Partida Rol por web

Por un instante os ha parecido ver que había algo de iluminación que se colaba entre las rendijas de la puerta cerrada que da acceso al resto de la casa, pero que ha desaparecido por completo en breves instantes.

La empapada madera que conforma el suelo chirría débilmente bajo vuestros zapatos a cada paso que dais.

El leve olor a podrido de los sofás se une a un olor a antigüo, a viejo, a cerrado. os gustaría poder ver el encanto de esta casa a la luz del día, porque por la noche, no lo tiene en absoluto. Al menos, si se hiciera una buena restauración...

Washiskowaho se muestra relativamente tranquilo en el interior de la casa.

Esto con años mas limpiarr pero a diario. Seguirr buscando. susurra en una incomprensible jerigonza anglo-germánica mientras se aproxima a la puerta.

Bauberg da un pequeño respingo, con la respiración entrecortada se queda mirando fijamente a la puerta, como si pudiera ver a través. De forma inconsciente, la mano derecha palpa la pequeña pistola bajo la chaqueta.

¿Alguiien más a visto luz bajo esa puerta?, ilumine aquí Sr. Barceló, voy a abrirla.

El anticuario, con más miedo que verguenza, se acerca con pasos vacilantes a la vetusta puerta y desliza la mano sobre el picaporte.

Sí, ahí había algo - dice Lindsey mientras señala a la puerta - Pero ahora no veo nada. Lo que sea ha pasado fugazmente, así que creo que debemos de apresurarnos

Barceló acerca el haz de luz de su moderna linterna a pilas a la puerta.
Si, claro. Cuando quiera. dice en un tono bastante auxiliador.

El picaporte gira lentamente y la puerta comienza a moverse con algo de dificultad debido a que la madera se ha hinchado, con un ligero chirrido.

Inmediatamente vuestra mirada se dirige hacia la única fuente de luz de la sala, situada a la izquierda de la estancia: unos puntos de luz anaranjados y muy débiles que no alcanzana iluminar mas de un par de centímetros a su alrededor.

Barceló dirige hacia allí el haz de luz de su linterna, que penetra en la penumbra de esta habitación combatiendo a la insondable oscuridad sacando a la luz sus bien guardados secretos.

Ese pequeño foco de luz resulta ser las ascuas de una chimenea de piedra de mediano tamaño, donde unas delgadas ramas de madera se están poco a poco convirtiendo en cenizas y calcinando. El olor a madera quemada es notorio, aunque algo tenue, que era absorvido por el mas fuerte olor a humedad y a podrido que se apreciaba en la habitación por donde habéis accedido a la casa.

El haz de luz se mueve hacia la zona situada justo enfrente de la chimenea, donde también hay bastante polvo, al igual que en la habitación donde os encontráis. (Asumo que miráis desde el umbral por el momento), pero a diferencia de ésta, ha sido retirado a patadas y no se encuentra tan pegado al suelo (aquí no hay goteras, con lo que la humedad es inferior). De hecho pueden verse huellas en toda la estancia.

En ese momento Joseph Washiskowaho aprieta los puños y los dientes y comienza a emitir una epecie de débil gruñido.

La linterna de Barceló comienza a moverse lentamente hacia la derecha. Una silueta en el suelo de tamaño mediano a escasos 40 cm de la chimenea llama su atención durante breves instantes. Se trata de algo alargado, de cerca de un metro de largo y tendido en el suelo. ¿Un cuerpo infantil? sería factible, en efecto que alguno lo pensara. Pero su forma es demasiado.... informe.

El haz de luz la enfoca dicha silueta mientras la congoja crece en vuestros corazones.

Una manta. Era una simple y gruesa manta de lana de color pardo, que alguien tiró en el suelo sin preocuparse por doblarla primero. Mientras el alivio inunda vuestro corazón, la linterna enfoca una lámpara de aceite apagada situada al lado de la manta, así como un objeto cilíndrico y metálico.

Judías con carne Campbell dice Washiskowaho al reconocer la etiqueta de la marca de conservas que ha conformado su dieta prácticamente desde su llegada a América. cuando el haz de la linterna enfoca ese objeto. La lata está abierta y en su interior asoma el borde de una cuchara. A su lado, una lámpara de aceite apagada, una caja de cerillas, un abrelatas, una navajilla y un ejemplar del Arkham Gazette.

El haz de luz se mueve hacia la derecha, situándose en la pared frente a la puerta donde en este momento os encontráis. Unas ventanas en la pared de enfrente, esta vez con las contraventanas cerradas, y una puerta trasera. En los marcos se encuentran de nuevo los mismos símbolos que ya vísteis en la entrada. Nada de interés. El haz de luz llega hasta la pared derecha, donde hay una estantería alta de madera, completamente vacía.

Vuelta hacia la izquierda. El haz de luz vuelve a iluminar la chimenea y continúa su recorrido. Ilumina así un pequeño aparador de caoba de apenas 50 cm. de alto terriblemente afectado por rayones y desconchones. Encima de él hay una caja de madera de unos 8 cm de alto por 20 de largosobre un fajo de papeles amarillentos.

