Partida Rol por web

Los cuatro agentes llegáis casi al mismo tiempo al jardín trasero de la casa de Robert Bale. Es una sencilla casa de madera, sin ningún lujo, aunque bien acondicionada. Todo parece en orden, como si ahora mismo una señora vaya a salir a recibirnos o el mismo Robert Bale fuera a salir a recoger el correo.

Mientras los cuatro agentes se despliegan por la escena y comentan entre ellos, Fred se despide y vuelve al trabajo de la oficina.

Dwigth saludó con un gesto apenas perceptible a sus otros dos compañeros: la señorita Sparks y el doctor Sullivan. Sinceramente, esperaba que sus pesquisas hubieran arrojado algo de luz al caso, ya que tenía la sensación de que no tenían nada a lo que agarrarse... por el momento. 

Sacó del bolsillo interior de su chaqueta una pequeña libreta de notas. Estaba arrugada y prácticamente repleta de apuntes, aunque la mayoría de ellos se correspondían a asuntos personales o incluso otros casos. 

- ¿Alguna noticia relevante? -preguntó sin levantar la vista. Tenía su atención fija en el interior de la casa. Desde el jardín, podía ver el recibidor y gran parte del salón a través de una de las dos ventanas de la fachada delantera. Todo parecía en orden a primera vista. No se extrañó. Toda escena del crimen esconde detalles, pistas, que difícilmente permanecen ocultas tras el exhaustivo examen de John Dwigth. 

Sin esperar al resto, abrió con cuidado la puerta principal y, vigilando bien sus pasos, se adentró en el interior de aquella casa. 

John Dwight sube los tres escalones de madera que cruje a cada paso. El interior de la casa es de lo más anodino. Aburridos cuadros de paisajes montañosos, una taza de café sucia, archivadores ordenados en lejas, etc... Nada parece fuera de orden, pero al observar el jardín desde el interior, el agente descubre zonas del jardín con la hierba pisotedada violentamente, como fruto de un forcejeo. Las recientes lluvias no han eliminado del todo las manchas de sangre por doquier, ya coagulada y trasportada por el agua como retazos de salsa seca en un plato sucio de un bar de mala muerte. Quizá las heridas fueron abundantes, o al menos, en lugares clave.

En el cielo, algunos cuervos emiten graznidos, como advertencia de un peligro invisible, o quizá quieren contar lo sucedido, como si hubieran presenciado los hechos. Lo cierto es que esos malditos pájaros siempre traen malos augurios, o quizá son los malos augurios quienes atraen a los cuervos.

A Peter se le iluminó la cara al llegar a la residencia Bale y ver a sus compañeros. Era cierto que Sullivan le ponía los pelos de punta, pero después de la experiencia con Dwight cualquier persona capaz de articular más de cuatro palabras seguidas le servía.

Se reunió con ellos, para ver que habían descubierto, cuando Dwight, una vez más, tomó su propio camino sin contar con el equipo.

No pudo evitar torcer el gesto, aunque tuvo que agradecer la actitud de su compañero, ya que le permitió darse cuenta del lugar del jardín donde parecía haberse perpetrado el crimen. Se acercó hasta allí arrodillándose en el húmedo césped con la esperanza de que la lluvia y los chicos de Joshua Tree no hubiesen destruido ninguna prueba valiosa.

Mientras observaba con cuidado no pudo evitar levantar la cabeza hacia el cielo. Aquellos pajarracos le ponían nervioso.

Peter Johnson sigue la trayectoria de la mirada de su compañero John Dwight, desde sus ojos a la zona con la hierba pisoteada. Se acerca y se arrodilla, examinando la zona con una mano extendida unos centímetros sobre la maltrecha hierba, como si pudiera atraer hacia sí todo rastro de información. Algo llama su atención entre las verdes briznas, así que busca una pequeña hoja por el suelo y lo recoge: es una brizna de paja.

Llegamos al punto de reunión tras un trayecto en silencio bajo la tutela de la Sheriff. Durante el viaje, me he mantenido meditabundo, con mis pensamientos perdidos entre los detalles de las autopisas que he realizado a los dos cuerpos.

Al bajar del vehículo armo una amplia sonrisa al ver a nuestros compañeros. Cedo el paso a Selina y señalo con la mano para que acceda al jardín de la casa. Accedo al recinto y saludo.

- Sí - contesto escuetamente a John al tiempo que se pone a buscar pistas por el lugar.

Mi mirada cruza la de Peter, y leo en ella la avidez por conocer y hablar sobre el asunto. Conozco por experiencia que la austeridad verbal de nuestro agente al mando tiene la tendencia de resultar más que enervante para el pobre Johnson.

