Partida Rol por web

El Ojo de Neptuno

Preludio I: Amargas despedidas

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04/02/2016, 20:05
Narración

1675 A.D. A varias millas de Haití

Esa mañana cuando el barco zarpó, el mar estaba tranquilo y de un azul muy fuerte, del mismo color con que se podría imaginar, tienen los ópalos al ser encontrados y traídos a la luz por primera vez desde que se les sacara de la tierra. Las olas se mecían con una suavidad más bien sonora, mientras el viento traía los graznidos de los albatros y las esencias salinas de un océano agradable y complaciente que parecía abrirle los brazos a todos los navegantes dispuestos a recorrerlo. Y con este optimismo contagioso había zarpado el ágil bergantín "Jörmundgander", una embarcación llena de marineros ingleses, noruegos y suecos que era una mezcla de comerciantes apenas legales recorriendo rutas turbulentas entre las colonias. Sus velas grises le delataban y en los últimos meses había ganado una reputación como barco en donde cualquier negocio o transporte, sin importar lo difícil o lejano que fuese, terminaba encontrando su destino en condiciones casi-perfectas.

Es allí en donde se encontraban Nyalish y Sæunn. La primera era una chica con aires ingleses y un acento enredado que muchos reconocían como irlandés. Una pelirroja de joven y hermoso aspecto que había entrado a formar parte de la tripulación bajo invitación del capitán hacía unas pocas semanas y a la que se le reconocían turnos de trabajo y diversión por igual. Siendo además de las más jóvenes en la tripulación, se había ganado el cariño de todos, a pesar incluso de su inclinación poco saludable a jugarle bromas a más de uno de sus compañeros. La segunda, era la hija del capitán y la primera oficial: Bjorn Costilla de Hierro y Sgrid Hachasangrienta, quienes a pesar de su origen escandinavo, habían llegado a agrupar a un considerable número de escoceses e irlandeses con quienes se cruzaban palabra en el inglés más pintoresco que pudiesen escuchar los nativos. La joven Sæunn también poseía una belleza que se robaba los suspiros de más de uno de los presentes, mientras su cabello plateado, heredado de su padre, siempre llamaba la atención.

Sin embargo, este viaje que se veía prometedor, se encontró con algo peor que las tormentas traicioneras que sorprendían a los navíos en el mar Caribe: La Armada Española. Durante meses, historias de la creciente intolerancia de su majestad (o según decían los más versados, de los gobernadores en representación de su majestad), terminaban siempre con la persecución y eliminación de todos aquellos barcos que juzgaban y sentenciaban como piratas y bucaneros, acusados de robo, pillaje y sabotaje, así como de extender la degeneración entre las colonias. Y encontrarse con las carabelas de guerra Isabela y Juana, y el monstruoso galeón San Cristóbal eran muy malas noticias.

La tripulación corrió a sus posiciones y el capitán se mantuvo sereno, con la esperanza de que aquella aparición no fuese sino un escarmiento y que tan sólo intentasen confiscar mercancías. "En el peor de los casos, nuestro bergantín es más rápido incluso a contra-viento. De ser necesario, escaparemos". Así que los nervios y la tensión habían reemplazado la tranquilidad y el optimismo de todos.

Nadie se esperaba que el gigantesco galeón girara de repente, apuntando sus dos líneas de cañones que retumbaron antes de que cualquier orden saliera de la garganta del capitán. La madera crepitó mientras durante casi un segundo se escuchó el sonido del trueno de todos los cañones siendo disparados uno después del otro, haciendo que la madera crujiese y que el aire se rasgara con silbidos. Para cuando la primera oleada había terminado, había varios cuerpos en tierra y un olor a pólvora y miedo en el aire. El barco se estremecía de dolor y con gran fuerza giró para darle la espalda a los navíos de la armada. "¡Izad las velas! ¡Nos vamos de aquí!" ladró Bjorn, mientras los marineros se sacudían el miedo del cuerpo y las dos fragatas se acercaban rápidamente. El capitán cruzó unas palabras con su esposa, quien junto con Nyalish y Sæunn empezó a preparar uno de los pequeños botes. 

 

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04/02/2016, 21:49
Sigrid Hachasangrienta

Cuando las amarras fueron soltadas y otros dos marineros sostenían de las poleas al bote, volteó para mirar a su hija y a Nyalish. -El capitán ha dicho que debéis partir aquí. Junto con Daniel. Los tres más jóvenes de entre nosotros.- dijo ella en acentuado inglés con gesto serio. Sigrid. Sostenía en su mano además un paquete alargado envuelto en varios trozos de tela blanca y amarrado con una cuerda en los extremos.

Sigrid, la primera oficial y consorte del capitán, era una mujer comprometida cuyo talante oscilaba de la seriedad a la tranquilidad en un pestañeo. Era rubia y su piel enrojecía con facilidad ante el sol. Sus ropas eran siempre testimonio de su origen y sus trajes ostentaban pieles delgadas que ella aseguraba, jamás se calentaban durante el sol del caribe. Su rostro estaba tatuado, al igual que sus brazos, y no era un secreto que, al igual que su pareja, conocían suficiente de la antigua magia escandinava de las runas, como para que nadie quisiera ponerles a pruebas. Sigrid era alta y su cuerpo era fornido, con un porte grácil, de músculos bien formados. Su rostro era delgado, sus ojos pequeños tenían el mismo color que el mar en la mañana, y su boca, también estrecha, apenas si se abría al hablar.

-He mandado a por Daniel, pero debéis subir ya. Hay algunas islas al oeste de allí, si logramos liberarnos de los españoles, volveremos por vosotros... si no...- dijo mientras un reflejo de preocupación cruzó su rostro. -Si no, volved a Tortuga.- dice mientras intercala la mirada con Nyalish para luego volver a Sæunn. -¿Está claro?- preguntó poniendo una mano sobre el hombro de su joven hija.

