Partida Rol por web

El Ojo de Neptuno

Preludio III: Nuevos comienzos

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09/02/2016, 05:00
Narración

1702 A.D. Córcega. 

Si había un lugar en donde los Piratas se pudiesen sentir a salvo en el Mediterráneo. Esa era Córcega. Y aquella noche, no sólo se sentían a salvo, sino ebrios de música, ron y parejas en una de las más grandes bacanales concebibles, mientras todos los problemas se desvanecían como el humo de las hogueras que ardían alrededor de la playa. Los grandes puertos genoveses al sur habían llegado a un muy rentable acuerdo con los piratas en el norte y en la medida que todos sus saqueos y pillajes no tocaran las valiosas posesiones de la república, ellos tenían la libertad de ir y venir a voluntad. Y por supuesto, nadie quería tener que lidiar con toda la mala fortuna que las mujeres de la península italiana eran capaces de hacer caer sobre quienes se ganaban su odio más profundo.

Y las olas han traído hoy hasta aquí a Nyalish y a Maximiliam. En medio de los banquetes de pescado y gallinas, mientras los vasos con el ron más agrio concebible iban y venían a la luz de un hermoso atardecer, y la bahía traía el olor de la madera húmeda de algunos de los navíos piratas del mar del centro del mundo. No había lugar para tristezas en aquel sitio y las más sórdidas rivalidades quedaban olvidadas, por orden explícita de los mismos capitanes quienes no desperdiciaban ni un segundo para lanzarse en aquel océano de placeres y bondades que muchos insistían, habían conseguido a través de su muy honesto negocio de asaltar barcos de todas las nacionalidades, ondeando cada uno una bandera tan independiente como la nación pirata cuyo territorio se extendía hasta lejanos lugares como la caribeña Nassau o la infaltable Tortuga. No había mejor vida que aquella, ese era el pensamiento de todos los celebrantes de aquel día.

Por supuesto, entre ellos se encontraba Thomas. Miembro de la tripulación del "Fraile Sangriento", un enorme galeón robado a los franceses por su capitán, Sir Christopher Murray, un inglés malhablado cuyo título de caballero sólo despertaba las más salvajes historias de cómo, luego de haber sido ordenado por el rey mismo, el hombre había terminado por robar todas las vajillas, cuadros y candelabros del Palacio de St. James bajo las narices de la familia real, sólo para empeñar todo aquello y comprarse su propio navío. El mismo que contaban las historias, usaría varios años después para hacerse con su actual nave. Si por azar, alguien llegase a preguntarle sobre la veracidad de estas historias, el capitán Murray sólo se limitaba a sonreír y a tomar un largo sorbo de la bebida alcohólica más cercana a su disposición.

Como no podía faltar, Thomas encontró más bien pronto a Nyalish y a Max, no pudiendo resistir la tentación de hacer alarde de su última aventura.

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09/02/2016, 05:00
Thomas

-Te digo que el tamaño de los rubíes que hallamos eran del puño del capitán. Jo... haber estado allí, imaginad la cara que el gran Reynaud de Chatillon -pronunció en el francés más terrible, que sólo podría venir de la garganta de un inglés -tendría si se hubiese enterado que todos los tesoros que le robó a los moros, iban a terminar en las bodegas del Fraile Sangriento. Que risa nos hemos echao a costas de sus cartas y pistas mediocres. Al final, ha sido cuestión de volar una o dos paredes del risco y yastá- dice entusiasmado.

Thomas habla con voz rasgada, resultado de su juvenil edad y de una pubertad lenta y demorada que ha estado torturándolo durante los últimos tres años con su frecuente cambio de voz, como si la naturaleza le negara poder ganarse su tono masculino. Y a pesar del tiempo que lleva navegando, todavía tiene un aire juvenil que lentamente se empieza a esfumar conforme la madurez se le va acentuando a paso de tortuga. Su rostro es delgado y enjuto, su piel morena, tostada por el constante sol del mediterráneo. Sus facciones son más bien abruptas y filosas, su nariz sobresale como un filoso acantilado, mientras que sus labios se han descolorido de tanto recibir la sal que trae la brisa marina. Su cabello, negro como el carbón, está mal llevado con un pañuelo negro, mientras sus mechones desarreglados caen sobre su rostro.

Viste con ropas amplias y exuda un potente aroma a sudor. Y aunque parece delgado, se precia de ser tan fuerte como cualquiera de sus compañeros. En su cinto siempre lleva una daga y aunque no suele separarse de tu espada, esta vez la tiene a cierta distancia. "Para que no arme un follón como el de la última vez", había mandado a decir el capitán antes de que le hiciese dejar su hoja a bordo del barco.

