Partida Rol por web

Esto se ponía cada vez peor, daba la impresión de que toda esta farsa que les había tocado representar no iban siquiera a terminarla - Por lo que parece nuestra misión con el rey ha finalizado, y ahora, como antes, vuelven las promesas. No tengo interés en la promesas - solo en lo justo y honorable - Barón, solicito desde ahora ponerme a su servicio. No al del dragón ni al de ningún otro, al suyo. Si me acepta le serviré como pueda, dejando claro que es mi palabra únicamente la que me ata. 

Aquello era una situación disparatada y Drokern se estaba hartando de rodeos y palabrería, y eso que a él le encantaban los rodeos y la palabrería...

— Bien, entonces... ¿qué hacemos ahora? —dijo, mientras se limpiaba con el brazo los rojizos bigotes que se le habían quedado llenos de espuma—. Con "ahora" me refiero a cuando me acabe la cerveza, claro está... —aclaró. No creía que hiciera falta, pero esa gente era muy rara y nunca estaba de más. Como colofón a su pregunta, como el lacre en una carta, emitió un sonoro y reverberante eructo...

Ante la pregunta del enano me quedo boquiabierto unos segundos. Pues tenemos que llevar una respuesta a la troll, si el Barón acepta sus condiciones, y cuando el otro "agente" traiga a las muchachas podremos ir a enfrentarnos al rey y su "mago de pacotilla".(A él no le parecia que fuera de pacotilla,  Richard era un mago de pacotilla, pero el mago del rey al menos sabia parecer un mago de verdad).

Supongo que acepta los terminos, así que irémos al puerto para que traiga todas las pruebas que tiene aquí. Sugiero una escolta disfrazada, por si el rey esta preparado y nos ataca por el camino.

El barón examina cuidadosamente las palabras del bárbaro, luego llama a uno de los criados para que vaya a buscarle una determinada espada. Al poco tiempo el criado vuelve con un mandoble envaniado. Nada mas recibirla el barón hace seña a Nanuk para que se acerque.

- Si quieres ponerte a mi servicio puedo convertirte en uno de mis abanderados, pero deberás realizar el juramento segun nuestra costumbre. Es simple, deberás inclinarte y jurar lealtad al reino, a mi familia y a mi persona, entonces yo aceptare tu juramento, sellando asi un pacto de honor.

No era lo normal inclinarse, ni tampoco jurar lealtad a alguien más que la persona y su familia. No obstante quedaba claro que el Barón respetaba las costumbres de Nanuk, por lo que el bárbaro no iba a ser menos, de modo que se inclina - Aceptaré de buen grado tus costumbres como tu aceptaste las mías. Un gran acto se paga con otro. Por eso, en el nombre de Gythwîr, "el agua en calma", que descansa junto con los ancestros de mi pueblo, juro lealtad a su persona, a su familia y en último lugar a su reino.

Ya está, ya lo ha hecho —piensa Drokern mientras ve al bárbaro cometer la mayor tontería de su vida. ¿A cuenta de qué lo hace? Ahora debe "lealtad" a un desconocido que bien le puede mandar tirarse por un puente o, quien sabe, mandarle matar a un dragón. Cosas más descabelladas se han visto. Pero el problema no es ese, el problema es que ese gran y pequeño idiota cree en eso que ha dicho y, consecuentemente se ve obligado por lo que acaba de decir, con lo que ha de hacer lo que el Barón le mande.

Drokern sabe mucho de esto. Drokern es, ha sido y ha vivido con enanos. Drokern sabe las enormes y disparatadas gilipolleces que se han hecho en nombre de (y en este orden) el honor, la gloria y la lealtad. Drokern sabe que muchos clanes enanos siguen luchando entre ellos por afrentas cuyo origen han olvidado. Bueno, no han olvidado, pues bien apuntadas las tienen en un libro, pero hace tanto de aquello que ni siquiera los abuelos de sus abuelos recuerdan el hecho en sí. Es decir, que a fin de cuentas se matan por una anotación en un libro que bien podría haber escrito un bromista. Por ejemplo él. Quien sabe, lo mismo el tataratatarabuelo de Drokern lo hizo y ahora es responsable de la muerte de miles de enanos, aunque no de su innata idiotez.

Drokern suspira ante las palabras del bárbaro. Es un suspiro largo, de resignación. Ahora los pasos del idiota están claros. Son los del barón y los del dragón. Ahora baila a su son —Oye, con esto podría hacer una tonadilla—. Ahora verdaderamente tienen a uno de ellos en su grupo. O a dos.

- Yo, Derik Ermin, Barón de Viljahelm y señor de su sector occidental, antiguo comandante de la facción militante de la torre arcana de Wayren, Heroé de la Batalla de los Lobos, "Filo del relámpago" acepto tu juramento.

