Partida Rol por web

El saco de Boom

Plantando el cerco (Escena 1)

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10/12/2014, 14:50
Martín Vélez Manrique

Al ver que el catalan remoloneaba, cuando termino de preparlo todo se acerco a este.

-Abrevia catalan, todavia hay que sacar vivos a todos estos. Adelantate observa el campo bien escondido, si ves acercarse a una columna enemiga que nos pueda alcanzar les das una rociada de plomo y salis como conejos. Con el ruido nosotros podremos desplegarnos y cubrir la retirada de los heridos y protegeros hasta que os reunais con nosotros. LLevate al chico para que vea donde te escondes, luego que vuelva con nosotros y cuando estemos a distancia prudencial te lo envio y dejais el campo libre. Date prisa y no te hagas el heroe, que por hoy hemos cumplido con el rey.

Le dio unas palmadas en la espalda como animo.

-¡Martin!, con el catalan y haz todo lo que te diga!

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11/12/2014, 13:29
Perot Vilaplana i Llonch

Vilaplana dirige una mirada torba a Vélez. No le gusta que le interrumpan a medio saqueo... Pero finalmente obedece.

- ¡Martín! ¡Ya oiste al caporal! Som-hi.- coge sus armas y se va para la descubierta.

Notas de juego

Master he tenido tiempo de saquear algo?

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11/12/2014, 21:11
Martín

El muchacho había pasado la mayor parte de la contienda agachado al pie de la trinchera, primero para no ser visto, como el resto de la tropa y luego, tras la primera andanada de fuego de los católicos, hecho un ovillo en el suelo. Para su vergüenza, se había tapado los oídos con las manos, jamás habría esperado que la descarga de arcabuces y mosquetes justo a su lado pudiera producir tan horrísono ruido. Quedose así, acuclillado el resto del combate, con los ojos asomando lágrimas, que quizás más que por el miedo que le atenazaba el corazón y los miembros, fuera por el humo de la pólvora que se metía y picaba en los ojos. Apenas si pudo, con las manos temblorosas recargar el arma del catalán. Cuando los holandeses y, luego supo, también suecos, comenzaron el cuerpo a cuerpo y el restallar de las armas de fuego cesó por un instante, el muchacho se asomó con el arma del catalán dispuesta y a punto para devolvérsela, vió a este con el agua al cuello y con los dos ojos cerrados disparó el arma que se sacudió en sus brazos como la coz de una mula. Por lo visto al final resultó que le había descerrajado un tiro a un alférez - Mira que si al final sí que tengo un ángel de la guarda... - pensaba.

Cuando se acabó la batalla le mandaron en busca de armas y de munición, pero él tenía el oficio bien aprendido, fruto de pasar horas y horas a la vera del alférez Ferreira. Martín salío como alma que lleva el diablo en pos del cadáver del alferez y justo después, del de un oficial con aspecto de capitán. El muchacho sabía del valor de los papeles de guerra, que podían valer más que el oro, amén de que aquellos dos serían quienes más oro podían portar de entre todos los herejes. Por eso, desoyendo los gritos del cabo Velez, Martín urgó entre las pertenencias llenas de barro de ambos en busca de papeles para los mandos, monedas para el catalán y los demás de la escuadra y de otro par de pistolas para sí. Hecho esto, sabiendo que estaba retrasándose más de lo debido, hizo amago de hacerse con un par de armas de rueda, de las que el catalán hablaba maravillas y munición.

Notas de juego

(Perdón a todos una vez más por el retraso, ya me pongo al día y vuelvo a postear)

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11/12/2014, 22:28
Director

El saqueo del campo de batalla dió interesantes frutos. En la retaguardia, encontraron arcabuces de excelente factura y aún mosquetes de pedernal, cortos como un arcabuz, de los que solían utilizar los suecos. También tenían éstos bolsos para las cargas de papel, de las que harían buen uso en adelante. En la retaguardia, las picas secas se disputaron las armaduras de los holandeses muertos, ya que con ello venía el privilegio de ser coselete y el mejor proteger el propio pellejo. La carne de los caballos muertos sería consumida en el festín de la victoria. El resto, se conservaría en la despensa de las casas y los molinos, mejorando la dieta de bizcocho y agua que se solía soportar en un asedio.

