Partida Rol por web

Genaro y el arquero te imitan cubriéndose la boca con un pañuelo, y aceptan tu idea de coger tierra del suelo de la atalaya con las herramientas que tenéis a mano, para luego echarla encima de las llamas que hay frente a la puerta. Parece que funciona, hacéis un paso justo frente a vosotros, al otro lado veis cómo Ringelf es alcanzado por otra flecha proveniente del bosque que le impacta en el costado.

Desde el interior de la atalaya están echando tierra a las llamas. Distingues a Genaro y a Rilwen, y a uno de los arqueros que subió con vosotros. Apagan fácilmente el fuego que hay frente a la puerta.

Tenemos que ayudar a Ringelf - pienso en cómo ayudarlo, si salimos es probable que nos disparen flechas, pero igual el arquero puede ayudarme - tú, sube a lo alto de la atalaya y si ves quién le está disparando, dispárale tú - mientras tanto yo trataré de ayudar a Ringelf a entrar aquí.

Voy a tratar de salir para ayudar a Ringelf a entrar y Genaro que me ayude

... ups... apenas un par de flechas en el carcaj... en cuanto se acaben, se me acabó también el poder atacar a distancia; depanderé sólo de la honda, y el alcance es mucho menor... y ellos siguen siendo bastantes más que yo, así que...

... momento de jugársela; la ventaja que de da el fuego se acabará en unos instantes... solo puedo hacer una cosa, y es mejorar mis opciones.... consiguiendo un acólito

Centro toda mi atención en Ringelf: es el único que está en el exterior, y ha perdido bastante sangre; está debilitado, y si bien es un buen cebo para que los de dentro salgan a por él, solo tendría opción a soltar un par de flechazos, y Rimald, tarde o temprano, cargará guantelete en ristre, ya ahí, adiós Joshua, ha sido un placer, y que te zurzan en el infierno...

Bueno... pues... no lo pienses más, que no es lo tuyo!

Hacha en mano, salgo corriendo, dando un leve rodeo, hacia la atalaya. Se que ellos estarán pendientes de lo que hay justo frente a la puerta, pues las flechas han venido de esa dirección, así que mi veloz aproximación es más sutil, aprovechando que veo mucho mejor que ellos en la noche, y que mi agilidad también es mayor...

Mi objetivo, dar un buen trastazo a Ringelf, que ya está malherido, dejarle inconsciente, y llevármele a hombros; si tiran flechas, le darán a él, pues lo llevaré a la chepa... y ya sería mala suerte desperdiciar este refuerzo... pues... será un buen compañero...

Aferro el mango de la hachuela y empiezo a moverme...

El segundo proyectil se impacta en mi cadera, tan rápido que no estoy consciente de lo que está pasando... siento la muerte acercarse mientras se nubla mi vista, estoy perdiendo sangre, el enemigo me tiene exactamente donde desea. Cuando estoy luchando por no perder la lucidez, me fijo en la flecha y mis pupilas se contraen al ver que son del mismo tipo de los arqueros que fueron enviados a protegernos. -¡Malditos arqueros!... ¡Sois unos traidores!-. Grito con las fuerzas que me quedan mientras intento arrastrarse hacia la atalaya e intentar cubrirme.

(A ver, si escucho a Ringelf, le pregunto al arquero) - ¿En vuestros planes estaba matarnos? -No me puedo creer que sir Vormund haya organizado un plan para acabar tanto con los vampiros como con nosotros - ¿cuántos habéis venido en total? - Se me ocurre la posibilidad de que el arquero que acabó "muerto" haya revivido pero pasándose al bando contrario y fuera quien estuviera disparando las flechas.

Respondo a Rilwen: - No es buena idea, esto comenzará a arder pronto y de nada nos servirá. Dentro nos asfixiaremos y arderemos, arriba estamos muy expuestos y con el humo no veremos nada. Afuera a la derecha podemos parapetarnos en ese montón de troncos. Arrastraré a Ringelf hasta dejarlo a salvo, vosotros ocupaos de sacarlos a ellos. Luego volveré a ayudaros.

Rilwen ve bien el plan del arquero, y lo sigue. Entre Genaro y ella cogen a Rimald, quien despierta al ser zarandeado. Rimald tose, tiene un fuerte picor en la garganta y muchísima sed. Rimald sale solo y cogéis a Etor en su lugar, quien esta gravemente herido y aún inconsciente.

Mientras salís todos el arquero vuelve a por su compañero. Ringelf está a salvo.

Por un momento creí morir, estaba asustado y el dolor me partía desde dentro, fui arrastrado hasta un lugar seguro, no pude ver quien me había llevado hasta allí.

-Gracias-. Fue lo que pude decir con dificultad, mientras mantenía mi mano en la flecha y mi cadera, intentando discernir qué hacer.

Oh, Ringelf, me alegro un montón que estés bien - era un paso, habíamos recuperado al cazador - ¿has visto a Joshua? - aún faltaba el obrero, lo habíamos perdido en la escaramuza y aún no había aparecido.

Rimald, ¿qué has pensado? - teníamos que idear un plan para sobrevivir de noche, quizás sería bueno apagar el fuego, al menos que no queme y destruya la atalaya. Aunque por otro lado, el fuego seguro que evitaba que se acercaran los vampiros - Quizás el fuego atraiga a sir Vormund y a los demás a una trampa.

Mientras me recupero tosiendo contesto a mi compañera:

—Si atrae a Sir Vormund a una trampa no creas que lloraré por él. Te recuerdo que nos usó como cebo para los vampiros, no le vendría mal su propia medicina. Cogh... cogh.

Echo un vistazo alrededor. ¿Qué está pasando?

—¿Desde cuando los vampiros lanzan flechas? Si antes se podían mover como sombras imposibles de atrapar...

Miro extrañado hacia el lugar donde se clavó la última flecha.

Al estudiar la flecha detenidamente te das cuenta de que es del tipo que llevan los arqueros que os acompañan. No de las de plata, sino de las otras, ordinarias. Como un acto reflejo miras al cadáver del arquero que hay afuera; sigue ahí, pero ya no tiene ni su arco ni su carcaj.

—Si los vampiros están usando las flechas de nuestro arquero muerto es que no son tan poderosos como nos querían hacer creer. ¿Por qué tienen miedo de acercarse?

Miro a Ringelf.

—¿Serías capaz de aproximarte por la maleza oculto a nuestro atacante si yo realizo una maniobra de distracción? Dime por donde irás tú y yo me moveré primero hacia el lado contrario, con la idea de ocultarme tras un árbol. En cuanto lo localices haces algún ruido y voy a por él mientras tú lo atacas flanqueando.

El plan tiene sus riesgos evidentes pero no veo sentido a quedarnos aquí a merced de los acontecimientos como unos cervatillos esperando la muerte.