Partida Rol por web

Me quedo mirando la empalizada cerrada.

—¿Qué se supone que sucede? Debo hablar con el comandante cuanto antes.— le digo a los soldados —¿Acaso estáis de fiesta mientras nosotros somos masacrados? Abrid la puñetera empalizada y comportaos como hombres y no como niños.

Cada vez empieza a cansarme más la absurda situación. La repentina desaparición de los arqueros ya ni me sorprende.

A pesar de lo grave de la situación y de la incertidumbre de nuestro destino, no estoy asustado, pues he pasado muchas situaciones que creía que acabarían conmigo, pero no ha sido así, además, se que lo mejor es apartarnos de ese lugar y de ese líder falso.

Poco después de que los gritos de júbilo, mezclados con las risas de quienes nos creían locos iniciaran, Rimald aparece, está muy alterado.

-Calmate, estás herido, hay que curarte primero. ¿Dónde está Joshua?-.

Rimald, estás... herido!! ¿Qué ha pasado, qué ha ocurrido... y Joshua? - Me sorprende su estado y que viniera con los arqueros y hayan desaparecido, además no está Joshua - A ver, bufff qué mala pinta tiene esa herida si no la tratamos ya - trato de atender/curar esa herida, a priori es un mordisco presumiblemente de vampiro, no tengo ni idea cómo se puede curar eso, pero bueno si las heridas son normales, igual puedo mejorarle su salud general, a expensas de lo que pueda ocurrir con ese mordisco.

Sir Vormund está cambiado, nos ha mentido: primero nos dijo que había mandado refuerzos a la atalaya y descubrí que era mentira, y ha tratado de apresarnos, no entiendo qué pretende, pero nada bueno - al parecer le molesta nuestra presencia, tampoco creo que esté muy reconfortado de que hubiera supervivientes, vamos que dudo que lo reciba - Además nos ha expulsado del campamento a quienes queríamos ayudaros en la atalaya o siquiera vencer al enemigo, pretende aislarse en el campamento.

Esta gente que me acompaña son los únicos valientes que no se han doblegado a su poder, pretendíamos comunicarle al rey lo sucedido, así como, restaurar la atalaya y derrotar al enemigo. ¿Qué opinas tú?

—Mis heridas no son nada.— miento —Joshua murió. Tuve que matarlo. Fue infectado por los vampiros e intentó hacer lo mismo conmigo.— señalo la marca de los colmillos en el cuello —Mi plan era advertir a sir Vormund para que buscásemos las guaridas de los vampiros ahora que es de día para acabar con ellos. No entiendo que ha pasado. ¿Se ha vuelto loco todo el mundo?

Miro para los soldados en su fuerte.

—Si estos necios creen que ahí están a salvo dejémoslos entonces a su suerte. Tenemos dos opciones: buscar las guaridas de los chupasangre de día para acabar con ellos o regresar junto al rey para informar de lo sucedido. Estaba por lo primero pero si Vormund se ha vuelto loco no tendremos gente suficiente para acometer tal misión. Volvamos junto al rey e informemos de lo sucedido. Lo único malo es que cuando se mande una nueva expedición los vampiros se verán reforzados por estos gilipollas. Pero si nos vamos ahora podremos salvar a la gente buena —digo mirando a los artesanos que siguen a Rilwen —para venir en otra ocasión con soldados de verdad.

Sea, con las informaciones que Rimald nos da, nos dirigimos por dónde venimos a casa, antes de lo previsto pero con la intención de informar al rey de Barro de todo lo sucedido. Quizás nos atienda y podamos regresar a terminar la obra con soldados más competentes - Venga, amigos volvamos, el Rey nos recibirá y el contaremos todo lo sucedido, quedarse aquí bajo las órdenes de un cobarde no nos garantiza protección alguna ni tampoco forma de terminar con nuestro trabajo.

Rimald, sir Vormund ha recibido numerosos refuerzos en plata del Rey, igual si los atacan se pueden defender bien - A Rilwen le disgustaba dejar a su suerte a alguien, incluso a los soldados o al propio Sir Vormund - ¿Cuántos enemigos hay en el bosque ahora? ¿Cuántos has podido ver?

"Es lo mejor, no podemos seguir confiando en Sir Vormund", pienso mientras tomamos el camino de regreso. "Que lástima que las cosas resultaran así, esas personas que se quedaron no merecen sufrir por las malas decisiones que tomó Sir Vormund". Cierro un momento los ojos y muevo la cabeza para evitar pensar en ello, no puedo encerrarme en eso, debemos, como dijo Rimald, velar por estas personas. 

Sin embargo, mi mente se ocupa de muchas cosas mientras andamos, tantas que llegan a causarme estrés en ciertas ocasiones. Entre tantos pensamientos me surge una inquietud: -Rimald, ¿Cómo es que no lograron infectarte como a Joshua?-.

