Partida Rol por web

Hay varios pequeños asentamientos por la zona. Unos con establos y cosas así, ya que no se les permite en la ciudad estar, a no ser que sea ya hecho carne, o ser monturas o animales de tiro.

Pero no encuentras nada de nada. Ningún refugio de los que conoces, nadie de los conocidos ...

Donde había animales, había pajares, silos donde se guardaba la hierba seca para alimentarles. Buscó el más alejado de los pajares de la zona, el más solitario. Su plan era deslizarse en completo silencio y esperar al abrigo del forraje, tranquilamente, hasta que pasara el tiempo suficiente como para que sus ropas se secaran más o menos. Luego le iba a tocar caminar un poco.

¿Qué haría luego? ¿Por qué la habían tomado con él? No pensaba que tuviera cara de idiota, para que intentaran cargarle el muerto, los muy cabrones. ¿Cómo estarían las relaciones de Ciudad del Valle con Esgaroth? Pensó si ir ahí o si ir más al sur donde, si se ponía precio a su cabeza, no importara demasiado. Quizá lo mejor era volver con los hombres del bosque. Eran buena gente, y no hacían demasiadas preguntas.

Se orientó mirando las estrellas, hizo un mapa mental de dónde estaba, y se puso en marcha.

Encuentras un cercado, en el que unas vacas pacen sin pegas, bajo la luz de las estrellas. Dentro hay un edificio alto de madera. Allí parece haber unos cuantos animales dentro, pero por la altura que tiene, seguro que un altillo es donde la paja se guarda para el suministro animal.

O por lo menos es lo que piensas. - Ahora, a ver si las vacas desean visitas.

Más que las vacas, Fram temía que hubiera perros. Se quedó un rato observando, no fuera a ocurrir que hubiera sorpresas no deseadas por ahí. También aprovechó para mirar la mejor manera de entrar en aquel granero sin ser visto. Planeo la situación de manera concienzuda hasta que se encontró volviendo a tiritar de frío (la caminata había sido buena para eso, pero ahora, tan quieto, el viento helado le estaba destrozando).

Necesitaba entrar en calor con rapidez. Por la mañana vería las cosas más claras.

Y bien. Había visto lo que había visto. ¿Estarían los Valar de su parte?

No hay chuchos.

Pasas como una sombre, a pesar del frio que tienes.

Dentro, en la parte baja hay un establo en toda regla. Hay dos cierres, como para caballos, pero no tienen puertas. El resto es diáfano. A unos 3 metros hay una plataforma, que ocupará medio edificio, y una escala. En la parte alta hay bala de paja (cuadradas) y más cosas colgadas de las paredes, pero des allí, sin subir, no ves nada.

Fram recorrió la planta baja observando lugares desde los que pudiera escapar, caso de que hubiera que hacerlo. No le gustaban los sitios sin puertas traseras... Una tabla floja le bastaría. Palpó con cuidado hasta estar satisfecho, sin hacer ruido. Luego, subió con infinito cuidado por aquella escalera, procurando que no crujiera, para explorar la parte de arriba.

De vez en cuando se paraba a escuchar, por si notaba respiraciones o cosas similares que denunciaran a alguien durmiendo arriba. Podría haber ahí, tranquilamente, un pastor durmiendo.

Era una construcción sólida, y sólo había una entrada, pero ponerte a investigar removerá las reses. Y como tal, buscando, buscando, notas, estando de rodillas, el resoplido de un toro tras la nuca.

No estará a más de un metro.

EL RESTO DE TUS ACCIONES NO SE PRODUCEN.

Fram, del susto que se llevó, salió como un tiro hacia la escalerilla... ¡Corre! En realidad, no había mejor manera de entrar en calor que esa.

El miedo es buena medicina momentánea. Además, no tiene el bicho capacidad ni velocidad para seguir tu paso. De todas maneras está vigilando la escala, así que salir por allí, va a ser complicado.

Te metes entre la paja, y descubres que allí unos gatos habían hecho nido. Son una camada de mininos. La madre, al llegar tú, se ha arrinconado y te bufa desesperada, mirando a sus retoños, que ajenos a la "visita" exploran, con un paso tambaleante, que incluso, con el poco cuerpo que tienen, las briznas, cuando saltan, los tumban.