Nada de eso importaba a Negrete en ese momento. Estaba sentado, esperando junto a fila de heridos, en la tienda del físico. Otros no habían corrido tanta suerte, y los compañeros, tras haber cogido sus pertenencias (que venderían en pública subasta a los compañeros), los habían desnudado y untado en cal para enterrarlos. Se tuvo la decencia de separar a los españoles de los herejes, y se tomó los nombres de los muertos para que se notificara a sus respectivos capitanes y a los funcionarios militares para que libraran las pensiones de viudedad a las mujeres de los soldados con ventaja. Todos sabían, empero, que en ésto algunos capitanes hacían omisión para complementar su sueldo, manteniendo en el listado a los muertos para quedarse con su paga. En los holandeses, era ésta práctica mal vista, pero no así entre otras naciones como españoles, ingleses o franceses.

El catalán junto al pequeño Martín y tres arcabuceros pláticos en las artes de la caza (dos de ellos eran hermanos reclutados en Belmonte, cazadores en las batidas del marqués de Villena), aguardaron vigilando entre los árboles las evoluciones del enemigo. No hubo contraataques mientras los suyos se retiraban, pero si movimiento en la lejanía. Preveniendo el cierre del cerco, una columna de caballos y carretas entraba en Boom. Las poblaciones vecinas estaban metiendo un pequeño socorro, con víveres y tropa. Pudieron ver, o más bien escuchar, como hubo un choque entre ambas caballerías, con una partida enviada desde el campamento para tratar de evitar el socorro, y como los dragones holandeses que pretendían reforzar la plaza se batieron muy dignamente poniéndoles en fuga, aún a costa de sufrir no pocas bajas.

Regresaron al campamento, pasando el puente sobre la acequia brava, y supieron que en el dique también se había alcanzado la victoria. Nada menos que contra una compañía de caballería y otra de picas, que quisieron subir la cuesta con harta desvergüenza y poco aprecio a su propio pellejo. El cuadro era el típico de una batalla ganada: los hombres exhaustos, arrastrando los pies, calentándose en las hogueras. El ambiente silencioso, excepto por aquellos que celebraban el lance, esperando un cuartillo de vino y un merecido descanso. Se enterraba a los muertos y se repartía el saco según dictaban las ordenanzas, aunque en su mayor parte la galima no eran más cosas que una montana de espadas, corazas, cascos, cuchillos, ropa más o menos entera o manchada de sangre y las bolsas de los soldados que habían caído en buena lid. Los soldados se disputarían otras cosas, como los utensilios de cocina, las botas y los zapatos, que los había de buena calidad, y el paño de los herejes muertos, que sus buenos dineros valía y buen socorro les haría en las penurias de la trinchera.

Cuando Vélez llegó a dar el parte al capitán, se cruzó con Negrete, que ya entraba en la tienda del matasanos. Intercambiaron impresiones y se alegraron de salir con bien del lance. Luego cada cual cumplió su obligación. El físico, un luxemburgués llamado Deltoine, examinó a través de sus anteojos la herida de Negrete. El hombre de bigote frondoso con las manos manchadas de sangre, comprobó que la pica no había roto nada importante. Luego le dió a beber unos tragos de ginebra del país, que los campesinos usaban para despabilarse por la mañana a la manera del aguardiente de Castilla. Esa fue toda la anestesia que le proporcionó antes de limpiar y suturar la herida. Era aquel hombre discípulo de la nueva cirugía, poco amiga del cauterio de fuego, la sal o el vinagre. Y la verdad es que agradeció no sentir aquel intenso dolor que te provocaban los galenos usando estos remedios para restañar la sangre y cerrar la herida. El hombre le recomendó que no hiciera esfuerzos que supusieran levantar grandes pesos en al menos dos semanas, hasta que herida comenzara a sellar bien, y le dió recado de que pasado un mes acudiera a él mismo u otro galeno para que le retirara el hilo de la sutura.

La noche transcurrió, tranquila pero no exenta de tensión. Se mantuvo la guardia, y debido al cansancio de todos, se detuvo el trabajo de pico y zapa. En la oscuridad de la noche escucharon los primeros cañonazos entre la plaza de Boom y la avanzada de sus tropas, que estaba situando las primeras baterías con osadía, buscando quitar los fuegos de la plaza enemiga y con ello, librarse de un problema. Negrete recibió licencia por su herida para convalecer durante dos días, excepto que se requiriera de él por un ataque enemigo. Los empleó en dormir bien, comer bien y disfrutar de la prometida doble ración de vino que se repartió a su camarada. Entre la ginebra y aquello, terminó de cocerse, y pasó un rato comentando lo que había sucedido en el dique, y alabando el guiso de legumbres con carne de caballo.

