Partida Rol por web

-No sé quién es el tal Gregorio-dijo negando con la cabeza-pero lo suyo sería ir a visitarlo. Optaría por dejarlo para mañana, que no son horas, mas no demorarlo demasiado. El tiempo corre deprisa para nuestro amigo. ¿Os parece dejarlo para mañana al mediodía?¿Iremos todos juntos o mejor tan solo uno o dos porque no parezca este asunto más de lo que es?

Si, mañana, pero en la mañana, que al mediodía tengo clase de latín.   Y mujer que sabe latín no encuentra marido ni tiene buen fin.   Y mejor que vayamos los dos estudiantes para no despertar más sospechas que vecinos despertamos esta noche con nuestros bellos graznidos, ¿no Payo?  

Que artistas que somos, nos desperdiciamos en esto de la estudiada, yo digo.   -dijo en encumbrada reflexión.

Escuchó aliviado las palabras de Rui, parece ser que no ibamos a tener que usar la fuerza con el tal Cándido que visitamos anoche y una gran pista de donde estaba el libro habían conseguido. Por ahora todo iba marchando bien así que sonrió Me alegra oir esa noticia Rui. Celebré con un poco de vino si es que tenía o si no con mi aguapié.

Por cierto, el hideputa del Martín ese -dije añadiendo algo más a la historia de Rui- nada tenía en un gran arcón allí dispuesto. Anduve mirándolo, por si hallaba allí el libro, pero nada: me temo que ese Gregorio o como la madre que lo parió llamárale -a pesar de hablar aún con un severo acento portugués, había aprendido algunas "buenas" palabras- es la nuestra única pista... ¿Y qué pasó con el otro, con ese "Cándido"? -pregunté al resto de compañeros-.

-Pues que lo tiene escondido a buen recaudo, o no lo tiene. La verdad es que se portó bien. No me pareció que estuviese ocultando nada. Así pues, sigo pensando que lo de interrogar al Gregoio es a mejor opción.

Contadas vuestras pesquisas con Martín y Cándido decidisteis iros a descansar, que ya era tarde y habíais tenido un día bastante movido.

Os retirásteis pues cada uno a su lugar de descanso, y al día siguiete al medio día, como estaba acordado os volvísteis a encontrar en la plaza. Teníais que averiguar dóde se encontraba el tal Gregorio Sanz, esperando que este os llevara hasta el libro de marras.

En la plaza a estas horas podíais ver a multitud de mercaderes que ya estaban recogiendo la mercancia y a algunos compradores rezagados que habían olvidado comprar esto o aquello otro y a un par de comediantes recogiendo sus bártulos. También se veían un par de guardias merodeando por el mercadillo.

Bien compañeros, pues yo siendo buen amigo del padre encargado de admisiones y registro iré a preguntar por el tal Gregorio Sanz.  Algún pretexto se me ocurrirá.  Y su nombre en ese legajo seguro ha de estar.  Si no, iré a buscar al profesor de más y mejor memoria, que hay unos que nada tienen.  Seguro él me podrá decir.  

Lo otro que se me ocurre es con el líder de los truhanes de ultimo año.  Ese seguro se conoce a todos al cobrarles su mesada con regularidad. 

¿A ustedes que se les viene a mente?  Digo, además de la resaca que nos cargamos y se nos nota a todos...

Rui hizo un gesto para quitar importancia al asunto.

-Digo yo que no nos costará mucho. Un bachiller, nada menos. Alguien sabrá. Yo digo que sí a lo de que los dos estudiantes pregunten por las buenas, por su cuenta. Los demás, a lo nuestro, nuestras tabernas y eso. Vamos, que hasta los bachilleres beben vino y que Dios me perdone, pero algunos más que yo, que ya es decir.

Será mejor, también, preguntar por algunos puestos... Alguno que venda tintas o quizás pieles de cordero o cabrito: ¿quién sabe si quien se lo llevó querría forrar el libro para ocultarlo mejor? -se me ocurrió-. Indaguemos Rui, vos et yo, por el mercado ¿no vos parece?

Yo en este caso creo que con los estudiantes no me hallo, no pinta mucho un mendigo en esa tarea. Pero en la taberna o en el mercado si que podría hacer algo. Eso sí más me gusta la taberna que el mercado dicho sea de paso. Como me gusta el vino...

