Partida Rol por web

-Digo yo -y lo dijo en voz muy baja- que buen momento es para cambiar una toledana por otra, la de los filos por la de los dientes o la ganzúa, en fin. No sé tu parecer, pero entre los dancaires de la calle, un ronquido es invitación manifiesta.

Mientras tanto, Rui, con la mano izquierda descansando, muy chulo, en el pomo de su fisberta, no pierde ojo a cuanta novedad surja de la calle. Estas calles salmantinas, tan hideputas ellas como hideputos quienes las trasiegan a esas horas.

Et que decís y muy bien, amigo mío... -respondí con marcado acento portugués mientras tenía ese pequeño nerviosismo que devolvíame la razón y no me dejaba llevarme por mi puro instinto ladrón-. Veamos...

Fue entonces cuando me agaché, saqué mi pequeño juego de ganzúas y comencé a buscar el hierro exacto que podía encajar. Tan sólo mirando el pomo sabía qué tamaño había de ser, que de tanto abrir y abrir uno ya lo tiene por corazonada... Allá que metí la mano, mientras Rui sujetaba el pomo y advertía los pasillos de la Universidad... ¡¡¡ Y CLACK !!! La puerta finalmente cedió mientras  giré mi cabeza y miraba a Rui con cierta sonrisilla. Era el trabajo bien hecho, y ahora quedaba ser sigiloso, et que aqueso era otro cantar. Me levanté.

Vos primero -le dije tendiendo una mano sin dejar de sonreir-.

Yo aprovechando que no ha vuelto la mirada y que en teoría no me ha visto, me quedo fuera de la encuadernadora pero escuchando todo lo que se dice.

No, parecía que, aunque Liat tuviera cara de buena, los diablos no querían que se encontrara el libro. 

El taller de Cándido es un lugar agradable. Se respira paz y tranquilidad. Se puede ver un estante con varios libros, aparentemente en perfecto estado, y algunos pergaminos. También veis un escritorio en el que hay un libro abierto, parece que han estado trabajando en el, pero aparte de eso y una vela encendida no se aprecia nada más. En el suelo, volcada está la mesa que está cepillando Cándido, y al fondo del taller se ve un par de sillas que también parecen necesitar reparación.

-Me temo que tendrá que esperar a que los devuelva. No quiero que nadie más manosee estos libros y los estropee-Contesta Cándido enarcando una ceja y mirando hacia los libros en el estante-

Cuando abrís la puerta de la conserjería, veis un estante casi vacío salvo por una jarra, un queso y un manojo de llaves. Una mesa, con una vela apagada, y una silla. La cama en la que está durmiendo presumiblemente Martín. Y a los pies de la misma un arcón cerrado.

Ahora sí, Payo se decide a intervenir.

-Si el problema fuese tal, no habría necesidad de que los manoseásemos-dice Payo añadiendo a sus palabras su encantadora sonrisa-Si tuviese usted la gentileza de ayudar a mi amigo, podríamos revisar juntos los libros de forma que solo usted los manipularía. ¿Sería posible?

El hombre se incorpora con lentitud en la cama, parece que está en ese estado entre la vigilia y el sueño.-¿Eh?¿Qué ocurre?-balbucea torpemente.

¡Me cago en la mal! -pensé-. Muchas horas que he pasado en ese maldito tugurio, que se me han desafilado las uñas de gato...

-A tomar por donde pace -gruñó el jaque, viendo despertar al durmiente-. Chitón y morón, bellaco.

Rui entró de jarras abiertas con la blanca en la mano y se fue directo a la cama, a fin de que el propietario no tuviera otra que rendirse. Si no imponía resistencia, amenazaría con la punta sin más.

-Quieto tú y nos vamos como en un mal sueño antes de que te orines de miedo. Prende una vela y cierra la puerta, pero que no nos descubra la luz.

Sabiendo que había dicho exactamente lo que le cerraría todas las puertas con candado con Cándido sin encandilar, decidió quedarse callada como si a su boca hubiera puesto goma de sellar.   Y trató de hacer memoria.    Ella conocía bien a los proveedores de goma e hilo de costura, de cuero para forro y demás.  Los había visto en el mercado.  Algunos eran paisanos, otros mozárabes, pocos más cristianos.  Se trató de acordar de alguna proveedora que les trajera cosas a esta encuadernadora.  

Y con ello buscaré otra forma de entrar a revisar.  Por la puerta de atrás, puesto que la de adelanté ya me cerré en las narices con mi lloriquear estudiantil.  

Ojalá que aquí el buen Payo tenga mejor suerte que yo misma. 

El hombre se queda mirando a Jonah, como intentando identificarlo-¿Pero quien...?-No termina la frase, lo siguiente que ve es la puerta abierta y una sombra que avanza hacia el y lo amenaza con un cuchillo.-Ssssss si sssssseñor-dice a Rui tartamudeando. Se levanta de la cama, cierra la puerta y enciende la vela. Se sienta en la cama y dice-¿qqqqque qqqqquiquiquieren dededededede mmmmmmmí?

-Hummmm, está bien. Estos me acaban de llegar hoy-Responde a Payo mientras va enseñando uno por uno los libros de la estanteria. Ninguno es el libro de San Cipriano.-Luego está este otro-os señala el libro que está en el escritorio-Lo he revisado antes de ponerme a trabajar en el y no había nada raro. Son las cantigas a Santa María de Alfonso X.-Dice con cierto orgullo por tener semejante libro al alcance de sus manos.

¿Quiere que le cantemos un poco de una cantiga?  Hemos estado practicando en el colegio y le aseguro que no nos sale nada mal.  Tener la oportunidad de contar con tan rara ocasión, seguro no se debe dejar pasar. 

Además, si ya hemos de reprobar el curso, al menos hagámoslo cantando.

Juan estaba escuchando todo de fuera sin intervenir, de vez en cuando había tenido la tentación de intervenir de forma agresiva aunque no veía claro si era lo apropiado ni las consecuencias. Pero bueno parece ser que sus compañeros lo estaban haciendo bien, de modo que no tenía la necesidad.