a ir la primera en la fila, no sabía exactamente el motivo, quizás los demás pensaban que conocía mejor los caminos, o tal vez Viento de Fuego tenía un trote más rápido que el de los demás. La cuestión fue que encabezaba una fila de aventureros que buscaban un tesoro incierto de una vieja bruja que acabábamos de conocer en una taberna. Podría ser peor. 

El cielo nublado no presagia nada bueno, la verdad es que hubiera preferido una caminata al templado sol, pero había que agradecer que al menos no lloviese. Las comidas se hicieron en silencio, por lo menos por mi parte, sumida en mis pensamientos hacia mi tierra y mis gentes. Si todo iba bien, regresaría con un poco más de oro para continuar mi marcha. 

Al día siguiente no tuvimos tanta suerte. Comenzó a llover. Mi capa se estaba empapando, y aunque sentía la necesidad de echarme mi lona de brea por encima, aguanté estoicamente para no entorpecer la marcha. De repente, unas huellas llamaron la atención del enano.

Me baje rápidamente del caballo y fui a examinarlas con cuidado.

Tras comenzar la marcha, el hobbit comenzó a arrepentirse de haber hecho equipo con "la gente grande". No sólo era el ritmo endemoniado de marcha que llevaban (que por fortuna podía aguantar muy bien gracias a que Linda llevaba la carga), sino su absoluta falta de conocimiento sobre la correcta distribución de las comidas a lo largo del día. Se habían pasado la mañana entera sólo atendiendo a una pausar ridícula para roer las raciones a mediodía, el hobbit ni se había podido parar a fumar la pipa. Se había quedado con cara de tonto y la pipa en la boca, a medio-preparar, sin llegar siquiera a encenderla. Un tanto frustrado, pero sin quejarse en ningún momento, la volvió a guardar.

Las siguientes 4 horas no fueron mejor, sino que el tiempo decidió que era el momento de calar a los viajeros hasta los huesos. Y van y aparecen unos rastros en el camino.

Digo yo que en los caminos será lo normal, que la gente los transite y eso, pero bueno, al menos paramos un momento -piensa para sí el mediano.

-Yo te aguanto la mula si quieres ir a echar un vistazo, Dinedhel -se ofrece.

 Observa los rastros del fango: nada del otro mundo. Cánidos. Probablemente sean perros abandonados por los campesinos de la zona, que se hayan vuelto salvajes... pero también podían ser lobos... o algo peor. Miras al horizonte y esperas que los jinetes snaga no estén por aqui. Pero no, seguro que son perros callejeros... en todo caso mientras llueva será difícil seguir estos rastros, que además se adentran en el bosque y se apartan del camino. Y de vuestro camino. 

 Y con esta lluvia ellos no podrán rastrearos a vosotros por el olfato... sean lo que sean.

Trilindë caminaba en silencio tras abandonar la posada, parecía meditabundo como intentando desentrañar si había alguna motivación oculta en la misión de aquella anciana mujer. De vez en cuando levantaba la mirada hacia el grupo y negaba levemente con la cabeza "¿Cómo he acabado aquí?" se preguntaba a sí mismo aún extrañado de tener a este variopinto grupo de compañeros "Pfff, bueno al menos hay varios elfos, y aunque no sean Noldor al menos aportan cierta garantía de éxito, pero en cuanto al hobbit ..." pensó mirando al mismo mientras que le dirigía una leve mirada infravalorándolo, como si aquellas cosas fueran demasiado para la gente mediana. Pero bueno, al menos estaba él allí para compensar cualquier falta de destreza por parte del grupo, y en sus habilidades tenía una fe ciega; como siempre solía repetirse a sí mismo, aquellos que han estado en Valinor están destinados a la grandeza ...

Mientras su mente iba pasando de un tema a otro, pronto empezó a llover, y su capa se volvía cada vez más pesada, pero no pensaba quejarse y menos aún cuando el resto de la compañía no se había molestado por ello, o al menos no lo parecía. Y así continuó su penosa marcha hasta que vio como la mujer humana se detenía y el grupo empezaba a examinar unas huellas. Él se acercó con paso calmado y con su porte soberbio, mientras se acercaba al lugar como dispuesto a dar su veredicto claro en cuanto al rastro y dejar claros sus elevados conocimientos, pero mientras lo escudriñaba no conseguía hacerse muy bien a la idea de que podía ser.

