Partida Rol por web

Son las 10:00 de la mañana, una buena hora a pesar de que todavía te quedan unas cuantas en el trabajo, puesto que es la hora en la que te sacas tu café y disfrutas de 10 escasos minutos con un capuccino de máquina de horrible sabor. Para colmo se han terminado las cucharillas y no puedes revolver el azúcar del fondo, descubriendo que todavía es peor de lo que parecía.

El día esta siendo relativamente tranquilo y tampoco parece que vaya a ser muy ajetreado. Un par de incidencias de dos usuarios y alguna correción en la web de la empresa te han dado tiempo de dar un vistazo a las noticias de los principales periódicos nacionales. El tiempo ya es bueno para ir a comer al exterior y como tienes un pequeño parque cerca has decidido que lo mejor es llevarte un pequeño tupper con algo fresquito y una manta que compraste hace una semana en el Decathlon de las que no se humedecen al ponerlas en el suelo.

Poco a poco y de forma lenta las agujas del reloj van pasando y por fin llega la hora de comer. Una hora de tiempo; más que suficiente para bajar comer algo y leer u observar las nubes. Te levantas, y pones rumbo a la salida cuando Alberto, una incorporación reciente se acerca corriendo.

- Oye Sa... Sara, ¿Vas a comer sola? No es que quiera decir que tengas que comer sola o que vayas a hacerlo es solo que... si, quizá pudiéramos ir a comer juntos.

Te mira con una sonrisa mientras se rasca la nuca, no es un tipo feo pero tampoco es nada del otro mundo. Se queda esperando que contestes, mientras comienza el trajín de gentío bajando las escaleras o en ascensor para ir a comer...

Vaya, que fastidio. Y este ¿de qué palo vendrá? Con lo tranquila que pensaba comer yo sola. Pero si me deshago de él quizá le ofenda y es nuevo el pobre, tampoco tendrá mucha gente con quien comer. Vaya lata. Vamos a darle una opción.

Sonrío amablemente al contestarle:

Claro, cuando quieras. Algunos días que hace buen tiempo como hoy acostumbro a comer fuera así que el día que traigas comida podemos comer juntos, por supuesto.

Le enseño mi bolsa con la comida y la manta.

Ea, le digo que sí pero si no trae comida hoy no vendrá, solución de compromiso.

El chico se queda un poco cortado y asiente con la cabeza

- Si, si claro - dice con una sonrisilla - gracias, nos vemos.

Y sin más se une al gentío que desciende las escaleras. Tu por tu parte bajas a unos metros de él y te desvías en la puerta del comedor para seguir hacia el parque. Cuando sales el día es caluroso, pero seguro que a la sombra de algún árbol se puede comer la mar de tranquila.

Así buscas el sitio idóneo, extiendes tu manta. Todo parece tranquilo, algún perro paseando por ahí con su dueño que te levanta la mano al pasar, parejas enamoradas que se besan mientras caminan, y por desgracia una pareja que se te acerca de malas formas... Se trata de dos hombres de unos 35 años de edad quizá vagabundos por sus ropas.

-¡¡ Hola guapa !! Oye porque no te vienes a comer con nosotros, tenemos un par de buenos trozos de chorizo para ti... seguro que te gusta más que esa basura verde que comes... jajaja - 

Su compañero le ríe la gracia mientras se acercan un poco más a ti hasta que se plantan al borde la manta.

El día es normal, el parque está tranquilo, la comida un poco sosa pero suficiente . . .

. . . que no se me pase este fin de semana llamar a mi madre. A ver como lo hago para que no pretenda que vaya a Getafe. Si la llamo el sábado por la mañana se pondrá muy pesada así que imposible, quizá si lo hago por la tarde y le digo que me voy de cena con unas compañeras del trabajo no insista mucho . . .

Demasiado concentrada mientras picoteo la ensalada no advierto el acercamiento de los dos individuos hasta que es demasiado tarde. No es la primera vez que me abordan tipos así, pero siempre consiguen ponerme algo nerviosa. Y ya no podré tomar un bocado más y estaré agria toda la tarde. Y . . .

Je, je. NO gracias. 

Trato de poner una mirada glacial de esas que salen en las películas, de las que más que bajar la líbido la entierran por siempre jamás. Luego continúo con voz seria y enfadada.

Y les agradeceré que me permitan continuar mi comida tranquilamente por favor.

- E tio, has visto como te ha mirado, parece que no le gustas... jajajajaja

Mira preciosa, - Dice uno de los tipos mientras se sienta a tu lado para seguir hablando en voz baja y el otro deja ver una navaja entre sus ropas - Parece que no lo has entendido bien, no es una propuesta, vas a venirte con nosotros te guste o no.

