Partida Rol por web

La habitación estaba muy bien, realmente bien.

- Muchas gracias, la verdad es que me hubiera conformado con cualquier cosa.

Al instante se quitó - casi arrancó - toda la ropa que llevaba, quedando totalmente en pelotas.

- No se cómo tenéis los cojones o dónde los guardáis, pero no soporto más este embutido que me habéis dado. Siento que me van a explotar las pelotas.

Casi al instante se dio cuenta que se había pasado un poco.

- Lo siento. No quiero parecer desagradecido, pero es que no aguantaba más.

Inmediatamente después cambió a un tono amenazante.

- Espero tener mi ropa por la mañana, porque no me pondré otra cosa y hace mucho tiempo que olvidé lo que significa estar avergonzado.

Terminó acostándose en el camastro con una gran carcajada.

- De verdad, gracias por todo. Espero que descanses.

Casi antes de irse su amigo, Raban ya estaba durmiendo.

Dame un momentito, que vamos a chinchar un poco al pobre humano.

Acabo de ver un sacacorchos y me he decidido (Es mentira, lo del sacacorchos es una escusa. Ya lo tenía planeado desde antes del verano)

La misma muchacha que te "puso la cucharilla" trae tus cosas perfectamente plegadas. Las deja sobre un mueble y al estar tan adormilado, no sabes ni quién eres. Te "desinflas" sin darme mayor importancia.
 

Una extraña sensación. El calor de un cuerpo que te trae agradables recuerdos está junto a ti. Dentro de la cama, y un susurro, no sabes debido a qué te hace sentir mejor: - Fantástico. Una mano delicada, cálida y muy hábil te empieza acariciando el hombro. Ese cuerpos se junta al tuyo. El contacto te trae más recuerdos aún, … y la sábana se levanta por un instinto primario y animal. Las caricias continúan hacia tu pecho, de un cuerpo femenino que te hace la cucharilla.

Te toca postear.

Raban estaba medio dormido cuando notó una presencia a su espalda. Su primera reacción fue no moverse en absoluto. Era lo que le había enseñado la experiencia, dejarse hacer el dormido para contraatacar en un descuido. Raban era mortal incluso sin armas.

Pero al instante notó un suave cuerpo que se pegaba a su espalda, un cuerpo femenino. La reacción de su zona baja fue instantánea, alzando el vuelo como si de un saludo militar se tratara. Se dio la vuelta y acarició el cálido cuerpo que se le había aferrado.

Pero en la oscuridad, Raban notaba un cuerpo muy esbelto, menudo, como de una niña. Aunque su miembro, que parecía tener vida propia una vez liberado de la reclusión a la que había sido sometido, seguía alzado como un vendedor en medio de una multitud, había algo que mantenía al veterano luchador a raya.

Entre sus brazos tenía el cuerpo de una niña. Posiblemente le doblaba la edad, dada la longevidad de los elfos, pero ese sentimiento era algo que le superaba. Con suavidad abrió el lecho, señaló sus ropas y luego la acompañó a la puerta.

La elfa dijo algo ininteligible. Seguro que está diciendo que podría ser mi abuela... Joder, ¡ es una niña ! No puedo hacer esto....

Cuando por fin consiguió que la chica saliera de la habitación, aquello no había bajado ni un solo milímetro.

- Lo que me faltaba después de un día como el que he pasado.

Comprendió que así sería imposible dormir, así que no se cortó y se descargó haciendo uso del servicio manual, tras lo cual regresó a su camastro y continuó durmiendo.

Soy gilipollas. - Fue su último pensamiento recordando el pequeño pero suave pecho de la elfa. - Imbécil.

19 Enero 04:58 T.E. Cámara y dormitorio personal del Capitán Thantalas (Aradhrynd). Gran Bosque Verde. ("Bosque Negro").Encapotado y lloviendo/aguanieve. Viento leve. -5º. (En el exterior).

Arménëlhir entró a la habitación, esperando que el hombre ya estuviera listo. No podía ser de otra manera. La elfita había estado allí, y no solo para traer la ropa. Algo le decía que había estado allí para algo más. El originario del bosque estaba desnudo, abrazado a la ropa de cama, y no solo con una pierna fuera, destapada, sino también toda la parte izquierda del cuerpo. Dormía plácidamente, y se notaba que había habido acceso por ambos lados de la cama.

Raban estaba tan descansado que no le importó el acceso. Ya lo había sufrido antes, pero nadie más lo sabía, aunque hubieran ojos presentes que lo podían haber imaginado.

La ropa de la elfita estaba en el suelo. Tirada. Hecha una bola, y de cualquier manera. Estaba al caer de la cama, dando la espalda a la posición de descanso que el humano disfrutaba.