Aunque  no confiaba demasiado en sus habilidades de rastreo, Fjalar saltó del caballo y empezó a examinar las huellas por si por un casual fuera algo que hubiera leído en algún sitio o visto en alguno de sus viajes. 

12 Narbeleth

16:00 - 20:00

 La lluvia, persistente, sigue cayendo y calando en vuestras capas y monturas. Los animales se muestran cada vez más nerviosos. Avanzáis toda la tarde por el antiguo camino en dirección al este. Poco a poco, el sol se va poniendo detrás del bosque de rudhaur, a vuestra espalda.

 En cuanto el sol se esconde comenzáis a escucharlos: aullidos. Aullidos de lobos.

 De momento, parecen estar lejos, bien ocultos en el bosque, pero está claro que os encontráis cerca del territorio de caza de una manada de lobos. O quizá sea algo peor y esten avisándoos del peligro. Sólo esperáis que no se trate de huargos... o de huargos con snagas encima.

 Cuando la oscuridad y el hambre se acumulan en demasía, decidís parar y acampar al lado del camino. La lluvia ha amainado pero los aullidos de los lobos se han hecho más intensos.

Fjalar intenta calmar a su caballo, que evidentemente ha notado algo que él no ha visto.

Después de examinar las huellas me monté en Viento de Fuego y continué la marcha. La lluvia seguía empapándonos, y si ya de por sí era penosa la marcha para los que llevábamos montura, no quería ni imaginar a los que iban a pie. Miré de soslayo a ambos elfos, cuyas botas estaban embarradas por la caminata. Quizás vaya siendo hora de parar... 

Le di unos golpecitos amistosos a mi caballo, animándolo a continuar, mientras le susurraba dulces palabras al oído prometiéndole manjares cuando la aventura termine. 

Sentía admiración por la raza élfica, tan bellos y altivos hasta en las peores condiciones. El enano también demostraba su dureza, sin quejarse de la lluvia montado en su mula, sin dejarse apabullar por nuestros compañeros eldars. Y en cuanto al hobbit... bueno, había observado a lo largo de mi vida a demasiados de su raza como para sorprenderme de algo, pero este sin duda era un ejemplo de valor ante la adversidad. Sin duda un gran grupo.

De repente, cuando el hambre y la oscuridad hacían mella hasta en el más fuerte y habíamos decidido parar, unos aullidos llamaron nuestra atención. Hasta yo los escuché. Viento de Fuego se puso notablemente nervioso, por lo que intenté con todas mis fuerzas calmarlo mientras tiraba de sus riendas y le hablaba.

- Tranquilo, tranquilo... - comencé, esperando que mis palabras tuvieran algún éxito en el asustado animal.

 Los caballos piafaron, nerviosos, pero Viento de Fuego se quedo firme en el sitio bajo el mando de Elendin, mientras que el caballo del enano se desbocó echando a trotar, pero él consiguió recuperar el control y devolverlo al grupo justo antes de abandonar el ancho del camino.

 Desmontando de las monturas, Elendin las ata a un árbol y os anuncia que vais a acampar aqui.

12 de Narbeleth / 13 de Narbeleth

20:00 - 8:00

Acampais y montáis las tiendas. La lluvia parece haber parado un rato. Cenasteis de nuevo carne seca, pan y queso. Aunque quisisteis encender un fuego, las ramas y hojas estaban mojadas y no fue posible. El frio del otoño no era intenso, pero se calaba hasta los huesos. 

 Despidiéndoos del enano y el noldo, los demás os retirásteis a descansar hasta el dia siguiente.

 Cuando el resto del grupo ya estaba profundamente dormido, alrededor de la media noche o un poco antes, llegó un jinete con un corcel negro. Parece un vagabundo: esta sucio y huele mal. Sin embargo os cautivan y sorprenden sus profundos ojos azules, que os miran directamente. 

 Cuando habla, lo hace gentilmente, habiendo desmontado del caballo, y en Adunaico, la lengua de los Altos Hombres, cosa que os sorprende. Sin embargo, la entona con suavidad, como las gentes de Eriador.

 Buenas noches... extraños tiempos estos en que un alto elfo y un enano bajo viajan juntos... disculpad la chanza... el Camino es peligroso en estas aciagas noches y veo ya que no alcanzaré la Última Posada esta noche. ¿Podría descansar con vosotros en el campamento y partir por la mañana, con una indicación quizá?