- Realicé la autopsia a los dos cuerpos - miro alternamente a mis compañeros. - He de reconocer que el... "experto" local - ni de broma llamo al indivíduo ese forense - no hizo tan mal trabajo como me temía. Pero creo que algo se le escapó. -

Sigo con la mirada a Peter mientras este encuentra una brizna de paja. 

De mi maletín, saco uno de los recipientes de plástico de autopsia dónde he guardado una fibra similar sacada en este caso del cuerpo de Elmore, para resaltar la importancia de las evidencias. También saco uno vacío que ofrezco a Peter para que introduzca la fibra de paja.

- Creo que esta no es la escena del crímen. Al menos, no la única. - Hago una pausa para ganar dramatismo - Si no me equivoco, ni Elmore ni Bale fueron asesinados dónde luego fueron hayados. O al menos, fueron primero torturados en otro lugar luego arrastrados hasta aquí en el caso de Bale. Y por lo que sospecho ese lugar es algún tipo de granero local. - 

Hago un gesto hacia mi maletín, dónde guardo todas las muestras de paja extraídas de varias cavidades en ambos cadáveres.

El interior de la casa, como ya ha apreciado el Agente John Dwight, permanece intacto, hasta el punto de que, el Dr. Sullivan, nada más acceder al interior, ve sobre una mesilla baja, unos cuantos billetes y un buen reloj Patek Philippe, tal y como podría haberlo dejado Bale al llegar, vaciarse los bolsillo y quitarse el reloj. Todo parece indicar que el robo no es el móvil.

Poco más se puede sacar del lugar. Es como si el asesino fue directo a pos su víctima, cometió el crimen y huyó.

Mientras Jules Sullivan compartía con sus compañeros su hallazgo, la Sheriff Baker hace un gesto nervioso y exclama: - ¡Oh, demonios! - Entonces acude a su vehículo corriendo y vuelve unos segundos después con una carpeta que repasa a toda velocidad. Entre papel y papel, al fin, y expresando alivio en su rostro, encuentra un par de fotos Polaroid que os entrega con total diligencia. - ¡Discúlpenme, agentes! Las tenía guardada y se me olvidó, y como no lo mencionaron, tampoco lo recordé más tarde. Estas son las fotos Polaroid que encontramos en las escenas de los crímenes de Elmore y Bale, y las que unen estos crímenes con el de ese criminal que tienen encerrado.

En las fotos aparecen las víctimas. En la de Elmore, tomada desde la distancia, se le ve abriendo su tienda por la mañana, y en la de Bale, también desde lejos, saliendo del banco, seguramente tras terminar su trabajo del día.

John apenas se detuvo a observar las fotografías que les mostraba la sheriff. Un simple vistazo le solía bastar para recopilar la información relevante y descartar el ruido. Aquellas fotos podrían analizarse más tarde, pero con la información que tenían al momento no servirían de mucho.

Sin embargo, sí que se fijó en la bolsita de plástico que blandía exultante su compañero el doctor Sullivan. Había encontrado algo, una brizna de paja, en el cuerpo de uno de los asesinados. Y eso constituía sin duda la primera prueba de lo que prometía ser una sinuosa investigación. 

Todo aquello era demasiado "normal". Nada fuera de lo habitual. Y en esa mediocridad radicaba precisamente el auténtico reto del caso: habían encontrado la paja, pero tendrían que llegar hasta la aguja.

- Esa es, señor Sullivan, una hipótesis interesante. Pero no deja de ser eso mismo, una hipótesis. ¿Insinúa usted que el asesino atacó a la víctima en su domicilio, hiriéndola o causando la muerte en el acto, que más tarde cargó con el cuerpo por un motivo desconocido, y que finalmente volvió para dejar el cadáver allí donde fue atacado por primera vez? 

Enarcó una ceja. Aquella hipótesis era descabellada, pero sí que hubo algo en las palabras del médico que suscitaron su interés. 

-Dice que fueron torturados. ¿Cómo ha llegado a esa conclusión?

Peter se dedicó a vagar de aquí hacia allá durante un rato, tratando de encontrar algún indicio más cuando la sheriff se acordó de que llevaba las polaroid en el coche.

Echó un vistazo rápido a las fotos para no perder el foco de la investigación y escuchó tanto las palabras de Sullivan como la reflexión de Dwight. ¿Tortura? Lo habitual en la mayoría de los casos de asesinos en serie era encontrar algún indicio de perversión por parte del ejecutor, cortes de pelo, uñas pintadas, normalmente no mutilaban a las victimas, o al menos no al principio. Eran sujetos que tendían a aburrirse e "innovar" cuando el simple hecho de matar dejaba de satisfacerles.