Os separan varios días hasta salir del bosque. Habéis informado a vuestros seguidores de vuestras intenciones, y se han tomado con optimismo la idea de salir de este lugar y poder volver a sus hogares. La presencia del guerrero Rimald les da confianza. Rilwen es la líder indiscutible, los que os siguen básicamente lo hacen por ella y por su papel ante Sir Vormund en el campamento.

El camino es tranquilo y más rápido que cuando viajabais junto a toda la caravana. Algunos obreros saben poner trampas pero pocos son cazadores. Ringelf deberá asegurar la comida del grupo.

Las preguntas ahora se centran sobre Rimald. 

—Mucho me temo que la conversión a vampiro requiere la muerte a manos de ellos. Y tened claro que faltó poco para que el pobre Joshua acabase conmigo. Pero tuve suerte y lo empalé con mi espada. Acto seguido lo decapité y eché sus restos al fuego.

Me giro hacia la valiente Rilwen:

—No lo sé, mi señora. Lo que sucedió en lo alto fue un caos pero un único recién converso casi acabó conmigo y me precio de no ser una víctima fácil. No creo que la labor de matar esas alimañas sea, con todo el respeto, para un grupo de artesanos y albañiles dirigidos por un guerrero moribundo. — aunque antes le quité importancia a mis heridas está claro que me cuesta hasta caminar —Por lo sucedido deduzco Joshua se convirtió rápidamente, nada más morir, e incluso siendo un vampiro neonato se convirtió en algo peligroso. Imaginad que cada uno de los nuestros que caiga se vuelva contra nosotros... No, es demasiado arriesgado.Creo volver e informar al Rey es la opción más sensata. Si no lo hacemos y morimos en el intento la siguiente comitiva que venga volverá a correr nuestro mismo destino. Sin embargo si cumplimos nuestra misión de informar podremos dar cuenta de la cobardía de sir Vormund así como de la existencia de los vampiros para que los que nos sigan puedan prepararse para la situación. Hablando de este último ¿qué fue lo que sucedió mientras yo estaba en lo alto? ¿Por qué ese necio os dejó al otro lado de la empalizada?

Espero que Sir Vormund no cometa más estupideces estando al mando en el campamento - Tampoco me apetece que muera, ni los soldados tampoco, al fin y al cabo son ciudadanos del Reino de Barro también, equivocados pero también del mismo Reino - Desconozco las intenciones últimas de Sir Vormund, pero es todo tan extraño, primero ese plan oculto de los arqueros y luego no tenía la menor intención de ayudar en la atalaya, a pesar de que había recibido ayuda "cargamento de flechas y armas de plata". Pretendía resistir en el campamento.

Así que cuando le dijimos que tenía que mandar refuerzos se lo tomó muy mal, nos quiso apresar y sino es por esta gente - señalo a toda la gente que nos acompaña - lo habría conseguido. Acto seguido nos expulsó del campamento.

20 Obreros y artesanos nos acompañan en nuestro regreso a casa, tampoco los puedo obligar a que pongan en riesgo sus vidas por una misión más propia de guerreros. Sí que les pido que ayuden a nuestros amigos (Ringelf y Rimald) en lo que les sean útiles, quizás podríamos construir una camilla si tan mal herido está Rimald para tratar de ayudarlo, así como, se provean de palos/lanzas largas para cuando llegue la noche, construir una especie de empalizada (empalizada móvil, que vamos a utilizar para hacer un campamento móvil).

Tras varios días de camino la comida comienza a terminarse. Llegamos a un punto de descanso y de pronto, logro divisar un ciervo cerca de donde termina el bosque. Me serviría mucho la ayuda de Rimald, pero está herido, así que tomo mi arco y sin que muchas personas logren ver lo que hago, me dispongo a dirigirme hacia aquel animal.

Noto que es bastante grande, es una suerte que haya encontrado un adulto sano tan cerca del final del bosque. Me oculto tras unos arbustos, para que no huya de mí, preparó mi flecha en el arco y espero un poco. Mientras el animal pasta, logro moverme hacia otro arbusto que me da mejor visión, tenso la cuerda y disparo. Lo sisiguiente que observo es al animal desplomarse en el suelo. Rápidamente me dirijo hacia donde está y noto que la flecha le dio entre cuello y tórax. Lo aseguro con un poco de cuerda y comienzo a llevarlo hacia donde están los demás.

Al llegar, pido a unos obreros que me ayuden a prepararlo para la comida, enseñando a los interesados, como debe hacerse. Al menos podremos pasar bien este día.