Pasaron dos días más, comprobando las evoluciones del sitio. Como las compañías, las baterías y los gastadores se iban diseminando por el paisaje, iniciando su trabajo. Cuando el sol estaba en su cénit, al tercer día, llegó la compañía del capitán de la Rosa con mucho ruido de cajas y bandera al viento. Van Halen dió la noticia de la victoria al capitán, que pareció prestar menos atención a las nuevas que al mastín que le acompañaba. Ferreira si hizo algunos apuntes, y preguntó por nombres de soldados que se hubieran destacado en la acción. Luego informaron de los trabajos de zapa que ya se habían hecho, y se trajeron órdenes de Giambelli para comenzar a levantar allí un reducto, para lo cual junto a la compañía llegaron más gastadores.

Quienes también llegaron, para alivio de la tropa, fueron los vivanderos con una carreta llena de vino. Y otra más que llegó, con las daifas que iban a servir de alivio a la tropa allí acantonada. Hubo gran regocijo por éstos hechos, y pronto se comenzó a gastar el dinero ganado a los holandeses en el saqueo. La camarada estaba comiendo al abrigo de un pequeño fuego (la casa que hasta entonces habían ocupado ahora sería el cuerpo de guardia del alférez), cuando un sobrino del capitán, que le hacía las veces de entretenido, indicó a Vélez y al catalán que el capitán deseaba verles. Del resto no se dijo nada, así que quedaron el tudesco, Martín y Negrete disfrutando de un buen asado por el que habían pagado al vivandero no pocas monedas. Pagaban, sin embargo, los florines del muchacho pelirrojo al que Negrete había destazado en el combate del terraplén.

- Tiradas (2)
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11/12/2014, 23:21
Director

La habitación que ahora ocupaba el capitán como tienda del comandante la conocían bien. Era la misma que hasta hace poco había ocupado Van Halen, ahora relegado a ocupar un camastro en la planta baja. Estaban allí alguno de los cabos, Hoffman y el entretenido del capitán. Pero no había rastro del alférez. Y por eso el asunto les olió a chamusquina nada más entraron en la habitación.

De la Rosa estaba sentado frente a un brasero. Había prescindido de las botas, y descansaba los pies en lo alto de un saco lleno de grano. Su gesto era meditabundo, y ni siquiera se levantó cuando ellos legaron. Se limitó a mirarles un momento, y finalmente sonreír con más protocolo que gana.

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11/12/2014, 23:34
Don Francisco de la Rosa

El capitán era hidalgo a golpe de doblón, y se le notaba en los gestos. Era cosa bien sabida que el ser, o haber sido, capitán de infantería, aparejaba automáticamente el estátus de hidalgo. Pero lo que podía comprarse con dineros lo debía reflejar el semblante y el comportamiento. No era indolencia aristocrática lo que había detrás de esos pies descalzos junto al brasero, si no las maneras chabacanas de un nuevo noble, un rico venido a más. Para gente como Vélez, que si era de hidalguía antigua y demostrada, ver a aquel hombre de capitán y a él de cabo se le antojaba el mundo al revés.

El silencio lo rompió el entretenido del capitán, a la sazón furriel de la tropa, Carlos Maza.

-Éstos son los hombres de los que habló Ferreira. El cabo Vélez, que mandaba la retaguardia, y el mosquetero catalán que se distinguió disparando mucho y bien con sus pedreñales.

Compartió una mirada con ellos y al cabo sonrió. Habló luego de corrido y al aire distraído, como si aquel tipo de hazañas las hubiera visto a pares día si y día también.

-La compañía se siente honrada de contar con tan buenos y esforzados compañeros. Buen repaso el que le dísteis a aquellos herejes.

El voseo puso sobre alerta a Vélez. Hubo quien miró al capitán con cierta incredulidad.

-Mandaré que os den, señor mosquetero, buenas raciones mientras dispongamos de ellas. Seguid así y pronto añadiré a ésta recompensa unos escudos de ventaja en vuestra paga.

Luego miró al cabo Vélez y antes de hablarle, se colocó las botas de nuevo con harta parsimonia.

-No obstante, a pesar de que es mi deber alabar vuestro buen comportamiento en el combate, debo hacerme eco de ciertas quejas que a mis oídos han llegado. Referidas a vuestra persona, señor Vélez. Dicen que habéis estado en franco desacuerdo con la táctica del sargento Hoffman que era hasta hace un momento vuestro superior directo.