Wl hecho de que la persona a la que buscaban hubiese torturado a sus dos victimas indicaba que podría tratarse de un psicópata aún peor que Lewis.

Asiento primero y niego ligeramente a continuación.

- Sí y no - contesto a Dwight. - Por lo que deduje de los cuerpos, Bale murió en el acto, pero la muerte de Elmore fue larga... y dolorosa. El hallazgo del mismo tipo de fibras en ambos cuerpos y en esta escena del crímen me lleva a pensar que ambos fueron dados asesinados en otro lugar. A no ser que Elmore fuese torturado aquí, y que las hebras vengan de algún lugar de esta propiedad, creo que ambos murieron en otro sitio. En el caso de Elmore, un sitio dónde el hombre fué torturado y luego trasladaron su cadáver hasta su casa. En el caso de Bale, un lugar dónde murió de inmediato y, si no me equivoco, dónde su cuerpo yació por varias horas. Encontré organismos larvarios en su interior, y esperaba verlos también en este jardín, pero su ausencia me lleva a pensar, de nuevo, que su cadáver fue trasladado hasta aquí a propósito. -

Hago una pausa para tomar aliento.

- Por supuesto es sólo una hipótesis, pero por el momento es la que veo que va cobrando más fuerza en vistas a los detalles que he ido viendo. Creo que deberíamos visitar la casa de Elmore, tal vez allí encontremos alguna otra pista... o más hebras de paja. -

Lanzo un profundo suspiro y me giro de nuevo a observar el montículo de hierba aplastada dónde se encontró el cadáver de Bale.

- Lo que no aclaro a entender aún, es porqué sólo una de las víctimas fué torturada -

El teléfono de la sheriff rompe el silencio y os saca a todos de vuestros pensamientos. Ella coge el teléfono, lo mira y exclama sin levantar la mirada: - Es Fred.

Tras un par de minutos en que la sheriff contesta con varios síes y noes, cuelga y os dice con la cabeza gacha: - Fred está en la oficina con Matt Wilson, un vecino. Es primo segundo de Patty... Bueno, eso da igual - dice, al darse cuenta de lo irrelevante de dicha información -. Dice que cree tener algo de información acerca de Elmore que puede ayudar al caso.

Escucho a la Sheriff y asiento.

- Muy a tiempo - confirmo mientras me vuelvo hacia John. - Tal vez sería conveniente escuchar a este nuevo... testigo improvisado antes de visitar la casa de Elmore. -

- Aquí hay algo que me escama - mis pensamientos dibujan un ceño fruncido en mi afeitada frente. - ¿El Fred ese no esaba en la Iglesa? ¿Cómo es que así a bote pronto se le aparece un testigo improvisado con información sobre el caso de Elmore? -

Acostumbrado a la vida centralita y urbanita de la gran ciudad, estas coincidencias turban mis pensamientos: y es que la causalidad poco o nada tiene que ver con la casualidad en estas circunstancias. 

Quizá la hipótesis del doctor no estuviese tan errada, al fin y al cabo. La tortura de Elmore añadía un cariz muy diferente a los crímenes. Odio... ¿podría ser ese el móvil? ¿Un ajuste de cuentas de algún tipo? ¿Antiguas rencillas que el tiempo enquistó en lo más profundo del tejido social de Ashville? 

El caso de Bale podría haber sido similar, pero Dwigth tenía una explicación. 

- Si se fija usted, doctor, el jardín está repleto de signos de lucha. Aquí hubo un forcejeo, una pelea a muerte. El señor Bale luchó hasta el final. Quizá los planes de nuestro asesino incluían la tortura al pobre hombre, pero su resistencia precipitó un final súbito. 

El teléfono de la Sheriff interrumpió sus cábalas. Era de nuevo Fred. Su fiel ayudante. Aquel hombre que parecía estar en todos los sitios a la vez. Un nuevo testigo. Nueva información acerca de Elmore. Un escalofrío eléctrico recorrió el frío cuerpo del policía. Se sorprendió de esa sensación propia de excitación ante la perspectiva de interrogar a un testigo, su especialidad. Era una sensación que ya creía muerta, y que solo un caso como aquel podía resucitar.

-Vayamos a ver entonces a ese tal Matt.

[FUNDIDO EN NEGRO Y VUELTA A LA OFICINA]

Al cruzar la puerta de la comisaría, Patty le está sirviendo un café a un tipo de unos treinta años, delgado y larguirucho que está sentado en una silla al lado de la mesa de Fred. Luce un frondoso pelo rubio, y se muestra dubitativo, como quien quiere ayudar pero no sabe si su contribución va a ayudar o enredar la madeja. Sentado en su silla, Fred toma anotaciones y asiente con la cabeza mientras una emisora de radio a bajo volumen despide éxitos pop.