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06/02/2016, 02:15
Sæunn Thorlakdottir

La arena de la playa se alejaba de nuevo. Yo, sentada en la popa del barco miraba sonriente la arena mientras zarpábamos. El mar, de un azul ópalo bajo mis pies auguraba quietud, madre y padre habían pronunciado su acostumbradas plegarias, yo aún intentaba encontrar una, madre y sus runas siempre insistían en ello “debes encomendarte a uno de nuestros dioses, y hacerlo tuyo”. ¿Njörðr? Que maneja el agua, el fuego, los vientos y mareas… ¿el siempre poderoso Thor? Madre se encomienda a Týr, padre a Odín ¿Y yo? ¿A quién debo encomendarme? No soy capaz de decidirme.

A lomos de Jörmundgander  nos adentramos en el océano, la colosal serpiente ¿Y si no quiero encomendarme a uno de los Æsir? Suspiro, emocionada, sonriente, feliz, seis días hemos pasado en tierra firme y a mí ya se me estaba haciendo eternos.

Me recuesto sobre la madera, las gaviotas aún sobrevuelan el cielo, las enormes velas grises inflan sus pulmones llevándonos lejos. A bordo marineros de todo tipo, aunque hay una mujer que destaca entre todos ellos, una muchacha que casi tiene mi edad, Nyalish; qué bonita es esa muchacha, su cabello es de color fuego, es alegre y vivaz como pocas he conocido. Lleva ya unas semanas con nosotros y lo cierto es que le he ido cogiendo cariño, con ella puedo hablar de cosas que no había podido contar a nadie, cosas supongo que propias de mi edad. Desde luego, nos reímos mucho, yo le cuento algunas batallas, ella me cuéntalas suyas, incluso algunos comentarios sobre hombres se nos han escapado.*

Pero volviendo al fatídico día, aparece ahora en escena la armada española, los ejecutores, la tormenta de la que pocos barcos se libran, esos hombres que adoran a un solo Dios y en su nombre ejecutan lo que ellos llaman, mandato divino. Actuar en nombre de un solo Dios, único y verdadero, no puede existir tamaña estupidez. Recuerdo que la primera vez que lo escuché, me eché a reír pensando que era una broma. Los españoles, henchidos de arrogancia frente a nosotros, con un galeón inmenso armado como si salieran de las entrañas del Ragnarök.

Frunco el ceño nada más lo veo aparecer en el horizonte, asiendo la espada que aquella mañana padre me había regalado, y a la que yo era incapaz de bautizar. Padre, sereno mientras todos los demás corrían entre gritos y voces de alarma. Sonrío, tranquila, al ver a padre tan sosegado, tan seguro, quizás…

El suelo tiembla bajo mis pies, casi puedo sentir el alarido de dolor que Jörmundgander emite, y en otro caso, quizás por el trueno de Thor, cualquiera de nosotros habría luchado contra la serpiente, pero no hoy, no este barco. Sujeto el asa de la espada con fuerza, el barco puede aguantar, seguro que puede. Busco sus ojos cuando madre nos conduce a un bote, busco su fuerza, pero no los encuentro.

- ¿Partir? – frunzo el ceño contrariada.

Sólo los cobardes huyen de una batalla, solo los desgraciado que la diosa Hel reclama para sí. ¡Partir! ¿Es padre quien ha tenido la idea? Pero… no puedo contrariarlo, no puedo negarme, no puedo protestar... sólo confiar en él. Madre, sus pieles, su tranquilidad, su siempre estoica templanza, nos acompañan frente a uno de los pequeños botes. Me fijo en el pequeño saquito blanco que lleva en la mano, y la miro confundida. Yo no quiero marcharme, y en mi gesto se ve el desasosiego que eso me causa.

- No está claro, madre, podemos combatir contra los españoles – y en mí puede notarse la rabia por muy tranquila que quiera parecer.

Una mirada de madre basta para sellar mis labios, puedo ser rebelde en muchas cosas, pero no cuando hay una batalla en ciernes y quizás la necesiten al frente y no en retaguardia bajando un bote. Sujeto yo también su hombro como ella hace con el mío, seria, dolida, pero también segura. Saldrán de esta, como de tantos otros abordajes han salido airosos. Tengo que calmarme.

- Y sino… nos veremos en el Valhalla, madre – fuerzo una sonrisa de medio lado, no quiero que se preocupe por mí, quiero que se centre en la tormenta que nos adviene.

Luego miro a Nyalish, y sonrío de nuevo, algo más tranquila. Todo saldrá bien, no puedo dudar de ellos ahora, Týr y Odín los protegen, nada malo les ocurrirá.

Notas de juego

* (Si quieres profundizamos en algunas anécdotas)

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06/02/2016, 04:57
Nyalish

Llevo un rato inclinada sobre el borde de la cubierta, más o menos desde que zarpamos. No me toca trabajar este turno, así que puedo sencillamente quedarme ahí, dando gracias a todos los dioses habidos y por haber porque hayamos vuelto al mar. Odio estar en tierra firme, me siento encerrada y añoro con intensidad poder mirar a mi alrededor y ver la inmensidad del océano ante mis ojos. Ni siquiera soy capaz de dormir en condiciones sin el rumor de las olas velando mi sueño. 

Así que con los ojos cerrados y el rostro inclinado hacia arriba disfruto del olor del salitre y la humedad del aire. Las pequeñas gotitas que salpican mis mejillas me hacen reír y la voz de un miembro de la tripulación hablando en inglés cerca de mí, me hace girarme con rapidez. Lo busco con mis ojos violetas brillando con una curiosidad innata que nunca se apaga. Y es que hay tantas cosas que quiero conocer...

En el movimiento, una estela plateada atrae mi atención. Ahí está Sæunn, mi nueva mejor amiga. La anterior se quedó dos barcos más atrás, pero eso ya no importa: es el pasado. Ahora estoy aquí y adoro a esta chica. Me encanta todo el misticismo que posee y que parece haber heredado de sus padres. Me gusta hablar con ella y a veces me gusta sólo mirarla caminar por la cubierta mientras los hombres más rudos suspiran a su paso. 

Me río entre dientes. Lo mejor de ella es que ni siquiera se da cuenta de lo especial que es y eso la hace todavía mejor. Lo cierto es que me gusta este barco y me gusta esta gente. Supongo que al final terminaré por marcharme, como siempre, pero por ahora pienso exprimir hasta el último minuto que pase sobre el Jörmundgander.