La moral del grupo es bastante alta, sobretodo tras la copiosa comida que todos saborean, gracias a Ringelf, a quien algunos felicitan por su destreza. E incluso queda algo para la cena. Los obreros se arman con lanzas y estacas tal como ordena su líder, pero no consiguen hacer una empalizada móvil, cosa ardua de explicar, y más aún de fabricar con los medios con los que cuentan. Sin embargo, cuando se acerca la noche, sí logran construir una ligera empalizada de ramas y cañas, cuyos extremos cortan en forma de punta, y que colocan cual alabardas clavadas en el suelo. Frenarían al menos a un jabalí en celo; a vampiros sedientos aún no lo sabemos. 

El bosque parece tranquilo, aún es de día. El sol comienza a tornarse anaranjado y la quietud es absoluta. Rimald cree que mañana a la noche alcanzaréis la linde del bosque, pero no está muy seguro de ello. Al menos no os habéis perdido; todavía son reconocibles las huellas de la caravana en el viaje de ida, y haber tomado el curso del río como referencia facilita muchísimo las cosas.

Rilwen se escabulle por un momento hacia el bosque en solitario. Necesita sentirse en armonía con la naturaleza y conectar con ella. Los árboles le "hablan" meciendo sus hojas, los insectos, los pájaros, componen una melodía que de algún modo alcanza a comprender.

Cuando te escapas al bosque a sentirte en comunión con los árboles y la naturaleza, algo, de algún modo, te es revelado:

El halcón no sabe ulular

ni el búho sabe gañir.

El búho no caza bajo el sol

ni el halcón bajo las estrellas.

Un búho no es un halcón.

Y aunque ambos cazan,

ambos vuelan, ambos cantan,

¿cuál es más sabio y más justo?

No he descansado en todo el día pero estoy acostumbrado a estos avatares de la guerra y si me falta juventud me sobra veteranía para aguantar el dolor. En peores plazas he combatido. Poco a poco me voy olvidando de los golpes más duros y me restablezco un poco. El ciervo ha ayudado ¡como no! ¡Menudo festín!

—Acamparemos en esta zona. Disponed las estacas alrededor del campamento. Quiero también varias fogatas. Me da igual que nos vean de lejos: fuentes de fuego cercanas. A esos hijos de puta les duele el fuego y la madera atravesándoles. Quiero un perímetro de fuego alrededor del campamento para que tengamos a mano la defensa. Si vienen les daremos caza como animales que son.

Me pongo en el centro del campamento para que todos me oigan.

—Estaréis asustados ¡seríais unos necios de no estarlo!. Pero esas alimañas se alimentan del miedo: no os dejéis llevar por vuestro miedo porque no son inmortales: he visto morir a varios. Son cobardes: se esconden en las sombras del bosque y no vienen nunca de frente. Son bestias hambrientas. ¡Pues si vienen los cazaremos! Recordad: fuego y estacas. Les plantaremos cara.

Dicho lo cual le doy la flecha de plata a Ringelf:

—Tú harás mejor uso de esto. Yo usaré mi espada.

Me quedo mirando el guantalete, que entrego a Rilwen:

—Mi señora: no tengo muy claro de que puede valer la plata en un guante, no he tenido oportunidad de usarla. Pero sé que la temen. Así que espero que os proteja.

Me vuelvo hacia los demás:

—Si quieren mordernos verán que no somos cervatillos. ¡Nos defenderemos como jabalís! ¡Somos la Gente del Barro! ¡Que sepan que no somos presas indefensas!

Espero que mi arenga anime al campamento. Quizás no lleguemos a ver el sol de la mañana pero yo por mi parte no tengo pensado sucumbir como vampiro. Si me veo desesperado arrastraré a mis enemigos hacia el fuego aunque yo arda en él también.

Creo que lo mejor es que nos parapetemos dentro del campamento todos, que cerremos la empalizada y vigilemos. Por supuesto, digo que hagan caso de las recomendaciones de Rimald y Ringelf, como poner hogueras a una distancia prudencial de las empalizadas y rodeando el campamento para poder ver, así como, muro de contención contra los vampiros.

Tranquilos, estamos unidos, juntos somos fuertes - Los árboles, el bosque me ha dicho que todos obran según la naturaleza que son, así que, no podemos esperar que los monstruos sean bondadosos, ni que sir Vormund actúe de manera distinta a como es.

Gracias, Rimald - me pongo el guantelete de plata en una mano.

Hagamos agujeros en el suelo, y pongamos trampas, si van a venir por tierra... démosles una sorpresa (se entiende que las trampas, se sitúen rodeando el campamento, pero que sepamos todos donde están, no vaya ser que tengamos que salir, y caigamos en ellas. También les comento que si hubiera que salir del campamento, nos dirigiéramos todos en una misma dirección -para no perdernos- en dirección a casa).

Me sentía muy satisfecho, la comida había sido muy provechosa para todos los miembros del grupo, me sentía útil y feliz de haber podido conseguir a ese ciervo. 

