Partida Rol por web

La verdad es que Raban había pasado prácticamente todo el tiempo durmiendo, por lo que tampoco había sido muy consciente del encierro al que le habían sometido.

Al llegar a la habitación arrojó al suelo todas sus malolientes ropas sin ningún pudor y se sumergió en el cálido baño, notando como rápidamente recuperaba fuerzas. En ese estado de relajación recordó haber soñado con algo, pero no podía poner cara a la persona que había visto. Lo dejó pasar, ya recordaría...

Al salir del baño se cubrió con una toalla suponiendo que no tendría sus ropas preparadas. Ahora solo quedaba una buena comida para tener la felicidad completa.

Se vistió y se fue donde su compañero le indicó que iban a servir la comida.

Raban:

Los pantalones te quedan tan ajustados que incluso te cuesta andar, pero el porte élfico es especialmente esvelto, sobre todo, comparado contigo; así que si los pantalones te hacen andar como un pato o con cowboy la camisa ya no te digo nada. Ambas prendas son de un verde oscuro, y el cinturón de un cuero parduzco que si no es porque te fijas, parecería a juego. El calzado no dejan de ser unas bolsas de tela donde meter los pies, con una suela de cuero también …. pero sigues mirando la camisa. No te llega a tapar los pezones porque no cierra. No es por gordo es que los elfitos están escuchimizados.

- ¿Estarán de Coña?

Cuando llegas para tomar algo te presentas de esa guisa.

Arménëlhir...estás en casa.

Cuando llegué a la sala en la que nos habían preparado la cena, Raban aun no había llegado:

— Bueno, quizá el baño se ha alargado: desde luego que lo merecía, parecía que llevaba Eras sin probar el agua!! — pensé, encogiendome de hombros, mientras me servía una copa de vino en piezas de cristal, como solía gustarme cuando estaba en casa. Eran verdaderas obras de arte de los orfebres, capaces de moldear el cristal de una manera solo al alcance de los grandes herreros de antaño... Me sorprendí observando atentamente las aristas que, a ese vaso en particular, le habían hecho a modo de dibujo, por la superficie: — Una maravilla!! — pensé, sentándome a la mesa, mientras daba un trago lento, degustando el sabor afrutado de los vinos del rey.

..., pero ese momento de asueto enseguida pasó, en el momento en que la inquitud volvió a aparecer, como un torrente en primavera, en mi cerebro: mi tío estaba preocupado, y eso, per se, era para preocupar a cualquiera que le conociese, y al que le hubiese permitido atisbar esa inquietud. Fruncí el ceño, apoyando la espalda en el alto respaldo de la silla, y volví a sacar y leer el pergamino, mientras recordaba, una a una, las palabras de mi tio.

En ese momento, mi fino oído escuchó los pasos que se acercaban por el pasillo: el ruido que solo un Adan podía hacer al andar. Y entonces, la puerta se abrió, y Raban entró, de una guisa que le hacía perder el aura de guerrero experimentado que tenía habitualmente.

Le miré fijamente durante unos segundos, con el rostro serio. Y entonces ocurrió algo que no solía darse con demasiada frecuencia, cuando una carcajada genuína salió de mi garganta:

— JAJAJAJA!!!

Enseguida recuperé el control, y la risa se convirtió en sonrisa, mientras le llenaba una copa de vino, y le indicaba por señas que se acercara:

— Perdona, Raban, siento el exabrupto, pero jamás pensaría haberte visto de semejante forma!! Entenderás que no muchos entre los descendientes de los Edain disfrutan de la hospitalidad de los Salones del Rey... Espero que, mañana, cuando despiertes, tu ropa esté ya doblada y preparada para que puedas ponertela, saldremos pronto.

Cuando Raban se hubo sentado, acompañé el vino con una uvas negras, y una rebanada de pan de centeno. Entonces toqué la campanita que indicaba que debía iniciarse el servicio...

— Disfrutemos de la comida, compañero. Despues te pondré al corriente de por qué debemos partir con tanta prisa...

El atuendo no era lo más adecuado, se sentía embutido dentro de una piel en cuanto a los pantalones. Se sentía desnudo y esperaba que ciertas partes de su cuerpo que no había usado hace tiempo no decidieran alzarse de pronto porque con esos pantalones no había forma de ocultarlo.

En cuanto a la camisa... chaleco más bien... se resignó y agradeció lo que le daban.

Solo faltó encontrar a su amigo para que le mortificara un poco más. Ante su risa, Raban rió también a gusto.

- Te perseguiré y te encontraré estés donde estés si le cuentas esto a alguien. - Seguía riendo mientras apuntaba con su dedo a su amigo - Tengo hambre, vamos a ello...

Pensó en lanzarse sobre la comida, pero recordó el atuendo que llevaba.

- Esto aguantará, ¿verdad? - La perspectiva de que los pantalones explotaran era algo de lo que Raban estaba muy consciente.

Tras la presentación y mientras comían, Raban se relajó y se dispuso a escuchar a su compañero.

- Tú dirás.