Finalmente localizo al tipo que estaba buscando y doy un par de zancadas para alcanzarlo y ponerme delante de él. Siento cómo el viento sacude mi melena y la despeina. Algunos mechones golpean mis mejillas y sonrío. Adoro el viento en plena mar.

—Oh, Jimmy, Jimmy... —Lo miro de arriba a abajo y mi sonrisa se amplía, mostrando una dentadura fuerte y blanca.

La sonrisa parece venir de serie en mis labios, como un gesto natural. Es raro verme triste o apagada. ¿Para qué voy a perder el tiempo en eso con la de cosas que hay por vivir y conocer justo delante de mí?

—Tienes toda la cara de estar deseando perder unos gremiales contra mis dados. —Los dedos me cosquillean de pura expectación cuando los llevo al bolsillo y doy algunos golpecitos sobre la tela, haciéndolos sonar. —¿O no te atreves? —añado, desafiándolo con complicidad. Y no es porque lleve mucho tiempo en esta tripulación, apenas unas semanas, pero la verdad es que no me cuesta mucho hacer amigos. Al fin y al cabo todas las personas tienen algo interesante, sólo hay que esperar que lo saquen a la luz.

Empiezo a cambiar el peso de una pierna a la otra alternativamente, con impaciencia por su respuesta, cuando esa horrible Armada Española aparece para aguarnos la fiesta a todos. Todos corren a sus puestos y yo hago lo mismo, aunque por el camino me tropiezo unas cuantas veces con cuerdas y aparejos. 

Mi mirada busca a Sæunn y a sus padres, intentando ver en su actitud cuál debería ser la mía y al contemplar su calma, me relajo. 

—¡Eh, Dave! —llamo, al chico que está más cerca de mí y hago un gesto con la mano para atraer su atención—. ¿Sabes cuántos españoles hacen falta para izar la vela mayor? 

Me lo quedo mirando, esperando que diga que no para continuar el chiste, pero ahí se queda en el aire cuando los cañones retumban apagando el dulce rumor del mar. Doy un respingo, sobresaltada, y miro hacia el barco que nos ha disparado, agarrándome a lo primero que pillo, que resulta ser precisamente Dave. Y mira que normalmente me encantaría quedarme abrazada a él, porque está muy bien plantado, pero justo en este momento lo único que me pide el cuerpo es huir sin mirar atrás. 

El barco cruje, la pólvora en el aire invade mis pulmones haciéndome toser y algunos de mis nuevos amigos están tendidos en el suelo con muy mal aspecto. Miro a mi alrededor, buscando a Sæunn y suelto a Dave para avanzar hacia ella lo más rápido que puedo, manteniendo a duras penas el equilibrio. 

—¡Por Odín! —exclamo asustada, usando una expresión que ni siquiera conocía unas semanas antes, pero que ahora ya he adoptado en mi vocabulario hasta el punto de usarla con naturalidad—. ¿Qué vamos a hacer?

Sigo a Sigrid sin dudar ni cuestionar sus decisiones y obedezco todas las indicaciones que me da para preparar el bote. No me gusta escuchar que nos vamos los tres solos y durante un instante pierdo toda mi jovialidad para contemplar a esa mujer con más sabiduría en la mirada de la que suelo mostrar y también más de la que me correspondería por mi lozanía. Miro a mi amiga y luego de vuelta a su madre. Sin embargo, sé que no debemos distraerla, que tiene otras ocupaciones, así que no discuto con ella y me limito a asentir con la cabeza. 

Y tras ese pequeño momento de seriedad, tomo aire lentamente y recupero mi sonrisa. Al fin y al cabo, esto no es más que otra aventura y si algo se me da bien es escapar por los pelos de situaciones complicadas. Me acerco a Sigrid y le planto un beso en la mejilla con naturalidad. 

—Que nos veamos pronto —respondo, con una expresión que me agencié en algún otro barco en vete a saber qué viaje.

Mis ojos se detienen en Sæunn y le devuelvo la sonrisa antes de empezar a subir al bote. 

—Vamos, Sæ, todo va a salir bien. Marchemos.

Notas de juego

Si te parece, vamos inventando sobre la marcha y si se nos ocurre algo concreto nos comentamos en el off ^^.

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09/02/2016, 05:14
Sigrid Hachasangrienta

-Sæunn- pronuncia Sigrid con la serenidad y la seriedad que la caracterizan. Sus ojos azules, profundos como el océano te observan y hay una tristeza maternal que normalmente los más curtidos de los guerreros no se permiten. Guarda silencio, pensativa, mientras el barco se mueve como un enorme leviatán herido, tratando de ganar distancia de sus perseguidores. En la toldilla, está el capitán, el padre de Sæunn frente al timón, concentrándose en lo que hay por delante, sin dedicar ni una sola mirada a su hija. El silencio que han dejado tras de si los cañonazos, el olor a pólvora en el aire y ese sudor frío que acompaña a la muerte en momentos así, parecen estar a puntos de verse interrumpidos por una segunda oleada. El temor crece en los corazones de la tripulación.

-Sæunn, nuestros enemigos hoy no quieren combatir contra nosotros- explica la mujer rubia mientras mira hacia un lado. El barco está haciendo un amplio giro, ganando tiempo seguramente. -No hay honor en sacrificar vidas jóvenes sin que hayan tenido el valor de estar en una verdadera batalla. Es por eso que tu padre ha dado esta orden. Si la Armada llegase a alcanzarnos... no podrás ni siquiera sacar la espada de su funda- habla con lentitud, y en esta ocasión es una madre tratando de hacerle entender a su niña el por qué de algo que está muy afuera de su comprensión. La mujer se niega a quitar los ojos de la chica de pelo gris, pero evita acercarse demasiado, como si temiera romper la santidad de aquel momento con un movimiento.

-No entristezcas. Tu padre aún confía en que Njord nos brindará su favor, y les dejaremos atrás. Pero debemos ser precavidos y ninguno de los dos está dispuesto a poner vuestras vidas en riesgo- añade. En ese mismo instante, uno de los marineros aparece corriendo agotado. Su gesto es sombrío y su expresión revela que trae malas noticias. "Daniel... está mal herido. No... no lo logrará" explica. Sigrid asiente y le agradece, para luego voltearse sobre Nyalish. Esta vez la expresión en sus ojos es de premura, cargada de infinita incertidumbre.