El tipo coloca su mano sobre tu pierna y la acaricia mientras pone una sonrisa lasciva...  - Estoy seguro de que sabes lo cachondos que vas poniendo a los tíos por ahí, y vamos a disfrutar los tres un poco esta tarde... Su mano pasa de la pierna al brazo y lo agarra con fuerza para intentar levantarte y que los sigas.

Un par de chicas pasan al lado pero hacen caso omiso del suceso... quizá por miedo, quizá por impotencia... quizá tampoco les importe demasiado...

El intento de hacerme la dura no ha servido de nada, estoy metida en un lío. Al ver a las chicas por un instante tengo el impulso de pedir socorro pero dudo que puedan ayudarme. Miro desesperada alrededor sin ver a nadie más. Empiezo a temblar. Tengo miedo.

Miedo de ellos y por ellos. Si me contengo sufriré daños, no creo que lo soporte. Pero si no me controlo . . . la última vez que me pasó algo parecido el pobre diablo que quizá solo quería tratar de ligar acabó estampado contra un muro mientras yo salía corriendo. Llegó en mal momento y pagó el pato, me sentí culpable. Pero estos . . . gamberros, delincuentes, violadores . . . estos no se merecen ningún respeto.

De hecho ellos no piensan hacerme nada bueno. Les daré una oportunidad más. Solo una.

Cambio de estrategia y trato de simular que soy una profesional. Puede que el temblor de mis manos me delate pero me esfuerzo por mantener la voz firme mientras digo:

Nenes, estáis metiendo la pata hasta el fondo. El género no se toca, no está la miel hecha para la boca del asno.

Como se entere mi jefe que me molestáis os va a violar con un paraguas abierto, es muy posesivo y tiene muy mala hostia, no os recomiendo que le enfadéis.

Si esto no funciona voy a tener que echar a correr a toda prisa.

Me pongo en pie con suavidad, sin movimientos bruscos, dejándome empujar hacia arriba pero disponiéndome a soltar los zapatos si se ponen agresivos para poder correr a tope. Al mismo tiempo siento el enfado crecer dentro de mi. Una mezcla de miedo, rabia e ira me inunda provocando inmediatamente pulsaciones en mis sienes.

Se lo que significa eso, luego tendré un terrible dolor de cabeza, me saldrá todo mal y estaré insoportable. A la mierda el fin de semana. Y ese pensamiento retroalimenta la furia interior. Mi gesto debe ser más serio que asustado pese al miedo interior, si eso no les para junto con las palabras . . .

Los hombres parecen dudar al escuchar tus palabras, uno de ellos retrocede y mira al otro frunciendo el ceño. El segundo que estaba a tu lado se levanta y en su rostro se refleja indecisión. No deben estar muy acostumbrados que les respondan así...

- E Manu, esta tía debe ser del Martillo, será mejor que nos marchemos...

El que estaba más cerca de ti mira a su compañero...

- Serás gilipollas, cierra esa bocaza. el hombre te mira; en su rostro se refleja el odio que en estos momentos siente hacia ti... - Será mejor que no te volvamos a ver por aquí como nos enteremos que nos has mentido zorra, porque te rebanaré el cuello sin dudarlo. Te dice en susurros al oído.

Sin más guardan sus armas y se van, sacando de sus cazadoras uno de ellos un teléfono móvil y marchándose del lugar mirando hacia los lados...

Ya.

Las palabras del tipo amenazante me provocan una alarma interior aterradora. No sé por qué pero le creo, me matarán sin dudarlo y seguramente lo harán después de torturarme largamente. No quiero volver a encontrarlos pero trato de contener el miedo. ¿Quién será ese Martillo? A uno le ha asustado así que quizá debería enterarme por si acaso de quién es.

Con calma, casi con parsimonia recojo mis escasas pertenencias para dirigirme de nuevo a la oficina. Si no pasa nada llegaré con un dolor de cabeza épico, más vale que la tarde sea tranquila o podría estallar y acabaría en medio de un follón inexplicable. Algo que no quiero que ocurra.

¿Quién me mandaría a mi mentirles a estos tipos? 

¿Y qué iba a hacer si no? ¿Abrirme de piernas? ¿Mandarlos a Pernambuco de un empujón de esos que me salen a veces? Bueno, puestos a elegir prefiero esta última opción desde luego. 

La imagen de los tipos volando lejos de mi y estrellándose contra el suelo consigue aliviarme un poco la presión. 

Quizá en estas ocasiones debería dejarme llevar por los impulsos naturales. Se lo merecen seguro. A saber a quién irán a molestar ahora, quizá alguna pobre desgraciada que pagará el pato.

