Partida Rol por web

Sin tiempo que perder, Sally y Zhaelín registraron el cuerpo del guardián mientras Grasp, que había abandonado su refugio junto a Aldo, se apresuraba a atar las manos y las piernas de éste. Entre todos lo transportaron hacia la esquina norte del callejón donde, después de ser despojado de todo aquello que pudiese servirle como utensilio para escapar, se colocaron varios barriles y tinajas vacías frente a él para ocultarlo ante las miradas indiscretas. Según Al-Baridel no tardaría en despertar de su letargo, pero una vez lo hiciese seguiría siendo inofensivo durante unos instantes, en los que permanecería ciego y confundido por los los efectos remanentes del conjuro.

Vamos, id con los demás. - Indicó en tono imperativo el clérigo de Grumbar. Yo me encargaré de él cuando despierte. Confiad en mi, tengo métodos para calmarlo en caso de que se comporte de manera agresiva. - Sonrió indicando la cabeza de su atárraga con un par de golpecitos.

Las dos mujeres, que ya corrían hacia la entrada principal cuando el clérigo había hablado, fueron las primeras en llegar y encontrar la puerta de la tienda entornada. La abrieron con sumo cuidado, sin embargo la puerta protestó con un agudo chirrido de las bisagras oxidadas. La habitación que encontraron frente a ellas se trataba de una estancia rectangular con una alfombra barata que cubría totalmente el suelo. Poseía poco mobiliario y el que existía era viejo y se encontraba cubierto con una espesa capa de polvo. El mostrador, dos sillas y tres mesitas bajas parecían no haber sido movidas o utilizadas en meses. Tras el mostrador de madera, una puerta entreabierta permitía escuchar los gritos del interior. Flanqueando y frente a ésta hallaron a unos sorprendidos Yenian, Nü y Jonas quienes las miraban como si hubiesen roto una vajilla. Rápidamente se llevaron los dedos a los labios indicando que guardasen silencio.

Al escuchar de nuevo el chirrido de la puerta Yenian, Nü y Jonas no pudieron evitar volver la mirada hacia la entrada principal. Sally, seguida por Zhaelín, entraron todo lo silenciosas que pudieron en el interior de la polvorienta habitación.

En el interior de la estancia contigua proseguían las imprecaciones de un individuo con fuerte y honda voz. ¿ME HAS ENTENDIDO? - Preguntó antes de que un murmullo, que los compañeros pudieron interpretar como un asentimiento, hiciese que el hombre se relajara. Mira Basrim, siempre hemos trabajado bien. ¿Verdad? No vas a echar a perder nuestra relación porque unos tristes zombis hayan matado a tus empleados... Ese es tu problema y para evitarlos te pagamos esas sumas de dinero. Limítate a hacer tu trabajo y aquí mi compañero evitará hacer el suyo...en tu cuerpo.

¿No me dirás que acaso te importan más tus trabajadores que tus hijos? ¿Verdad que no? Pues ya sabes, quiero las provisiones en el Colmillo en dos lunas. Ni una más... O la próxima vez no volveré para hablar contigo.

Suéltale - Ordenó a un tercero.

Lo primero que extrañó a Zahelín fue ver a sus compañeros y a su hermano escuchando tras la puerta. Su agudo oído le permitía también atender a lo que en el interior de la habitación contigua estaba sucediendo.

Extorsión...

Eso podía explicar por qué la tienda de Basrim permanecía con esa capa de polvo, como si sólo fuera una tapadera. Parecía estar obligado, bajo la amenaza de dañar a su familia, a suministrar víveres al Colmillo.

Lo segundo que la sorprendió, bueno, realmente no la sorprendía ya, era ver a su hermano en primera línea. Se le daba bien pasar desapercibido y ser silencioso, no como a ella, pero si quería protegerlo debía acercarse al meollo del asunto. Mordiéndose el labio superior, como si supiera que muy silenciosa no era, fue avanzando poco a poco. No le hacía falta desenfundar la espada, ya llevaba en la mano la maza del cerdo asqueroso de afuera.

Algo similar al instinto maternal se había visto acentuado en los últimos tiempos en la elfa, que más que nunca se preocupaba por el bienestar de su indomable hermanito. Como si su firme determinación se condensara en el ambiente, una especie de candor recubrió a sus compañeros haciéndoles sentir que la elfa estaba ahí para darles abrigo.

Aldo se quedó unos instantes después de que las señoritas ingresaran al recinto, le había pedido a Grasp que no se excediera en sus métodos cuando el hombre despertara de su letargo.

-Vamos Al!. -Le dijo a su compañero para que lo acompañara al interior de la casa, la puerta estaba entreabierta e ingresó de manera normal, hasta que notó como sus compañeros permanecían en silencio. Justo en el Umbral de la entrada, Aldo comprendió que detrás de aquella puerta se encontraba aquel hombre por el que venían. 

Intentó moverse en silencio a través de la habitación para acercarse a Sally y susurrarle -¿De qué me perdí? ¿Qué ha pasado?.

Nü susurraba a sus compañeros más cercanos (*). Miraba de reojo a su hermana y a Sally.

(*)¿Por qué no picamos la puerta?

Sally dio un respingo cuando sintió a Aldo detrás suya. Apenas había sentido como se le acercaba y eso que ella tenía el oído fino para esas cosas.

Como se notaba que esta experiencia por la que estaba pasando estaba haciéndole madurar a pasos agigantados. Por un momento se le pasó por la mente la imagen de un joven Aldo tarareando una de sus interminables canciones y con su arrebatadora sonrisa en la cara. Sally era de las pocas jovencitas del pueblo que no habían sucumbido a sus encantos y no porque no le encontrara atractivo, ni porque no hubieran tenido ocasiones, sino porque tenían un vínculo especial que seguramente se rompería con una relación. O por lo menos eso le gustaba pensar a la joven picaruela.