Las palabras de Rimald y Rilwen son muy reconfortantes, sé que todos se sienten mejor cuando hablan sobre permanecer juntos y salir victoriosos. 

Rimald me da una flecha de plata. -Muchas gracias-. Digo mientras la guardo junto a la que me había entregado Sir Vormund en aquella "misión". 

En medio de aquella calma, casi podía olvidarse el lugar en donde estábamos y las dificultades que habíamos tenido que pasar desde que comenzamos esta travesía. Respiro profundo contemplando la tarde. 

Al caer la noche todos estabais nerviosos. Aunque había programadas guardias para que los hombres se turnasen nadie consiguió dormir realmente. A medida que las horas pasaban la impaciencia y la tensión eran más fuertes. Esperabais un ataque, o al menos una visita poco cortés, por parte de los vampiros. Parecía que nadie vendría, pero cuando la luna estaba bien alta en el cielo, una bandada de murciélagos irrumpió donde estabais acampados.

Los mamíferos voladores dieron varias vueltas al campamento, lo sobrevolaron e incluso se acercaron a algunos de los hombres, no así ni a Rilwen ni a Ringelf. La plata parecía ahuyentarles. Al poco se volvieron a perder entre los árboles del bosque; y de nuevo silencio.

Muchos de los obreros estaban aterrados. La mera presencia de los murciélagos les había helado la sangre. Lo único que parecía mantenerles firmes era el recuerdo de las palabras de Rimald y haberse pertrechado concienzudamente para ofrecer una defensa digna.

Varias sombras hicieron entonces aparición ante las antorchas en torno al improvisado fuerte. Lo hicieron por todo el perímetro, rodeando vuestra posición. Apenas alcazabais a distinguirlas con mucha claridad. Pero esos ojos penetrantes, esa mirada rojiza, os erizaba la piel. De algún lugar, de alguno de ellos, o de ninguno, brotó una voz. Supisteis reconocerla, aunque ninguno podía ver con claridad cuál de entre ellos era el Conde Rochester.

- Estoy tan sorprendido como decepcionado. Puedo comprobar que no dejasteis a mi mensajero entregaros mi mensaje. Era muy similar al que os entregué en persona hace unas noches. Uníos a mí o pereced. Y parecéis bastante tercos en lo segundo. ¿Qué os empuja con tal absurda brutalidad a enfrentarme? ¿Qué os ata a ese Rey como para mostrar tal lealtad hacia él? ¿Acaso vuestra existencia bajo su yugo será más placentera que a mi lado? ¿No os he ofrecido lo que todo mortal ansía con todo su ser? ¿Acaso no os he tratado con benevolencia hasta ahora? Sé que alguno de vosotros trae plata consigo. ¿Pensáis de veras utilizarla contra mí? ¿Contra todos nosotros? ¿Sois tan ilusos para pensar que podréis vencer? Me asombra cuán desmesurada puede llegar a ser la estupidez humana. Antes de destruiros me gustaría saber algo, ¿por qué habéis querido humillarme rechazando mi tan generosa oferta?

Me adelanto unos pasos.

—En realidad estamos cansados. Cansados de vivir bajo un yugo u otro. Cansados de que individuos como Sir Vormund nos manden a una muerte segura o que otros nos amenacéis ofreciéndonos algo que no hemos pedido. No queremos vuestra inmortalidad a cambio de nuestra alma. No teníamos intención siquiera de molestaros. Veníamos en busca de un lugar donde construir una presa que facilitase la vida a la gente que vive en el valle, en el barro. Como veis ni siquiera buscábamos algo para nosotros. Bueno, sí: en mi caso unas tierras donde descansar hasta el fin de mis días. Un sitio tranquilo, quizás hubiera conocido a una buena mujer y habría tenido un hijo del que enorgullecerme. El ataque que sufristeis arriba en la atalaya nos pilló tan de sorpresa como a vos.

Suspiro apoyándome ligeramente en mi espada, cuya punta toca el suelo, pero no descanso todo mi peso sino que estoy preparado para cualquier ataque.

—Ya he visto más sangre y muerte en una vida humana de la que he podido digerir. No necesito una vida inmortal para seguir acarreando mis pecados. Si de verdad tenéis esa nobleza que predicáis deberíais ir a por Sir Vormund, que es quien se ha pertrechado con soldados cobardemente tras una empalizada, en vez de cazar a indefensos obreros. No me importa morir enfrentándome a vosotros. Ya he tenido que matar a un compañero que apreciaba. Esa es la tarea del guerrero. Pero si de verdad sois el gobernante benevolente que decís ser dejad ir a los obreros, que ninguna culpa tienen de haber traspasado unos territorios que no sabíamos que tuvieran dueño.