-Nyalish. Seréis vosotras dos en ese bote, te pido entonces, no como superior, sino como madre de Sæunn.- menciona mientras cada sílaba es arrancada con gran fuerza y la emoción es contenida en las pétreas facciones de la mujer. -Cuídala hasta que ambas estén a salvo. Que Iðunn os guíe y os aleje de los ojos de nuestros enemigos- menciona más como una plegaria. Su mano cae sobre el hombro de la pelirroja. Luego, por tercera y última vez, Sigrid Hachasangrienta observa a su hoja.

-Cuídala hasta que nos volvamos a ver- dice entregándole el fardo de mantas haciendo que la chica estire las dos manos. -Y si hemos de vernos en el Valhalla, úsala para que ese momento no llegue a ti antes de tiempo.- dice finalmente. Ambas entienden que sus palabras para las dos se han acabado y que cualquier cosa que intentase decir sólo aumentaría el dolor de no saber que les depara el futuro. Todo el tiempo parece haberse detenido indefinidamente, el barco sólo flota sobre el agua y los españoles se quedan en su persecución eterna, tratando de darle alcance al Jörmundgander. Sin saberlo, ambas chicas están viendo por última vez los rostros de la tripulación del famoso bergantín nórdico.

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15/02/2016, 00:55
Sæunn Thorlakdottir

El barco se mueve bajo mis pies, puedo sentir el dolor de la serpiente, puedo imaginarla, hundida en el agua; sus ojos, buscando pleamar, buscando corriente, intentando inflar sus velas para ganar ventaja a los españoles. Frunzo el ceño, no puedo evitarlo, la mirada azul de mi madre, diluida en tristeza. No quiero seguir mirándola, pero los ojos de aquella Sæunn la observaban y no puedo cambiar ese recuerdo. La veo, la escucho, la siento y la padezco. Y aunque en aquel entonces me lo negaba a mí misma, y los encomendaba a Odin, padre de todos, sus ojos me decían… me lo dicen.

Lo siento… empiezo a confundir pasado con presente, y ya ni siquiera sé en qué verbo pienso, ni en qué tiempo estoy, siempre que me permito volver a este recuerdo, termino confundiéndome con el tiempo. Termino recordándolo todo de forma inconexa. Todo está difuso en mi mente, ya ni siquiera recuerdo por qué ahora estoy asumiendo sus palabras, cuando debería quedarme y luchar.

Padre no me dedicó ni una mirada aquel día, y ya nunca recordaría sus ojos. Pero no hablemos en pasado, sigo allí, ahora mismo estoy allí. Mal que me pese estoy allí, en las mareas del tiempo, en las aguas negras de la muerte; de la diosa Hel, castigándome, recordándome que hui de una batalla y sus tierras me esperan.

La exclamación de Nya me sobreviene, “por Odín”; escucharla soltar aquello siempre me hace sonreír, normalmente a carcajadas, ahora levemente, pero le sonrío; sus labios en apariencia delicados, aunque sé que cargan con unas cuantas aventuras, terminando por sonreírme también, y me animan a marchar. Mi leve sonrisa se afila un poco. Las miro, a madre y a Nyalish, estoy mareada, a penas escucho la voz de madre, o quizás a penas la recuerdo ya. Daniel no viene, dos dioses son pronunciados por los labios de madre, un tercer nombre, el de Nyalish, y por último el Valhalla. Yo no sé qué decir, no contrariar a padre, a quien no logro ver pero sí escucho con claridad las órdenes que va bramando. El cabello de madre, rubio, tan luminoso, tan apacible ¿Hay esperanza en sus ojos? ¿Cree realmente que saldrán airosos de esta batalla? ¿Lo creía? No lo sé.

He decidido silenciarme, por temor a que algún tipo de ímpetu derrumbe el dique y no pueda obedecer. Me siento atada de pies y manos, me encuentro entre las fauces de Fenrir, no puedo hablar, por temor a chillar, no puedo a penas moverme, porque se resquebrajará mi falsa templanza. ¡No puedo hacer nada, y quiero hacerlo todo! La batalla es cruenta, dentro y fuera de mí. En noches venideras me sentiría una cobarde y una traidora, sentiría que debí haberme quedado, pero ahora… ahora estoy decidiendo, ahora estoy tomando la peor decisión de mi vida. ¿Por qué vuelvo a estos malditos recuerdos?

En un chispazo de energía, abrazo a mi madre cuando me mira por última vez, después de encomendarme a Nyalish, y de confírmela a ella a mí. El mío es un abrazo agresivo, no empieza paulatinamente, no… la abrazo furiosa desde el principio. “Freyja, diosa amada y temida, guerra y muerte eres a la vez, poseedora de los caídos en combate, que no lleguen aquí las valkirjas; no te los lleves aún”. Abrazo con fuerza a mi madre, fijando mis pupilas en padre, no logro verle el rostro. ¡Quiero gritar! ¡Y mi fuerza no me lo permite! Quiero bramar que me quedaré con ellos, y Odín no me lo perdonaría jamás. Tampoco mi padre lo haría.

Cuando el abrazo muere ni siquiera la miro, tan es así que soy yo quien asesta su golpe de gracia a la unión entre el cuerpo de mi madre y el mío. La suelto, tan repentinamente como la tomé y la estrujé, y me doy la vuelta, mirando el bote, entro sin dudarlo, llena de rabia, llena de ira, soy un rayo sin estruendo. ¡Ni una palabra! ¡O explotaré!

- (Vesten) – Týr, ulfs leifar – farfullo en un hilo de voz, cuando el bote ya baja... y ya no hay vuelta atrás.

Abro los ojos, el rojo de Nya me aborda, suspiro, "Sæ, todo va a salir bien"... y suelto lo primero que me viene a la mente.

- ¿Cuántos españoles hacen falta para izar al vela mayor?