Dicho ésto le miró de forma significativa.

-También dicen que andáis blasonando que, fruto de ésta táctica, murieron treinta buenos españoles en el combate de la turbera. Y como podréis entender, el señor Hoffman se halla amostazado por estos infundios, pues considera que su táctica fue la artífice de la victoria. ¿Que tenéis que decir a eso, señor Vélez?

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12/12/2014, 08:46
Karl Moritz

Cuando me entero de todo lo ocurrido en los alrededores no dejo de agradecer a Dios haber acertado en el bando.

Estos españoles se baten bien en tierra... Aunque un día saldrá el gorrino mal capado y entonces acabré ahí...

Pienso, lúgubre, al pasar cerca de la pila de cadáveres desnudos y cubiertos de cal.

Perra vida... Cuando pienso en esos compadres de trinchera pidiendo limosna ante las iglesias... Al menos algo hemos podido sacar de los holandeses... Y cuando caiga la ciudad sí que habrá un buen botín...

Interambio una palmada silenciosa con Negrete al verlo herido. Una palmada de camaradería. Al ver que no es nada serio asiento mudo, como dándole ánimos.

Durante los días siguientes me gasto buena parte de lo conseguido en picheles de vino muy bautizado y bastante mareado, además de perder otra parte en partidas de naipes y dados. Un buen mosquete de pedernal acaba así reducido a un pedazo de paño sucio y deshilachado después de una sucesión de malas manos con la descuadernada.

A pesar de todo afronto las desventuras con cierta alegría y desapego, además de compartir con mi rücken algo de vino conseguido en un día de suerte.

Finalmente llega el capitán con todo su boato y acompañado por buen séquito de daifas y vivanderos, que buena falta nos hacía.

Ya he gastado demasiado y me veo envuelto en alguna pelea. Por el favor de una cantonera dicen unos, por una botella de buen licor dicen otros... Todos están en lo cierto.

Vienen a buscar al catalán y al cabo, por lo que quedamos Negrete, el joven Martin, Hans y yo alrededor del fuego. No me gusta mucho eso de que hablen con ellos... Problemas seguramente.

Dejo pasar unos minutos en silencio, sin decir nada sobre esa entrevista.

Gostar que ver Negrete vien. Buena cosa.

Le digo, señalando el punto de su herida con una ramita.

Luego intercambio unas palabras con Hans en mi idioma natal y soltamos unas carcajadas.

Aquí con Hans desir ser buen momento Martín conoser amor, Ja? jojojo!!

Le palmeo el muslo al chico con confianza.

Karl pagar esta ves... Pagar primera ves, grran honor parra Karl. Conoser sierta daifa... Ser de pueblo aquí serca. Perro católica, no temer por vuestrra alma, jojojo!! Peshos así, como mansanas...

Digo poniendo morritos y haciendo el gesto como que los estoy cogiendo con las manos.

Prrietos y durros... con pesones rosados... Y piel blanca... Buenas carnes... Algo mayor que vos... No musho más... Diestra en su ofisio... Buena prrimerra ves ser parra vos.

Entonces me golpeo la frente con la mano.

Ah! no olvidar... Capusha parra simbrel. Importante si no querer picores y cosas feas... Suponer que tener capusha... Ah! Si no tener prrestar mía...

Y rebusco entre mis ropas hasta sacar mi condón de tripa de cabra y ofrecérselo con una radiante sonrisa.

Primerra ves ser importante...

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12/12/2014, 14:54
Martín Vélez Manrique

Velez paso la mirada del capitan al sargento y vuelta mientras apretaba los labios y dejaba caer la mano de forma casual sobre la toledana.

-El que estuviera en desacuerdo no es secreto para nadie, como tampoco lo es que sus instrucciones fueran ejecutadas cumplidamente, treinta buenos soldados pueden dar fe de ello, y fueran mas si, en vez de leones, hubieran sido simples soldados los que me acompañaban. El lugar nos dejo en manos de sus piqueros y sin posibilidad de retirada con que juzgue su merced si la victoria fue por sus alcances o por los cojones de los que alli peleamos. Que la disciplina viene en el caracter del hidalgo español queda patente en mis actos, pero no es de bien nacidos callar la propia opinion, si el sargento quiere mandar sobre esclavos, los turcos andan buscando oficiales alli vera cumplidas sus esperanzas, pero que no lo espere de españoles, que lo que su boca dice, su brazo lo sostiene.

