Partida Rol por web

Shhh... -le dije poniéndome un dedo en la boca-, si gritas te rajamos de cuajo, malnacido... -aquello debería bastar, amén de la rapidez de mi compadre Rui, para que fuera más discreto que un gusano sin tener que mearse en los maltrechos pantalones-. Esperé a que el tipo cerrara la puerta...

Ahora... ¡háblenos de sus libros! -le insté sacando mi gumia y mostrando bien el filo-. Vos los arregláis en bonitos cueros y con hojas nuevas, pero hay uno... ¡ay!, que antes de decírselo ya sabrá usted del que hablamos... ¿me equivoco?

Je,je...no hace falta, lo aprecio, pero no hace falta-lo dice con una sonrisa de oreja a oreja-Ahora si me disculpan, quiero terminar esta mesa, es tarde y me gustaría terminarla esta noche-Os invita amablemente a salir, acompañándoos hasta la puerta y volviendose a continuar el trabajo en la mesa.

El hombre parece aterrado, apenas logra articular palabra -Yyyyyyyyyo...yyyyyo...-después empieza a lloriquear y a decir algo, pero no se puede entender lo que dice entre tartamudeos y lloros. El hombre os mira, cada vez se pone más nervioso y por más que lo intenta es imposible que diga algo inteligible. Finalmente se orina encima y se intensifica el lloriqueo. Ya no intenta comunicarse, simplemente llora de desesperación.

Encogiéndose de hombros Tolomeo sale con sus compañeros a instancias del encuadernador, pero ya estando afuera, el aire fresco de y el acordarse de las cantigas lo hace querer cantar.  Mira a Payo con una mirada complice, y le guiña el ojo:  ¿Para que estamos en esta vida sino para cantar?  Toma aire, toma su laúd, y comienza a cantar con esa su hermosa voz contralto la cantiga que más la alegra en situaciones donde todo sale mal, dejando que el sonido de su canto rebote por las paredes de piedra, como si quisieran dejar sus ecos impresos en ellas por toda la eternidad, como un decir que ellos estuvieron aquí y que cantaron.  

¡Vamos Don JuanFrancisco, únase!

Sonrio ante el buen humor de mi compañero y cuando nos hemos alejado un poco me uno a la canción añadiendo antes esto de cantar me gusta pero ¡me gustaría mas con vino!

-En nombre de mi amigo e agradezco su ayuda, señor-dice Payo dirigiéndose a Cándido a la par que sus compañeros comienzan a cantar-.

Conocía la tonada. Era una pieza musical hecha para cantar cantigas. Realmente no pertenecía a una en concreto. La letra era fácil. Se conocía una estrofa y parte de otra y cuando llegaron a ese punto, unió su voz a la del grupo mientras que, con el laúd, hacía el acompañamento. Y de tal guisa salieron de la tienda en dirección a la calle.

El plan de Liat era de hecho que al oír su canto, el encuadernador Cándido (que ojalá lo fuera de nombre y actitud) los invitara a quedarse.  Entonó así pues la bella cantiga de aquel rey-bardo con especial emoción, destinada a que la audiencia de uno y cien les hiciera caso. 

Santa María,

Strela do día

móstra-nos vía

pera Déus e nos guía.

Ca veer | faze-los errados

que perder | foran per pecados

entender | de que mui culpados

son; mais per | ti son perdõados

da ousadía

que lles fazía

fazer folía

mais que non devería.

Santa María...

Tan hermosa que era, y que María de hecho, había nacido judía.  

-Vamos, vamos, bravucón. No te jiñes además, que nos la lías -Rui se sentó al lado del llorón e hizo una señal a Jonah para que atendiera el cofre que había junto a la cama-. ¿Qué es eso que tanto te escama? ¿Nos tomas por jaquetones malos? No, buen hombre. Aquí somos gente de bien...de bien trabajar. Talentosos, dedicados, aplicamos la herramienta adecuada según la tarea que se nos encomienda. Nadie nos ha pedido darte pasaje de posta, así que no veo motivo para tanta tragedia.

Rui volvió a mirar para asegurarse de que Jonah había entendido su mensaje. El cofre no encajaba en esa casa, no así, al aire, a primera vista, con lo fácil que había sido entrar.