El bote baja hasta el agua, mi voz es un intento desesperado por pensar en otra cosa… Un momento… ese chiste me suena…

Me he perdido de nuevo entre las aguas del tiempo, justamente dos semanas atrás, ya no estoy en el fatídico día, ahora… ahora estoy saliendo de Tortuga otra vez, estoy sentada donde siempre, sentada en el mismo lugar en el que estaba sentada esta mañana, mi lugar favorito del barco cuando nos marchamos. Quiero ver como se aleja la arena. No estoy sola, le sonrío a una chica que acabo de conocer ahora mismo.

Frente a mí, una mujer de cabellos rojos como el fuego, mirada de un violeta imposible, y labios rojos como jamás he visto en mi vida. La miro con curiosidad. ¡Por Frigg! ¡Qué hermosura! Mis ojos vagan de un lado a otro, fijándome en las pequeñas peculiaridades de su belleza. 

- ¡Por Odin! No se me ocurren cuantos – río, divertida, no había escuchado esa pregunta nunca - ¿Ninguno porque son unos inútiles? – pregunto, sonriendo orgullosa, como si fuera aquella la mejor de las respuestas posibles.

Cruzo las piernas frente a mí, acercándome más a ella, y como si la conociera de toda una vida, como si hubiera correteado con ella por el barco cuando apenas llegábamos al metro de altura, como si lleváramos millones de aventuras a la espalda, entre ambas, tomo tres mechones de su pelo, y le hago una trenza, mirando su cabello con cariño.

- Yo soy Sæunn – sí, me presento ahora, con las manos toqueteándole el pelo - ¿Sabes? Siempre he imaginado a Frenrir así, justo de un rojo crepitar. – Murmuro, mirándola, mientras voy ya por una segunda trenza, sin pedir permiso ni nada, felizmente.

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16/02/2016, 17:35
Nyalish

El bote se mece en las cuerdas que lo sujetan mientras descendemos por el lateral del barco hasta llegar al agua. Finalmente solo estamos las dos y dedico un breve pensamiento hacia Daniel, que tal vez no vea el sol de un nuevo día. Pero es fugaz, pues eso ya es pasado, aunque apenas haga unos instantes desde que sucedió. Aquí, ahora, estoy con Sæ en un bote y debemos remar como si nos fuese la vida en ello. Quizá lo hace, de hecho. 

Mi optimismo oscila, se tambalea un poco sin llegar a desaparecer. Todo va a salir bien, lo sé o, más bien, lo siento dentro de mí. Como una certeza ineludible adherida a mi vida desde que recuerdo. Y, sin embargo, por mucho que esa seguridad esté arraigada en mi pecho con fuerza, siento el peligro en el aire, el olor de la pólvora mezclándose con el salitre y tengo que tomar aire para poder mantener mi sonrisa en alza y mis manos en movimiento.

Al mirar a Sæ para ofrecerle el otro, me encuentro con sus ojos cerrados y su dolor es tan palpable como su valentía al obedecer las órdenes de sus padres. Puedo sentir que desearía quedarse y luchar. Pero no se me olvidan las palabras que me ha dedicado su madre. Pienso cuidar de mi amiga.

Todo va a salir bien —repito en voz baja y mi mirada se cruza con la suya cuando los abre, violeta contra verde, entremezclándose con intensidad.

Llegan sus palabras y un leve resoplido de risa sale por mi nariz. En cualquier otro momento habría soltado una buena carcajada. Pero eso sería en otro momento y ahora es ahora. Esa pequeña risa es todo lo que puedo permitirme. 

El descenso termina y el bote cae al agua haciendo que pequeñas gotitas se escapen de las olas salpicándome y me humedezco los labios, que saben a sal. Cojo un remo y le tiendo el otro a Sæunn. Ahora tenemos que escapar y surcar el mar lo más rápido que podamos.

Sin embargo, ese chiste repetido trae reminiscencias de otro momento a mi mente. De uno en el que sí solté la carcajada que ahora se me atraganta...

[color=#0B3B17]···[/color]

[color=#0B3B17]¡Exacto! —exclamo, de buen humor, para después reír de buena gana—. Creo que eres la primera persona que lo acierta a la primera.[/color]

[color=#0B3B17]Me encuentro sentada junto a la chica que acabo de conocer tras ser aceptada en la tripulación y me dejo tocar el pelo con naturalidad, como si la conociese de toda la vida. Aunque es cierto que me resulta muy fácil coger confianza con la gente me agrada que parezca ser algo recíproco.[/color]

[color=#0B3B17]—Soy Nyalish —me presento con una sonrisa amplia, perdiéndome por un instante en las dos esmeraldas que tiene por ojos—. Voy hacia el norte... ¿Llevas mucho tiempo en esta tripulación? ¿Qué es Fenrir? —pregunto entonces, con una curiosidad incontenible, que tampoco tengo ninguna intención de contener.[/color]

[color=#0B3B17]—¿Es algún lugar? ¿Una isla misteriosa, tal vez? ¿Una donde el sol está atrapado en un eterno atardecer?—Y sin embargo, no espero a que llegue a responderme antes de añadir algo más. Hay demasiadas cosas que quiero saber y conocer.—¿Te gusta jugar a las cartas?[/color]

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20/02/2016, 21:47
Sæunn Thorlakdottir

Me echo a reír, divertida, cuando dice que he acertado, ¡por Crom! Ya se sabe, los españoles… ley del mínimo esfuerzo, no podía fallar conociendo a esa panda de orondos y zafios borrachos, cuyo único interés es meter el nabo en caliente, beber vino, y traicionar a los suyos. Por eso no hay españoles en el concilio pirata. Creo.

En eso ando pensando, mientras me siento y me acerco, trenzándole el pelo, ella parece tranquila y natural, la verdad no m tiendo a acercarme a la gente así, ni a avasallar de esta manera tan bruta, es decir, sí soy mujer de pocas lindezas y escrúpulos, pero el color de su pelo me ha gustado tanto que he querido tocarlo y cuando me he dado cuenta, ya estaba haciéndole una trenza de raíz. Voy por la tercera.

