Partida Rol por web

 Ragnar emergió del bosque con un prisionero que llevaba las manos atadas a la espalda. Tenía un muslo vendado y parecía bastante magullado. Ragnar no parecía tener heridas de gravedad.

 En el camino, Leddon apuntaba con su arco, al igual que Elendorn a un atacante que aún no se había rendido. 

 Otro yacía muerto junto al tronco. El líder sí se había rendido y depositado su hacha en el suelo, alzando las manos.

 Si había más atacantes, habían huido o se habían ocultado. Nadie en el grupo parecía seriamente dañado, a parte del hechicero Noldo, claro está.

 De pronto, el joven al que apuntaban arrojó su arco al suelo y echó a correr con intención de internarse en el bosque.

Fjalar se vendó la herida y miró fijamente a su enemigo.

- ¿Qué haremos con los prisioneros? - preguntó el enano recogiendo el hacha del tuerto. No quería dejar que se escaparan así como así, pero no tenían acceso a justicia cerca de allí y juzgarlos con la pena capital sería... Complicado.

El silvano, solo destensó el arco, no le apetecía matar a nadie, se acercó al líder y le entregó un par de raciones de viaje, para alimentar a los dos vivos que aun estaban allí - ayudar a la gente es agradable, si vuelves a ver a tus compañeros, intentad corregir vuestras malas acciones, para mi eso sería suficiente,... y... lo siento por tu compañero...

Dicho eso, Elendorn sorteó el tronco con intención de seguir adelante.

Al observar la situación del grupo, respiré aliviado. Uno de los bandidos huía hacia el bosque, pero no había necesidad de perseguirlo.

Me alegra ver que todos os encontráis bien..._ Dije mientras empujaba al montañés que llevaba agarrado del brazo contra el Líder de su banda de cuatreros.

Me llevé la mano a la frente cuando pasé cerca del forajido muerto, en señal de respeto. Araw tendría un nuevo siervo al que poder juzgar esta noche.

¿COMO?...de eso nada... repliqué visiblemente desconcertado al Silvano mientras me interponía entre los bandidos y las raciones de comida.

¿Acaso ese es el pago que dispensa tu gente a quienes os abordan para saquearos y daros muerte? ¡¡Stup!! Continué mientras lanzaba un escupitajo a sus pies.

Curiosa lección la que han de recibir de tus manos, amigo Elendorn. En ocasiones no era capaz de entender las extravagancias del Montaraz, pero aquella vez había ido demasiado lejos con ellas.

Si hemos de mostrar clemencia, deberán darse por servidos conservando sus vidas...pero ¿darles comida?... ¿y porque no también unas dagas y unos arcos con flechas para que puedan aterrar a los próximos viajeros que atraviesen estas tierras?...o mejor aún, dales el tuyo y que terminen el trabajo que habían empezado...ni tan siquiera será necesario que des media vuelta. Estoy convencido que a nuestro nuevo amigo de un solo ojo no le importará atravesarte por la espalda. ¿No es así, señor bandido?_mi tono de voz era de incredulidad y rabia a un tiempo, y el comentario iba cargado de una venenosa y explicita ironía.

Entonces me giré hacia el enano y le respondí.

A mi tampoco me gusta dar muerte a la ligera. No nos es dado a nosotros tal privilegio, salvo por mediación y como herramientas de los Dioses...

entonces agaché la cabeza y tras meditarlo unos instantes terminé:

Propongo, custodiarlos hasta la posada, ya estamos cerca, con suerte tal vez podamos entregarlos allí a las autoridades.
Si no lo consideráis prudente...bueno, entonces tendremos que asegurarnos de que han entendido el precio de sus acciones.
Nos aseguraremos de que esas manos no vuelvan a amenazar las vidas de ningún hombre de bien jamas...la muerte no siempre es el mejor camino a la redención...y tal vez así consigan dar mejor uso a su mano torpe

El silvano miró con desagrado la falta de Ragnar haciendo que las raciones cayeran al suelo - el mal atrae al mal Ragnar, solo si muestras lo que es el respeto y la bondad puedes propagarla, pero si tus enseñanzas se basan en el castigo, lleva tú a cabo ese sucio acto, enséñales, que eres solo un asaltante más.

El Silvano hablaba convencido, pero sus palabras eran tan sentidas y nobles, como inocentes y carentes de valor a mis ojos.

El mundo no es una escuela donde aleccionar a nuestros hijos Elendorn...
Dije con una voz algo mas cansada y reflexiva.