Ahora bien, si el sargento no queda conforme y es tan hidalgo de olvidar su grado durante un rato le daria todas las explicaciones que precise en un bosquecillo cercano en donde podra ver a los compañeros que no pudieron regresar, que estoy seguro que de no entrometerse alguna patrulla holandesa quedaria satisfecho.

Y si al capitan no le acomoda que resolvamos este pequeño desacuerdo como gente de calidad, por aquello de no alborotar, podriamos buscar entre los holandeses un par de valientes que quieran medirse con nosotros y demostrar que no somos solo gente de ideas, si no muy capaces de llevarlas a cabo. Seguro que en la ciudad no faltara gente de higados, al menos tanto como el señor sargento. En cualquier caso quedo a su disposicion.

Miro expectante al capitan mientras pensaba.

-Eso por la buenas, si las cosas se tuercen hasta aqui llego el hijo de mi padre, pero no me voy sin llevarme a este menguado por delante o al menos intentarlo. Algo va fatal aqui si esta gente ostenta el mando.

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12/12/2014, 19:10
Pedro Negrete

Esta vez para mí no hubo tiempo para saqueos o casi, en lugar aguardé mi turno para el físico, rogando a Dios que la fila de heridos pasara rápido y llegara mi turno antes de desangrarme cual gorrino en día de matanza. Al menos no yacía en el suelo en cueros después de haber sido saqueados por compañeros, y más tieso que la pica. Así que por esa parte no tenía queja alguna. Son cosas del oficio.

Según el matasanos la pica no rompió nada importante. Bien, entonces sanaría rápido. En lo que curaba la herida contemplé sus métodos, muchísimo más livianos, donde va a  parar. Ya había sufrido curaciones del otro tipo por parte de los galenos, y ciertamente no sabrías decir si prefieres tres o cuatro tajos más, a que el matasanos te eche vinagre, sal en la herida, o aún peor, que la quemara.

Aquella noche dormí como un bendito, según caí en horizontal. Creo que lo hubiera hecho aun descansando la espalda en un lecho de piedras. El dolor mordía a veces, y me sacaba del sueño, junto con los cañonazos lejanos, pero estaba tan cansado que pronto volvía a caer. El vino que me metí entre pecho y espalda también ayudó.

Me hinché de gozo al ver llegar, al tercer día, a los vivanderos y las daifas para nuestro uso y disfrute. Quizá entre ellas estuvieran algunas de las que me miraban al pasar por la mancebía. Sea como sea, alguna de ellas me iba a dar alivio, que bien merecido me lo tenía. Hasta entonces me había consolado con vino, que a esas alturas ya me daba igual de que calidad, entraba lo que fuera, y algún contacto con los dados y naipes, que me hicieron perder algunos florines, pero otros tanto los tenía reservados para otros asuntos. Asuntos con largas piernas y pechos apetecibles.

Esta noche, comía del asado y bebía cuando se llevan a Vélez y al catalán. Intercambio una mirada con el tudesco, en señal de que esto olía a nuevo trabajo.

- No dañó mucho la pica – le digo a tudesco cuando me dice aquello- No puedo decir lo mismo de la mia….El que me hizo esto ahora es comida para gusano….

Me pongo de buen humor cuando los tudescos sacan al tema la virtud del pequeño Martín. Me río de buena gana, aunque me cuesta llevarme una malo al costado y lanzar alguna maldición que otra entre dientes.

- ¿Aún no conociste mujer? Tiempo es…Coge la oportunidad que te brinda Karl. ¡Ay si a mí me la hubieran pagado la primer vez! Me costó mis monedas y alguna cuchilladas– me rio y bebo- Pardiez, largos años pasaron…..- niego, al ver cómo pasa la vida – En fin, que de esta noche no puede pasar, ya estás en edad muchacho y lo mismo mañana ya nos han puesto de nuevo en faena – y palmadita al hombro, entre hombres.