Nyalish habla y habla, y yo la miro sonriente y fascinada de ver a alguien tan curioso. En mi mundo moran piratas sin alma, la mayoría de ellos ya no tienen espíritu aventurero, están más preocupados por robar al prójimo, o por usurparle el barco al capitán, por quedarse más oro para sí… Nadie pregunta nada, nadie curiosea sin preocupación alguna, sin embargo su voz corretea a mi alrededor con sus preguntas, dando tumbos de un lado a otro. Suspiro, sonriente, qué bien…

- Soy hija de Bjorn Costilla de Hierro, el capitán, y Sgrid Hachasangrienta. Nací aquí, en las entrañas de Jörmundgander. – Murmuro con solemnidad, es un honor poder decir eso, el nombre de mis padres y el nombre de este barco hará historia, ya forma parte de algunas leyendas, espero merecerme el título de capitán, algún día… - A penas he pasado más de una semana seguida en tierra en toda mi vida.

Sonrío mirándola, voy por la cuarta trenza, si no me para seguiré tocando su hermoso pelo de fuego.

- Fenrir es un lobo enrome y monstruoso, el destructor de la luna el día de Ragnarök. No hay cadena que lo retenga, solo Tyr logró encadenarlo, pero se cobró su mano a cambio. Tyr…

Frunzo el ceño, parando un momento la trenza, pensativa, busco las palabras en Theano para expresar quién es Tyr, los nuestros no son Dioses inmortales, como los vagos de los griegos, o los borrachos de los romanos, no… los nuestros son æsir, también mueren, sangran, luchan.

- ¿Dios de la guerra? creo que lo llamarían así. Pero no quiero aburrirte, Nya ¿Puedo llamarte Nya? – vuelvo a la trenza, contenta – Así que estás atrapada en un atardecer… ¿De dónde vienes? ¿Y por qué al norte? ¡Cuéntame cosas! No sé jugar muy bien a las cartas – me encojo de hombros.

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25/02/2016, 04:07
Nyalish

[color=#0B3B17]Contemplo a esa joven de cabellos de plata con cierta impresión bailando en mis ojos cuando explica quién es y de dónde viene. Mi mirada se desvía hacia el capitán del barco y luego vuelve a ella, admirada. [/color]

[color=#0B3B17]¡Entonces eres una persona importante en este barco! —exclamo con tanta naturalidad que no habría forma de suponer una mala intención en mis palabras—. No esperaba hacerme amiga de alguien importante —explico entonces con una risita, sentando las bases de nuestra relación sin necesidad de darle más vueltas. Nos hemos sonreído, hemos reído juntas y podemos tocarnos el cabello. ¿Acaso hace falta más? Somos amigas. Al menos mientras dure esta aventura.[/color]

[color=#0B3B17]Dejo que me trence el pelo moviendo la cabeza para facilitarle la tarea. No me molesta, al contrario: me encanta que lo toque como si me conociese de toda la vida. No me gusta perder el tiempo en los preliminares de conocer a alguien despacio, el mundo se mueve demasiado rápido y yo tengo demasiados lugares por conocer como para eso. [/color]

[color=#0B3B17]Escucho su explicación sobre ese lobo monstruoso con los ojos como platos y los labios entreabiertos, con la misma expectación que podría tener un niño al que cuentan una historia antes de dormir. No entiendo muchas de las palabras que dice, pero tampoco me importa porque el contexto sí lo comprendo y eso es suficiente. Es el tipo de cuento que me trae unas sensaciones que no soy capaz de explicar, ni de relacionar con ningún lugar. Igual que cuando escucho las historias sobre los Sidhe y otros duendecillos traviesos.[/color]

[color=#0B3B17]—Puedes —aseguro con una sonrisa—. Y yo te llamaré Sæ —anuncio, pronunciando su nombre con un terrible acento inglés. [/color]

[color=#0B3B17]—Vengo... del mar —explico entonces, ampliando la curva de mis labios y desviando la mirada hacia el agua—. Un día desperté en un barco en medio del mar y no sé más. Antes no había nada y después ya sólo quedó el mar para siempre. Aunque hablaba inglés —añado como único dato relevante mientras me encojo de hombros—. Y ahora voy al norte porque nunca he estado allí. ¡Quiero ver los bloques de hielo y los picos afilados en los acantilados! ¿Tú lo has visto alguna vez? ¿Te das cuenta? Las dos nacimos en un barco en el mar. Es normal que seamos amigas.[/color]

[color=#0B3B17]Después mi sonrisa se amplía con entusiasmo. [/color]

[color=#0B3B17]Yo te enseñaré a jugar —Y con esas palabras, saco una baraja de algún bolsillo de mi ropa—. ¿Quieres? Así podrás vaciar los bolsillos de cualquier bucanero suficientemente tonto como para apostar su bolsa. [/color]

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18/03/2016, 10:54
Sæunn Thorlakdottir

- Conmigo suelen apostar los puños y más de uno se lleva un ojo a la funerala y el orgullo magullado, pero tu método más sutil quizás sea divertido.

Sonrío cuando la mujer del pelo atardecido mira a padre y luego me mira a mí, afirmando que debo ser importante en el barco. Niego entusiasmada.

Suspiro, mirándola, una amiga, suena divertido. La contemplo mientras habla, su manera de mirar el mar, sus palabras, su acento, el modo en que el viendo agita su perpetuo atardecer. La historia que cuenta es extraña, quizás es mentira, quizás es ciertamente lo único que recuerda, no me importa, si eso lo que ella me encomienda, eso es lo que debo saber.

Arrugo la nariz aspirando el aroma que los mechoncitos de pelo sueltan al trenzarse. El tacto es suave y sedoso. Al termina la última trencita suelto su cabello y dejo caer mis manos sobre los tobillos cruzados frente a mí.

- Yo no soy más importante que tú en el barco – la veo reír y mis ojos subrayas la sonrisa que mis labios han entonado – el capitán tratará a todos por igual, Hávamál y Sigrdrífumál hablaron en sus cantos de las virtudes de Odín, padre de todos los Æsir: Coraje, Verdad, Honor, Fidelidad, Disciplina, Hospitalidad, Productividad, Confianza y Perseverancia. Nadie escapa, todos gozan de ellas. ¡Pero eso de amigas me gusta! Nunca he tenido una, el tiempo que pasamos en el suelo, las peleas y altercados, los hombres, y esta manera de vivir…

Me cejo caer en el suelo del barco, mi pelo blanco queda extendido sobre la madera, yo contemplo el cielo, algunas gaviotas aún sueltan sus gritos por entre la vela mayor, el olor de la arena sigue impregnando el barco, mezclándose con el del salitre.