Dejalos ir ahora...y serás tan responsable de prolongar sus vidas, como culpable por las que sin duda segarán en dias venideros...

No es mi intención, torcer tu forma de pensar en este asunto amigo, pero el Destino de estes asesinos nos atañe a todos. Y no permitiré que abandonen este sendero sin reponder por sus viles actos.

Miró de reojo al otro siilvano,... - en la posada dudo que hayan quienes los ajusticien, puedes probar a encontrar justicia en tierra élfica al sureste, suerte con tu misión - claramente no tenía intención de ir al este por el momento, y si Ragnar tampoco los iba a llevar, le tocaría tomarse la justicia por su mano, o soltarlos, pues Elendorn creía que quien no daba segundas oportunidades era tan culpable como quienes no daban enseñanzas correctas.

Si bien sabia que los humanos se corrompían fácilmente, no era nadie el para ajusticiar a seres con quienes podía hablar y acordar un atisbo de esperanza.

Elendin se colocó al lado del silvano-beornida y apoyó sus palabras.

- Elendorn, él lleva razón. Esta gente nos ha atacado y quería matarnos, y lo habrían conseguido si no nos llegamos a defender. Es hora de que paguen sus crímenes.

La montaraz recordaba como ataron y dejaron a su suerte a los otros bandidos, y quizás si Tirlindë estuviera despierto podría aportar alguna idea al respecto, pero no era el caso. Se dirigió de nuevo a Ragnar.

- Creo que lo mejor es atarlos y dejarlos atados aquí, y que el destino decida por ellos.
 

  2 Hithui.
12:00 - 16:00

 Finalmente, obligaron a punta de flecha y lanza a los prisioneros a mover el tronco del camino. Pero era evidente que, heridos y sin la fuerza de sus compañeros, no podían hacerlo.

 Entonces a Puil se le ocurrió una idea. El chico, moviendose como un trasgo veloz, cogió una cuerda, ató el tronco a Kollô y se subió a la silla para guiarlo con las riendas. En un momento, el caballo arrastró el tronco fuera del camino.

 Utilizaron la misma cuerda para atar a los dos prisioneros, el uno al otro y ambos al tronco. Después continuaron su camino.

 El Gran Camino del Este parecía desierto. El Sol del medio día cruzó sobre sus cabezas sin que nadie, amigo o enemigo, saliese a su paso.

- ¡Bien hecho Puil! - dijo el enano con una sonrisa. Haber traído al pequeño hombre a esta expedición había sido provechoso para todos.

Esperaba que la llegada a la posada fuera pronto, ya podía oler una buena comida y escuchar una buena canción a lo lejos. Quizá podría enseñarle algunas técnicas de combate al joven mientras el elfo se recuperaba de su conmoción. Llevaba mucho tiempo durmiendo y empezaba a preocuparse por él.

Finalmente reanudamos la marcha gracias a la iniciativa del Joven Puil.

No quedé del todo satisfecho con la solución de abandonar a los forajidos en el camino, si la providencia les resultaba favorable, muy probablemente algún inocente pagaría el error de dejar sin un Castigo apropiado su Villanía.

Sin embargo, el tiempo apremiaba, debíamos regresar cuanto antes con las buenas nuevas a casa de lo Grumm y tratar la dolencia del Noldo, que continuaba inconsciente.
Por fortuna para aquellos maleantes, nuestros puños, mucho más misericordiosos que los suyos, habían retrocedido antes de asestar el golpe final, y por una mera cuestión de azar, eran libres de retomar las sendas de sus vidas.

No transcurrió mucho tiempo antes de que me arrepintiera de haber guardado silencio tras las palabras de la Norteña.
En aquel momento, tan solo la idea de que el destino decidiría por nosotros, tal y como Elendin proponía, me impidió cortar a cada uno su mano diestra. Pues pensaba que Araw guiaría ese Destino a un desenlace más propicio. Pero a cada paso que nos alejabamos de los malhechores, más me convencía de que habíamos obrado con imprudencia.

Con parsimonia, a lomos de mi corcel, me acerqué a la montura de la Montaraz igualando nuestros trotes.

Espero que no tengamos que arrepentirnos de esto Señora. Esas manos cubiertas de sangre, serán libres para seguir matando muy pronto, y nosotros pudimos haberlo evitado...un corte limpio y jamás hubieran podido empuñar un arma contra nadie...al menos no con garantías...

Entonces me apoyé en la grupa de mi montura y busqué a Elendorn entre la comitiva.

