Partida Rol por web

El fuego era un buen acicate, para no quedarse viéndolo venir.

Al estar más en el suelo que en pie, empezaste a gatear, de cualquier manera, y para cuando pudiste detectar donde estabas, habías pasado por debajo de la mole de carne aquella. El ser no se esperaba aquella reacción, pero te encontraste bastante cerca de unos cuantos de perros raros de esos y varios orcos, con hocico perruno. La cabeza aún te daba vueltas, y tu vara de metal negro, había quedado bajo las llamas.

Tiraste mano del cuchillo que tenías a la espalda, pero la prudencia indicaba que había demasiados seres allí, y no tardaría en "árbol con patas", en tener intenciones de perseguirte. Lo pudiste descubrir al escuchar un gran rugido que debería surgir de unos metros detrás de ti. Además, escuchaste el arrastrar de unos pesados pies. No necesitabas mirar atrás. El dolor y la tensión tampoco querían que lo hicieras. Sabías que se estaba encarando hacia ti.

El orbe te hablaba con las palabras y voz de la harad recientemente fallecida:

CORRE NIÑA, CORRE.

Aprovechando el resplandor de las llamas intento hacerse una idea de la situación general en la que se encontraba. Por el momento las siluetas de las criaturas resultaban suficientes para percibir la distribución de los enemigos. Con esa idea en mente, en cuanto detecto el temblor del suelo en que se encontraba a gatas, anunciando la llegada de aquella bestia, apretó los dientes y se lanzó a en una carrera desesperada, buscando aquellos huecos en los pareciera que no había rivales cortandole el paso. La velocidad era su mejor aliada en esos momentos, así que empujo toda su energía para imprimir en sus piernas el movimiento mas rápido que fuese capaz. Si no lograba poner distancia, estaba perdida y ya no necesitaba los gritos del orbe, ni las palabras de la matriarca para saber eso.

Había una plaga de aquellos bichos, y siendo sincera, no sabías si el mejor lugar para escapar era precisamente hacia el agua. Lo que si tenías claro es que los soldados y los colonos, o estaba muertos, o estaban terminando de ser masacrados. Esto no era un ataque disperso, de una horda. Era más bien una organización militar, cruel y sádica, dirigida con puño de hierro y con efectividad letal.

Habían caído sobre aquellas personas de una manera tal, que incluso pensabas que no habían tenido verdaderas bajas. Si acaso los que habías apaleado tú, y nada más

Nayira solo podía ver mas y mas figuras recortadas por el resplandor del incendio, así que sin opciones de lucha, giró con rapidez y empezó a correr en dirección contraria a la que venía la horda que se le echaba encima. La única opción de sobrevivir que le quedaba era poner el máximo de distancia posible y alejarse cuanto pudiera posible de la bestia que la había machacado contra el suelo.

23 de febrero de 1700 T.E. 22:00h. Noche. Gondor. De camino a Rhovanion. Despejado 12ºC. Nublado y esta noche no se ven estrellas.

Sales disparada. Ahora lo entiendes. Ya sabes porque esos bichos no se arriman al agua. Nada más llegar pasar por el lado del "bicho" aquel que largó su largas y afiladas manos. Sobre aquel, o mejor dicho, bajo ese liquido oscuro, no sabías que se podía ocultar, pero si sabías de la plaga de orcos y el árbol con patas ese, que había en los alrededores del campamento, que ahora ardía como una tea.

Tanto correr te hacía sentir una fática especial. Además te dolía el cuerpo. El castañazo que te habían dado no era cosa de un golpecito, tomando una esquina, o un resbalón tonto en una piedra. Dolía. Ese recuerdo te hacía alejarte más aún de esa horda insana. No tardaron los orcos esos, con morro de perro, quedarse en la linde del agua, pero tú nadabas con desesperación. No tardaron en empezar a caerte piedras alrededor. Allí, al frente, a no mucho más de 50 metros una islita, poblada por plantas, asomaba unos pocos dedos sobre el agua. Ni un árbol, ni nada que sobresaliera del fluido, que corría silencioso, de más de un palmo de alto, parecía verse.

El agua fría ayudo a que Nayira espabilase un poco y no tardo en empezar a nadar alejándose de la orilla. Al mismo tiempo que detectaba la pequeña isla, empezaron a caer piedras a su alrededor, así que ubicando la dirección se sumergió un poco para bucear a un metro escaso de profundidad, intentando desaparecer de la vista de los orcos.

En el peor de los casos, si alguna piedra la golpeaba estaría frenada por el agua y no le causaría grandes daños.

En el fondo, un resplandor te llama la atención. Es como un brillo. Como una persona con una aureola, con un brillo especial que intenta mover la mano, pidiendo ayuda. Es como una chica, que porta unas ropas azules luminosas, que emanan un brillo … cálido y placentero.

Nayira apenas podía creer que hubiera alguien allí abajo, y mucho menos envuelta en ese resplandor. El pensamiento inicial fue sin duda desconfiar, pero lo cierto es que la sensación que emanaba de aquella mujer era tan serena y cálida que resultaba difícil pensar mal.

Una piedra se hundía a tu lado.

Eso te hizo dar un respingo, sobre todo, porque el tacto no te lo esperabas. Te trajo a la realidad y eso te salvó la vida. En el mismo lugar que había una persona luminosa, ahora, un cadáver putrefacto parecía nadar hacia ti desde el fondo.

- No, si tendré que darle las gracias a los perros esos que ...

La visión cambió de repente y la chica se transformó en un cadáver que parecía estar nadando hacia Nayira, con las vacías cuencas oculares fijas en ella.

Con cierta desesperación, frenó la inmersión y empezó a mover los brazos y las piernas para continuar alejándose en un intento por alcanzar tierra firme y ocultarse de los orcos. En todo momento temía que una mano fría y esquelética se cerrara en torno a su tobillo, por lo que nadaba tan rápido como podía.