Payo hace un gesto con desdén, como queriendo deshechar complciados planes que posiblemnte no conducirían a nada.

-Pues yo digo de abordarlo directamente y amedrentarlo diciendo que sabemos que lo tiene y que es mejor que lo entregue antes de que vayamos a hablar con el bibliotecario. Que si lo trenga presto, nadie se enterará.

Os dividís en dos grupos, Payo y Tolomeo al registro. Mientras que Jonah, Juan Feancisco y Rui se quedan indagando por el mercado. Decidís encontraros al anochecer con lo que hayáis averiguado.

Pasáis por un puesto que tiene pieles de cordero, y tintas para la ropa así como algunos vestidos. Hay una mujer recogiendo, cuando os ve que parecéis interesados para lo que está haciendo y se dirige a vosotros.

-¿Puedo ayudarles señores?¿un vestido para una bella dama?¿Una piel para hacer una bella cartera? Tengo justo lo que necesitan.- Revuelve sus cosas y saca un vestido azul, bastante bonito.

Llamáis a las puertas del registro, allí se encuentra un hombre con cara de pocos amigos.

¿Qué quieren ustedes? El plazo de inscripción está cerrado.
 

-A fe, señora, tan hermoso que a vuestra merced se lo quisiera ver puesto -responde Rui, zalamero-. Pero prisa llevamos y no por ver a una mujer, que entonces ni para hablar tendríamos tiempo. Buscamos, y es asunto delicado, a un hombre por el que nos han pedido preguntar, eso sí, con discreción.

Rui pone entonces aire distraído, pero deja que se intuya el cuchillo y que es tipo de hígados, diestro, incluso exagera su porte para no dejar dudas al respecto.

-Un tal bachiller Gregorio Sanz. Por si por milagro algo conoce. No pagaría ese vestido, pero una información de sus labios bien valdría una recompensa.

Buenos días mi buen señor.  No, no venimos a registrarnos, jjaja, que ya lo estamos. ¿No se nos notan nuestras ojeras por tantos exámenes y desvelos? ¿Y buenas juergas? -se rió.  Que bueno entonces, que la juventud nos ayude a disimularlo.

No señor, venimos en cambio buscando en qué curso estaría anotado un joven estudiante que nos han dicho tiene conocimiento sobre una materia que nos apremia mucho estos días.  Usted entiende.  Y pues, que en nuestra urgencia se nos ha ocurrido que ¿quien sabría más de los estudiantes en toda esta Universidad que usted mismo?  Venimos por lo tanto a usted a pedirle señor registrario, encarecidamente, que nos ayude a saber en que cursos atiende o en que residencias vive nuestro futuro mejor amigo: Gregorio Sanz.  

Al hacerlo, déjeme decirle, salvará a más de un estudiante de pasar por ignorante, que mire que toma tiempo quitarnos lo duro de la cabeza, que por eso nuestras familias nos mandaron tan lejos a ver si se les hacía el milagro.  Ellas serán las que más lo agradecerán, no lo dude.

Payo acompañó a Tolomeo de buen grado en dirección al registro.

Una vez llegados y viendo que su compañero se las arreglaba a las mil maravillas, se mantuvo expectante, sin decir nada.

Cuando fuimos "a ver" al tipejo encuadernero, que ví más fino a Rui, aunque por delante pusiera el suyo filo a aquel truhán. Pero ahora, diciendo directamente el nombre del que buscábamos, que aquello me pareciera un poco desafortunado. No obstante, esperé la reacción de la comerciante, no sin antes, intentar echar alguna lámina de buena piel con la que poder hacer un morral o algo así... Alargué fugazmente la mano y mis dedos comenzaron a bailar por encima del género...

Me pareció buena la intervención de Rui, así que sin más quedé esperando la respuesta de la tendera.

El hombre refunfuña un poco, pero parece que las palabras de Tolomeo le han convencido. Saca un libro enorme y empieza a buscar leyendo en voz alta una pila enorme de nombres, por fin se detiene-Aquí está, Gregorio Sanz. Según veo no reside en la universidad, mas no viene donde vive. Sus clases....ahora mismo debería estar en clase de latín, si se apresuran todavía pueden encontrarlo. Ahora, disculpenme, soy un hombre ocupado.Cierra el libro y da por finalizada la conversación.