- Genial, Sheriff Baker. El mismo Sr. Wilson le contará lo que tiene que decir. - Dice Fred levantando la mirada de sus anotaciones.

Joanna Baker se acerca a Matt Wilson y le coloca una mano en el hombro mientras con que la otra se la estrecha.

- Dios mío, Matt, ¿por qué no nos has dicho nada antes? - Exclama ella.

- El pobre no pensó que fuera importante... - Apunta Patty.

- Ya veo... - Dice la Sheriff Baker, siempre comprensiva con Patty y sus vecinos. - Bien, cuéntame, Matt, ¿qué ocurre? - Termina, sentándose tras su escritorio.

Matt Wilson resopla la taza, deformando el suave balanceo del humo ascendente, y da un sorbo de café antes de empezar.

- Fue días antes... El viejo Hill acudió al almacén de Elmore. Según me contó el propio Elmore en el bar Simpson, Hill le pidió que le fiara la compra de alimentos que hacía cada mes. James estaba pensando el jubilarse, y sabía que el viejo tardaba mucho en pagar sus deudas. Además, lo hace siempre a regañadientes, como si fuera él la víctima. - Sorbo de café. - El bueno de James ya había tenido experiencias anteriores sobre ese tema con él, así que se negó, contándole que el negocio no le iba nada bien y que no podía permitirse fiar a nadie. Pues bien, el viejo Martin se puso hecho una furia y comenzó su retahíla de maldiciones y amenazas. Fue tanta la discusión, que en un momento dado cogió un gran bote de cristal que había en el mostrador y lo estrelló contra el suelo, llenándolo todo de mermelada. - Matt comienza a tener lo ojos vidriosos al llegar a esta parte. - Recuerdo que me contó cómo se sintió recogiendo toda esa mermelada y cristales del suelo.

- Es suficiente, Matt. - Le corta la sheriff, con la atención de una amiga, más que la de una agente de la ley.

La agente suspira mirando lo que ha ido anotando mientras Matt hablaba y mira de soslayo a los cuatro agentes, sin decir una palabra, luego a Fred.

- Fred, ¿qué opinas?

- Podría tener algo que ver, aunque el viejo Hill tiene encuentros similares con casi todos los vecinos de Ashville.

- Sí... - Responde Joanna más para sí misma que para su compañero.

- Oigan - dice Matt, ya recompuesto emocionalmente -, ya sé que no es un testimonio de primera mano como los del Sr. Buch y el Sr. Foss, pero no he venido aquí por capricho...

- Lo sabemos, Matt, cariño. - Dice Patty.

- Sí, Matt, muchas gracias. Echaremos un vistazo a eso que dices. - La sheriff se levanta para estrecharle afectuosamente la mano y acompañarlo a la puerta. Cuando Matt Wilson se marcha, Joanna cierra la puerta y apoya la espalda en ella. Dirige la mirada al grupo. - Bien, ¿qué opinan?

El viejo Hill otra vez... Por muy recurrente que fuera aquel nombre en la investigación su comportamiento agresivo y temperamental le alejaba completamente del perfil del asesino, alguíen lo suficientemente metódico para secuestrar a sus víctimas, torturarlas hasta la muerte y abandonar los cadáveres en sus respectivos domicilios.

No, el viejo Hill parecía el típico individuo de la América profunda capaz de disparar contra cualquiera que se ateviese a entrar en su propiedad sin permiso, pero no parecía un psicópata.

Por otro lado, cada vez le escamaba más la actitud de las fuerzas de la ley de Ashville, no sabía si era debido a que procuraban mantener siempre el protagonismo o simplemente no quería que les dejasen de lado en la investigación, u otra cosa... la manera de interrogar y despachar al testigo por parte de la sheriff sin indagar prácticamente en nada y quedarse con una declaración superficial que no aportaba nada, así como el hecho de no dejarles abrir la boca a ninguno de ellos y buscar la complicidad de su compañero, que siempre encontraba el testigo oportuno en el momento adecuado, le hizo recelar.

Deberían visitar a Matt en un futuro cercano, pero sobre todo tenían que llevar a cabo la investigación sin la intervención de la oficina del sheriff.

-¿Quienes son el Sr. Buch y el Sr. Foss?- preguntó casi por instinto. Estaba empezando a impacientarse debido a la inactividad que parecía cubrirlo todo.

