Partida Rol por web

Porfi, una tiradita de iniciativa.

El mordisco que lanza el animal es mucho más rápido que la técnica empleada, pero este sólo daña el aire que hay entre tus piernas. Como habías usado de pértiga tu bastón, queda justo bajo ti, plegando así la rodilla en el vuelo, golpeando en el centro de la cabeza al monstruo. No te ha parecido un gran ataque, pero sabes que le tiene que haber dolido.

Aterrizáis justo en posiciones cambiadas antes del salto.

Al darte la vuelta el animal frena y se revuelve rabiosamente. También puedes ver como los otros dos se abalanzan sobre los soldados que te acompañaban y los derriban ruidosamente.

El bicho sacude la cabeza durante un instante, antes de saltar otra vez contra ti.

Nayira dedicó un instante de atención a los dos animales que atacaban a los soldados, pero no podía hacer nada por ellos hasta eliminar al que tenia delante, así que se concentro en eliminarlo lo antes posible. Esperando el momento adecuado, clavo el bastón en el suelo y realizo un movimiento giratorio usando la barra para darse mayor impulso, lanzando así la pierna en dirección a la bestia, deseando que aquella patada fuese suficiente.

Nayira deslizó el bastón entre las cuatro patas del animal, y con un movimiento enérgico lo giro entre sus manos para desequilibrarlo. Tras aquella maniobra continuo el movimiento girando sobre si misma y aprovechando el impulso descargo su pierna sobre la bestia con una fuerte patada.

Dejas a los soldados a su suerte, y el capitán … y sobre todo su armadura, parece aguantar bastante bien, pero el soldado, enseguida es desarmado y su lanza cae por el suelo, siendo una molestia para todos, sobre todos para los seres vivos de dos "patas". A los de 4 les estorba bastante menos.

Tu bastón da en el centro de la cabeza, haciendo que este la agache hasta tocar el suelo, inmediatamente después, un manotazo le hace perder el equilibrio … pero cae de una manera un tanto extraña, y queda desplomado sobre su costado derecho.

Tras dejar fuera de combate a su rival, Nayira observa consternada que los dos soldados están pasándolo mal, por lo que se apresura a ayudarles. Con la intención de facilitarles el combate, realizó un amplio barrido, intentando derribar a las dos bestias al mismo tiempo, con la esperanza de que al menos así no causaran muchos daños a los dos hombres.

Al Rodar te encuentras con el problema que están enzarzados, muy pegados, los soldados sobre … o mejor dicho, bajo los monstruitos. Así que haces un giro, usando el bastón como manecilla del reloj. El del capitán recibe poco más que un roce, pero el que está con el soldado, quedando inerte tras un ladrido de dolor.

El "perro" que está sobre el capitán, al ver muerto a su compañero del centro, y destrozado el otro, y sobre todo por el "grito de dolor", escapa hacia la oscuridad, a todo correr.

Nayira ignoró al animal que huía y ofreció su ayuda a los soldados para incorporarse. No debía ser nada fácil levantarse con todo ese peso encima.

- ¿Estáis bien? Hay mas de esos en el campamento, debemos apresurarnos y ayudar a los otros.

En cuanto los hubiera puesto en pie, los animaría a seguir corriendo en dirección a los sonidos de lucha, con la esperanza de llegar a tiempo.

- Si, si, estamos bien. El soldado permanecía inmóvil en el suelo. El capitán le achcuchó con la bota al hombre, tirado en el suelo. Al fijaros, tenía totalmente desgarrado el cuello. Se giró hacía ti y conminó: - ¡Vamos! Dejando tirado el cuerpo del hombre sin vida.

Fue bastante rato el paseo inicial, pero ahora, el regreso, a todo correr, duró mucho menos … pero desolador. Ya llegando, tanto vosotros dos como otros soldados que estaban en los alrededores pudísteis apreciar la desolación. Todo ardía, animales muertos, gente destrozada … y más perros de esos que escapaban a todo correr haciendo por evitar a los refuerzos.

Nayira ni siquiera había visto el momento en que acababan con la vida del soldado, por lo que la tomo totalmente por sorpresa y quedo un segundo paralizada observando el cuerpo sin vida. Pero el grito del capitán la activó de nuevo y se lanzo a la carrera mientras intentaba tranquilizar su animo. El ejercicio físico ayudaba.

Cuando llegaron a las carretas, se sorprendió al ver el fuego. Los perros no quemaban carretas.

- Reunamos a los supervivientes, pueden volver en cualquier momento y si están alejados no podremos defendernos.

Aquello no había sido un ataque esporádico de algunas bestias errantes, pero no era el momento de obtener respuestas, debía de poner a los que quedaran con vida a salvo.

El incendio es de tal virulencia, y está ardiendo tan salvajemente que es imposible llegar más allá del perímetro del "campamento". En el interior, con el cripetear de las llamas, se escuchaban gritos, unos de angustia, otros de dolor. Pero ninguno de ellos era pidiendo ayuda.

Ya se daban por muertos así mismos.

El capitán comentó, empezando a correr hacia un lado: - Separémonos. Igual encontramos por donde entrar.

Nayira tuvo que frenar en seco al encontrarse aquella pared de fuego. Por unos instantes se planteó la idea de saltar y pasar a través de las llamas, pero no había manera de cruzar ese infierno. Cuando el capitán le indico que corriera rodeando el campamento, no le pareció una buena idea separarse, pero las opciones eran escasas y los gritos del interior cada vez mas desesperados.

Resignada, asintió y echó a correr en busca de alguna brecha o hueco en el que se pudiera llegar hasta los colonos atrapados.