No tardó una elfa entrar con unas bandejas. Una en cada mano, y presentarla ante el par de comensales. Primero y sin dudarlo, se acercó a disponer ante su señor. No dejaba de ser el sobrino del Rey, y había que mantener las formas. Tras eso, no dudó en continuar con su trabajo, pero el pecho descubierto del hombre, por una camisa que no cierra, mostrando todo su torso … le hizo acercarse demasiado. Una prueba de resistencia que Raban no sería consciente, ya que no controlaba instintos tan primarios que pondría en tela de juicio la capacidad del tejido élfico.

La mesa ya disponía de varias jarras y delicadas botellas con vinos y licores, grandes y amplios cuencos con diferentes frutas y bandejas discretas en tamaño pero no en decoración, con panes troceados oscuros y tiernos, mantequillas y mermeladas. Las bandejas cambiaban el ritmo. Ambas portaban una sopa de pescado con tiernos trocitos de trucha que previamente había sido asada a un fuego controlado por manos expertas. Eso acompañados de unas mazorcas hervidas en el mismo jugo que la trucha soltaba al ser puesta al fuego. Y dos cuencos pequeños cerraban el conjunto. Uno con encurtidos (Olivas, cebollitas, trocitos de pimientos de colores y pepinillos de un meñique) y el otro con trocitos de frutas deshidratadas (coco, mango, fresa y pera), caramelizadas y ocultas como en un manto de cebolla caramelizada también.

Tras ello, ambos se percataron que el único menaje disponible eran los platos y cuencos. Nada con lo que pinchar, cortar … o en si … comer.

Recuperando mi habitual compostura regia, asentí a la petición del adan, haciendo una seña como que mis labios estaban sellados. Y cuando comentó la posibilidad de que el tejido cediese ante la evidente falta del mismo, simplemente enarqué una ceja, frunciendo el ceño:

— Esperemos que no...

Cuando fueron llegando las viandas, comenté a mi invitado, con educación, cada uno de los platos, antes de probarlos. Sin embargo, ante mi sorpresa, no llegó menaje alguno.

— Ejem... — dije, carraspeando, llamando la atención de la sirvienta. Cuando la joven paró, y se giró, con los ojos color miel clavados en el suelo, mientras arrugaba, con evidente nerviosismo, un trapo de fino hilo:

— Donde están los utensilios para comer?? — pregunté, tratando de que mi pregunta no sonase excesivamente dura, pues quizá la joven estuviese empezando en la Casa de Servidumbre. Miré por el rabillo del ojo a Raban, internamente molesto por el hecho de que, en una cultura tan avanzada como la nuestra, se cometiesen errores tan triviales ante un extraño.

Raban no sabía como sentarse correctamente ni como mantener las cosas en su sitio. Cada vez se sentía más apretado e incómodo. Cuando la muchacha se le acercó a servirle instintivamente cruzó las piernas.

Estas claro que estos comeflores no tienen que tener nada ahí en medio para poder estar embutido en estos pantalones.

Raban hizo una sonrisa que con su poca capacidad de disimulo y estando concentrado en otras cosas era a todos luces falsa.

- No te preocupes - tomó un pepinillo del cuenco usando solo dos dedos. No podía quitar el pensamiento de su incomodidad y al tener el pepinillo en la mano le vino un mal pensamiento.

Con una así seguro que hasta les vienen holgados.

No quería parecer descortés y contuvo como pudo la risa,

La elfa, joven, y tras las pruebas expresadas, bastante inexperta, se disculpó con una reverencia y desapareció con unos pasos tan sigilosos como apresurados.

No tardó en regresar con una bandeja de plata con unos cubiertos del mismo material. Primero los colocó ante el elfo, pero al disponerlos para el humano, dio varias vueltas, colocando uno a uno, y forzando el rodear a Raban, por cada pieza de plata colocada. Incluso, cuando colocó la cucharilla para el poste, se alargó ante el edan.

Tras eso otra reverencia a Arménëlhir, y quedó, con la bandeja ante el regazo, y ambas manos sobre esta, esperando instrucciones.

La verdad es que tiene poco pecho, pero al poner la cucharilla, también se te ha "restregado" un poco...

Y las costuras de los pantalones ya pedían clemencia, cuando intentaste cruzar las piernas, cosa que el tejido no te permitió, como para que ahora te pusieran "a prueba".

— Perfecto ahora, puedes retirarte... — contesté a la joven sirvienta, complacido, con un asentimiento de cabeza y una apenas perceptible sonrisa.

Cuando se hubo retirado la joven, sin duda agradecida por salir del foco de atención ante el sobrino del Rey, hice un movimiento con el brazo, animando al adan a comenzar con la sopa:

— Deberíais probarla cuando aun esté humeando: es una verdadera delicia... — Ese tipo de comentarios era lo que siempre acababa repudiando cuando estaba en los caminos, en comunión con el reino de Kementári, o Ivann, en mi lengua natal, pero nada podía hacer con todo lo respirado durante mis primeros decenios de vida, en la Corte del Rey, bajo el auspicio de sus ayudantes de cámara... Todo aquello no importaba cuando uno se enfrentaba a los peligros del camino, máxime con el resurgir de La Sombra tras la destruccion defintiva de El Enemigo...