Por un momento me detengo y les miro alejarse, grabando su aspecto y sus rostros en mi memoria. No me gustaría volver a encontrarlos y menos sin estar prevenida.

Después de recordar su rostro, recoges todo y tomas el camino de regreso a la oficina; pero antes de salir del parque sientes un pequeño escalofrío en la espalda; te detienes por unos segundos y aclaras tu mente pensando que puedan ser esos tipos. Te das la vuelta y no los ves, aunque si aprecias que un tipo con no muy buenas pintas se ha detenido y te observa.

Sonríe y comienza a caminar hacia ti decidido, sus manos están vacías y levanta una de ellas a modo de saludo.

Siento como dentro de mi cabeza se encienden todas las alarmas igual que si fuera un puñetero cuartel de bomberos. Luces, sirenas, motores poniéndose en marcha, gritos, carreras, todo eso resuena en mi interior sin la menor duda y todo indica que salga corriendo.

Por un segundo me giro hacia la calle ya cercana, viendo pasar el tráfico y gente aunque no sea mucha, el anonimato y el olvido están ahí mismo, a solo unos pasos. Noto como me tiemblan las piernas al ritmo que me martillean las sienes. La frustración de las amenazas sufridas y los nervios ya pasan factura pero algo dentro de mi está desbordando.

¡A la mierda! 

Con un simple susurro me vuelvo de nuevo hacia el tipo que se acerca y le examino atentamente. Estoy harta de soportar insultos dando la callada por respuesta, desviando la mirada y agachando la cabeza. Como sea otro gilipollas . . .

¡Pero por Dios! ¿Qué voy a hacer?

Lo que tenga que hacer ¡joder! No soporto más la tensión y necesito enfrentarme a lo que sea que venga ahora. No puedo pasarme la vida huyendo de los demás y de mi misma. Cierro los ojos para centrarme y cuando vuelvo a abrirlos aplica mi mentalidad racional y analítica para observar al tipo. Su estatura, complexión, musculatura, indumentaria, anillos, relojes, collares, pulseras, gafas, pendientes, marcas, tatuajes, calzado, gesto, dientes de oro, todo. Me fijo en todo de arriba a abajo.

No puedo evitar que mis piernas tiemblen pero mis puños están apretados, con los nudillos blancos por los nervios y la presión aún recientes. Ya no sonrío, estoy en ese estado de migraña terrible que suele tener consecuencias . . . imprevisibles.

El hombre se acerca hasta estar a no más de un metro de ti, de nuevo sonríe y mete la mano en el interior de su cazadora para segundos después sacar una especie de tarjeta...

- Disculpe señorita, no he podido evitar fijarme en usted... Es muy hermosa y tiene la forma de andar y el estilo que ando buscando. - El hombre te mira y da un paso hacia atrás al ver tu expresión, cuanto menos amenazante y perturbadora... - Estoooo, perdón si la he asustado - Eleva su tarjeta hasta que la tienes casi pegada a la cara - Mi nombre es Alfredo Bejar, soy representante de una famosa franquicia de moda, y es usted el tipo de modelo que andamos buscando para nuestra nueva campaña - Si te fijas en la tarjeta puedes leer el nombre citado por el y debajo "Massimo Dutti" seguido del cargo del mismo.

¿Pero que pasa aquí hoy? ¿Es que he salido sin sujetador y llevo desabrochados tres botones?

Sin perder de vista al tipo me llevo una mano al traje chaqueta para comprobar que voy correctamente vestida mientras con la otra tomo la tarjeta que me muestra.

Tiene usted, aunque no tenga modo de saberlo, el terrible don de la inoportunidad, señor . . . Bejar. Será mucho mejor que me deje la tarjeta y yo le llamaré en otro momento, cuando disponga del tiempo y el ánimo precisos para hablar.

Echo un vistazo a la tarjeta para comprobar que datos muestra: direcciones y teléfonos sobre todo. Porque si no hay nada de eso me asustaré, estas tarjetas se hacen en dos minutos en maquinitas como las de las fotos.

Te fijas en la tarjeta y en efecto no parece tener nada más salvo el nombre de la empresa y el del hombre. No hay teléfonos ni dirección de correo o física. El hombre te mira negando con la cabeza...

- Me parece que no lo ha entendido bien, cuando le he ofrecido que me acompañara no era opcional.

El hombre se lleva la mano a su chaqueta y la abre mostrando un arma metida por el pantalón y de la que sobresale el mango de la misma.

- Ahora va a acompañarme - 

El hombre se aparta a un lado y te indica que pase delante suyo...