- Así que eres una sirena… - murmuro, mirando pensativa algunas nubes grises que motean el azul del cielo – una sirena que ha olvidado que lo fue. Lo cierto es que he estado en más lugares de los que puedo recordar. Todos teñidos de sangre, y el norte no podía ser menos. Seguro que tú también has estado, la ruta está plagada de sirenas, cuando escuches cantar a tus hermanas, quizás recuerdes algo… ¿Nunca las has escuchado? Yo he visto muchos marineros morir ahogados, cantan una canción que abisma el corazón.

Sin darme cuenta, me he puesto a cantarla en susurros.

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26/03/2016, 00:53
Nyalish

[color=#0B3B17]Cuanto más habla la mujer de cabellos de plata más atrapa mi atención. Y es que no es para menos. Conoce tantas cosas de las que nunca había oído hablar... Quiero aprenderme todas los cuentos que pueda contarme sobre esos dioses suyos tan guerreros y extraños. Luego probablemente acaben mezclados en mi mente con los relatos de otros lugares, pero eso es lo mejor de todo. [/color]

[color=#0B3B17]—Odín —retiene mi mente—. «Coraje, Verdad, Honor, Fidelidad, Disciplina, Hospitalidad, Productividad, Confianza y Perseverancia.» Cuántas cosas. Seguro que era un tipo muy virtuoso, pero de lo más aburrido. [/color]

[color=#0B3B17]La miro sorprendida cuando dice que no ha tenido ninguna amiga. Tal vez asuste a las otras chicas por eso de ser alguien importante. Pero con lo agradable que es me sorprende. Le sonrío ampliamente mostrando mis dientes blancos sin pudor y me encojo de hombros. [/color]

[color=#0B3B17]—Pues ya tienes una —afirmo con sencillez, sacudiendo la cabeza para notar la diferencia en los movimientos al llevar ahora trenzas. Pruebo a girarla a ambos lados y ladearla hasta casi tocar el hombro con la oreja hasta que concluyo que es divertido. Luego buscaré un trozo de cristal en el que mirarme para ver cómo queda, más por curiosidad que por coquetería.[/color]

[color=#0B3B17]—Además —continúo, como si no me hubiera llegado a detener—, esa vida que describes es la mejor que hay. ¿Te gustaría más vivir en tierra? —pregunto, haciendo una mueca de incredulidad, como si nada en el mundo pudiera parecerme peor que eso. Y bueno, es que es exactamente así.[/color]

[color=#0B3B17]Me tumbo yo también en el suelo, imitándola y contemplando el cielo. Cierro los ojos y aspiro con fruición el olor a salitre, pero los abro cuando sigue hablando de las sirenas. Y entonces me giro hasta quedar sobre mi costado, apoyo el codo en el suelo y la cabeza en la mano, para escucharla con atención. ¿Podría ser yo una sirena? La verdad es que no canto nada bien, aunque también es cierto que no suelo hacerlo sobria. [/color]

[color=#0B3B17]Pero entonces se pone a cantar y ella sí que lo hace bien. Mis ojos brillan embelesados, comprendiendo por qué los marineros se sienten atrapados por esa melodía y cuando termina, suspiro hondamente y me vuelvo a dejar caer de espaldas. [/color]

[color=#0B3B17]—¡Que lindo cantas! —Pero después, niego con la cabeza. —No creo que sea una sirena, la verdad —digo entonces, arrugando la nariz—. Sería divertido ser una pero me faltan la cola y la voz. —Me quedo pensativa un instante y vuelvo a girar, buscando su mirada antes de lanzar una nueva pregunta que puede sonar absurda pero que realmente es muy importante. —O espera... ¿A las sirenas les gusta el pescado crudo?[/color]

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29/03/2016, 01:03
Sæunn Thorlakdottir

Asiento, solemne, como si se me hubiera otorgado un gran don y lo salvaguardara con mi propia vida. Pero no queda muy serio, pues me echo a reír a carcajadas cuando sacude la cabeza y las trencitas se le mueven, afirma que ya tengo una amiga, y la verdad es que me siento contenta hoy. Hemos dejado tierra, vamos rumbo al norte, y sé, por la cara que ha puesto padre al murmura su bendición cuando entraba en el barco, que ha obtenido un buen precio por el último botín.

Algunos gritos del contramaestre se hacen eco a barlovento, la gente se mueve por el barco en su prisa por hacer que el barco sea más rápido, aprovechando el soplo.

- Por el parche de Odín, no, no soporto pisar tierra, me siento… como fuera de lugar, como si no fuera mi espacio… no puedo… y a juzgar por tu gesto creo que tú tampoco – suspiro, ya tumbada sobre el lomo de la temible serpiente – somos carne de mar, y si es bajo una bandera negra, mejor.

Ella también se deja caer a mi lado, y es entonces cuando lo veo, debe ser una sirena, seguro, de todas las leyendas, la de la sirena es una de mis favoritas, dicen que cuando salen del mar, sus piernas se separan. La miro de medio lado al terminar la canción, enarcando una ceja, y la encuentro acodada sobre la madera, escuchándome con atención. Sus ojos centellean, como el color de su pelo, suspira y su espalda vuelve a la serpiente.

- ¿Yo? ¿Cantar bien? ¿en serio? No lo hago mucho… pero… que no te escuche nadie… tengo una reputación que mantener – bromeo murmurando - ¡sí lo eres! Eres una sirena que ha olvidado que lo fue, - sentencio, nada ni nadie podrá quitarme esa idea, soy cabezota, se nota; padre está convencido de que con mi cabeza y la técnica adecuada podría partir barras de acero valyrio con la frente - quizás te entregaste a la diosa del mar, y ella te concedió el deseo, pero todo en la vida tiene un precio y tus recuerdos fueron el tuyo… - sonrío, mirando al cielo de nuevo, es una gran historia – la voz… no te he escuchado cantar. Y sobre la cola… no te falta cola… yo no querría una de esas cosas, pequeñas, rígidas, que controlan la mente de los hombres a placer, ese músculo tonto… - bromeo, y ya no puedo aguantar más la risa cuando me mira y pregunta sobre el pescado crudo. Empiezo a reírme como hacía años que no me reía – creo que sí, deben comer eso ¿no? No las veo cocinando a la luz de una hoguera en medio del océano… pero es divertido imaginarlo.

