Partida Rol por web

La ciudad de Tiro amanecía aún con la humedad de las lluvías de ayer. Viajas en el viejo coche de Makarov hacia una de las oficinas del gran jefe, cerca del puerto. Te fijas en lo trabajadores que son los Hombres del Mar, tribu mayoritaría en esta ciudad, que marchan hacia sus respectivos trabajos con tranquilidad.
Desconocen la lucha entre las mafias que existe, aunque a veces son ellos los que sufren las consecuencias.

Siendo Tiro uno de los mayores puertos del Imperio, no hay que ser muy listo para imaginar lo que significa controlar el muelle para los negocios. La familia Mogilevich fue pionera en hacerse un nombre en esta ciudad, a lo cual tanto Makarov como tu ayudásteis notablemente; pero ahora os estáis viendo muy presionados por Las Tres Rosas y La Familia, que usan su gran poder para echaros del negocio.

Lleváis más de tres semanas sin acción; tras aquel asalto a un clan menor de Hombres del Acero que intentaron extorsionar a varios negocios "afines" a vuestra familia. Eso es algo que Andrei Mogilevich no puede permitir, sino perdería el respeto de todos.
Ahora el gran jefe os ha hecho llamar. Eso sólo puede significar una cosa: Muertes.

Nunca os reclama para trabajos menores o para pensar en un negocio. Vosotros sois los ejecutores. Los limpiadores. Los aniquiladores. Simplemente hacéis vuestro trabajo y disfrutáis de una vida cómoda sin complicaciones.

- A ver qué quiere hoy el jefe...- Comenta para romper el hielo mientras apaga su cigarro en el cenicero abarrotado del coche.

Gira el volante para coger una calle que acaba al principio del puerto. En ese momento te fijas en Makarov, en su aspecto limpio, en su sonrisa agradable. Cae bastante simpático y las mujeres dicen que es guapo.

Si ellos supieran.

Cuando se trata de trabajo Makarov es otra persona. Deja de lado su carisma y su simpatía y se coloca la piel de un asesino implacable. No sólo te enseñó a disparar, a pelear, a matar; sino también lo que significa la ética en el trabajo. Se debe conseguir el objetivo pero con disciplina, con eficacia; sin artificios ni bravuconadas.

Gracias a vuestras aptitudes y actitudes, sois reconocidos en el mundo de la mafia. Tenéis tanto el respeto de vuestro Don, como de los rivales de éste.

Dejo escapar el humo del cigarro lentamente mientras miro de soslayo a Makarov. Le debía mucho al viejo y sentía genuino aprecio por el. Sonrío.

-¿Crees que nos dará unas vacaciones al fin? Bien que nos las merecemos...-Niego divertido- Posiblemente nos lance como a dardos contra tres rosas o La familia.

Bajo un poco la ventanilla y lanzo el cigarro.

- Joder, ya te digo. Unas buenas vacaciones en alguna isla de los Hombres de Oro, con un harén de bellas mujeres y monos amaestrados que me traigan una copa.- Sonríe ante el sueño, pero en la realidad está comenzando a llover.- Creo que el jefe se está pinchando con todas las espinas de las Tres Rosas. Seguro que nos tocará hacer de jardineros.

Aparca el coche cerca de un edificio gris de dos plantas.

- Ya hemos llegado.

Suspiro ante la que se avecina.

-En fin amigo... ¿Veamos a ver que quiere te parece?-Digo saliendo del coche. Algo no me gustaba. Adoro que llueva pero notaba en el aire que algo no iba a ir bien.- Isla de los hombres de oro... Entrabas tu y se convertia en la isla de los no-Makarov.

Entráis en la oficina del puerto. Saludáis a unos cuantos gangster conocidos y a los guardaespaldas del Don antes de cruzar la puerta de su despacho.

La estancia es agradable. Los muebles de madera de calidad y los asientos de cuero decoran la habitación, junto a bonitos cuadros, una mesita. sofás y un mueble-bar de lo más apetecible.

- ¡Ah! Makarov, Mikail.- Os saluda, levantando la vista sobre unos papeles que revisa en su escritorio.- Pasad y sentáos chicos.

Saludo con un gesto de la cabeza como muestra de respeto.

-¿Mando llamar jefe?- Digo tras sentarme.- ¿En que podemos ayudarle?

Ambos os sentáis frente al Don mientras éste guarda en una carpeta los papeles que estaba leyendo.

- Sí, os necesito. Como supongo que estaréis al tanto, las Tres Rosas y La Familia intentan hacerse con el puerto de Tiro. Con mi puerto.- Hace un gesto para maldecir, pero se contiene.- No podemos quedarnos quietos, pero tampoco podemos luchar contra ellas. Son diez veces más fuerte que nosotros.

