Partida Rol por web

La noche es tranquila. Aquí arriba el frío corta el aliento, y ves poco a poco oscurecerse el horizonte. Tus compañeros duermen plácidamente dentro de la tienda, y la hoguera y tu espada son tu única compañía.

Al poco rato las llamas de la hoguera empiezan a agitarse, como si se hubiese levantado un fuerte viento, pero no es así. No hay viento alguno azotando la cresta. Las llamas se mueven cada vez más violentamente, como en un baile frenético. Tu mirada se centra en ellas, de algún modo este movimiento es hipnótico. De repente notas un helado aliento a tu espalda. Te giras sobresaltado, empuñando tu espada, pero no hay nadie. Un escalofrío recorre tu cuerpo, sigues notando esa presencia, como si te observase, pero no hay nadie. No hay nada. Estás solo. Las llamas dibujan sombras en los árboles cercanos y engañan a tu imaginación.

Rimald está fuera vigilando que no ocurra nada, que no nos ataquen, que no se acerquen criaturas malignas y que no nos roben el mulo. Me levanto a mirar si está todo en calma, vamos por ver si está Rimald (y no está durmiendo o que no haya desaparecido). - ¿Todo despejado, Rimald? - Después de la comprobación me vuelvo al interior de la tienda.

- Joshua, ¿qué tal tu mujer, tenéis pensado tener hijos? - Era un tema como otro cualquiera, pero mientras no llegara el sueño, era entretenido hablar de cosas amenas. - Vosotros - refiriéndose tanto a Genaro como Etor- ¿estáis también casados?

Me pongo en tensión. ¿Un enemigo invisible? Pero de ser así ¿qué motivo tendría para darme señales en lugar de matarme de forma inmediata?

Miro hacia la tienda donde descansan mis compañeros sospesando la idea de despertarlos. Pero despertarlos ¿por qué?

—Si te mostraras estaría agradecido. ¿Acaso hemos perturbado tu lugar de descanso?— le digo al aire nocturno, sin dejar de girar sobre mi mismo con la espada alzada —¿Eres mago, espíritu o criatura de la noche?

Mi mano libre se aproxima al cuerno de caza, que no dudaré en hacer sonar si algo me intenta dejar fuera de combate sin que llegue a verlo.

Tras un día de duro trabajo, una noche de buen sueño...

... me dispongo a quedarme frito, y más pronto que tarde... cuando Rilwen saca el tema de la paternidad... joder.... si yo hablase... bueno, tengo sospechas.... debo tener por ahí algún vástago y medio, lo de medio porque fué una noche confusa y tal...

-Emm.. no, aún no, que soy muy joven para eso... con las inundaciones anuales... traer niños al mundo no es una buena idea...

... ya, eso digo, pero otra cosa es que le de al fornicio con vicio... y Genaro... uf... casi, y sin casi, es peor que yo... un pendón en toda regla... pero tenemos que intentar quedar como angelitos... que luego todo se sabe en el pueblo...

-... me hago un rebuño bajo la manta, y empiezo a respirar profundamente, para que se note que estoy quedándome dormido... no sea que alguna pregunta indiscreta haga que se me escape algo que no se deba saber, que las carga el Diablo...

"¡Pero qué tía más cotilla!"

... aunque por un momento doy la vuelta a la intención... lo mismo ella también está soltera y está sondeando el mercado... hummm.... interesante...

Mientras le hablas, moviéndote, notas cómo su respiración siempre está detrás de ti. No es que sea invisible, sino que es tremendamente rápido.

Tras quedaros dormidos, entre sueños, oís a Rimald hablando con alguien fuera de la tienda, pero seguís durmiendo.

Visto que mi invisible interlocutor no se decide a hablar doy una voltereta hacia la tienda mientras cojo con la mano libre el cuerno.

—¡Tenemos compañía!— grito a mis compañeros —¡Atención! ¡En pie!