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12/12/2014, 20:54
Martín

Al muchacho se le hizo la boca agua cuando el alemán empezó a hablar de mozas y de pechos. ¿Qué no daría él por poder estrujar unas buenas tetas? ¡Pero si se le iban los ojos al borde del corpiño cada vez que una moza se agachaba! Como si a él le hiciera falta que el alemán le describiera nada, pues no los había visto Martín en sueños cada noche imaginándoselos, tan redondos, tan perfectos, tan... En ese momento el alemán sacó a Martín de sus imaginaciones hablando de picores y al muchacho le entró un escalofrío por la columna. ¡Y aún fue peor cuando Karl le ofreció usar no se que funda de tripa de asqueroso aspecto! Si la imaginación del muchacho era pródiga en asuntos de pechos, no fue menor en asuntos de tripas, que ya se veía el zagal con el nabo envuelto en semejante artefacto que el alemán habría puesto previamente en su propia hortaliza en más de una situación, que Martín no podía ver más sucia.

Aquello fue suficiente para que el muchacho se encogiera en su sitio sin decir nada, tal y como hiciera con los primeros arcabuzazos. El mismísimo Dios tendría que aparecérsele y ordenárselo para que él pusiera su preciado y puro miembro en lugar donde lo hubiera puesto el alemán... por muy simpático y amable que éste pudiera parecerle. De hecho, recobrado el flujo sanguíneo a la sesera a golpe de imaginarse la del alemán, Martín recordó como el alférez, hombre casado y buen cristiano le había advertido sobre las fulanas que seguían al ejército.

Quizás su primera vez tendría que esperar... aunque no se le habían ido del todo las ganas de estrujar unos buenos pechos, claro.

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12/12/2014, 21:13
Don Francisco de la Rosa

Cuando comenzó con las típicas fanfarronadas sobre los hígados y el pelear no pudo si no sonreírse de puro gozo. Sin embargo, el semblante cambió cuando se mentó el asunto del duelo. En su mente sopesó los pros y los contras de aquel comportamiento que estaba oficialmente prohibido en las ordenanzas.

-Debo recordar a vuestra merced -ahora si le trató como debía- Que el duelo en el ejército del rey católico está prohibido. Pero es justo precisar que para mi un intercambio amistoso de espadazos olvidando las armas negras y teniendo como resultado una cuchillada fruto del acaloramiento del momento no es duelo si no travesura. Así que el asunto quede entre vuestras mercedes. Eso si, nada de muertes. Ambos son necesarios en las batallas que están por venir.

Era sorprendente como alguien que obraba con poco tino en asuntos de honra apelaba ahora a ella para resolver el asunto. Quizá éste pequeño lance daría fama a su compañía, y eso es algo que le satisfacía enormemente.

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12/12/2014, 21:18
Sigurd Hoffman

El alemán había escuchado con los brazos en jarras, pendiente de lo que se decía. Lo del desafío lo acogió como quien esperaba la reacción, y fue ésto notorio por que hizo un gesto a uno de sus cabos. Éste le entregó un billete o carta de desafío, pues él se decía la parte ofendida. Le costó leerlo, pues por muy hidalgo que fuera, no era hombre de letras. Como tardaba mucho en contestar, el alemán le hizo un resumen.

-Mañana, claro en bosque tras el puente. Al amanecer. Dos testigos cada uno, a espada y en camisa. Primera sangre.

Esperó a que aceptara el desafío como el hombre de honor que blasonaba ser.

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12/12/2014, 22:44
Martín Vélez Manrique

Velez miro al sargento fijamente mientras metia el billete dentro de la bolsa intentando calibrar la valia de ese hombre.

-Sera un placer exponerle mis puntos de vista en el bosque, descuide, alli estare en las condiciones que solicita.

Le saludo cortesmente antes de dirigirse al capitan.

-Agradezco a su excelencia la opotunidad que me da de explicarme intentaremos que nuestras divergencias no afecten al buen funcionamiento de la unidad.

Otro saludo y se dirigio al catalan.

_¡Catalan!, si no tienes nada que hacer su merced mañana por la mañana me consideraria muy honrado si quisiera acompañarme hasta el bosque para cumplimentar a este caballero.

Notas de juego

Dos preguntas.

¿El sargento parece muy corpulento?, y, ¿que armas lleva?, para calibrarlo, a ver si tengo alguna opcion. Cuando dice espada supongo que dice al arma blanca, en general, ¿no?, lo digo por llevar yo espada y daga.

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14/12/2014, 16:29
Pedro Negrete

Me vuelvo a reir al ver la reacción de Martín. Me llevo la mano al costado al sentir la molestia de la herída, pero la risotada es grande. Cuan impresionable es la juventud, pero ya perderá esa inocencia. El tiempo y lo que le toca ver a uno, arrasa con todo de un zarpazo, y llega el punto que uno se sorprende ya de poco.