Quiero preguntarle cómo fue, eso de despertar de repente y encontrarte vacío, cómo sobrevive uno a sí mismo, al cielo desestrellado que supone una mente sin recuerdo. Quiero preguntarle muchas cosas, y no quiero molestarla, quizás no le resulte agradable relatarlo, o la lleve a páramos dolorosos para ella, justo ahora que estamos riendo. Así que no lo hago. Me guardo la preguntas para más tarde.

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30/03/2016, 05:09
Narración

Las brumas de los recuerdos se disipan cuando un potente trueno regresa a ambas mujeres al presente. Los vientos se agitan como si estuvieran esperando la batalla que tendrá lugar a continuación. Y allí, desde la popa, está Bjorn, con sus ojos tranquilos, dedicándole la última mirada que dará en lo que le queda de existencia a su hija en aquel pequeño bote que comienza a alejarse de la tormenta. Lo que pasó por su mente en el momento en que miró a quien llevaba su misma sangre, sólo él supo. Y como si ambas, bote, Nyalish y Sæunn hubiesen desaparecido de su vista. Levantó sus manos al cielo, descubriendo la carne que le servía como runa, dejando ver aquello que se molestaba en ocultar a su tripulación y que sólo ahora, sólo ante las puertas del valhalla, revelaba como magia muy antigua, heredada a través de una larga línea de hechiceros escandinavos y príncipes vikingos.

Levanta al mano sus brazos. El cielo responde a su plegaria y los vientos se materializan como oscuras nubes. El mar se agita con violencia, el bote se estremece obligando a sus pasajeras a aferrarse de los bordes, y las pupilas de Costilla de Hierro ya no existen más que como canal de la furia del océano. No hay palabras, no hay un último consejo. El viento sacude y gira con fuerza a las dos mujeres, mientras las velas de Jörmundgander se extienden y tiran con tanta fuerza del barco, que el sonido de los quejidos de la madera llega hasta los oídos de Nyalish y Sæunn, al tiempo que el clamor de las olas y las gotas de agua de la tormenta que ha aparecido.

La flota española no se amilana, y al tiempo que el estallido de un trueno entre perseguido y perseguidores deja en el aire una esencia a ozono y a fuego, una docena de cañones responden en estampida, dejando el aire impregnado de madera quemada y pólvora. La anguila se desliza mientras intenta esquivar los tiros certeros, y a medida que se aleja, atrae consigo a los leviatanes ibéricos, hambrientos y sedientos de la carne y la sangre de piratas. De esos piratas.

Poca decisión tienen las dos pasajeras de aquel bote, el mar se empecina en arrojarlas cada vez más lejos, mientras el que era su presente corre, flota sobre las olas a gran velocidad, desapareciendo tras las gigantescas olas y llevándose tras de sí al infierno mismo.

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05/04/2016, 21:25
Nyalish

[color=#173B0B]Me río con la firmeza de su voz al afirmar que soy una sirena y tal es su convencimiento que hasta yo misma podría creérmelo. Es una historia bonita la que cuenta... ¿Por qué no podría ser la mía? Al fin y al cabo no tengo una, puedo apropiarme de esa igual que de cualquier otra. [/color]

[color=#173B0B]Y me río de nuevo, con sonoras carcajadas que resuenan por toda la cubierta, cuando habla de esas colas que no tienen escamas. Mi sonrisa se vuelve algo pícara al pensar en los hombres con sus mentes obnubiladas por un pequeño músculo y ladeo el rostro contemplando a mi nueva mejor amiga. Con lo hermosa que es debe levantar colas y mástiles a su paso por igual. [/color]

[color=#173B0B]—Oh, por el parche de Odín —repito inconscientemente la expresión que ha usado Sæ, adoptándola como propia en esa mezcolanza de culturas que llena mi cabeza, aunque no tengo ni idea de por qué ese hombre llevaría un parche— yo no querría una de esas pegada a mi cuerpo —digo entonces, con un brillo travieso centelleando en mis ojos—... Pero tenerlas cerca tampoco está mal. [/color]

[color=#173B0B]Me río una vez más con mis palabras y con las suyas, imaginando a un grupo de sirenas cocinando pescado debajo del mar. Sí, tal vez sea una sirena. La historia que ha creado para mí explica tantas cosas... Creo que a partir de ahora en muchas tabernas la escucharán de mis labios, como si ese fuera realmente mi pasado. Y ella se queda un poco pensativa y mis ojos la miran con una inevitable curiosidad, queriendo saber qué pasa por su cabeza mientras yo sigo dándole vueltas a la posibilidad de ser una criatura de leyenda. [/color]

···

Pero si fuera una sirena ahora todo sería tan sencillo como saltar al agua y nadar hacia las profundidades llevando a Sæ conmigo, escondernos a ambas en el reino de Poseidón, lejos de los cañonazos de esos horribles, horribles españoles. 

Contemplo a ese hombre, ese mago de las runas, ese capitán, ese pirata, ese héroe. Ese padre. Lo miro a lo lejos pero siento su mirada buscando a mi amiga y por un instante un nudo aprieta mi pecho en medio de mi natural optimismo. Incluso yo puedo ver lo emotiva que es esta despedida. Y sólo puedo desear que sea por poco tiempo. «Que nos veamos pronto», envío ese pensamiento también a Bjorn Costilla de Hierro, con esa fórmula de despedida que ya ni sé en qué tierras aprendí. 

—Todo va a salir bien —repito una vez más en voz alta, para ella y también para mí. Porque si no creyese que por mucho que las aventuras se compliquen al final terminan saliendo bien, no habría llegado nunca tan lejos. 

Y remo con más ímpetu, alejando nuestro pequeño bote de la tormenta que el capitán ha desatado, alejándonos de la guerra, de la pólvora, del fuego, del terror y de la muerte.