Dicho lo cual intento girarme de tal manera que la tienda quede a mis espaldas, protegiendo yo su entrada.

-"¡oh, si cariño!, ¡dale otra vuelta!.. por el otro lado, un poquiiito más... si, ahora está jugosito... qué lechon me voy a zampar...."

Estaba yo teniendo un sueño mezcla de gula (lechón asado) y lujuria (siendo cocinado -el susodicho lechón-, por una lujuriosa moza), cuando el grito de Rimald me echa de él de una patada en el trasero... me despierto entre alarmado, asustado, y desorientado, pero eso solo por un momento, pues no tardo en darme cuenta de donde coño estoy.

Cojo el hacha, que por si las moscas, que nunca se sabe, y por eso de que estamos en el monte y puede haber, como mínimo, una visita de lobos hambrientos, ha hecho noche a mi lado, y salgo presto, arrancándome las legañas en el proceso, de la tienda de campaña.

-¿que pasa? ¿que pasa?

Pregunto inquieto, pues salir del sueño, de la tienda, dar con la luz de la fogata, verme rodeado de la noche más allá del radio de luz de esta última... como que no me entero de qué hay más allá de un paso de mi nariz...

Siempre he identificado el silencio con un buen aislamiento. Recuerdo cuando hubo que reparar el comedor, le puse doble fondo de pared y logré aislar la humedad y el ruido. Luego modifiqué las demás habitaciones logrando minimizar cualquier ruido exterior. Así que, dormir al albur de la naturaleza era como si hubieran desaparecido las paredes de casa, se oía todo. Al final, acabé pensando en los planos de la atalaya, repasé mentalmente cada paso y acabé durmiéndome.

No sé si entresueños escuché algo o a alguien pero sí que me desperté cuando Rimald dio la alarma. Era aún de noche y los demás estaban tan sorprendidos como yo. - ¡Qué pasa, qué sucede! - Miré dentro de la tienda pero no vi nada sospechoso, lo que hubiera alertado a Rimald estaba fuera. Busqué el pequeño hacha de carpintería que tenía y me acerqué de cuclillas a la apertura de la tienda al exterior... - ¿Qué ocurre Rimald, qué pasa?

Salís afuera, sobresaltados por las palabras de Rimald. Pero no hay nada. Os cuenta lo que ha sentido, una fría respiración tras de sí, una presencia imponente, pero invisible, pero poco podéis hacer, y volvéis al interior de la tienda, inquietos. Esta noche apenas conseguís pegar ojo.

Cuando amanece reanudáis los trabajos de la atalaya, y avanzáis bastante. Colocáis los apoyos principales, la plataforma de observación y una escalera. La atalaya ya es funcional. Rimald pasa toda la jornada pensativo, mirando al horizonte, y recordando lo sucedido la noche anterior.

Llega nuevamente la oscuridad, estáis cansados. Acabáis de cenar, y miráis fijamente el fuego de la hoguera, manteniendo conversaciones banales, intentando no pensar en lo ocurrido, y mucho menos decir una palabra.

Un escalofrío os recorre el cuerpo a cada uno de vosotros, abrís los ojos de par en par, como queriendo encontrar en alguna parte de la inmensa oscuridad aquello que os hace sentir así. El fuego de la hoguera crepita y se mueve, como azotado por un viento que no hay esta noche. De entre las sombras aparece una figura ante vosotros. No la habéis visto acercarse, no habéis notado sus pasos, pero está ahí, ante vosotros.

Es alto, esbelto, pálido. Su mirada profunda y rojiza os atraviesa, y parece poder leer vuestra mente, por un instante parece conoceros y saberlo todo acerca de vosotros. Parece joven, aunque su pelo es blanco, al igual que su piel. Viste ropas nobles, pero como de una época pasada, en colores oscuros. Parece moverse grácilmente, como hace la realeza, con movimientos pausados y ceremoniosos.