-¿Quiéres un mejor motivo? Mira que no dejamos que la vela nos descubra la cara, señal clara de que saldrás con vida de ésta. Si nos presentáramos debidamente, entonces deberías preocuparte. Pero dinos, hombre de Dios. ¿Qué hace llorar a un cristianete con los pecados bien confesados? ¿No te habrás dejado algo en ante el fraile? Venga y cuenta, que siempre la penitencia es menos cuando el delito se habla a quien está dispuesto a poner oído.

Cándido os cierra la puerta y empezáis a cantar por los pasillos de la universidad. La melodía que canta Tolomeo es hermosa, pero Cándido no abre la puerta, los que si la abren son unos profesores diciendo-¡Basta ya señores, que no son horas!-. Poco a poco váis dirigiendoos a la calle a esperar a vuestros compañeros.

Después de las palabras de Rui, parece que se calma un poco, pero no lo suficiente. Sigue intentando decir algo pero no le salen las palabras, solo ese molesto tartamudeo ininteligible. Por lo menos ha cesado el lloriqueo.

¡Bah, viejos aburridos! Mañana nosotros podremos dormir gracias a sus lecciones, ¡por eso cantamos ahora!  Y haciendo un gesto de desparpajo, Tolomeo se fue cantando hasta que el lugar donde habían de despedirse para tomar sus propios caminos. Pero una vez comentado lo encontrado.  Que para nosotros es nada.

Bueno, ya me quiero ir descansar como si fueramos profesores, amigos.    Paz, Shalom, Salaam y como les guste.  Y aun con sueño tarareaba la cantiga que traían entre brazos.

¿Donde están los demás? 

-Bah ¿no hay acaso lugar para el arte en aqueste lugar? ¡Malnacidos que no dejáis disfrutar de la vida al que sabe hacerlo!-.

Payo levantaba un puño enojado por las increpaciones de los vecinos. Con lo bien que estaba sonando...

Mas no era menester seguir con aquella farsa, pues no creía que nada más fueran a sacar de Cándido.

-Creo yo que podemos dar por concluido que Cándido no tiene el Ciprianillo...o que si lo tiene, no lo quiere mostrar, en cuyo caso solo lo hayaríamos entrando a las agachadas en la tienda y no creo que sea para tanto la cosa, que en buen lío nos podemos meter. Será mejor ir adonde el resto, a ver si ellos tuvieron mejor fortuna.
 

Juan Francisco no quería llamar mucho la atención, sin embargo sus compañeros parece que eso de pasar desapercibidos en este momento no era para ellos prioritario. En cuanto les llamaron la atención calló. Estaba un poco preocupado no sabía como hincarle el diente a esto de encontrar el libro. Parece que no iba a ser tan fácil ganarse el favor de Ramiro. 

Bueno compañeros yo me echaré a dormir en esa esquina de ahí al lado de la taberna donde hemos quedado mañana por si me necesitasen antes. Buenas noches!

Vas un poco bebido a la esquina de la taberna, te encuentras con varios estudiantes, pero ellos te ignoran y tu a ellos. Por fín llegas a la esquina, te haces un ovillo y te envuelves en tu andrajosa manta. Mañana será otro día.

Os despedís de Juan francisco que se ha retirado a dormir y os acercáis a la conserjería. Los pasillos de la universidad están vacios. Y cuando llegáis a la puerta de la conserjería, esta está cerrada.

Liat para la oreja, que no es mucha a decir verdad.  Está distraída con la canción y eso, la cual sigue tarareando, así que no oiría ni una bolsa rota de maravedís cayendo al piso.  Y eso que es comerciante.

-¿Donde tienes agua o vino? Picado o no, te vendrá bien mojar el gaznate, hombre. Mira que lloriquear, y en tu propia casa. Eso no es de hombre de hígados. Venga, que no diremos nada si nos ayudas. ¿Qué hay de ese libro? Algo sabes, si te has puesto así.

El jaque miró con ojos entrecerrados a través de la oscuridad.

-¿Y qué hay de ese vino? Algo tendrás, seguro.

Fue entonces cuando mi compadre preguntábale por las buenas viandas del vino, acercábame yo al arcón. Apostaría un dedo a que allí dentro guardaba todos aquellos libros que el tipejo había de arreglar. Con suma cautela, et que avanzando despacio, púseme yo cuchillo en mano a desbaratar aquella duda. Me acerqué al arcón y me dispuse a abrirlo.

Veremos a ver qué nos depara este hallazgo... -pensé relamiéndome los labios-.