-¿Qué os parece? La verdad es que cuando leéis algo de francés, terminas encontrando lo que no te crees de secretos de los estirados esos- añade jovial, bebiendo un vaso medio lleno de licor.

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15/02/2016, 19:48
Maximilliam Knight

Llegar a Córcega siempre era un soplo de aire fresco para Maximiliam. Un lugar apartado, donde se oían relatos y más relatos traídos de lugares que aún no había visitado, y la libertad de no responder ante nadie más que sí mismo. Él no llegaba a ser uno con los piratas, como Nyalish, pero sí sabía integrarse bastante bien en el ambiente. Y desde luego el de este lugar era de los más desenfadados que conocía.

Habían llegado allí de la mejor de las maneras: pagando viajes con trabajo. Maximiliam no era tacaño, pero los viajes ociosos se le hacían extremadamente aburridos. Y Nyalish parecía hecha para el mar.

Al llegar a aquella taberna Maximiliam de inmediato examinó el interior antes de decidirse a pasar, valorando a los presentes y tratando de localizar problemas con su olfato. Lo que podría haber sido una agradable cena tranquila y sin más interés que el momento cambió un poco al ver entrar a aquel tipo. Con los años que había pasado ya con Nyalish más de una vez habían coincidido, y aunque él no se tomaba las cosas tan a lo personal como ella siempre estaría del lado de su amiga.

Escuchó la historia del tal Thomas, sin inmutarse demasiado. Hacía mucho que había aprendido a no creer en los alardes de alguien que sólo pretende quedar por encima de otros. Y probablemente ahora vendría cuando Nyalish le explicaba los muchos botines que ellos dos habían conseguido: la mitad inventados, la otra mitad exagerados.

Una media sonrisa se esbozó en el rostro de Maximiliam al escuchar las últimas palabras del pirata. Si él supiera la mitad de secretos que el explorador conocía...

—Es curioso —comentó entonces sin dejar de comer. Lo hizo en un tono que era al mismo tiempo amistoso y certero, como quien va a soltar una pulla a un amigo, pero sólo porque no quería agriar la comida— que con lo maravilloso que ha sido ese botín no hayas tenido suficiente para pagarte un baño —enunció con una sonrisa, haciendo referencia al fuerte olor a sudor del chico.

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16/02/2016, 17:35
Nyalish

Mis ojos brillan con la alegría cantarina que despertó en mi pecho en cuanto pusimos un pie en Córcega. Llevo toda la tarde y parte de la noche arrastrando a Maximiliam de un puesto de comida a otro, riendo y bromeando con lugareños y visitantes por igual, como si los conociese de toda la vida. Y es cierto que conozco a algunos, pero aunque no lo hiciese eso no sería impedimento ninguno para que me dirigiese a ellos como si así fuera. 

Con un vaso en la mano lleno de ese ron infame cuyo sabor me recuerda al peor grog probado en Tortuga me uno a la canción de algunos, alzando mi voz sin molestarme por entonarla. ¿Para qué? Precisamente la gracia de las canciones de piratas es que suenen como si estuvieras torturando a toda una manada de gatos al mismo tiempo. 

—¡La vida pirata es la vida mejor! ¡No tiene preocupación! —exclamo en inglés, siguiendo la melodía sólo de pasada, antes de recuperar el paso junto a Max, pero todavía con la mirada puesta sobre uno de los tipos de la mesa en la que he irrumpido durante unos segundos—. ¡Eh! ¡Guárdame un sitio si jugáis a los naipes! 

En mi camino se me van los ojos detrás de una bandeja llena de pescado asado y tiro de Max siguiendo al camarero que la porta. Esos peces están demasiado hechos para mi gusto, pero huelen de maravilla. Sin embargo, una melena rubia atrae mi atención haciendo que me detenga otra vez, en otra mesa. 

—¡Pero mira quién está aquí! ¡Anne! ¡Mi capitana favorita! —exclamo, abriendo las manos—. Luego tienes que contarme cómo quedó el Espuma de mar —añado con una carcajada mientras me doy la vuelta para seguir caminando. 

Y cuando por fin Maximiliam gana y consigue que me siente tranquilamente para cenar una sonrisa enorme baila en mis labios y mis ojos inquietos siguen recorriendo el lugar de un lado a otro. El único lugar donde me siento en casa sobre tierra firme es aquí: entre piratas. 