...Yo mismo hubiese ejecutado la sentencia. Los delitos han de ser juzgados, y las afrentas se han de ver vengadas. Al no hacer nuestra parte, rompemos el equilibrio de las cosas...es probable que un día alguien sufra a manos de los filos que dejamos a nuestras espaldas, tal vez si ese alguien fuese más próximo a nosotros, hubiésemos obrado de un modo distinto...

Desvié la mirada hacia donde Tirlinde descansaba a lomos de su montura y continué pensativo dirigiendome una vez más a la Norteña.

Pensad ahora en el Semi-Orco negro que nos atacó la noche anterior...pudo habernos matado, vos misma estuvistes al borde de la muerte, y el mago yace en el Limbo todavía, por razones que se nos escapan...tal vez no sea el primer enfrentamiento que ha tenido...dije intentando sonar misterioso ...y solo tal vez, alguno de sus oponentes tuvo piedad de él y le perdonó la vida...pensad en ello. terminé, al tiempo que dedicaba una inquisitiva mirada al Silvano.

Tras ello volví a mi lugar en la marcha, al lado del Mediano y de Fjalar y continúe la travesía enfrascado en oscuros pensamientos.

Las palabras de Ragnar, no tenían falta de razón, pero el silvano creyó erróneas sus conclusiones - el semi-orco atacó sin piedad y sin motivo aparente, mientras que los bandidos dieron la opción de seguir adelante pagando por peaje las posesiones. No se bien las costumbres de tu gente, pero esas personas tal vez tienen familias aguardando, y sin una segunda oportunidad nunca serán capaces de ver lo que pudieron haber perdido, mientras que un castigo físico' solo crea discordia y odio. Por otro lado, si los veo acechando a los traunsentes una segunda vez, no habrá piedad ni rendición posible.

-¿Y no crees, Ragnar, que si le cortas la mano no lo tendrá un tanto difícil para ganarse la vida de ninguna forma honrada? Ahora, con las dos manos, tal vez tenga la oportunidad de reflexionar que asaltar los caminos es demasiado peligroso y rehacer su vida de otra forma. Sin esa mano... ¿qué tendría que perder? La desesperación es muy mala consejera. Vete a saber cómo ha acabado jugándose la vida como bandido. No creo que haya sido la opción que escogió de niño para ser feliz... -contribuyó el hobbit. Cierto es que las cosas posiblemente eran mucho menos crudas en la Comarca que en el "mundo real", pero aún así el pequeño aventurero parecía tener capacidad para reflexionar las cosas nuevas con las que iba topando.

Satisfecho con su reflexión, asintió y se volvió a concentrar en la marcha, que esperaba que fuera ya corta y que le llevase por fin ante un buen guiso de ternera, o tal vez algunas setas o una buena sopa. Y pan del día. Tampoco podía faltar algo de buena cerveza. Ya fuera por celebración o por olvidar las penas, esas cosas hacían falta...

 La posada no quedaba lejos. Llegarían en apenas un par de horas, quizá cuando el sol de aquella jornada se pusiera en el horizonte. Todos soñaban con las viandas y el merecido descanso, mientras debatían otras cuestiones, como la suerte de los asaltantes que acababan de abandonar, atados, en el camino.

 Entonces, sobre su montura, Tirlindë abrió de nuevo los ojos.

El mago permaneció a vislumbrando las puertas de Mandos durante un largo periodo, se debatía entre la vida y la muerte, con su mente más allá de su cuerpo, en la que no paraba de revivir el encuentro con el semiorco, siempre llegaba a auxiliar a sus compañeros, pero siempre cualquier intento quedaba en nada, quedaba paralizado mientras veía como aquella vil criatura les daba muerte uno a uno, sufriendo cada vez que acababa de forma sanguinaria con sus vidas, haciéndolo sufrir, y matándolo por dentro cuando vio como acaba con la vida de su amada Elendin, sintiendo un destino peor que su propia muerte. Él gritaba, porfiaba y decía que acabara con él, intentaba usar su magia, intentaba usar su fuerza, su inteligencia, pero todo era en valde... una y otra vez revivía aquella pesadilla que le hacía sangrar su alma como jamás habría imaginado; pero una de las veces oyó una voz ajena al sueño, era la de la propia dúnedain diciéndole con su dulce y tierna voz:

-Mi amado Tirlindë, esto no es real, no debes superar tus miedos y despertar, si lo consigues podremos estar juntos otra vez, pero tienes que sobreponerte a la pena que asola tu alma, hazlo por los dos mi querido Noldo... -dijo con su voz que reverberaba en su mente con una entonación semidivina que le dotó de las fuerzas y las energías que tanto necesitaba.