Con un gesto hizo que se detuvieran.

Al parecer los que tienen a tu hermana le están coaccionando. Le susurró.

Después miró a los que estaban más adelantados. Había que capturar a aquellos dos, o al menos a uno. Al parecer sabían lo suficiente para no tenerles deambulando de aquí para allá.

Con un rápido gesto desenfundó su estoque y esperó a ver qué decidían hacer los demás.

Al avanzó tras de Aldo mientras dejaban atrás al matón ya reducido y atado, con cautela ingresó a la casucha y le ordenó a Plumas que se quedara afuera haciendo vigilancia. -Avisa si ves a alguien salir o con inenciones de entrar a la casa, puedes dar sonoros graznidos para alertarnos, vamos, ve!- le indicó a su emplumado amigo a la vez que este sobrevolaba la casa.

Ya adentro de la habitación avanzó lentamente junto a los demás mientras esperaban indicaciones de cómo proceder, con tan mala suerte que tropezó con una de las mesitas bajas golpeándose la espinilla, en un acto reflejo se agachó para froterse la pantorrilla y calmar un poco el dolor.

La conversación que tenía lugar en el interior de la estancia adyacente cesó por completo cuando Al-Baridel golpeó sin querer la mesita baja. La tensión se hizo palpable en el ambiente cuando todos se giraron para reprender con ojos desorbitados al mago elfo. Aquel súbito silencio no presagiaba nada bueno y cuando el arrastrar de unos pies tras la puerta se hizo audible Jonas, Yenian y Nü se miraron con complicidad. La puerta se abrió hacia el interior con un rápido movimiento dejando a la vista a un hombre de pelo rizados y con fuertes brazos. En sus manos reposaba una una ballesta pesada cargada con un afilado virote. Tras él, otro hombre, esta vez equipado con armadura de placas, se erguía autoritario frente a un desgarbado y orondo hombrecillo vestido con túnicas. Sujetando el cuello desde la parte de atrás a éste último se encontraba otro fornido individuo con un casco de cuero endurecido y que mantenía una daga de lujosa empuñadura contra el cuello del mercader.

La cara de sorpresa del ballestero al encontrarse a un hombre de la talla de Yenian delante de él con la espada lista para la acometida fue digna de retrato...- ¿Pero qué co...?

¡Mierda!

Por un momento pensó que había sido ella la culpable, pero al mirar hacia atrás vio que el mago había tropezado con algo y les habían descubierto. Zahelín tenía fija la mirada en la puerta y, cuando vio que se abría, supo que debía reaccionar. Se ajustó el broquel en el brazo izquierdo y con la maza en el derecho se acercó a los demás. En su mirada ardía el fuego reflejo de su determinación.

Nü...

Tiempo de Fiesta penso Jonas para si mismo.

Nü escuchó el golpe iba a mirar al torpe de Al cuando la puerta se abrió como un rayo soltó un puñetazo directo a la cara y se apartó porque sabía que Yenian iba a soltar su espadón...

Ante Yenian apareció un fornido humano al que le cambió la cara al descubrir tras la puerta al paladín y resto de compañeros. Antes de poder terminar sus palabras de asombro, Yenían trató de impactar en la cara del rufián con la empuñadura de su espada. Probablemente por optar por este tipo de ataque, el ataque del paladín fue lento y torpe por lo que su enemigo lo esquivó sin mayor problema echando su cabeza hacia atrás...

Una vez que el sujeto abre la puerta el monje con su velocidad logra impactarlo de manera certera no así Yenian, sin embargo Jonas supo que podía completar la tarea que había iniciado el monje y es que viendo como el enemigo inclina su cabeza hacia atrás simplemente se dedica a colocar su Cimitarra para que el enemigo pueda hacerse daño sin nada que lo límite o interfiera más que sus propios deseos.

Sally miró con enfado al torpe mago pero no tuvo tiempo de recriminarle su acto. 

El silencio, seguido de la puerta abierta fue más que significativo. La pequeña pícara tenía su arma desenfundada, así que se dirigió a la posición de sus compañeros.

Cuando el silencio reinó por unos segundos, el mago supo que había sido su culpa y así lo confirmaban las miradas reprochadoras de sus amigos, casi por inercia sacó uno de los pergaminos que guardaba y cuando la puerta se abrió de par en par, pudo observar el panorama. Como una sinfonía varios de los que custodiaban la puerta atacaron sin pensar al extraño sujeto, Al-Baridel no se quedó atrás mientras susurraba las palabras arcanas para desencadenar la magia contenida en el pergamino. 

-Vacuum!- Susurró a la vez que 1 esfera de energía se formaba y salía disparada hacia el mismo objetivo que ya se tambaleaba, impactando en el cráneo del infeliz quien dejaba caer la ballesta a la vez que su cuerpo sin vida caía pesadamente al suelo.

El impacto de la bola de luz sobre la cabeza del individuo hizo que éste cayese desplomado de espaldas dentro dela habitación. Ahora, con la vista del interior despejada, el grupo pudo comprobar que aquella habitación, donde tenían retenido al que por las descripciones que proporcionó Thekz Xahaz se trataba de Basrim Polter,  era un almacén con sacos de harina, cebada y trigo entre otros alimentos. La mayoría de ellos reposaban apilados unos sobre otros cogiendo polvo junto a barriles de aceite y vino.