Engullo la cena como si en lugar de una chica más o menos delgada y menuda fuese un marinero de dos metros de alto y ancho al que llevasen sin dar de comer durante al menos una semana. ¿Existe algo en el mundo que pueda empañar ahora mi felicidad? 

Pues parece que sí.

Escucho su voz ya antes de que se acerque, casi presintiéndola, y pongo los ojos en blanco compartiendo una mirada cómplice con Max. 

—Ahí está de nuevo —cuchicheo para después llevarme el vaso a los labios y vaciar su contenido en mi gaznate de un solo golpe. 

Soy capaz de comer como un hombre rudo y desde luego también lo soy de beber como uno, o dos de ellos. Más de una vez he tumbado a alguno que pretendía vencerme en una competición de ingerir alcohol. Pero si tengo que aguantar a Thomas cerca, al menos necesitaré entibiar mi ánimo. 

Mi postura cambia. Paso de estar echada hacia delante para cuchichear con Max a estar hacia atrás, levemente girada para poder apoyar un brazo en el respaldo de mi propia silla. Y mientras escucho al que considero el tipo más odioso del universo entero, voy haciendo una lista mental de mis logros desde la última vez que nos cruzamos. Voy a tener que adornarlos bastante, pero esta vez quedaré por encima de ese alfeñique. 

Cuando menciona a su capitán, mis ojos se desvían por un instante hacia él. El capitán Murray, tan atractivo y varonil como puede serlo un pirata que antes ha sido caballero del rey. ¿Cuánto de su historia sería verdad y cuánto tan sólo una leyenda agrandada por las lenguas piratas? A saber. Pero era innegable que ese hombre sabía cómo mantener el misterio a su alrededor. Vaya que sí. Tan innegable como que no me importaría meterme en sus pantalones alguna de estas noches, antes de que termine de hacerse viejo y pierda su encanto. Y al dedicarle esa mirada me doy cuenta de que tal vez he esperado demasiado, porque el tiempo le está cayendo encima a pasos forzados.

No es la primera vez que me pasa. La gente a mi alrededor parece acusar el paso de los años con más dureza que yo. Aunque no es momento para pensar en eso y la pulla que Maximiliam le lanza a Thomas atrae de vuelta mi mirada y mi atención, así como provoca una sonora carcajada que sale espontánea de mi pecho. 

—Eso no es nada —aseguro con desparpajo mientras estiro la mano para coger la jarra y llenar mi vaso otra vez—. Hace varias lunas estuvimos en la tripulación del Sangre del tritón. Y en una mañana soleada abordamos un navío que viajaba sin bandera. No creo que puedas ni imaginarte la cantidad de tesoros que encontramos en su bodega. —Hago un gesto horizontal y tajante con la mano. —¡Había una esmeralda más grande que las tetas de Mary Read! —exagero sin disimulo ninguno ante Max y amplío mi sonrisa—. Y barriles llenos de oro español robado directamente de las Américas. 

Entonces cojo el vaso y empiezo a acercarlo a mis labios, pero antes de beber, enarco las cejas en una expresión divertida. 

—Es una pena que no estuvieras para verlo. Se te habrían salido los ojos de las órbitas. 

Bebo tras esas palabras y cuando dejo el vaso vació sobre la mesa doy un pequeño golpe, con alegría. 

—¿Y qué planea ahora el capitán Murray? —pregunto, como quien no quiere la cosa y saca el tema sólo por hablar de algo—. ¿Estáis detrás de algo?

Notas de juego

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23/02/2016, 02:58
Thomas

Risas y brindis, las copas se levantan y las exclamaciones avivan las llamas de la rivalidad presente. El bullicio ensordecedor mientras Thomas, el buen Thomas, miraba y bebía de la jarra esperando a que sus dos interlocutores se desahogaran. Conocidos y recién llegados tomaban partido, y si del público se trataba, el ganador indiscutible de aquella reyerta en sus inicios era el ron y la cerveza que se derramaba de las copas, los vasos y las mesas. Cuando Nyalish hubo terminado, las miradas se fueron al joven pirata, descontando los ojos que intentando ser discreto, se perdían en los atributos de la pelirroja, por demás bien estimada entre hombres y mujeres por partes iguales.