De esta forma, gracias a las palabras de su amada con vigor renovado pudo pensar fríamente, pudo aislar todo el dolor y el sufrimiento de su alma y sumirse en una meditación profunda, mientras se repetía una y otra vez "Esto no es real, debo despertar, no se puede engañar al alma de un hechicero noldo" y cuanto más lo repetía, más liberado se sentía, podía mover sus dedos, luego, sus extremidades y así sucesivamente hasta que fue poseedor de todo su poder y habilidad. El rostro del semiorco se tornó en duda, luego en miedo y finalmente en desesperación, mientras exclamaba con su voz temblorosa y asustada:

-¡Alto sucio elfo! ¡no puedes hacer eso! ¡debes sufrir! -decía mientras se apresuraba a ir directamente a cortarle la cabeza a la dúnedain...

Pero esta vez su espada no cortaba, y la piel de Elendin era de acero, Tirlindë sonrió de una forma que haría desfallecer de miedo a cualquiera que lo contemplara, y entonó una risa que helaba el alma mientras exclamaba con el más proverbial e imponente de los tonos:

-JA JA JA JA, sucio orco... tus horas de tormento han acabado, ¡ya no tienes poder aquí! -dijo mientras con un gesto de su mano alzaba a sus compañeros que se situaban en cuña tras de sí, con su amada a su derecha, y sus rostros feroces con sus armas prestas a cumplir sus órdenes; mientras continuaba diciendo con una voz que sonaba aún más terrorífica que la mayor ira de Melkor- Ahora conocerás... la senda... ¡DEL DOLOR! -dijo con una sonrisa macabra llena de satisfacción, ante la que acto seguido y tras bajar su mano, el resto del grupo se abalanzó sobre el despavorido semiorco y permitiéndole torturarlo hasta tal punto que sus último y más desgarrador grito de dolor lo despertó finalmente...

Así fue como Tirlindë volvió al mundo de los vivos, había vislumbrado las estancias de mandos, sentido en su piel como le daban una segunda oportunidad para completar su tarea, y cómo era su adorada Elendin quien le otorgaba las fuerzas necesarias para seguir con vida.

El mago abrió los ojos, bastante confuso, y se encontró atado a su caballo, por un instante se temió lo peor, pero con cierto dolor alzó un poco la cabeza y vio a su dúnedain caminando tan erguida y orgullosa como siempre y eso le hizo sonreír y dotarlo de las fuerzas suficientes para susurrarle con cierto tono despreocupado y un tanto mordaz:

-Amada mía... ujum ujum -dijo tosiendo debido al dolor del que aún no se había recuperado- he de admitir que no puedo quejarme de la vista, pero me gustaría liberarme de las ataduras... ujum ujum... ¿me lo permitís? -dijo mirándola con una amplia sonrisa reflejando a la vez la enorme felicidad que sentía al verla de nuevo y conteniendo sus muecas de dolor para no demostrar debilidad.

Cuando al fin lo hicieron y el grupo se alegró de tenerlo nuevamente entre los suyos (algunos más que otros), se fundió en un abrazo con su querida dúnedain, que le dotó de las fuerzas suficientes para seguir consciente unos instantes más. Le pusieron al día de todo lo acontecido, y el elfo escuchó con atención, prestando especial interés a la carta y mostrando su aprobación la decisión de Ragnar para con los cautivos, si de él dependiera se habría asegurado que pagasen por sus crímenes pero ya es tarde para desdecirse y no quería tener que lidiar con el irreflexivo e inconsciente de Elendorn por muy buenas que sean sus intenciones.

Tras leer la carta, se dispuso a examinar algunos de los objetos que habían traído y a preparar algunas hierbas que le permitieran soportar lo que quedase de trayecto.

Mis palabras eran como las partículas de ceniza, que desprendidas de la hoguera, se desmenuzan y languidecen mecidas por el viento de la noche. No podían alcanzarles por mucho que me esforzase.

¿Bandidos? ¿Peaje? ¿una oportunidad? incrédulo me eché a reír, pero mi risa era cansada y ácida.

Su delito dejo de ser un simple hurto en el momento que atentaron contra nuestras vidas Elendorn, de otro modo, uno de los suyos no estaría adornado la ribera del camino con una cruz de madera en estos momentos....

En verdad no conoces a mi familia, y me temo que ellos tampoco te entenderían, al igual que yo ahora.