Y viendo como es el personaje, no creo que le parezca demasiado bien que se lie una elfa y un humano, y más, que este sea invitado tuyo y se tire al servicio.

Raban se despertó al sentir la presencia del elfo, por lo visto se había dormido.

- Estoy en un rato - comentó y se dispuso a lavarse un poco y ponerse la ropa que tan delicadamente habían dejado limpia y plegada a su lado. No tardó mucho en estar preparado.

- ¿Desayunamos? - dijo ya completamente vestido con un sonrisa en la cara.

El alba me había encontrado en trance, como siempre ocurría en aquellos momentos antes del amancecer, cuando era capaz de sintonizar mi alma con la entidad colectiva del propio bosque, este castigado y marchito Eryn Galen, que ahora, sobre todo en las vertinentes mas meridionales era conocido como Taur-nu-Fuin, o Bosque de Oscuridad o Bosque Negro, como era conocida en la lengua común de los Pueblos Libres del Oeste, esa lengua que tan rara se me hacía utilizar. Eran momentos de paz, que me hacían serenarme y dedicar despues plena mi atención a los quehaceres diarios, unos de extrema gravedad, en este caso. Preparé con ahinco mi armadura y mis armas, frotando con un paño el yelmo que mi tío me había hecho llegar vía el Principe Légolas, mi primo.

Cuando todo estuvo preparado, según mis propios requisitos, agarré mi pelo en una trenza, preparado para colocarlo en un lateral, para ponerme el yelmo, me colgué el cinto con la espada y la daga, el arco y carcaj al hombro, y me dirigí presto a la habitación del Capitán Thantalas, donde el adan había descansado:

— Es un guerrero, imagino que ya estará preparado... — me dije, iluso de mi, pensando que esta vez sería distinta, pero mis expectativas fueron barridas, como la arena fina frente a un potente viento de otoño, cuando entré en la habitación: una vez mas volví a sentir aquella seguridad en que el fututo de Arda pasaba por el resurgir de mi Pueblo. Sin nosotros, los Quendi, La Sombra ocultaría todo rastro de esperanza...

El humano yacía en la cama, desnudo, como si nada de lo hablado anterior importara lo mas mínimo. Pero no fue aquello lo que provocó una lividez aun mas profunda en mi cara, mientras mis puños se cerraban hasta provocar que el color de mis nudillos rivalizara con los hielos infinitos del Helcaraxe. A su lado estaba, también desnuda la joven elfa que nos había atendido en la cena, la noche anterior.

Golpeé con el tacón en el suelo de piedra, provocando una resonancia suficiente en las centanarias paredes de la estancia:

— پنهنجو پاڻ کي عورت ڏيو. پنهنجا ڪپڙا ڪڍو، ۽ ھتان ھليا، گھر واپس وڃو ۽ هدايتون جي انتظار ڪريو ... — dije, en el idioma de mi pueblo, en tono gélido y autoritario, sin siquiera mirar a la jóven que había ultrajado el legado de los Quendi, sabiendo que, si no era tonta, no dudaría en seguir las órdenes, sabiendo que, quizá, su carrera en el Servicio en la Casa del Rey estaba sentenciado. No, le miraba a él, que dio un ligero respingo, mientras se desperezaba como un animal, y con un cansina cadencia, se acercaba a la jofaina para lavarse.

La joven, agitada sin duda, agarró su ropa, y se vistió con torpeza, antes de salir a la carrera de la habitación. Durante todo ese tiempo, pareciera que me hubiese convertido en piedra, pues ni siquiera pestañeé:

— Eres un animal?? — pregunté, con los dientes apretados — Edain no tienen educación?? No honran memoria de caidos?? Nada de épocas perdidas??Te invito a mi casa, y deshonras mi invitación??

- ¿Desayunamos? -

 Aquello solo consiguió extraerme un bufido de reprobación. No solo había osado yacer con una de los Primeros Nacidos, si no que no tenía ni un solo pensamiento para Alina, con la que había fornicado a penas un par de dias antes de que la humana muriese, presa de las arañas: — Quizá sí son animales... — pensé, con un ramalazo de racismo hacia esa especie mezquina e ingrata.

— Fuera de mi casa. Encontraremos en puente, puerta oeste. Diez minutos. — concluí, antes de girarme, y cerrar con un portazo, mas que dispuesto a largarme llegado ese tiempo, hubiera venido o no el adan. Si no lo hacía, quizá acabara de nuevo en los calabozos, si el desliz llegaba a oidos del Rey, y esta vez, con razón.