-Pero quién necesita una ducha cuando te puedes bañar con ducados de oro... oh- dice mientras se lleva la jarra frente a él, abriendo los ojos y pestañeando lentamente, mientras hace un gesto similar al que harían los sabuesos olisqueando a su presa. -¿Oh? ¿A su real majestad le molesta el olor de los hombres de mar? ¿Quisiera milady un jabón de rosas o de azucenas? Quizás pudiésemos arreglar un baño de especias sólo para una dama tan delicada- dice mientras hace una exagerada reverencia, dando un paso hacia atrás y llevando su cabeza cerca al suelo. Luego da un salto unos centímetros hacia atrás y levanta la jarra en alto. -Y luego, si no le importa, le prenderemos fuego a la tina y nos tomaremos un puchero a tu salud- y levantando su mano en alto, todos vitorean en unísono mientras más carcajadas van y vienen de ambos lados.

Luego se acerca a Nyalish, poniendo su nariz y olisqueando una vez más. -Joder, Nyalish, te ves vieja. ¿Quizás te estás bañando mucho?- dice con una sonrisa. Luego pone las manos en la cintura. -Pero a ver, espera un momento, porque las tetas de Mary Read, según recuerdo, eran más pequeñas que la de nuestro capitán, y nuestro capitán- dice bajando la voz, haciendo que todos le escuchen atentamente -no es que esté muy bien dotado.- lleva las manos frente a su pecho, como si tocara un par de pequeños e invisibles senos. Todos ríen y brindan una segunda y tercera vez a la salud de Murray, quien está ajeno a aquella tertulia tan peculiar.

-Pffff- continúa diciendo el jovenzuelo, sin apuntar o evitar que algunas babas se le salgan de más -Robar galeones españoles no es una hazaña, cualquier bucanero con medio ojo y media pata es capaz de hacerlo- dice mientras se señala el pecho -para nosotros eso es miércoles en la mañana. En la tarde si eso, nos cenamos un par de carabelas portuguesas- y pega un codazo a un compañero cercano.

Luego se acerca a Nyalish. -Pues ahora que lo dices, estamos detrás de algo. No tan grande como tu trasero, aunque sí valioso...- su aliento apesta a licor y a varios días en altamar, haciendo buches de agua salada con brisa fuerte. -... pero, el capitán me ha confiado su secreto y no vale la pena venir aquí a contarlo. No vaya a ser que corsarios mal pagados vuelvan con naranjas tan grandes los cojones del rey de Francia, y los haga pasar por las tetas de Ginebra- y todos vuelven a levantar sus vasos y a gritar desordenadamente, arengas en favor y en contra, mezclados con cánticos de borrachos y piratas.

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25/02/2016, 16:28
Maximilliam Knight

Maximilaim escuchó la carcajada de Nyalish, y eso le hizo cruzar con ella una mirada totalmente cómplice. Luego vinieron las habituales exageraciones de la pirata. La esmeralda de la que hablaba no era de más tamaño que la que suele engarzarse en un anillo o un colgante, y los barriles llenos de oro español habían sido algunos doblones arrebatados a la tripulación. Pero lejos de desanimarle, todas esas cosas hacían a Maximiliam reír más. Dio un buen trago de su jarra, cambiando su postura para ponerse un poco más cómodo antes de escuchar a Thomas.

No se molestó por sus pullas, más bien al contrario: aceptó el reto. Las recibió todas y cada una mientras su sonrisa se ensanchaba, esperando su momento e intercambiando una mirada de complicidad y expectación con su amiga. Observó cómo el pirata se movía, interpretando ese papel a medio entre un truhán y un bufón, y una vez terminó se puso en pie de una forma dinámica y divertida.

—Si te contentas con bañarte en ducados, adelante... —le dijo—. Si quieres que ni siquiera el tacaño de Wilbour los acepte por su peste. Monedas que sólo valen para bañarse tienen tanto valor como la paja, pero al menos esta sirve para algo —aseguró encantado antes de dar un trago a su cerveza.

—De todas formas, Thomas, no te cortes... Ya todos sabemos que Murray te tiene para usarte como avanzadilla en los abordajes: una vez que pones un pie en el barco, hasta los marinos más experimentados están vomitando. Viniendo para aquí me encontré con un grupo de alemanes que aún tenían la cara verde, decían que te cruzaste con ellos el mes pasado.

Dicho esto rió con ganas, poniendo una mano en la mesa y valorando el resto de sus palabras. Una media sonrisa apareció en su rostro antes de negar con la cabeza.

—Qué típico de niños y de prometelunas —añadió—. Justificar que no pueden hablar de algo que no existe diciendo que es un secreto —entonces hizo un gesto señalando al tipo con una media sonrisa—. Debe ser tan maravilloso y tan intangible como las mujeres que pasan por tu cama.