Meneé la cabeza, despejando mi mente de esos pensamientos que en nada ayudaban en el momento actual, y me dediqué con fruición, pero con los modales que me salían de forma automática. Hacia el final de la comida, una vez saciado, y mientras, recostado contra el respaldo de mi sillón finamente tallado, movía lentamente la copa de vino, mientras observaba a Raban, que continuaba comiendo como si fuera la última vez que fuera a hacerlo: — Bendita Yavanna, tiene mas "saque" que uno de esos beórnidas de La Carroca!! — pensaba, divertido.

Entonces, ya sí, me centré en informarle de nuestra partida:

— Bien, ahora que las mas elementales necesidades han sido satisfechas, vamos a lo importante: he de partir hacia el oeste, a las viejas estancias del Rey del Bosque, en busca de unos viajeros que para allá han ido, camino de las tierras de los beornidas. Dado que la morada de Aiwendil, el Mago Pardo al que tu compañera quería entregar ese paquete que portas... — Mi rostro se ensombreció al recordar la horrible muerte de la humana, con la frustración de no haber podido hacer nada por ella — Así que, descansaremos esta noche, y mañana partiremos pronto. Si hay algo que necesites para el camino, no dudes en decirmelo. Eres mi invitado aquí — continué, no queriendo que el ánimo de Raban decayese al recordar a su compañera.

- Solo necesito recuperar mis cosas. - Sobre todo mi ropa, pensó para sus adentros el humano.

- Mi misión era escoltar a Alina en lo que necesitase, pero Alina ya no está. - Raban dudaba si seguir o no la misión. Arménëlhir estaba en su casa y, si quería, podía ordenar que le siguieran todos los hombres que desease, él estaba de más. Por otra parte, la misión de Alina no estaba completa y él aún tenía en su poder el mensaje que debía entregar al mago pardo - maldito sea su nombre - aunque después de todo lo que había pasado por encontrarlo estaba por pasar de la misión.

- ¿Dices que allí podría estar el mago ese? La verdad es que estoy harto de él y nunca lo he visto.

Tomó su copa, pensativo, y bebió un largo trago.

- Iré. - asintió - Pero si no lo encuentro allí daré la misión por fallida y regresaré. Ya he perdido mucho y me gustaría "hablar" con la persona que metió a Alina en todo esto.

Por un instante la mirada de Raban reflejó su ser salvaje más profundo, una mirada amenazadora que apenas duró un parpadeo.

- Sí, es mejor descansar para poder rendir a fondo mañana.

Asentí a las palabras del Adan, sin pasar por alto la furia que atormentaba su alma. No querría estar en la piel de aquel al que le hiciera pagar la muerte de la mujer de piel de aceituna...

Apuré de un trago el resto del caldo ribereño, y tras secarme la boca con la servilleta de hilo me levanté:

— No te preocupes, tu ropa estará esperandote mañana al alba. Por mi parte, cogeré víveres para ambos, y repondré las flechas que me faltan. Lo demás está ya preparado...

No sabía por qué, pero en ese momento me sentía quizá mas a gusto con Raban que con alguno de mi raza. No estaba serguro, pero sospechaba que la muerte de Alina pesaba también en parte sobre mis hombros, y acometiendo la misión del Adan, me libraría de ese peso.

— Vayamos a descansar... — dije, mientras tocaba la campanita por ultima vez, para que el servicio recogiese la cena.

Raban pensaba que, después de todo lo que había dormido en la celda, no le quedaría nada de sueño, pero estaba muy equivocado, estaba cansado y quería ir a dormir.

- Sí, retirémonos y así mañana rendiremos mejor en el camino. Lo de la ropa es en serio, me niego a salir de aquí con esto que llevo puesto.

Una cosa tenía claro Raban... ¡ iba a dormir en pelotas ! , se negaba a descansar con sus partes oprimidas por la maquiavélica ropa. Y si alguien le molestaba mientras dormía... pues le daba igual...

El Sobrino del Rey acompaña al invitado hasta una habitación que consideraba sustancialmente mejor que la suya. Era la de uno de los capitanes de las compañías de exploradores, que en estos momentos estaba de viaje.

Era espartana. Como cabía esperar a cualquier soldado, pero la madera de la cama, con dosel, estaba finamente tallada. Era de una madera blanca, fina y con unas formas que simulaban enredaderas enroscadas sobre si mismas. La gran ventaja es que tenía una fuente de luz propia, que le daba una sensación de estar bajo una gran encina o roble.

El aseo es más grande que el tuyo.

La habitación del Capitán Thantalas resultó de mi agrado. Raban era un guerrero, así que se mediria bien en ella. Asentí lentamente varias veces, y dije:

— Aquí descansarás apropiadamente — Bastante mejor que en el suelo de una celda... — El dueño de la habitación es alguien importante dentro de la guardia, así que te ruego que la dejes tal cual la recibes. Mañana al amanecer estate preparado. Tras un rápido desayuno, nos pondremos en marcha... — acabé, para, tras una última mirada al adan por si necesitaba algo, dirigirme hacia la zona de suministros. Quería dejar bien atado todo antes de retirarme yo mismo a descansar.