Iba a asustarme si no veía datos y ahí está. Tarjeta nula. Y estoy asustada, muy asustada.

Pero antes que pueda expresar mi miedo el tipo se deja de zarandajas y me enseña la pistola, como si fuera una llave maestra y yo la puerta. Pero no es así. A esta no-puerta le duele la cabeza. Mucho. Y tiene miedo, mucho también. Y está harta, muy harta de este mediodía.

A la mierda.

De nuevo es solo un susurro pero con las (temblorosas) piernas bien plantadas tomo aire y con toda la decisión que puedo mostrar solo llego a decir:

NO.

Las pulsaciones en mis sienes resuenan como martillazos, o más bien como latigazos que en vez de caer sobre la espalda flagelan directamente mi cerebro. Es como si mi cabeza fuera a estallar, solo espero que salpique a este tiparraco.

El hombre te mira y sonríe negando con la cabeza...

- Me temo que no es la respuesta que esperaba, he sido educado y te lo he pedido de buenas formas. Ahora me obligas a hacer cosas que no me gusta hacer.

Cierra los ojos volviendo a negar con la cabeza y te lanza un puñetazo al estómago. Para cuando te quieres dar cuenta su puño está hundido en tu cuerpo, y con su otro brazo rodeo tu espalda simulando que te ha ocurrido algo, el dolor es intenso y te provoca incluso una pequeña tos. 

- ¿O, te encuentras bien cariño? Dice el hombre en voz alta, - Vaya, ese sushi te ha debido sentar mal, será mejor que volvamos a casa.

Empujando de la espalda comienza a llevarte, tratando de que cooperes...

Durante un segundo o dos se me nubla la mente y no recuerdo por qué estoy agachada, dolorida y boqueando como un pez fuera del agua. ¿Me ha golpeado? Sí, ME HA GOLPEADO. Siento una terrible náusea que empieza en la castigada boca del estómago y que sube a través del esófago pero no hay vómito, es una sensación que en vez de salir por mi boca provoca una arcada física pero a la vez una reacción psíquica.

Lo siguiente que ocurre es algo que se que puedo hacer pero que llevo toda la vida tratando de evitar. Nadie me daba un puñetazo desde que tenía 11 años, nunca había sentido esta . . . rabia, ira, frustración, todo. No se si podría evitarlo pero ni lo intento, dejo que esa furia libere toda mi fuerza y con un espasmo grito y reacciono.

Con los ojos llorosos e inyectados en sangre levanto la cabeza para mirarle y escupirle un fuerte exabrupto:

¡CABRÓN!

A la vez que grito libero mi energía telequinética para lanzar al tipo lejos de mi. Es como si con mi imaginación visualizara una gran mano que le coge y le arroja arriba y muy lejos. Puedo incluso sentir como esa gran mano le agarra, rozándome al estar pegada a él. Le estruja fuertemente y le aparta.

Todo ocurre muy deprisa, el golpe el agarrón sus malas formas y tu cabreo acumulado, ya no puedes más y solo faltaba que este tío quisiera llevarte ante Dios sabe que maníaco. Cierras los ojos unos segundos y en tu mente visualizas al tipo volando por los aires. Los abres y sientes un cosquilleo por tu cuerpo, una sensación que en cierto modo te agrada y reconforta, sientes como el poder que en el fondo sabes que hay en tu interior se desplaza desde tu cabeza hacia los brazos y de estos a las manos.

En ese mismo momento lo sacas, lo que sientes es ira, odio hacia ese tipo y con la mirada encendida mueves los brazos haciendo que el tipo salga despedido. Alcanza un par de metros o tres de altura y cae a peso muerto a unos seis metros de ti provocando el grito de una mujer que paseaba con su perro. 

Sabes lo que has hecho y no te sientes mal, al fin y al cabo a sido en defensa propia, el tipo lo merecía. Parece que por el momento toda la atención se centra en el hombre, que lleva sus manos a la espalda y trata de darse la vuelta y levantarse, aunque con poco éxito... escuchas levemente sus quejidos de dolor.

En un primer momento llego incluso a dar un paso en dirección al tipo pero no voy más allá. Una vez liberada la furia inicial siento algo que hace mucho tiempo que no sentía.

El dolor. La tensión. La jaqueca. Han desaparecido. Me siento bien, no me duele la cabeza ni siento las pulsaciones como latigazos por todo el sistema nervioso. Solo el dolor de estómago pero nada en la cabeza. Nunca me había pasado esto.

Con ese pensamiento sorprendente me detengo, compruebo que mi agresor no se levanta e ignoro en adelante al tipo. Ahora nadie se fija en mi así que puedo irme discretamente.

