Partida Rol por web

- Maldito sea ese caza-historias metomentodo. ¿Cómo diablos se había enterado tan pronto?.

La era tecnológica enla que vivían era un arma de doble filo, ya que tan pronto ayudaba a esclarecer un crimen como al criminal a cometerlo u ocultarlo. Era de la información, la llamaban, y eso suponía un problema a la hora de guardar secretos...

Observando a los distintos grupos de personas que hay alrededor de la Iglesia, John se dirige al encuentro de sus compañeros.

- Agente Sullivan, ¿puede hacernos un resumen de la situación?

Sullivan mantuvo la mirada de la mujer el antiguo pastor a través de sus gafas oscuras. Desde luego, aquel hombre había sido un hombre dominado. No le hubiera extraño saber que sus actividades nocturnas se salían de lo aceptado por su gran libro. Aunque por supuesto, no era de su incumbencia ni de su interés.

- Oh. Donde yo vengo la Iglesia es la casa de Dios, buena mujer. Nunca pensé que aquí fuera de nadie. dijo con voz grave, aunque su frase se cortó gracias a la llegada de sus dos compañeros. Justo a tiempo, pues dudaba que la marea humana fuese a ser contenida durante mucho más tiempo por solo un hombre.

-Oh, agente Dwigth, agente Jonhson. El enorme forense se giró hacia sus compañeros, aunque sin liberar la puerta. Me temo que ha sucedido una trifulca y la gente se ha puesto excesivamente nerviosa cuando he pedido colaboración ciudadana. Las gafas del hombre descendieron levemente su nariz y sus ojos se clavaron en un su jefe con frialdad. Había algo más, pero obviamente ahora no se podía comunicar. Necesitaba su ayuda para tomar brevemente testimonio de lo ocurrido antes de que las declaraciones se ensucien por charlar sobre el tema con otras personas.

Estaba claro: Sullivan era solo una rata de biblioteca. Una grande, pero una rata. Aquí hacía falta un jefe y agentes con carisma que supiesen imponerse: alguien que consiguiese convencer a todo el mundo de que enseñase el bolso lo bastante para encontrar aquella puñetera cámara.

Un grupo de gente nerviosa se agolpa en la entrada, todos miran a los agentes recién llegados con expresiones de duda y miedo en sus rostros. Entre todos ellos, una señora maquillada de unos cincuenta y pocos años parece destacar, pues da unos pasos y con mirada severa, se dirige al agente Sullivan.

Su rostro parece temblar de furia, las arrugas se marcan en su piel a pesar de la gran cantidad de maquillaje que lleva.

-No me venga con tecnicismos, negro. Los quiero fuera de aquí enseguida. Ya han puesto a la gente suficientemente nerviosa-

Cuando termina de hablar, hace una señal, a todos para que la sigan.

-Vamos, este es nuestro pueblo, no vamos a dejar que un foraneo nos diga que podemos  o no hacer.-

Sorprendentemente, la gente, aunque temerosa, empieza a avanzar.

- ¿Pero qué coño ha pasado aquí?

No podía actuar sin conocimiento de la situación, la información proporcionada por Sullivan lamentablemente era algo vaga como para poder tomar una decisión. Así que había que ganar tiempo y aclarar las cosas.

- Tranquilícese, señora. Estamos aquí para ayudar. Soy el agente John Dwight, del FBI, y estos son mis compañeros. ¿Sería tan amable de explicarme lo sucedido?

Se había echado la mano derecha a la pistola y se mantenía a un lado de Dwight con semblante serio, no intenta pasar desapercibido, que la mujer viese que estaban dispuestos a usar la fuerza no vendría mal para que cerrase el pico, tenía pinta de ser la típica maruja mandona a la que nadíe podía toserle... Pues ellos le iban a toser, o si y no dudarían en detenerla si se sublevaba.

La mujer se gira hacia el agente Dwight, no sin antes lanzar una mirada de desprecio a Sullivan.

-¿Que qué ha pasado? ¡Que ese degenerado de Richard ha acosado a su ex-mujer y el gilipollas de su amigo, en vez de meterle en vereda, nos tiene aquí encerrados porque le ha salido de sus santos cojones!-

Muy dignamente, se planta frente al agente, y le mira sin pestañear, sin duda, esta mujer está acostumbrada a dominar. Sin embargo, podéis adivinar unas lágrimas contenidas en sus excesivamente maquillados ojos.

-¡Han estropeado la misa de mi difunto marido! Ahora solo quiero paz y esta gente volver a su casa ¿Es tanto pedir?-

Sorprendentemente, la gente asiente ante sus palabras, totalmente subyugados a lo que la mujer dice y hace. La presión de los parroquianos aumenta y curiosamente, el párroco se mantiene al margen, con clara expresión de disgusto.

- Maldita sea, esta situación es como una olla a presión...