Sus familias nos hubieran agradecido que les hubiésemos encauzado al buen camino por la fuerza, aunque dudo que incluso de esa forma hubiésemos enderezado nada, salvo quizás su capacidad destructiva.

En cualquier caso, me alegro de oírte decir que no tendrías piedad si te los vuelves a cruzar...porque has de saber que ellos no te concederán ese privilegio.
Si algún día intentases matarme, yo no lo haría, puedes creerme. Sentencié finalmente intentando dar por cerrada mi discusión con el Silvano.

Cuando Rudigar expuso su punto de vista, supe con certeza que las palabras no tenían ya sentido, no obstante, intenté exponerles mi punto de vista una vez más, a sabiendas de que mis palabras volverían a caer en saco roto .

No me hubiera sido necesario coartarles la mano Rudigar...con inutilizar su pulgar hubiera sido suficiente, conozco las palancas del cuerpo, una pequeña incisión en su tendón y jamas volverían a esgrimir una espada con fuerza como para dañar a nadie.

En fin, no diré que os entiendo, porque no es así. Y aunque no es mi intención prolongar por más tiempo esta discusión, te diré algo.

Muchos son por desgracia, quienes no han vivido tiempos felices, y no por ello se han de justificar sus malas obras. Los Dioses nos han concedido el don del libre albedrío, yo al menos así lo creo. Por muy desesperada que sea nuestra situación, siempre tendremos una posibilidad de elegir...prescindir de ese derecho y descargar nuestra culpa en la miseria o los malos hados, es en último caso, pura cobardía...cuando no malicia.

Estoy bastante seguro de que los bandidos que dejamos atrás ya habían reflexionado largamente sobre sus actos de pillaje. El que supiesen o no el peligro que afrontaban me parece irrelevante. Yo no pensaba juzgarlos por poner en riesgo sus vidas, sino la mía

Te puedo asegurar que en cuanto se vean libres no reflexionarán sobre nada...salvo quizás de lo agradecido que resulta convertirse en saqueador cuando por todo castigo han recibido una palmadita en la espalda...no, volverán a matar, y a saquear... hasta que algún grupo con más dignidad de la que hemos demostrado, decida poner fin a sus actos perversos...

Seguía sin entender los extraños valores que guiaban a aquella gente a este lado de las nubladas...gente extraña en su mayoría me parecían, como extraños eran sus códigos del honor y la responsabilidad.

No dudaban en asegurar que darían muerte a la anciana que les había robado un cuerno que no era suyo desde un principio a fin de evitar que sus hipotéticos poderes mágicos cayesen en malas manos, y por lo que había oído de sus bocas, ya habían derramado sangre por motivos mucho menores...y sin embargo, cuando enfrentaban el mal más absoluto cara a cara, eran incapaces de ponerle freno, aun cuando estaba por entero en sus manos...lejos de hacerlo, lo alentaban con vacías promesas de cambio y redención...No, las personas no cambian.Mi mente lo sabia muy bien y mi corazón todavía guardaba las cicatrices que lo probaban...,y aunque un día encontrasemos una que si lo haga, sería a costa de una legión de muertos...la excepción que confirma la regla.

Un tanto desconcertado y descorazonado por las extrañas motivaciones de algunos de mis compañeros, guardé silencio, a fin de no volver a tocar el tema.

Quería pensar que el mediano, era en verdad, todavía demasiado inocente, desconocedor de los intrincados caminos de la vida...seguramente los años endurecerían su mente y su corazón. Y no era mi intención acelerar ese proceso.

Pero con el Montaraz no sabia que pensar...me descolocaba a cada instante.
Sus actos de generosidad espontanea, parecían sinceros, pero era demasiado desprendido de las consecuencias que generaban sus actos...casi como un niño travieso y bonachón. Por no hablar de sus múltiples rarezas...como esa extraña manía de subirse a los arboles, incluso cuando hacia guardia.
El Silvano seguía siendo un misterio para mi, uno que todavía tardaría un tiempo en desentrañar.

Me congratuló comprobar que el Hechicero despertaba por fin de su letargo...finalmente la misión había sido un exito, y todos regresábamos con buenas nuevas y sin demasiadas perdidas.

Cuando al fin pudimos descansar, recordé la daga curvada que había cogido al SemiOrco, y volví a examinarla con detenimiento, esta vez pude constatar que se trataba de acero Orco, su extraña forma irregular se debía a una manufactura burda que primaba la eficiencia sobre la estética, al contrario de lo que había pensado...el cuchillo perdió todo el interés para mi, de modo que me acerqué al pequeño Rudigar y se lo ofrecí con una sonrisa.