Vuestro primer instinto es levantaros, atacar, huir... estáis confusos. Pero nada de esto podéis hacer, pues todos tenéis una mano en vuestro hombro, que os lo impide. Hay uno de ellos por cada uno de vosotros, hay uno de ellos junto a cada uno de vosotros. No les habéis oído acercarse. Sólo sentís el frío de sus gélidas manos posadas sobre vosotros.

El cuerno cuelga de un poste junto a la hoguera, en el centro de la escena, meciéndose divertido ante vuestros cuerpos paralizados. Junto a él aquél al que oís pero no escucháis, debido al miedo, debido al terror.

- Hace mucho tiempo que nadie se atreve a venir aquí. Y mucho menos a pasar una noche entre estos árboles. -sonrío levemente- ¿Acaso no tenéis miedo? ¿No habéis escuchado las historias que cuentan las ancianas sobre este bosque? ¿Acaso no sabéis lo que pasa aquí? No sé si es que no teméis a nada, o si simplemente sois unos inconscientes. Supongo que si os habéis adentrado hasta aquí es que vuestra codicia es muy alta. Y estáis dispuestos a pagar con vuestro miedo lo que sea que ansiáis con tanto fervor. -Sonrío nuevamente y continúo- Está claro que vais a morir. Pero no tenéis por qué morir en vano. Podéis obtener algo a cambio de vuestras vidas. Hay un asunto en el que podríais ayudarme si os unís a mí, un asunto que me incomoda desde hace años, pero al que he decidido poner fin, ahora que se acerca el momento. Si aceptáis mi oferta obtendréis infinitas veces lo que os haya prometido ese Rey del Barro. Si no, simplemente, moriréis. -Doy unos pasos y cojo el cuerno- Te devuelvo tu cuerno, Rimald de Lem. Si lo haces sonar acabaré con vosotros y con todos los que vengan en vuestra ayuda. Si no lo haces, tíralo, pues allá donde voy a llevarte no te hará falta. Ya que este puede ser vuestro último momento, os dejo unos minutos para que lo debatáis.

La situación me está incomodando en exceso, se suponía que aquí no había peligros y esa figura misteriosa me está provocando bastante miedo, para colmo no está sólo, no me he dado cuenta hasta sentir esa presión en mi hombro de que hay más como él, y que ahora mismo estamos en sus manos.

¿Quién sois? - me atrevo a replicar, ante la sorpresa de su discurso - ¿qué queréis de nosotros? - lo único que me había quedado claro es que nos había amenazado con matarnos y eran unos cuantos así que, sí, podría cumplir su amenaza. No recordaba haber escuchado ninguna historia sobre este lugar, tampoco lo había preguntado. Miro con inquietud y nerviosismo al resto de mis compañeros, lo que no miro es el cuerno aún.

-Me cago en...

... es lo único inteligible que consigue salir de mi boca antes de que el extraño nos ponga al corriente de que, en resumidas cuentas, estamos jodidos hasta las pelotas.... (no me he enterado muy bien de lo que ha dicho... la verdad, no le he seguido bien, solo he pillado la parte en que "hacéis algo para mí, u os apiolo", más o menos, pero vamos, que eso es lo esencial...

El caso es... que son unos tipo raros de narices... y mira que en mi pueblo hay gente raro... el Ceferino sin ir más lejos, que asusta verlo... pero esto es... como si no fuese natural, diantre. Y enciman hace referencia a historias de las abuelas de los pueblos... pues... como no sea de las abuelas de las abuelas de las tatarabuelas, porque historias de tipos con pinta de muerto canoso, no me suenan... de gente que se pierde y no vuelve, a mansalva, pero de esto... na de ná... Total, que de lo segundo y último que me he enterado..., es de que nos deja unos momentos para hablarlo y que decidamos....