-¿Hay más testigos?¿Más testimonios?- dijo con un tono de creciente irritación -¿Por qué no estamos al tanto de todas las pruebas y testimonios?- se dio cuenta de que había alzado la voz más de lo debido, pero sinceramente, creía que aquellos dos les estaban poniendo palos en las ruedas y no entendía por qué.

- El Sr. Buch es el vecino de Ashville que encontró el cuerpo de Bale en su jardín. - Dice algo confundida la Sheriff Baker. - Y el Fred Foss, "doble F", es el cartero de la ciudad. Es la persona que encontró el cadáver de Elmore. Ambos nos contaron su versión de los hechos. - Aquí, la sheriff se lleva un chicle a la boca y mientras mastica pausadamente, sigue hablando en tono explicativo. - Oigan, no sé cómo trabajan en el FBI. Aquí, tienen ustedes razón, nos conocemos todos y a veces pensamos que lo que sabemos, ya lo saben todos. Incluidos ustedes. Sencillamente no comentamos nada por que lo dimos por hecho y ustedes no preguntaron específicamente por los testigos. Bien... Vale... Ellos dos fueron quienes dieron la voz de alarma. Preguntando por ahí, sabemos que, en el caso de Elmore, tres personas escucharon gritos. Un matrimonio, los Sres. Smith, que viven en la casa de la izquierda de la de Elmore, y una señora mayor, Marie Rose Bruce, que vive en la de la derecha.

A continuación, la sheriff extiende el paquete de chicles hacia Peter Johnson.

- Son de menta. - Dice ella.

- Sr. y Sra. Smith. - Dice Fred por detrás, con una carpeta en las manos y leyendo para todos los presentes. - Sobre las once de la noche unos gritos hicieron que Tabitha Smith se despertase y alertara a su marido, que estaba roncando al lado. Se asomaron por la ventana, pero al ver la luz del televisor de Elmore, pensaron que tenía la tele muy alta. John Smith gritó un par de veces para que Elmore bajase el volumen, pero nadie respondió, así que cerraron la ventana y se acostaron de nuevo. Taddy Smith, la hija de ambos, se encontraba trabajando en esos momentos. La Sra. Marie Rose Bruce estaba leyendo cuando escuchó gritos en la lejanía. Se asomó al porche pero no vio nada extraño, así que regresó a su butaca a leer.

- Excelente, Fred. ¿Un chicle? - Dice Joanna.

John Dwigth escuchó con paciencia las agresivas preguntas de Peter y la correspondiente explicación de la Sheriff. Le dedicó una mirada severa a su compañero. Si bien razón no lo faltaba, aquello no eran formas. Anotó mentalmente los detalles proporcionados por Joanna Baker al tiempo que descargaba su respuesta. 

-¿Le suena el nombre de Erik Jan Hanussen? -escudriñó a la sheriff mientras ésta se encogía de hombros. Fue un hiptonizador austriaco, un mago, un mentalista. Hizo una breve pausa. Fue uno de los adivinos predilectos de Hitler, vaticinó su llegada al poder, así como el famoso incendio del Reichstag. Pronunció la última palabra con un logrado acento alemán.

La diferencia entre el señor Hanussen y nosotros, sheriff Baker, es que carecemos del don de la videncia. No podemos ver, ni adivinar lo que pasó hace tiempo, lo que está pasando en otro sitios, ni lo que pasará en un futuro. Nuestras únicas herramientas son la lógica, la minuciosidad y el método, así que no podemos adivinar por arte de magia lo que no sabemos o no podemos deducir. Creyendo haber expresado su idea con claridad, terminó. Le ruego que en un futuro sea más diligente a la hora de aportarnos toda información útil. Por muy obvia que ésta le parezca.

La sheriff muestra un rostro de confusión al escuchar las explicaciones históricas del Agente Dwight, para después cambiar la cara a la resignación.

- Eh... Sí... Por supuesto. - Contesta, guardándose el paquete de chicles visto el poco éxito que ha cosechado.

Fred, que ve la incómoda situación, decide salir al paso con esa espontaneidad que tienen los jóvenes apasionados para echarle un cable a su amiga.

- ¿Y cuál es el siguiente paso, Agente Dwight? La Sheriff Baker seguro que les ayudará a entrar en Ashville allí donde ningún agente del FBI podría llegar. Y, por supuesto, cualquier cosa que necesiten, también pueden contar conmigo.

- Fred se conoce el condado como la palma de su mano. - Continúa Joanna Baker, agradeciendo la mano echada por su compañero. - Cualquier referencia geográfica que necesiten... llamen a Fred.

- ¿Preparo café? - Irrumpe Patty.