- Tiradas (1)

Motivo: Ingenio + Oratoria (1 aumento)

Dificultad: 20

Tirada (6): 4, 9, 4, 4, 7, 3

Guardados (3): 9, 7, 4 (Se tiran de nuevo solo los dieces guardados)

Total: 20, Éxito

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28/02/2016, 04:31
Nyalish

En el momento en que Thomas arremete contra Maximiliam y en los ojos de este aparece ese brillo que ya conozco, ya voy anticipando que me voy a reír. Una sonrisa divertida se instala en mis labios y el resto del discurso del pirata resbala sobre mis oídos, dejando tan sólo unos ojos en blanco cuando menciona los atributos del capitán Murray y una carcajada burlona en medio de sus alardes que, probablemente y esa es parte de la gracia, están tan exagerados como los míos. 

Intercambio una mirada cómplice con Max cuando se pone en pie y un gesto de la mano, como si estuviera cediendo el paso. Y no me decepciona, aunque no esperaba otra cosa. Una carcajada tras otra abandonan mi pecho con naturalidad y ya de paso me voy bebiendo un vaso tras otro pues el clima está pidiendo a gritos que corran el ron y la cerveza por los gaznates. 

Y cuando mi amigo y compañero de aventuras termina de hablar, me termino un vaso de un trago a su salud y lo apoyo en la mesa dando un golpe. ¡Pardiez! ¡Qué bien habla este hombre!

Enarco una ceja, mirando a Thomas, con un gesto de marcada y divertida incredulidad. 

—¡Si ese secreto fuese tan valioso como dices, el capitán Murray no se lo habría confiado a un niño de pecho como tú, Thomas! No teniendo hombres de pelo en pecho a su lado —exclamo, acompañando mis palabras de otra carcajada—. Ahora, que te harías un favor cerrando el pico cuando los mayores hablan —añado, guiñándole un ojo—. Y ya que hablamos de mi trasero... —continúo, sin perder la sonrisa en ningún momento y es que, por mucho que odie a ese chico, lo cierto es que me encanta discutir con él—... bien grande dices que es, pero te he visto fallar estocadas con dianas de incluso mayor tamaño que mi culo. 

—¿Carabelas portuguesas? —Hago un gesto desdeñoso con la mano. —Hace tres días asaltamos cuatro en una misma tarde y pasamos por el tablón a todos los tripulantes. Y una de ellos compartía lecho con tantos hombres que ya todos los sudores se le habían pegado a la piel y apestaba de una forma muy peculiar... —Olfateo ostentosamente como siguiendo un rastro que finalmente orienta mi nariz hacia Thomas y entonces hago un gesto con la mano, como si hubiera encontrado lo que buscaba para terminar riendo divertida. —¡Así que ya sabemos de dónde viene tu peste!

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30/03/2016, 03:39
Thomas

Las carcajadas se dejan escuchar, a medida que la lengua de Thomas se enreda y sus balbuceos intentando replicar terminan ahogados en el rojo incandescente de su rostro. A medida que la risa aumentaba de tono, así mismo la molestia visible del pirata, quien al final sólo atina a poner un par de palabras juntas. -Pues... puedo practicar con tu trasero, que de seguro te vienen bien un par de estocadas- pero incluso su respuesta se hundía pesadamente en el mar de humillación que habían logrado Maximilliam y Nyalish.

-¡No sabéis nada! He sido yo el que ha encontrado la actual ubicación del Ojo de Neptuno- y con esa afirmación un silencio sepulcral se riega a través de los presentes. Existen emociones encontradas en los rostros de los hombros. Escepticismo, miedo e incluso la inconfundible expresión de quien está contemplando una locura en proceso. Thomas también guarda silencio, apretando sus dientes, con el rostro compungido. Se demora unos preciosos instantes en reaccionar. -Joder... es problema mío y del capitán y de la tripulación. Vosotros ni siquiera tenéis un barco- dice mientras se voltea.

Sin embargo, allí está, la figura imponente y canosa de Murray. Thomas palidece y el veterano capitán sólo tiene una sonrisa de amargura en el rostro, que hace que el resto de miradas terminen por intentar evadir la escena allí presente.

