Partida Rol por web

Me quedo un momento estupefacto, el camino que habíamos recorrido entre las tumbas ahora no está, sino que está tapado por otras tumbas adicionales, Pero... ¿Que está pasando? Tiemblo como un flan e intentando recordar la dirección para alejarme del cementerio, escucho el sonido de la tierra removiéndose, con una curiosidad peligrosa me dirijo para ver que está haciendo ese ruido...

- ¡No te pares, Héctor! -dije mientras le empujaba, pero al momento vi porqué lo había hecho. La tierra...se movía. Algo salía de ella, cómo de la tumba de antes. Eran zombies. Querían comerse nuestro cerebro. ¿Por qué habíamos venido precisamente la noche de Halloween al cementerio? Si alguna noche tenía que pasar esto, era hoy.

- Tenemos que salir del cementerio... Así no podrán seguirnos...

Una carcajada terrible oís por detrás, mientras comenzáis a correr, intentando desesperadamente llegar a las puertas del cementerio.

Intento correr con todas mis fuerzas, pero me tropiezo con las losas del suelo, el miedo me está paralizando las articulaciones, como si arrastrara más peso que mi esqueletico cuerpo. Al ver que me estoy quedando atrás les grito al resto:- ¡Esperadme! No me dejeis aqui, por favor-

No es que se hubiera parado a pensar quién quedaba atrás, quién corría con ella, pero lo cierto era que María había puesto pies en polvorosa corriendo como una conejilla delante de un galgo para alcanzar la salida, apenas había aflojado la marcha cuando la súplica de su amigo le llegó ahogada y llena de congoja.Tenía mucho miedo y sabía que tampoco era muy fuerte.
¿Qué hago? ¿Voy? ¿No voy? ¡¡¿QUÉ HAGO?!!, se preguntaba. No quería morir y tampoco quería dejar atrás a sus amigos. María no era más que una niña enclenque paralizada por el miedo en el momento menos oportuno.

Empecé a correr, y mis largas piernas ayudaban en mi huída...Excepto por tropezarme cada dos por tres y chocarme con cada rama baja que había. Escuché a Hector pedir ayuda y me giré sobre los talones.

-¡Corre Hector, por lo que más quieras! ¡No te pares!

Volver atrás no haría ningún bien, no podía hacer que corriese más, pero si podía esperarle...un poco... Hasta que los zombies nos alcanzasen.

María es de las primeras en salir corriendo y coge una gran ventaja a sus dos compañeros, que les cuesta seguir su ritmo.  decir verdad, el mas lento es Hector, que poco a poco se va quedando atrás.

Desgraciadamente para vosotros, empecinados estáis en correr que no os dais cuenta de las manos que salen de las tumbas y que os agarran los pies. Lucia cae al suelo cuando una poderosa mano le agarra el tobillo, lo mismo que Lucas. Solo Hector logra moverse a tiempo para esquivar la misma, pero tiene el problema de que por detrás oye un grito que le hiela de sangre. Algo se acerca... y rápido. 

No miro hacía atrás, cuando encuentro a Lucas le intento ayudar, fijándome de no estar pisando ninguna lapida. Pisando la mano para que le deje libre, para cuando este libre salir por piernas, para ayudar a María. Espero que mi buena fe no me lleve a la tumba, si veo que al primer intento no puedo sigo corriendo.

Al caer de morros todo el polvo del cementerio va directo a mis fosas nasales, haciendome estornudar sin parar y lloriquear. Cuándo me doy cuenta de qué era lo que me había hecho caer me quedo helado por unos segundos. ME habían cogido, un zombie...¡Me había cogido un zombie! Hector pasa corriendo a mi lado y da un pisotón a la mano que me cogía pero sigue corriendo después. Iba a gritar algo, pero vi que María estaba en la misma situación. Empecé a patalear incansablemente con fuerza mientras gruñía de esfuerzo, miedo y rabia, para conseguir liberarme de la mano que me tenía atrapado.

María dio contra el suelo con un golpe sordo y sus gafas crujieron bajo ella.

¿Era posible que se le hubieran roto?

Pese a esa preocupación, no era ése el peor de los tormentos pues ese agarre tenaz no parecía soltarse. La niña intentó patalear pero el pánico no la dejaba mantener la mente clara y lo que a ella le parecía una violenta resistencia no era sino un violento temblor de puro pánico.

-Quiero irme a mi casa...-sollozó.

Lucas logra desembarazarse con la ayuda de Héctor, pero quien tiene problemas es María que no logra quitarse el zombie que la aprisiona de encima. Y lo que es peor: de pronto surge una cabeza de la tierra con unos ojos completamente negros y con no muy buenas intenciones...

Al notar mis piernas libres me levanté al instante y eché a correr. Apenas había avanzado cuando vi a María en apuros y en el suelo. Una mano la agarraba igual que me habían agarrado a mí, y lo que era pero, una cabeza salía de la tierra. Sin pensar (pues si lo hubiese hecho seguro que no habría hecho algo así) me acerqué corriendo a esa cabeza amenazante y asesté una patada directa a la cabeza... Pero el fútbol no había sido nunca lo mío, y lo lamenté al instante.

Tras ayudar a Lucas, voy hacía María para sacarla del atolladero, mientras que Lucas intenta patear a las manos que la agarran, que están saliendo de la tumba, como una de esas pelis de zombis. Y puedo notar como la cosa que nos persigue tiene que estar ganandonos terreno por tantas detenciones. Por lo que hago lo que puedo para ayudar a María.

María no veía tres en un burro, todo era un mismo borrón oscuro que se movía delante de ella.

-¡Quiero a mi mamá!-gritó sollozando pataleando sin fuerzas con el agarre.

En un instante veis con horror como el zombi muerde con fuerza la pierna de la niña, arrancando un buen trozo de carne. Afortunadamente, para vosotros, eso distrae al zombie lo suficiente para lograr que lo soltéis. Desgraciadamente para vosotros, el tiempo que habéis perdido allí ha provocado que buena parte de los zombies ya estén apunto de salir de sus tumbas y lo que es peor, lo que os sigue se acerca hacia vosotros peligrosamente...

-¡Vamos chicos!- Intento orientarme a la salida, pero sin dejar de fijarme en si hay algún lugar donde escondernos en el peor de los casos. Esta noche sin duda va a ser la peor en mi vida, y espero que no sea la última. Sin fijarme si van detrás de mi salgo corriendo como alma que persigue el diablo, nunca mejor dicho.

Si estuviese en una película, ese habría sido el momento de desmayarse. Pero no era una película, así que agarré a María del brazo con más fuerza de la que pretendía y tiré de ella para salir pitando detrás de Hector. No había tiempo para mirar su pierna, ni para que yo me enjuagase los ojos, que me picaban horrores por la alergia por culpa de tanto polvo levantándose de los zombies. No, era tiempo de correr sin mirar atrás.