El barón sujeta el espadon, el cual tiene unas extrañas runas gravadas, con sus manos alzandola al aire.

- Te entrego a Colmillo del Equilibrio - al decir el nombre de la espada esta arde por un lado y se congela por el otro.

Al dejar esta de arder la coge por la hoja y se la entrega a Nanuk por la empuñadura.

- Al pronunciar su nombre se activaran sus poderes, portala con orgullo. Fue hasta no hace mucho mi espada.

Agradezco la espada, trataré de portarla con la dignidad que merece - Y dicho esto Nanuk retrocedió solemnemente a su posición inicial, al lado de sus compañeros, entre el enano y el cambiante. Le gustaban la solemnidad y las ceremonias por lo que disfrutó del momento.

Viendo la oportunidad, Richard saca su lado más codicioso. Bien, Nanuk tiene el pago por sus servicios, pero nosotros trabajamos directamente para Onikyol, así que supongo que lo justo es que nos pague él.

Alarmado, miro a mi compañero. ¿Tan poca era la decencia de aquella gente sureña? - Querido compañero, pareces no haber entendido bien la ceremonia. Te la cuento. Es costumbre entre caballeros al jurar lealtad hacer entrega de algún tipo de presente. Y ese ha sido esa espada - Nanuk comenzaba a sentirse a gusto utilizando palabras cultas, su pronunciación era tosca, y su acento dejaba claro que no era su idioma materno, pero empezaba a controlarlo. No así la ironía - Por este motivo este... regalo, es un don que me concede el barón, nada tiene que ver con el dragón. Ahora bien, si el dragón tiene pensado entregarnos algún tipo de recompensa aquí nos tiene a los tres. Cuatro si pretende incluir a la hechicera*, y cinco si lo que pretende es cumplir con el grupo completo**.

Así pues, a la espera de las palabras del dragón Nanuk se cruza de brazos - ¿Y bien? Supongo que tendrá a bien ofrecernos alguna recompensa.

- La recompensa yo os recomendaria pensarosla mientras acabamos todo esto, o quizas incluso más tarde. Puede ser un objeto, un favor o cualquier tipo de pago que se os ocurra. Tengo contactos en diversas esferas entre las que se incluye alguna que otra torre arcana por lo que es podria conseguir cualquier cosa razonable y os conseguiria cualquier pago que yo considere razonable. Evidentemente lo que yo considere razonable sera mas valioso si el susodicho acepta la oferta de convertirse en mi agente, además de poder contar con recompensas futuras. Si vais escasos de imaginación puedo daros algun que otro objeto que os sea de gran utilidad segun mi criterio.

Mmm, no se a como irá el precio, ¿pero que tal unas botas aladas? Por mi parte, acepto convertirme en tu agente, mientras el pago y el peligro vayan a la par, o mejor por la parte de pago. Además me reservo el derecho a negarme a hacer alguna misión, nadie sabe mejor que yo mis habilidades despues de todo...

Una negociación con un dragón nunca salía bien según los cuentos, esperaba que fueran tonterías, aunque tenía la sensación de que estaba pidiendo muy poco, no quería pedir demasiado tampoco.

El enano se revolvió, incómodo, en una expresión somática de lo que hacían sus pensamientos. No le gustaba que le compraran, y menos de forma tan evidente. Él era una persona sencilla y estaba hastiado de ese juego de corte que ahora, querían venderle, iba más allá y tenía que ver con disputas entre dragones. Si no hubiera estado hace un rato debatiendo con uno se hubiera tomado por loco.

Pero estaba asqueado, profundamente disgustado con el cariz que iban tomando los acontecimientos, y lo que más deseaba era encontrarse lejos de todos aquellos tejemanejes y seguir su vida como hasta el momento, de forma tranquila y, quien sabe, a veces honrada. El bárbaro ya había encontrado su lugar como cubreespaldas (que no guarda) del barón, y eso satisfacía sus primitivos deseos de honor, lealtad y demás conceptos simplones y huecos con los que se te llenaba la boca en un momento y con los que no decías nada. El cambiante, sin embargo, era todo lo contrario, y parecía encontrarse en su salsa en aquella reunión, comprando y vendiendo servicios y lealtades cual mediano mercader en fiesta de ganado. Era oportunista y aprovechado y no parecía tener ningún tipo de principios... era... demasiado bajo, aunque quizá no era su culpa porque ¿qué podía esperarse de un cambiante? ¿podía tener unos principios sólidos y estables quien ni siquiera tenía una faz física que lo fuera? ¿quien no tenía identidad? A Drokern le resultaba poco creíble y pensaba que, a fin de cuentas, tampoco era su culpa. Lo más disparatado de su grupo, no obstante, es que él tuviera que hacer de pegamento entre esas dos piezas opuestas. En fin, los caminos de la vida eran inescrutables. Pero había alguna cosa que podía ir dejando claro:

— Yo no quiero ninguna recompensa que tú o tus contactos puedan conseguirme —El enano estaba siendo tan franco que una parte de él temía herir u ofender al dragón. En el fondo no le importaba demasiado, él mismo le había ofendido ya un par de veces anteriormente—. Me basta con que, una vez acabados los negocios más inmediatos en los que ya estamos inmersos, os olvidéis de mí, de mi existencia y de los tratos que hayáis tenido conmigo para que, con un poco de suerte, yo pueda hacer lo propio. Tan solo aspiro a una vida tranquila ¿podréis darme al menos eso?

- ¿Unas botas aladas? Dado que has decidido convertirte en mi agente voy a intentar conseguirte unas, seguramente los tendrás en unos días.

El dragón luego se gira hacia el enano.

- Como prefieras, no puedo garantizarte la paz, pues ya he dicho que pronto no se podrá encontrar en ninguna parte, pero por lo que a mi respecta, no me vas a encontrar si no me buscas.

Al día siguiente, alguien va a tu celda para algo mas que traerte comida, te parece haberlo visto alguna vez antes pero no sabes donde. Se apoya en los barrotes con una sonrisa.

- Tu tiempo aqui  ha terminado, dejame que me presente. Soy el Archimago de la Torre Arcana Oculta de Nashfel. Me han dicho que tienes talento, pero ese talento se va a desaprovechar entre estas paredes, o incluso fuera de ellas sin la guia adecuada. En los muros de la Torre encontraras pilas y pilas de libros y magos talentosos con los que poder compartir teorias ¿Estarías interesada?

Has oido hablar de la Torre Arcana Oculta de Nashfel, para muchos es solo un rumor pero aquellos que creen en ella la definen como el lugar de encuentro de los mejores magos del continente.

Mantiene los ojos cerrados cuando es despertada, pero los entreabre ante la mencion de la torre, para mirar al hablante. Sin embargo no hay el menor rastro de amistad ni simpatia por el sujeto, al cual no termina de ubicar.

-Solo en escuchar la propuesta. +responde con serenidad, no obstante su animo.+ Y antes de ella, a quien sirves. Si eres otro de los lacayos del hombre que me encerro aqui, la respuesta no cambiará, por mas tentadora que suene. No trabajo para rufianes traicioneros, que prefieren encerrar a los que disienten antes que hablar.

Onikyol esboza una media sonrisa al oir tu comentario. No detectas rastro de hostilidad por su parte, esta muy relajado.

El individuo toma aire antes de explicarse.

- Soy el Archimago, no trabajo para nadie, pues soy la máxima autoridad de mi facción. En todo caso, mi oferta no es que trabajes para mi, al menos no de momento, solo te estoy ofreciendo un lugar donde estudiar y desarrollar tu potencial, que luego quieras ayudarme o no será asunto tuyo.

Ahogo una risilla.

-Eso es muy... generoso. Pero quisiera escuchar el precio antes. En este mundo nada es gratis. 

Estiro una mano, señalando las barras. Sus huesos sonaron un poco, habia dormido mucho en los ultimos dias, necesitaba ejercitar algo... Mas no le dio mayor importancia, de momento.

-Si no hay ninguno a cambio de que me saques de aqui, adelante, hazlo. Debo entender que si eres tu propio jefe, no te importara lo que el baron piense al respecto.

- Es una frase típica, pero incierta, hay personas que dan cosas desinteresadamente, de no ser así tú y yo no estariamos teniendo esta conversación. Sin embargo, aunque puedo sacarte de aquí no es una certeza que no sea una acción con consecuencias negativas para mis planes a corto plazo. Te sacaré si y solo sí prometes no influir negativamente en ellos como consecuencia de tu libertad, mis planes implican el derrocamiento del rey en un plazo de veinticuatro horas. Se que eres del tipo de personas que tiene en alta estima su palabra, asi que con ella me es suficiente.

Sonrie de manera burlona, al ver la inmediata contradiccion en sus palabras.

-El precio no tiene porque ser siempre evidente... En fin. No obstante, me niego. Soy una mujer de palabra, y ya la he dado para servir a ese rey, aunque eso signifique este encarcelamiento a manos de sus enemigos. Desde mi punto de vista, eso habla claro de la clase de personas que son...

Exhala un suspiro, relajandose.

-Y ademas, dices que no sirves al baron, pero tienes la misma ambicion que el. Entonces que, ¿representas a un tercer interes?