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30/03/2016, 04:29
Capitán Murray

-¿Problemas, Thomas?- pregunta Murray. El capitán es un marino curtido cuya piel ha tomado un color oscuro por los días al sol inclemente del mediterráneo y el caribe. Sus cabellos son una mezcla de negros y blancos y su barba es básicamente una caótica delimitación de su propio rostro. Cicatrices y arrugas surcan su cara. Es bastante más alto que Thomas y se mueve con lentitud, haciendo que sus pasos se confundan con el crepitar de las llamas en la fogata cercana.

El marinero se queda petrificado, pero su capitán sólo sonríe. -Ah, esa lengua tuya, Thomas. Por fortuna ninguno de los hombres aquí creen que sea posible hacerse con el Ojo sin incurrir en la furia del mar- dice levantando la voz. -Y los que creen que sí, sólo saben navegar goletas y canoas.- y observa a Maximilliam y a Nyalish directamente, mientras asiente con la cabeza.

-Despreocúpate muchacho. Cuéntales la historia... que sean parte de la historia, antes de que seamos la tripulación más temida de los Siete Mares- añade con un tono extraño, casi sarcástico.

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03/04/2016, 14:16
Maximilliam Knight

El británico rió, brindando de nuevo con las palabras de su amiga. Lo cierto era que ese amigo-enemigo suyo, Thomas, habría hecho bien en no intentar meterse con ellos mientras estaban juntos. Hacían un equipo glorioso. Las carcajadas que se oían alrededor aumentaron las suyas propias, y con las últimas palabras de Nyalish le dedicó a ella una mirada y un choque rápido de jarras.

Luego, cuando el avergonzado pirata empezó a hablar balbuceante Maximiliam le observó como quien mira a un crío que quiere jugar con los mayores.

—¿La has encontrado tú? —preguntó aún divertido. Entonces abrió los brazos, abarcando a todos los presentes—. Thomas, todos te conocen aquí. Contigo leyendo mapas intentaríais ir a Cerdeña y acabaríais en Lisboa. Además —añadió luego, encogiéndose de hombros y tomando una postura más cómoda en la silla— nunca hemos necesitado un barco para superarte. Iríamos más rápido a nado que cualquier barco contigo en tripulación.

Sin embargo al verse interrumpido por el capitán Murray Maximiliam calló durante unos segundos, decidiendo observar las palabras que el marino tenía para el chico humillado. Sus ojos miraron al capitán con un leve brillo, preguntándose qué diría Nyalish si el hombre les ofreciera sitio en su barco. Probablemente no durarían allí más de tres semanas, pero podría ser divertido. En el momento en que el tipo les miró insinuando su falta de capacidad el inglés le devolvió la mirada con una actitud sólo un poco desafiante, dejando claro que eso tendría que comprobarlo. Y todo ese tiempo de silencio se vio recompensado cuando él mismo decidió decir al chaval que les contase la historia.

—Eso, Thomas, cuenta la historia —dijo con un deje de diversión—. Ya que no sirves de marino, a ver qué tal de bardo. Veamos con qué cuento te han engatusado.

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07/04/2016, 05:26
Nyalish

Me deleito en la satisfacción que me invade al ver las mejillas de Thomas encenderse y su voz volverse balbuceante. Puede que siempre me gane en esa curiosa carrera privada por los tesoros. Pero sigue siendo un crío al que es muy sencillo hacer gimotear. 

Mis ojos centellean cuando buscan los de Maximiliam y levanto mi jarra para chocarla con la suya en un brindis mudo por el trabajo bien hecho una vez más. He encontrado a muchos amigos en mis idas y venidas, pero nunca uno con el que me sincronizase tan bien como con él. Tal vez porque es el primero que no me mira como mujer, o quizá porque su sed de aventuras es tan insaciable como la mía y sus escrúpulos debieron perderse en el fondo del mismo mar donde quedaron los míos. 

Thomas termina por estallar, no podía ser de otra manera. Pero en cuanto menciona lo que cree haber encontrado, contengo la respiración. Llevo tanto tiempo tras ello sin encontrar pistas que ya empezaba a pasarme por la mente darlo por imposible. Enarco las cejas al descubrir detrás de qué va el capitán Murray y miro a Maximiliam con los ojos muy abiertos para volver a mirar hacia delante cuando el capitán se acerca. Suelto una risita cuando le da permiso a Thomas para hablar, como si fuese un crío pillado en falta y asiento con firmeza a las palabras de mi amigo.

Me dispongo a escuchar, echándome un poco hacia delante, sin molestarme en disimular que me interesa el tema, pero en mi mente ya he tomado una decisión: vamos a encontrar esa reliquia antes que Thomas, cueste lo que cueste.