- Asustaste al rapáz, tudesco...- pego un tiento al vino- Ya no tiene ganas de hembra...Bueno, más para nosotros...¿Porque las visitarás ahora, no? -  le pregunto al tudesco, sonriendo de buen humor, y doy por zanjado mi cuenco de asado- Esto me ha sabido a gloria, voto a Dios....- tanto es así que procedo a rebañar el cuenco.

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14/12/2014, 19:26
Diago Ferreira

Tan dispuestos estaban en la visita a la mancebía que no vieron llegar al alférez. Estaba vestido como de ir por el campamento, sin más protecciones que un jacó y una gola de acero, con su banda de seda cruzándole el pecho. Quedaba un poco de comida en el perol, así que ni corto ni perezoso se sentó donde había estado Vélez y se sirvió un par de cucharadas.

-Espero que no les moleste, pero la marcha ha sido larga y nada que llevarse a la boca.

En silencio los estuvo mirando, y especialmente a Martín, por el que sentía un cariño particular.

-Me han dicho que mataste al alférez holandés de un disparo. He oído muchas hazañas del combate de hace tres días, y me avergüenza no haber podido estar allí con vuestras mercedes.

Comía a dos carrillos, con auténtico apetito. Era una buena forma de disimular lo que iba a decir a continuación.

-Si véis a vuestro cabo, decidle que no caiga en la provocación de Hoffman. Esto es una encerrona, por que el capitán está deseoso de marcarse un tanto ante el maestre de campo. He escuchado algo de que mañana va a estar por aquí el preboste, y pintan feos los bastos si éstos dos van a batirse contra las ordenanzas.

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15/12/2014, 08:23
Karl Moritz

En un primer momento me quedo patidifuso al ver la reacción del zagal, sin estar seguro de como interpretarla, pero Negrete no tarda en sacarme de dudas, miro a todos los presentes y suelto una larga risotada, le meto un pescozón amistoso al joven Martín y me guardo la bendita tripilla en la faltriquera.

Voy a darle réplica a lo dicho por Negrete sobre la mancebía cuando entra en escena el alferez Ferreira.

Asiento a su petición de sentarse al fuego y compartir algo del rancho. Escucho todo lo que dice con atención, deletreando en silencio sus palabras, como para asegurarme que no me pierdo nada de lo que dice. Con satisfacción y algo de envidia primero, y con preocupación después.

Ya llegan los problemas...

¿Enserrona desirr? Ja... Grrasias... Así desir a cabo... Aunque... Y me rasco el mentón, pensativo. Hablar de batirse... Duelo serr cosa honorr... Y miro a Negrete y Ferreira como si fueran las eminencias del tema. Y quisás ser cosa difísil de arreglarr... No poderr no ir... A menos que...

E intento buscar las palabras, más parece que me cuesta encontrarlas. Finalmenet me dirijo a Hans y suelto en mi idioma natal lo que tengo en mente.

Sagen Sie dem Fähnrich, vielleicht wäre es besser Unterhalt weg von Camp Velez mit dieser Affäre. Wenn Sie auf sein keine Mission nicht schlagen? Die go's Mission, und sicherlich das Thema kommt nichts... Wenn Sie Ihre Pflicht tun, wird es nicht... schlagen richtig? Diese Spanier sind sehr sorgfältig mit den Themen der Ehre.

 

Hans asiente a lo que digo y se dirige a Ferreira, no sin dejar d elanzar esporádicas miradas al resto de contertulios

Aquí, el compadre Mortiz propone, si a su excelencia le parece bien, enviar al cabo Vélez a alguna misión o encomienda que lo mantenga lejos del campamento hasta pasada la hora del duelo. Eso le daría una escapatoria a tan conflictivo duelo y mantendría su honra intacta. Sin duda alguien como Vélez no podría faltar a su deber castrense y jamás dejaría en entredicho el buen nombre de los soldados del Rey... O quizás una misión lejos de aquí que le mantenga fuera varios días, hasta que el asunto se enfríe... Al menos es lo que su excelencia Mortiz propone, a falta de más información al respecto.

Tras escuchar con atención lo que dice Hans, asiento con satisfacción y un gruñido a sus palabras.

 

 

 

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15/12/2014, 17:27
Diago Ferreira

Escuchó la propuesta del tudesco mesándose el bigote con la mano izquierda, alternando con dar cucharadas al guiso. Se mostró reflexivo durante un momento, y luego pensó en una solución que satisficiera a ambas partes.