En vista de que Rilwen intenta sacarles más información, opto por obrar con prudencia... cuando un señor le suelta algo a un plevbeyo, como el plebeyo se ponga a preguntar cosas, le desplebeyiza de un mamporro, y estos tipos, creo que de forma más sutil, pero si les enfadas, para mí que antes de que te tires un pedo, te han abierto como a un gorrino en matanza.

Tiro de ella de la manga, para atraerla hacia el resto e intentar hacer corrillo (pero leches, que la tía está fibrosa, y no se deja mover así como así....), a la par que intento arrastrar un poco a los demás a un sitio en que podamos hablar... aunque no dudo de que deben tener oido de lobo, por lo menos, y enterarse hasta de lo que pensamos...

-Psss, calla, calla, que ha quedado claro... o les hacemos un algo,( que espero que no sea dejarnos dar por culo).., o nos despachan... me parece que lo ha dejado bien claro... ¿como lo véis? a mi no me apatece que me maten, la verdad... Ya habéis visto que ni les hemos visto ni oido acercarse, y a saber cuantos más hay alrededor nuestro... En serio, parece claro que ... si no queremos que nos maten... habrá que obedecerles

Asiento y sigo la recomendación de Joshua, estoy de acuerdo con él, hay que ganar tiempo aceptando lo que nos pida, ya habrá tiempo de reconducir la situación cuando se pueda. Muertos no somos de ayuda a nadie, y está claro que nos necesita para algo sino ya nos habría matado.

Estoy muy enfadado. Tan enfadado que me daría igual lanzarme a espadazos contra estos espantajos aunque sé que tengo las perder. Sería una muerte digna: en combate. Porque sé que aunque no fueran espíritus —¿qué otra cosa son sino?— por simple número acabarían conmigo.

El problema que mi muerte no sería solitaria. Llevaría conmigo a mis compañeros, a los que he jurado proteger, así que les digo a ellos en el aparte en que estamos:

—Me temo que no tenemos demasiada elección. Que muramos ahora no ayudará a los de abajo. Aunque tocásemos el cuerno no haríamos más que traerlos a una trampa.

Luego me vuelvo hacia el que parece ser el jefe, el que ha hablado.

—Hablo por mí y mis compañeros. Te ayudaremos. Pero quisiera decirte algo: no codiciamos nada de estos bosques. Lo único que mi gente desea es hacer una presa para que los del valle puedan tener una vida digna. No veo motivo para que eso os ofenda. No sabíamos que estas tierras estaban reclamadas por nadie, o al menos los trabajadores y guerreros que ahí abajo están no lo sabían. Esperábamos bestias salvajes o monstruos, pero no espíritus que llamasen por la posesión del lugar.

Me encojo de hombros:

—Te ayudaremos pero yo no te pido lo que me ofreció el Rey del Barro. Te pido que dejes a los de abajo hacer su trabajo. No sé que tesoros o maravillas nos prometes pero yo sólo quiero que se pueda hacer esa presa. Y que nadie muera de forma innecesaria.

Le tiendo el cuerno:

—Sin muertes innecesarias, esa es mi condición. Luego ya que mis compañeros te pidan su recompensa en caso de que cumplamos nuestra parte del trato.

- ¿Entiendo, pues, que decidís seguir con vida y uniros a mí? Bien... Ya habéis pronunciado las palabras. Pero antes de que os lleve conmigo y os muestre mi poder, debéis demostrarme, con un pequeño gesto, que verdaderamente creéis lo que decís. La prueba que os encomiendo es la de robar la armadura de plata de Sir Vormund, quien duerme plácidamente en su catre en estos momentos. Debéis actuar con cautela, sin ser descubiertos, y tenéis que traerla aquí dentro de dos lunas.

Tras pronunciar las palabras tanto él como sus esbirros se esfuman, desaparecen ante vuestros ojos, disolviéndose sus ropas y sus cuerpos en la oscuridad de la noche.