Lo malo de haber jurado defender y cumplir la ley, es que ésta te ata bien corto a la hora de realizar tus funciones, muchas veces poniendo trabas a tus objetivos.

- Lamento el incidente, y entiendo que quiera tranquilidad. Siento que haya malinterpretado a mi compañero, sólo velaba por su seguridad y la de los aquí presentes. Pueden ustedes salir.

Tras esto, John se coloca junto a sus compañeros y añade en voz baja:

- Sullivan, lo siento, pero no puedo hacer otra cosa. Los jefes se nos echarían encima si esto va a más, ya que no tenemos nada sólido.

- Coloquémonos a ambos lados de la puerta y tratemos de localizar esa cámara, pero de forma sutil, esta gente ya ha sufrido bastante. Si pueden, utilicen los teléfonos para grabar a los asistentes de forma disimulada. Y tratemos de localizar a ese tal Richard.

Sullivan se limitó a asentir y, retirandose las gafas, se apartó de la puerta agachando la cabeza. Quizás su jefe tenía razón y aquello se les venía grande desde el principio, pero le dolía en los principios tener que dar la razón a esa mujer tan insoportable. Sin duda sería lo mejor, y seguro que el disfrute que le causaba su sumisión bien podría resultarle útil más tarde

- Lamento los incovenientes causados- respondió a la mujer con un suspiro, como si las simples palabras de su jefe hubiesen bastado para hacerle recapacitar. Sin embargo su voz sonó alta y clara, como si no fuese tanto a la mujer como al resto de la iglesia. No hay nada más gratificante para un sádico que una humillación pública, y si lo que tenían que hacer era complacer a esa arpía, mejor hacerlo bien. Yo mismo iré a interrogar al tal Richard para compensar las molestias, si sirve de algo. añadió, adelantándose al pensamiento de su jefe. No sería un brillante investigador, pero las personas son poco más que elaborados mecanismos: si sabes de que cuerda tirar, conseguiras muchas cosas...

Y sin más, se quedó apartado al lado de la puerta, dejando salir al resto de la gente. Eso si, con la cámara de su blackberry grabando a los asistentes. Seguramente serviría de poco, pues allí estaría medio pueblo, pero si conseguían por mera casualidad grabar un leve reflejo de aquel aparato maldito...

Se aparta a un lado permitiendo salir a la gente, no le parece buena ídea, posiblemente el dueño de la cámara ya se había desecho de ella en el interior de la iglesia, después tendrían que entrar a buscarla y quizá suplicar al laboratorio de huellas para que le diesen prioridad.

Aun así seguía con la mano cerca del arma mientras vigila a su alrededor, por si ese sospechoso es tan tonto de no haberse librado de la cámara, aunque también podía ser inocente.

Cuando os haceis a un lado para permitir la salida, la mujer alza la cabeza, lanza una mirada de superioridad a Sullivan y encabeza la marcha. El resto de feligreses la siguen cual corderos.

Situados a ambos lados de la puerta, con el móvil preparado, comenzáis a gravar como podéis a todos los que salen del edificio. Al mismo tiempo, les dedicáis un segundo a cada uno para una rápida inspección. Suponéis que no encontrareis nada, pues sería demasiada suerte, pero tampoco perdéis la esperanza en que el asesino pueda confiarse y cometer un error.

Poco a poco, las personas atraviesan el umbral hacia el exterior y mientras lo hacen, podeis captar distintas conversaciones.

"...Una vergüenza la verdad, abuso de autoridad y..."

"...Y en la iglesia, con todos mirando ¿Tú ves normal que...?"

"...Seguro que aquí se cuece algo gordo, ¿Si no de qué estos agentes de negro? Extraterrestres te digo, ya lo veras"

"...Cuanta gente ha venido hoy ¿no?..."

Cuando aproximadamente la mitad de las personas han salido, algo os llama la atención. Al fondo, hablando con unos parroquianos, se encuentra un tipo regordete de barba canosa y aspecto severo. Andrew Laponei está en la iglesia hablando con la gente. Sorprendidos, no entendéis como ha podido entrar en la iglesia sin que vosotros le vierais. Estáis a punto de acercaros alguno cuando vuestras miradas captan una cámara polaroid.

Os giráis rápido pero ya la habéis perdido de vista. Nerviosos, os mezcláis con la gente que sale y con educación y firmeza, empezáis a apartar a la gente para abrir hueco. Llegáis a la calle sin éxito, maldiciendo vuestra falta de atención, cuando al fondo, torciendo por la calle, la volvéis a ver, una cámara polaroid y su portador, un niño de unos 12 años. El chico está a punto de salirse de vuestro campo de visión.

- Bueno, al parecer los ánimos se van suavizando...

Se repartieron alrededor de la gente, atentos y procurando grabar imágenes, pero era un caos. Una auténtica muchedumbre salía de la Iglesia, y la atención pasaba de un rostro a otro, de un abrigo a un bolso, en cuestión de segundos. Era inevitable tener que reconocer que la situación superaba a los agentes, y que no sacarían nada en claro.

