Partida Rol por web

En cuanto el elfo desapareció, Raban quedó solo en medio de la oscuridad creciente. Se apresuró a buscar ramas secas por el suelo y encender algo de fuego. En un momento dado se había encontrado pidiendo permiso a un árbol para llevarse una rama... Voy a acabar realmente muy mal...

Una vez tuvo fuego y un poco de luz se sintió bastante más cómodo mientras esperaba el retorno de su compañero, pero ahora había otro problema, no había nada que comer y sin luz era imposible que Raban pudiera cazar algo.

Mientras contemplaba al fuego y se reconfortaba con su calor, el sueño le iba invadiendo. Pensaba nuevamente en Alina, no podía olvidarla, y en la misión inicial. 

No se dio cuenta en qué momento se quedó dormido.

— Solo dos??!! Y sin cumplir las mas mínimas normas de discreción??!! Es verdad que estamos en territorio del Rey Thranduil, pero nunca deberían perderse las formas... — pensé, mientras los soldados se acercaban a la carrera, casi como una manada de caballos, respondiendo a su saludo, si bien con un gesto adusto:

— Saludos, soldados del Rey!! Que es lo que ocurre, para que no seais mas que dos, y os acerqueis de forma tan apresurada??

Mi corazón palpitaba con fuerza, dentro del pecho. Sabía, "sentía", que algo no iba bien, de ahí la larga marcha de los últimos dias, que casi habían acabado con las fuerzas del Edain, pero aquello solo me lo confirmó. Mi gesto serio se movía de uno a otro de los soldados, esperando que alguno de los dos comenzase la explicación.

Uno de ellos quedó tan sorprendido que ni fue capaz de responder. El otro, más pícaro y espabilado señaló hacia atrás. Varios de ellos descendieron de los árboles con más cuidado que estos primeros.

- Creíamos que había alguna emergencia y por eso vinimos a la mayor celeridad. Explicó el mismo que había hecho el gesto. Luego te contestó. - No sabemos, señor. Dijo con pena, pero añadió: - Pero muchas bestias están extrañas, los pocos dragones verdes que quedaban viajan hacia el sur, los Ents se están estancando y muchos ya no andan, y hay movimientos de tropas orcas que viajan del norte ...

Asentí ante el buen hacer del segundo de los guardias, dirigiendo una mirada ligeramente reprobadora al primero, que se había quedado soprendido ante mi pregunta.

— No es solo eso, un batallón de arañas gigantes está creciendo en el sur... — estuve tentado de decir, pero decidí guardar la información para el Rey.

— Traigo a un Edain que encontré al sur, escoltando a una joven de su raza, que murió. Habrá que buscarle acomodo — les dije — pero ahora debemos descansar. Hemos viajado incansablemente durante días, así que, ahora que estamos en territorio del Rey, descansaremos, y mañana a primera hora partiremos hacia los Salones del Rey. No descuideis vuestra guardia, soldados!! Y gracias por la información!! — les dije, despidiendoles con un movimiento de la mano, dispuesto a volver al campamento que ya habría montado Raban, dispuesto a descansar, si la desazón que sentía un poco mas allá de la consciencia me lo permitía. Aunque no lo reconociese, el cansancio empezaba a hacer mella en mi.

Los dos guardias regresan, mientras los compañeros de su patrulla, que estaban ya llegando, empiezan a regresar a sus puestos. Tú, ya satisfecho, encaminas tus pasos, ya más tranquilo, pero cuando estás a unos 23 metros del "Bello Durmiente" te das cuenta que hay dos alimañas de gran porte muy cerca de él. Olfateándolo. Rebuscando entre las cosas. Donde estaba "el regalo del Ent" se ha desparramado y muchas de esas frutas ya están o medio comidas, o simplemente no están. Es oscuro, de piel lisa, pero con algo de pelo, sobre todo en el lomo y entre las orejas. Sus ojos brillan con un tono rojizo muy profundo e intenso, y además no hacen casi ruido. Eso cerca de él. Algo más lejos hay como 5 ó 6 más ... por lo menos.

— Vaya, ni siquiera las tierras del Rey están libres de alimañas!! — pensé, escondiendome tras un bajo matorral, mientras echaba mano del arco, y de la ocarina de explorador de nuevo. Quizá la patrulla ya había visto a aquella manada de enormes hienas, pero por si acaso, hice sonar la llamada de peligro, pues necesitaba su ayuda, si no quería poner en peligro la vida del Edain. Torciendo el gesto, guardé el pequeño instrumento musical convertido en herramienta, y saqué una flecha, dispuesto a acabar con una de aquellas bestias de un solo tiro:

— Quizá huyan, si una de ellas cae... — me dije, sonriendo ironicamente ante la perspectiva — ... Y espero, por su propio bien, que Raban no despierte, o que si lo hace, tenga el suficiente seso para no hacerse notar. Si lo hace, está perdido...

Si las bestias no me veían, en cuanto hubiera apuntado bien a una, dispararía, o antes, si pensaba que la vida del Edain estaba en peligro.

Los bichos se han removido cuando te has ocultado, ya que el arbusto puede que no hiciera mucho ruido, pero esos seres tienen un oido excepcional, pero ya, cuando tocas el instrumento empiezan a correr hacia el sur. De la misma dirección por la que habías llegado unos minutos antes.