Madre mía, ya había tenido un encontronazo con Sir Vordmund, seguramente estábamos aquí por mi culpa y ahora este espectro nos mandaba a robarle la armadura, estaba claro que si se enterara de mi participación ya no tendría que preocuparme en volver, estaría mucho más segura en el bosque.

- ¿Y ahora qué hacemos? - entrar en el campamento sin más a robarle la armadura, por muy dormido que se encontrara en su tienda, parecía un auténtico suicidio, pero es que de día muy probablemente la llevara puesta, así que, habría que buscar alguna forma para entrar, robársela y traerla hasta aquí antes de dos lunas. - No será fácil robársela y mucho menos escapar con ella sin que nadie nos vea del campamento - podría resultar más sencillo raptar a Sir Vormund y luego quitarle la armadura, o entregársela con él debajo, bueno esa opción no era tan mala ahora que lo pienso.

- ¿Cómo lo haremos?

Me rasco la cabeza...  en que lío nos hemos metidooooo... empiezo a contar opciones, ayudándome con los dedos...

Si no hacemos lo que dicen, nos matan; si volvemos y hablamos, nos matan a todos, nosotros incluidos; si volvemos, intentamos robar la armadura y nos pillan en el intento, o nos matan ellos, o confesamos y nos matan a todos, nosotros incluidos otra vez... y si vamos, la cogemos, la traemos, y no nos pillan... salimos con vida para que nos metan en otro lío...

... que sinvivir, joder... con lo contento que estaba yo con mis gallinas, mis gorrinos, y mis "juerguecitas" de vez en cuando... pero tenía que apuntarme a arreglar el mundo, Redios!, que parezco más lelo de lo que ya soy....

-Lo que haiga que hacer, se hará, pero si no me fallan las cuentas, o lo hacemos, y bien, o nos matan, matan a la gente del campamento, y entonces fuera preocupaciones...

-Tendríamos que ir mañana por la noche, coger la armadura sin que se entere, traerla y ya está; si nos pillan, decimos que nos han ordenado limpiarla para que esté reluciente, que demasiado polvo y roña ha acumulado, y que no es acorde a su categoría, y mejor hacerlo de noche, para que esté lista para por la mañana... otra cosa no se me ocurre...

... me sigo rascando la cabeza, de la que he quitado la correspondiente boina, para ver si me sale otra idea mejor... porque esta me parece una mierda

Me siento en un tocón. Si antes estaba enfadado ahora estoy confuso.

—¿Pero qué es todo esto? ¡Es absurdo!

Me levanto mientras recojo mis cosas.

—Vayamos al campamento e informemos de esta estupidez al capitán Vormund. No voy a seguir los designios de un fantasma caprichoso. Si hay espectros en juego quizás lo mejor es que la expedición regrese a casa y se vuelva con sacerdotes, brujos o lo que mierda sea necesario para lidiar con almas errantes.

- Sir Vormund no os creerá si le habláis de espectros, dudo que sino lo ve sea capaz de asumir su existencia - lo más seguro que se reiría de Rimald y lo volvería a mandar de nuevo aquí, y junto a él a todos nosotros, con lo que habríamos gastado un día y puesto sobre aviso del robo de la armadura, con lo que nuestras vidas estarían en peligro - ¿Acaso por una simple armadura vamos a poner a todos en riesgo?

Veamos hasta dónde nos lleva o qué busca el espectro y su ejército - a un fantasma dudo que se le pueda atravesar con una espada, así que, por muchos hombres armados que hubiera en el campamento dudaba de que fueran rivales para los espectros - quizás si le entregamos la armadura nos lleven donde se encuentran los hombres que desaparecieron del campamento y podamos rescatarlos.

Escucho lo que dicen mis amigos, pero una frase de Rilwen queda en mi cabeza. - Una simple armadura de plata. -pienso- Es cierto que es una simple armadura, de plata, eso sí. Pero si el pálido es tan rico, ¿por qué nos pide la armadura de plata?