Se levanta hacia su bar y se sirve una copa.

- Quiero aliarme y formar parte de La Familia. Ya están iniciados los contactos, no podemos hacer otra cosa; es la única forma de sobrevivir.- Aunque sea el Don y no tenga que dar explicaciones a nadie, de alguna forma intenta que comprendáis su punto de vista.- Pero los Americci van a intentar jodernos; van a intentar joderme el plan y eso no estoy dispuesto a permitirlo.

Se acerca a vosotros.

- Los hermanos Americci se encuentran en una colonia de El Yermo haciendo una compra de no se qué cojones que han conseguido de una base militar, que seguramente regalarán a La Familia para entrar ellos en vez de nosotros. El caso es que hemos contactado con una Sombra del Emperador que está muy interesado en el dispositivo o lo que sea.- Explica.- Así que el plan es fácil, ayudáis a la Sombra a conseguir el cacharro y vosotros os encargáis de los Americci. ¿Alguna duda?

Frunzo el ceño. Hay tantas cosas que pueden salir mal, que nos traicionen que detonen lo que han conseguido, que la informacion no sea buena que las tropas que aporten La sombra no esten a la altura, que los Americci nos vuelen el culo...

Así que decido preguntar lo mas importante.

-¿Cuando salimos? Me figuro que no habra que preocuparse por montar un escandalo, ¿Verdad? Me explico, ¿Podemos detonar unas pequeñas cargas de C4 estrategicamente colocadas en el recto de los Americci? Así sabra que todo a salido bien.- Digo con una sonrisa.

Sonríe con tu comentario, imaginando que es verdad; pero pronto vuelve a ponerse serio.

- Sí, pero tened cuidado en El Yermo.- Avisa.- Estaréis lejos de casa y no tenemos amigos como en Tiro.

Toma un sorbo de su vaso.

- Mañana a primera hora os reuniréis con la Sombra, que dice llamarse Jamal, en el muelle 8. De allí sale el barco en dirección a la colonia de Marfría, donde estarán los Americci. Id preparados.

Asiento y me levanto.

-Siempre es un placer trabajar con usted jefe.

- Os espero a la vuelta. Espero que con buenas noticias.- Os despide.

Hago una pequeña reverencia y asiento antes de marcharme.

-Siempre es un placer, jefe.

Sales junto a Makarov del edificio del jefe y después te ofrece un cigarrillo.

- ¿Qué opinas del trabajo?

Se lo cojo y lo enciendo con un suspiro.

-Trabajo chungo, condiciones pésimas, con gente desconocida y grandes oportunidades de que nos vuelen las pelotas por todos los lados...- Sonrío mientras me lo llevo a los labios y me apoyo en el coche.- No se... Suena al típico trabajo de todos los días, pero un poco mas serio. De todas formas hasta que no lleguemos al lugar no lo sabremos. Vamos a terminar con esto pronto. Así te enseñare un nuevo garito que encontré el otro día. La camarera es tan liberal que hasta un tío como tu, tiene posibilidades.- Termino en broma.

- Jajaja.- Se rie.- Oye, que estás hablando con un profesional del cortejo.- Explica, aunque no se le conocen novias realmente.

Tira el cigarro y saca las llaves.

- ¿Comemos juntos?

Sonrio y asiento.

-Mientras que no me hagas cocinar a mi perfecto. Por si no recuerdas lo de Kabul, estoy seguro que aun queda pasta pegada al techo de la habitacion de esa cocina.-Digo recordando el estropicio que monte la ultima vez que traté de cocinar algo.

Suspiro y echo el cigarro al suelo.

-A ver empieza pronto la accion.

Tras comer y tomar alguna copa, os separáis para dormir un poco y preparaos para el dia siguiente, que amanece bastante soleado tras las lluvias del día anterior.

Makarov ya te esperaba en la puerta de tu casa, pero te lanza las llaves del coche.

- Toma. Conduce tú un rato.- Abre la puerta del acompañante.- Era el muelle 8 ¿no?

Cazo las llaves al vuelo y sonrio.

-¿Mala noche eh? -Entro y enciendo el motor- Creo que si. A ver que depara el dia.

Aparcas el coche en un estacionamiento del puerto lo más cerca posible del muelle 8. Tras un breve paseo os encontráis un hombre bien vestido, posiblemente de la tribu de los Hombres del Oro del Imperio, la intuición os dice que es el miembro de las Sombras del Emperador.

- Buenos días. Supongo que ustedes son los enviados del señor Mogilevich, ¿verdad?