 El desconocido sonríe, aguardando una respuesta.

El noldo tras ver que ninguno sacaba nada en claro de las huellas, se separó del grupo y reanudó la marcha, siguiendo a la dúnedain. Pero la situación empeoraba por momentos, a la incesante lluvia, había que sumarle ahora los aullidos de lobos, los cuales se hacían cada vez más numerosos, cosa que sólo servía para preocupar no solo a la compañía sino también a sus monturas. Aquello hizo que el grupo se detuviese finalmente y preparase el campamento.

Tirlindë sabía que lo mejor para mantener a los lobos alejados era mantener un buen fuego, por lo que se dedicó concienzudamente a ello. Al no conseguirlo, se dedicó a comer un poco de sus provisiones y se ofreció para hacer la primera guardia. No le gustaba que lo interrumpieran en mitad de la noche y le encantaba disfrutar del cielo estrellado el mayor tiempo posible, por lo que él siempre optaría por quedarse las primeras horas.

Desafortunadamente tras ofrecerse, se dio cuenta de que tendría que hacer guardia con el enano, aquello no le gustaba mucho, sabía de los crímenes cometidos por su raza en el pasado, pero no era aquello lo que lo hacía recelar de los naugrim (dado que los propios Noldor cometieron otros viles actos de la misma índole), "los crímenes de los padres no deben pagarlos los hijos" pensaba para si mismo; su rechazo para con el pueblo de Durin se debía a su codicia innata, a menudo fuente de muchos problemas y eso sí que lo molestaba. Por lo que sin prestar mucha atención al Fjalar siguió con sus pensamientos y simuló que permanecía mirando los alrededores para intentar intercambiar el menor número de palabras necesarias.

De esta forma al llegar la medianoche, la silenciosa situación se vio alterada cuando un hombre robusto se acercó en actitud pacífica hacia ellos, pero tras escuchar sus palabras en apariencia sinceras, el elfo no se dejó convencer con facilidad, y cortándole repentinamente, le dijo clavando una mirada escrutadora en el extraño y con tono serio:

- ¡Alto! ni un paso más, ¿quién sois y de donde venís? En estos días aciagos los caminos no son seguros por estos lares. Así que si queréis descansar con nostros debéis desarmaros y responder a mis preguntas - dijo en tono señorial sin admitir ninguna queja - Si así lo hacéis mañana al amanecer os indicaremos la dirección hacia la posada sin problemas, si no, deberéis continuar vuestro camino - dijo manteniendo su tono carente de emoción y su pose altanera.

Las huellas en el camino, los aullidos de los lobos, los animales intranquilos, la lluvia... Aunque el hobbit aguantaba el tipo sin protestar, la procesión iba por dentro: estaba realmente nervioso. Los cuentos no mencionaban nada del protagonista siendo devorado por lobos o el campamento de los héroes siendo masacrado por huargos. Si no hubiera sentido ya el frío, se le hubiera congelado la sangre en las venas.

Dadas las circunstancias, el no poder encender un fuego hizo que se sintiera todavía más frustrado. Rumiar unas raciones secas, o que hubieran sido secas de no ser por el tiempo imperante, no eran su ideal de cena. Pero estaba de aventura, las comodidades civilizadas tendría que buscarlas en otra parte.

Y hablando de comodidades: una tienda humana. O sea, humana. Cabían por lo menos 3 ó 4 hobbits en ella. Puede que fuera algo engorrosa de montar para alguien de su tamaño, pero una vez que se introdujo en ella era como estar en una carpa. Casi echaba de menos alguien más en su interior. Si no fuera por el acojone de los lobos, hasta hubiera hecho aquello de "eco-eco". En fin, cada cosa tenía su lugar y su momento.

Tocaba descansar hasta su guardia. Pero, hobbit astuto y de recursos, colocó su ballesta dentro de la tienda, cargada -pero apuntando hacia el exterior y hacia un árbol o piedra, de manera que aunque la accionara accidentalmente no hiriera a nadie- y dispuesta ligeramente fuera de su abasto al dormir, de manera que pudiera recurrir fácilmente a ella en caso de necesidad. Hobbit precavido vale por dos.