Finalmente la linterna completa su recorrido: en la esquina de la pared izquierda hay una empinada escalera descendente hacia un oscuro sótano.

Joseph Washiskowaho es el primero en entran en la estancia, con los puños apretados y dirigiéndose hacia la escalera descendente. Al pasar a vuestro lado le escucháis gruñir.

Con el ruido de la tormenta no es nada fácil identificarlo, pero jurarías que ahora has escuchado una respiración agitada. Y eso no sería nada del otro mundo sino fuera porque no proviene de ningunode vosotros. Y ha sido un sonido tan débil que incluso no estás segura de haberlo oído. De hecho la pesada y ruidosa respiración de Bauberg te impide poder concentrarte en la procedencia del mismo.

Ya en la estancia, y sin preocuparse por los movimientos de Joseph, Lindsey aletea con las manos con fuerza, como si mandara callar a todos. Para enfatizar ese deseo, hace con la mano el movimiento mímico de cerrarse la boca con cremallera, mientras de un modo bastante osado le lleva la otra mano libre a la boca al señor Bauberg, tapándole nariz y boca sin llegar a apretar, pero intentando que resuenen menos sus respiraciones.

Los pómulos de Bauberg, normalmente blencos y cetrinos, se llenan de color cuando se ruboriza por el gesto de Lyndsey. Haciendo uso de su voluntad se obliga calmarse y a respirar más despacio. Luego, suavemente aparta la mano de la Sta indicando con la mirada que ha comprendido.

Luego avanza haciendo el menor ruido que puede hasta alcanzar la lámpara de aceite y la enciende con un rescoldo de la chimenea, ajustando la espita del artefacto hasta conseguir una débil luz mortecina.

¿Habrán sido imaginaciones tuyas? realmente algo escuchaste, pero no sabes identificar la procedencia de esa respiración. Lo has perdido, aunque Bauberg esté mas silencioso.

La estancia va iluminándose una vez la llama va tomando fuerza en la lámpara de Bauberg.
Washiskowaho se encuentra al pie de las escaleras descendentes escudriñando en la oscuridad pero sin atreverse a descender.

En el centro de la estancia veis una cuerda que cuelga del techo que os pasó desapercibida al usar la linterna, anudada a una argolla situada en una trampilla con el mismo símbolo de protección grabado. El acceso al desván.

Lindsey mira a sus compañeros, interrogante en un alzar de cejas cuando alguno de ellos cruza su mirada con la de ésta. No quiere hablar, como si intuyera que hay algo más cerca de lo que realmente creen.

mmmmmmmmm... no veo.

Páseme la linterna dice dirigiéndose a Barceló que todavía en el umbral se limita a mirar un tanto absorto al símbolo situado en la trampilla que da acceso al desván.

Barceló acerca la linterna a Washiskowaho, quien emite un nada agradable gruñido como agradecimiento.

El joven y bravo anarquista ilumina la escalera.

Allá voy dice en un tono monótono.

Barceló dice.
Espera, muchacho, no es prudente que vayas solo. dice mientras abre ligeramente su chaqueta y acerca su mano a su sobaco izquierdo.

Paul Bauberg eleva un poco la linterna para iluminar a sus compañeros, la sombra del anticuario, acorralada entre la luz de la linterna y los rescoldos de la chimenea, se retuerce dibujando figuras fantasmagóricas.

Señores, un poco de tranquilidad. Creo que debemos llegar a consenso y decidir que vamos a hacer. En esta casa hay alguien, un ladrón o un sin techo, pero podría ser peligroso. Creí que íbamos a ver ese misterioso desván, ¿porqué quieres bajar al sótano, chico?

Dice alumbrando a Joseph.

mientras el señor bauberg esta hablando , yo intento ver si hay algun tipo de rastro por esta zona, me imagino que con el polvo si hay pisadas se notaran

Vinacci reacciona al fin. Pasa del umbral de la puerta y se dirige hacia donde se encuentre el periódico. Anda despacio, muy despacio, mirando continua e intermitentemente a la trampilla del desván y las escaleras del sótano.

Cuando se percata de que al menos dos de sus compañeros van armados se tranquiliza un poco. A decir verdad lo esperaba del soldado, pero no del anticuario...

- Señor Bauberg - dice en un susurro mientras observa le periódico - No estaría de más registrar toda la casa, no me gustaría que un mendigo me asaltase por la espalda mientras examinamos lo que hayamos venido a ver. ¿Se ha fijado en los símbolos que decoran las paredes?

Bauberg asiente tras la lámpara.

Los he visto y aunque no es de extrañar si en esta esta casa se juntaba un grupo con fines esotéricos, son bastante inquietantes.

El anticuario saca de debajo de la solapa una pistola pequeña y compacta del calibre .32. Parece incluso un juguete entre los gruesos dedos de Paul, que además la sostiene con poca seguridad.

Bueno pues al menos estemos preparados para lo que pueda pasar. ¿Quieren empezar entonces por el sótano?

Por mi, bajemos ya al sótano.... - opina sin mucha credulidad en sus palabras, algo apagadas.