Ahora debo pensar en mi misma, acaba de suceder algo que no había pasado antes. Llevo toda la vida reteniendo el poder, ocultándolo al mundo y a mi misma pero quizá me haya estado equivocando. Es esa retención lo que ha podido provocarme tantos problemas, quizá deba liberarlo para poder estar en paz, sin dolor.

Empiezo a alejarme en dirección al trabajo con una nueva sensación. Renovada. Liberada. Tengo mucho en que pensar. Camino levemente encogida, aún dolorida por el puñetazo pero eso no es nada.

Debo hacer pruebas, debo comprobar que sucede si intento utilizar este poder en vez de hacer como si no estuviera aquí. Tendré que largarme a un lugar discreto y . . .

Así, pensando en todo lo que me está sucediendo regreso a la rutina, con una sonrisa incomprensible para los demás y con la mente hecha un gran lío.

El hombre no se levanta, y mientras te alejas no puedes evitar dar un vistazo atrás para comprobar que sigue ahí siendo atendido ahora por más personas, no parece que vaya a levantarse pronto, mucho menos pensar en seguirte. Así que pones rumbo a tu empresa de nuevo, mirando el lado positivo de las cosas es horario de verano y en un par de horas estás fuera. A partir de las cinco podrás sin duda poner en práctica lo que te apetezca, sin miedo de que nadie te vea en casa.

El tiempo en la oficina pasa lento, tedioso. Las ganas de poner en práctica tus... habilidades te puede, pero sabes que no puedes descubrirte. No sabes si podrás controlarlo bien o todo se volverá un caos. Miras el reloj del ordenador, las 15:45, todavía es muy pronto. Por suerte algún pardillo ha metido la gamba con un servidor y te toca solucionarlo. Para cuando terminas y miras la hora son las 17:30, la mayoría del personal se ha ido y solo quedan algunos rezagados haciendo horas que no van a cobrar... como tu.

La tarde pasa como un suspiro, en parte porque mi mente vaga por lugares muy lejanos de esta oficina.

¿Qué voy a hacer ahora? Está claro que no puedo volver a lo de antes. No puedo seguir sufriendo jaquecas terribles, migrañas y yo que se que más por contener lo que sea que haya en mi. Eso lo tengo claro, ya vale de sufrir innecesariamente.

Pero  . . .  ¿qué hago ahora? 

Durante las horas de trabajo mi mente analítica no deja de crear un plan. Si a la gente que me conoce no le entusiasmo normalmente es porque soy muy racional, pese a que sea incapaz de resistirme a los gatitos. De hecho en casa tengo uno, en concreto una gata llamada "Clío".

Tendré que descubrir en que consiste esto que me pasa. No soy la primera ni seré la última y al menos mi cuerpo no ha mutado transformándome en un monstruo. Puedo disimular este poder o lo que sea, puedo continuar una vida normal. Pero debo aprender a controlarlo, quizá a desarrollarlo como algunos de esos otros mutantes . . . 

¡DIOS! Soy una mutante, tiene que ser eso.

Soy mutante.

Por un rato imágenes de horribles mutaciones físicas pasan por mi mente y cuanta información hasta ahora he ignorado deliberadamente se vuelve contra mi. El desconocimiento es un terrible enemigo. Pero con un esfuerzo vuelvo a concentrarme en mi plan.

Empezaré este fin de semana. No. Esta misma tarde, haré pruebas en casa. Y el fin de semana me iré a algún lugar tranquilo para poder descubrir el alcance de mi poder o lo que sea esto. Tendré que engañar a mi madre. Bueno, engañarla no, solo convencerla de que en vez de ir a verla tengo que perderme en la sierra para que nadie vea lo que hago. Sí, eso haré, iré a la sierra, a Soria. Conozco la zona, se donde localizar parajes recónditos que nadie visita.

De vez en cuando me vienen a la cabeza los hechos del mediodía. Me preocupa lo que pudiera pasarle al individuo que salió volando pero bien que lo merecía. Es un sentimiento contradictorio. Si controlo mi capacidad no tendré que preocuparme tanto.

Veamos, tengo que averiguar qué puedo mover, cuánto peso, a qué distancia y con qué precisión. ¿En qué consistirá exactamente esto? ¿Podré utilizarlo para hacer cosas muy precisas? ¿Necesito la vista? ¿Funciona en la oscuridad o con niebla?

¡Caramba! Cuanto trabajo por delante. Creo que cogeré el viejo Fiesta y me perderé un poco en el monte, sí. Esta tarde empezaré a practicar y prepararé una mochila.