A la espera de la reacción del extraño, Fjalar manosea su arco despreocupado. El hombre no da una sensación de peligro a primera vista, pero ha pasado el suficiente tiempo para saber que los caminos hoy en día no son los sitios más seguros. Mientras el elfo salta a hablar se recuesta detrás, cerca del árbol que utilizan para intentar pasar el mayor tiempo posible secos. Cuando Tirlindë termina su monólogo, añade desganado:

-Sentaos forastero. Hablemos bajo las ramas antes de que empiece a toser y despierte a todo bicho viviente. Hablemos. Hablemos y si lo que nos cuentas es cierto, puede que mañana al nacer el alba podamos compartir información. Y nada de tonterías, a que no? 

Con la espalda tensa y los dedos jugando con la cuerda de su arco, Fjalar se mueve para dejar algo de espacio cerca de la zona más seca mientras pregunta:

-Quién nos honra con su visita si se puede saber? No suelo dar de comer a totales desconocidos...y a veces ni a los conocidos.Así que ya puedes tener una buena historia para nosotros. No me gustaría despertar a mis compañeros con vuestros gritos, así que desembucha! 

Todo esto sin alterar ni un ápice el tono de su voz
 

 El forastero se acerca al enano y acepta su invitación para sentarse. Ata su montura a un arbol y conversa con el pequeño guerrero.

 No muerde, ¿verdad? Vaya genio... hombre. Yo viajo mucho y me encanta contar historias, sin embargo creo que hoy optaré por cantaros una canción que aprendí vagando por estas tierras.

 
No todo el oro reluce,

No todos aquellos que divagan están perdidos;

El viejo vigoroso no se marchita ,

Las raíces profundas no se alcanzan por la helada .

De las cenizas se despertó un incendio,

A la luz de las sombras brotará ;

Renovada será la hoja que estaba rota ,

El destronado nuevamente será rey .

 Sus versos, acompañados por su melodiosa voz, suenan nostálgicos en la noche, como cantos traídos desde tiempos más felices... tiempos que quizá tarden aún en volver.
 

El elfo miró con desaprobación al enano, si era tan abierto con los desconocidos a la larga podría salirles caro. Pero parecía que ya no había mucho que hacer, el tipo se acercó sin tapujos hacia Fjalar, y Tirlindë con una expresión de enfado y sin quitarle la vista de encima ni un instante; se quedó en su posición alejada de ellos mientras prestaba atención a todo cuanto decían.

Había que admitir que el viaje en compañía era mucho más llevadero. Paramos para acampar y comer las raciones de viaje que llevábamos. Por suerte, la lluvia nos dio un respiro, por lo que montar la tienda y terminar la cena podría decirse que resultó casi agradable. Mis compañeros eran parcos en palabras, incluso el hobbit parecía más callado de lo habitual. Una vez acordadas brevemente las guardias, me dispuse a colocar bien a Viento de Fuego, intentando peinar sus crines mojadas. Cogí mi lona de brea y se la tendí encima por si por la noche volvía a llover de nuevo.

Me despedí de mis compañeros y me fui a dormir, dejando mi capa empapada bien extendida junto con mis ropas mojadas dentro de la tienda, y arropándome con mi gruesa manta de lana para abandonarme al sueño con la mayor comodidad y calor.

Fjalar se acomodó al lado del forastero mientras notaba una sensación punzante en su nuca, como si alguien intentara atravesarlo de lado a lado. Pero al menos no tenía que pasar la noche sólo con el elfo...Al principio la canción del hombre le relajó bastante las preocupaciones, pero de repente le pareció que era algo familiar, como si la hubiera oído antes...intentó prestar atención a ver si la reconocía.

Dinedhel ató su mula, cabezota como ella sola, en un arbol cercano. Se acercó al grupo con una expresión seria y reticente. Dirigiendose al Noldo, con cierta desgana, le indicó:

Estaré fuera, vuelvo en un par de horas.

Se internó en la arboleda cercana con su arco corto en la mano y con pocas ganas de pasar tiempo en el campamento.

Internandose en la arboleda, se dispuso a recorrer el perimetro del campamento a unos cien metros para buscar mas huellas de ese tipo. No le importaba que los lobos cenasen carne de mediano o naugrim esta noche, pero no estaba dispuesto a convertirse el mismo en el plato principal de la cena. Rastreó minuciosamente los alrededores buscando cualquier información, trataba de mantenerse oculto y acechaba con calma. Durante todo el rato mantuvo sus sentidos alertas, no quería convertirse en heces de lobo al cabo de ocho horas.