Fue entonces cuando John vio a Laponei.

- Maldita hiena, conseguirá que este caso se convierta en un circo.

Cabreado como estaba, no se dio cuenta de que esta vez no había interiorizado sus pensamientos. Se abrió paso entre la gente, con intención de plantarle cara, cuando atisbó algo por el rabillo del ojo. Llámalo suerte, instinto, o experiencia, pero ahí estaba, una cámara Polaroid.

Volvió a abrirse paso entre la gente, esta vez en sentido contrario, y trató de mantener los modales que estaba perdiendo por momentos.

Cuando salió, miró rápidamente en todas direcciones, hasta que localizó al portador.

Sullivan se había mantenido al margen, cumpliendo su nuevo rol de negro sumiso, al menos hasta que la masa comenzase a dispersarse. Sin embargo pronto vio a Dwigth echar a correr. Y delante suyo, el motivo.

Una polaroid.

Con zancadas proporcionales a su tamaño, Jules pronto alcanzó a su jefe y le adelantó, acercándose más al chico. Sería mejor tener cuidado: el pueblo ya había fichado al forense como un elemento desagradable...

Al ver como los dos agentes salen corriendo, Salina bloquea con el brazo a Johnson y niega con la cabeza.

-La cámara la lleva un niño, no creo que tengan problemas en cogerlo. Y si es la cámara, significa que el asesino ha podido ponerse nervioso y soltarla, lo que implica que está aquí. Sigue grabando y no pierdas de vista a ese.-

Con la mirada, Salina señala a Laponei que continua hablando con las personas rezagadas.

El chico desaparece tras la esquina y una pequeña sensación de pánico os invade. Aceleráis más el paso y tras girar la esquina, respiráis aliviados al ver que el chaval está enseñándole la cámara a otro chico. Este rie y pone una pose, el actual poseedor de la polaroid, se la pone en la cara y tras gritar "di patata" suelta una foto.

Os acercáis despacio, con la intención de no asustarlos, cuando de pronto, los jóvenes empiezan a forcejear por la cámara. El aparato, salta de una mano a otra y amenaza con ir contra el suelo si el combate prosigue.

El gigantesco forense avanzó con rapidez para colocarse entre los dos crios. ¿Su intención? Evitar que la Polaroid se cayese. Los niños y sus grescas le importaban poco: era una simple riña para establecer un criterio de poderío. La sociedad llevaba funcionando así desde la prehistoria por algo: por que solía funcionar.

- Ey, ey.- añadió, agarrando la cámara de los chicos y alzándola con el brazo en alto, para sacarla fuera del alcance de los niños. Con severidad miró a ambos críos, pidiendo de manera muda su obediencia. El nuevo macho alfa había llegado.- ¿De quién de los dos es la cámara, señoritos, y por qué se están peleando? Si seguís así, se os romperá y no la tendrá ninguno.

- Tengo que dejar de fumar...

No pudo evitar pensarlo cuando el corpulento Sullivan le adelantó en la carrera hacia el niño. Pero algo hizo que los dos agentes se pararan en seco. El niño se había parado y jugaba con un amigo mientras se sacaban fotos y reían. Los dos agentes dejaron de correr y se aproximaron de forma lenta, pues no querían asustar a los crios.

Pero entonces los niños se empezaron a pelear por la cámara, y ésta corría serio peligro de romperse. Sullivan volvió a ser más rápido que el veterano agente y comenzó a hablar, mientras que John se colocaba a su altura mientras recuperaba el aliento.

Al ver aparecer al hombretón, los niños dejan de forcejear y el mismo que vierais marchar con la cámara, la mantiene apretada contra sí mismo. El joven mira a Sullivan y luego a Dwight que llega corriendo detrás con expresión seria.

-Esta cámara es mía. Me la he encontrado.-

El otro niño niega rápidamente con la cabeza.

-Es de los dos, yo también la vi, mucho antes que tú. Solo la tienes por potra-

los niños se miran fieramente y amenazan con volver a iniciar su disputa.

Los últimos feligreses salen de la iglesia quedando dentro el periodista, un par de personas, el párroco y la viuda. Cuando grabáis al último que sale, os acercáis a Laponei que al veros, sonríe ampliamente.

-Hombre, pero si son los agentes de FBI ¿Siguen de noviazgo? Pues ándense con ojo, se dice que hay polis preguntando por cámaras y piezas fotográficas por ahí. ¡De Polaroid nada menos! Esto le da a uno que pensar ¿No?-

Su tono triunfante solo es superado por la mirada desafiante con que os observa.

- Vaya, así que os la habéis encontrado. Que afortunados. El hombretón se agachó para quedar a la altura de los críos y mirarles a los ojos. ¿Donde ha sido?