 Habías pasado más de la mitad del campamento, y el capitán no había aparecido, pero bajo las llamas encontraste una mujer que se arrastraba. Estaba muy quemada, olía como tal, y sus movimientos, erráticos y espasmódicos por el dolor, mientras intentaba hacer que su cuerpo saliera de aquel infierno, como si fuera un gusano, arrastrándose, tenían que ser todo un sufrimiento.

Era la "jefa" del clan Harad. La jefa de los que habías acompañado desde la desembocadura del "Gran Rio". Te vio … y alzó la cabeza: - Niña, correr, niña corre … pudiste escuchar, antes de que su cabeza cayera, sin sentido … y sin vida. Al alzar la cabeza, porque unos ruidos, más adelante, en el mismo sentido que corrías, te llamaron la atención. Estabas justo agachándote a socorrerla, pero era algo gelatinoso, quemado y sin opción de ser ayudada. La vida se la había arrebatado el fuego.

Los gritos del interior se atenuaban. La cantidad de voces, cada vez eran menos, y las que quedaban … ya casi ni se les podía oir. Sentías como las vidas de los de dentro también abandonaban sus cuerpos. El orbe te lo estaba chivando … pero tu experiencia indicaba que más adelante algo estaba pasando. Igual serían 10 metros, pero no llegabas a ver por el resplandor y las llamas, que salían del "anillo" como si fueran olas que golpean la roca.

Metal y gruñidos ahogados es lo que podías distinguir, entre el ensordecedor ruido del incendio.

Nayira vio desesperada como la vida se consumía en las llamas que envolvían el cuerpo de la mujer. Le había pedido que corriera, pero no podía marcharse de allí sin mas. De algún modo sentía que dentro del incendio estaba todo perdido y nadie saldría de ese infierno con vida. pero el jefe de los soldados aun andaba por la zona.

Fue entonces cuando escucho los ruidos, metal y gruñidos, no podía ser otro que Asnfe, así que no lo pensó y se lanzó a la carrera. Si podía ayudarle no debía perder ni un segundo.

Pudiste encontrar el casco ensangrentado, que aún no se había detenido del todo. Temías que la cabeza aún permaneciese dentro, así que te abstuviste de curiosear. Sobresalían de las llamas las piernas. El resto del cuerpo estaba bajo el influjo del incendio. Cerca de él dos cuerpos de esos … perrunos, yacían, emanando una nuvecilla violeta, como si fuera el humo que desprenden esos "chuchos" al quemarse.

No muy lejos, dando pesados pasos una gran bestia, de más de tres metros de altura, vagamente humanoide, avanzaba hacia ti, con pesados pasos y un tintinerar metálico. Sobre la cabeza, a modo de casco, lo que pensabas que era una marmita. Dejaba al descubierto un rostro horrible, con dientes largos y deformes. El resto de su pecho estaba forrado de una malla metálica, compuesta de anillas entrelazadas, y ocasionalmente, con refuerzos de placas en algunas partes. Sus gruesas piernas, provistas de unas botas que parecían más telas y cueros atados que un calzado en si, dejaban al descubierto la parte superior de estas, por encima de las rodillas, y hasta donde empezaba la malla, que colgaba más abajo de su cadera. En su mano derecha portaba algo parecido a un escudo, que cualquier poco observador podría haber confundido con una puerta; y en la izquierda una burda pieza de metal dorado, como de un palmo de ancha y casi dos metros de larga, sin punta, pero que sus bordes tenían algún tipo de filo embotado, era empuñada por una manota más grande que tu propia cabeza.

Resonaron las palabras de la mujer que acababa de fallecer, en tu propia lengua materna: - Niña corre ...

Nayira quedó clavada al suelo cuando vio aparecer aquella cosa enorme. Apenas fue capaz de reaccionar a los cadáveres y los gritos y por un segundo, la idea de salir de allí corriendo le pareció la mejor. Sin embargo, un sentimiento de fría determinación la fue invadiendo, asqueada por toda la violencia desatada y las muertes sin sentido que había provocado aquel ataque. Tras decirse a si misma que aquel monstruo no mataría a nadie mas, aferro su vara de metal dispuesta a derribarlo y golpear tan fuerte como pudiera, si es que tenia la oportunidad.

Te adelantaste de sobra al monstruo, el cual, fue especialmente lento, para tu tipo de acción. Incluso parece que le fue una extraña sorpresa que alguien intentase derribar a un ser que tenía piernas como troncos. Veías avanzar tu rotación. Era perfecta. Seguro que si tus maestros pudieran verlo, estaría orgulloso, pero fue como darle un golpe a una pared. Aún así, apoyaste la mano en el suelo, y haciendo servir tu propio gesto, impactaste con el tacón de tu calzado en la propia rodilla descubierta.

El monstruo, viendo tu acción, y sin mostrar detalle alguno de verse afectado, dejó caer el arma sobre ti.

El trasto de metal cayó sobre tu costado, haciendo que el aire de tus pulmones desapareciera, y quedaste tirada en el suelo, cual trapo mojado, con un dolor inmenso que no te dejaba respirar.

El ataque había sido perfecto, debería de haber destrozado la pierna de su enemigo y haberlo tirado al suelo, pero ni siquiera se había inmutado. De hecho con un simple golpe la había derribado y dejado sin aliento. Sin apenas fuerzas para contraatacar hizo todo lo posible por ponerse de nuevo en pie y prepararse para esquivar el siguiente golpe. Debía retroceder y ponerse a salvo.