El toro vigilaba la escalera... Pues vale. Que vigilara. Fram casi no podía más ya. Ignoró a la gata y se aseguró de que arriba no hubiera más sorpresas desagradables. Luego buscó algo con lo que taparse que no fuera paja... ¿Sacos de tela? ¿Mantas para caballos? También se fijó en si había herramientas de labranza, o cuerda.

Una vez asegurado de que no había más que gatos ahí arriba, se hizo un buen escondite en la paja y procuró dormir.

Cuerdas, si, algunas, pero nada más. A parte, bastantes herramientas, tanto de un agricultor como de un ganadero. Te llamó mucho la atención la guadaña, pero más aún el hierro de marcar. Sabías algo. Era como una especie de T mezclada con una M. Sabes que era uno de las empresas familiares.

- Mierda, estoy en su porquera.

Un último esfuerzo... Preparó las cosas de manera que, si alguien intentaba subir por la escalera, produjera ruido... Y se hizo un ovillo en su escondite.

Cuelgas de la parte superior de la escala un par de trastos, sobre todo un cencerro, pero lo que buscas es recuperar calor y dormir. No haces más. No estás para mas. 

Los mininos te escalan, trepan, amasan y alguno intenta buscar teta para "cenar", pero te termina dando igual. te quitas la ropa y la la vas tirando sobre la paja. Te secas con ella. Pica. Y te metes entre el montón. Temblequeas como una hoja y al final te duermes. Te quedas frito como una patata, y te despiertan unas voces. Son los pastores que vienen a trabajar. Cuando abres los ojos ya hay luz. Es temprano, pero ya hay luz. No conoces quienes son, pero vienen hablando del "barullo" que se montó anoche y que aún buscan al tipo ese.

- Si lo encuentro, me lo cargo. Maldito hijo de perra.

Contesta el otro:

- Si hermano, si, si lo encuentro, le hago lo mismo, y luego se lo doy de comer a los perros.

Fram se arrebujó en su hueco, preparado para lo peor. Esperaba que no tuvieran que subir, y esperaba haber ocultado su rastro lo bastante bien. Tanteó con cuidado en busca de sus armas y esperó a ver qué decían de él... Pues pensaba que era de él de quien hablaban esos pastores. Se agazapó preparado para saltar, si se diera el caso. No es que le hiciera mucha gracia pelear en pelota picada, pero peores cosas había hecho, quizá ver su badajo libre como el viento penduleando para allá y para acá les distrajera un poco.

Los pastores no llegan ni a entrar.

Dan unos golpes y las reses empiezan a salir, como si estuvieran amaestradas. El toro no se mueve gran cosa. Da unos pasos, pero nada más. No llega ni a desplazarse ni medio metro.

Los que si revolotean como mariposas son los pequeñines felinos. La madre empieza a agarrarlos de la nuca y los traslada. No sabes que intenciones tiene, pero se los lleva de tu lado y los está situando en un lugar que lo ha adaptado llano y cómodo. Al que deja ya en la nueva ubicación y se descantilla (se marcha de paseo) le da un bofido que los sienta en el acto. Los está trasladando como 4 metros. No más.

Los pastores siguen a la suya. Hablando de las tetas de la de la cantina y de el polvo que le echarían.

- Soñad, soñad.

Fram se quedó muy quieto. ¿Qué otra cosa podía hacer? Agachó la cabeza para que estos tipos no tuvieran ángulo de visión desde el que poder descubrirle y disfrutó del calorcito que había estado sintiendo en la paja que, por cierto, picaba como un balrog.

No sabes lo que están haciendo, pero trabajan con los animales.

Están fuera del edificio, en el cercado. Atienden a los animales, pero no sabes que están haciendo en concreto.

Fram aprovechó cuando habían salido para vestir sus ropas que, quizá, ya estuvieran medianamente secas. Al menos no tan empapadas. Oh, cielos. Había paja hasta el fondo. Picaba. Los gatitos andaban jugando por ahí. Se ciñó las armas y, una vez seguro de que nadie le había visto, quiso espiar por alguna rendija de entre las tablas, sin perder de vista que no debía ponerse de manera que se le viera desde la puerta abierta del establo.

No había desayunado. Miró a aquellos gatitos con otros ojos. Le comenzaban a parecer pastelitos de crema.