Toma, veo que te manejas bien con los cuchillos, yo no lo quiero, y estoy seguro de que encontrarás un buen uso para él.
Mientras se lo entregaba, aproveché para echar un último vistazo a su daga y al extraño collar de formas geométricas...aquel extraño abalorio, era ya lo único que mantenía algún interés para mi de todo el botín conseguido en la cueva de los Trolls...con certeza lo pediría para mi cuando llegase el tiempo del reparto, pero antes, quería volver a admirar su insólita belleza.

El enano hablaba con Puil y su hermano mientras sus compañeros discutían de una manera bastante encendida. No era su intención decir su opinión por que era entrar en un acto del pasado y, como había descubierto en las minas enanas, el pasado era un vacío que absorbía las palabras y las devolvía como rencor.

- Buenos días Tirlinde. - dijo el enano cuando vio que el Noldo despertaba de su letargo - Supongo que no soy el único que es capaz de dormir durante un combate. - remató sonriente.

Esperaba que a esté paso llegaran pronto a la posada y sin más percances. Ya podía oler un asado de ternera y un barril de cerveza. La borrachera iba a durar varios días para recuperar sus heridas.

Ragnar, para el mediano, tenía un enfoque de la vida demasiado "áspero" para su gusto, pero tampoco conocía realmente sus circunstancias y, a juzgar por sus orejas y costumbres, no habría tenido una infancia muy convencional, lo que no suele contribuir a hacer a una persona de espíritu cándido, por así decirlo. Rudigar, claro está, tampoco había tenido una infancia muy convencional, de otra manera no se explicaría que un hobbit saliera de aventuras a la primera de cambio, en busca de una solución a sus problemas. No era la forma normal de afrontar las cosas. Claro que los cuentos e historias que llegaban a la Cavada Grande distaban bastante de lo que acontecía en el mundo en general. De eso era cada vez más consciente el pequeño guerrero.

No queriendo discutir más, porque en realidad tampoco tenía claro de tener la razón o quién de los dos (o tres) la tenía, Rudigar dejó correr el tema, al fin y al cabo habían acabado dejando atrás a los bandidos, atados pero sin mutilar cruelmente. Tal vez no era lo ideal, pero para el mediano era más que suficiente.

Una vez más se concentró en el viaje. Ya quedaba poco. Y ahora, antes que repartir botín y ansiar una buena recompensa que le permitiera abrir la forja que tanto había ansiado, en lo que pensaba era en una buena comida, bebida y baño caliente, en una buena cama y algunas canciones. Incluso algún bailecito, quién sabe. Pero en el fondo sabía que esto no era el final. Surgirían nuevas oportunidades de aventura y, ahora estaba cada vez más convencido, no se vería capaz de rechazarlas.

Y por esas razones, el hobbit estaba callado e inquieto. Sólo consiguió sonreír un poco cuando el mago del grupo recobró al fin la conciencia.

-Bienvenido al mundo de los despiertos, mago dormilón -bromeó socarrón Rudigar.

Elendin escuchó las palabras de Ragnar y guardó silencio. Bien era cierto que posiblemente se arrepintiesen de esta decisión, pero sus manos manchadas de sangre le impedían en ocasiones repartir justicia del modo correcto, volviendo una y otra vez las sombras del pasado a su mente y atormentándola hasta que a los pocos minutos las hacía callar. 

Continuaron su marcha, mientras escuchaba de fondo la discusión que los demás mantenían sobre si habíamos obrado correctamente. 

- Lo hecho, hecho está -  se limitó a decir mientras echaba una ojeada instintiva al cuerpo de Tirlindë, que seguía tumbado encima del caballo, atado de manera que no pudiera caerse.

Continuó con sus miradas furtivas, esperando notar algún cambio en su estado, hasta que una de esas veces, notó como el elfo se estaba moviendo. Paró en seco a Viento de Fuego y se volvió, para asegurarse que su perturbada mente no le estaba jugando una mala pasada, pero comprobó que en efecto el mago estaba volviendo en sí, por lo que desmontó y corrió a su lado. En cuanto él volvió a hablarle, sus ojos se abnegaron en pequeñas lágrimas y lo desató, como él le había pedido.

- Oh amor mío, no vuelvas a dejarme, por favor... - le decía con voz suplicante, mientras en su mente comprobaba que la inmortalidad de los elfos no los salvaría siempre de estar separados.