-Es una buena idea. Hay que entregar unos mensajes al maestre de campo, y es una buena ocasión para que vuestra hazaña llegue a sus oídos. Una misión descansada que le mantenga fuera del campamento el tiempo necesario. No obstante, según tengo entendido, vuestro cabo es un hombre de honra. Y para no verse deshonrado se me ha ocurrido una idea.

Dió otra cucharada y masticó antes de hablar.

-Está claro que el propósito de Hoffman y el capitán es desquitarse por una cuestión que no tiene nada que ver con el honor, si no con la popularidad que pueda ganar Vélez por su victoria. Si alguien reemplazara a Vélez en el duelo, el preboste prendería al equivocado. La cosa podría pasar por una simple riña entre soldados, y yo ablandaría al oficial de justicia con buenas palabras y unos cuantos florines. Al cabo de unos días se levantaría el arresto y aquí no habría pasado nada.

Apuró la escudilla y luego bebió un poco del vino que llevaba en una cantimplora de cuero.

-Señor Moritz, vuestra merced tiene buena mano con la espada, me han dicho. No se lo pediría al señor Negrete, estando herido como está, e ignoro si su compadre el catalán sabe manejar la espada con la suficiente destreza. Además, de ofrecerse voluntario la cosa quedaría como una rencilla entre alemanes. Y una cosa son las disposiciones del rey nuestro señor, y otra como se vea el duelo en tal o cual principado del Sacro Imperio.

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15/12/2014, 19:02
Pedro Negrete

No sigo con el tema de la mancebia ante la llegada del alferez. E intento ponerme algo mas recto en mi lugar. No pongo oposición a que se sirve del asado, faltaría más. No le serví vino viendo que iba provisto del suyo propio en la cantiimplora.

Escucho atento las palabras de Ferreira, y me voy poniendo serío en el proceso. Se la querían jugar a Vélez puesto que en esta ocasión, nuestro cabo a echado una meada más grande la la de los otros. Cubrir de barro sus meritos, vamos. No era tampoco una sorpresa,  pues es cosa común que se guste de pisar al que sobresale, por envidias. Sin embargo, en esta ocasión se trataba de nuestro Cabo, así que no podemos hacer la vista gorda.

- Hicieron llamar a ambos, a Velez y al catalán, así que lo mismo ya está en el ajo - doy un tiempo al vino. Parece que el alferez tiene al tudesco en el punto de mira para ser el sustituto del cabo en el duelo. Yo miro mi herida, y me cago en todos los herejes ¿Que representación voy a darle yo recien abierto y cosido como un gorrino?.

Miro al tudesco, tanteando su reacción.
 

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15/12/2014, 22:01
Karl Moritz

Las primeras palabras de Ferreira me agrada como suenan. Misión descansada, que se entere el maestre de nuestro lance... Pero no sé como el muy ladino convierte un bonito paseo por el campo en liarse a cuchilladas con Hoffman. 

Maldita sea su estampa de alférez embrollón... Claro, como entre germanos queda el lance que así se las compongan... Y encima meterle una cuarta de acero a un sargento... o que me la meta a mí, que aún me hace menos gracia.

En mala hora Negrete se ha dejado herir por una pica... y en peor hora se deja llevar el cabo por un calentón... Estos españoles...

Mira al alférez como sabe engrasar bien el tema... Mira como dice lo de buena mano con la espada... Al menos el tipo tiene buen ojo...

Me froto el cuello, pensando en todo el asunto, intercambio una mirada con Hans y resoplo soltando el aire.

Eselensia... No gostar meter en asuntos de otro... Meter nabo en muher ahena nunca traer buenas cosas... Perro no gostar Hoffman no apresiar lo que haser otro día. Cosa fea ser. Karl confiar en alféres. Karl haser. Rücken testigo de buenas intensiones buen alféres. Todos apresiar hhh... jjj... gesto.

Digo, dejando claro, al final, el compromiso del alférez, pero intentando hacerlo pasar por un elogio hacia su buena persona, para no ofender a nadie.

Esto huele a perro muerto. Aquí hay más cuentas pendientes y esperan que el pobre diablo de Moritz se lleve el mérito... maldito cabrón... Será mejor saber a qué perro voy a pisarle el rabo antes de hacerlo...

Me palmeo la empuñadura del pappenheim con seguridad.

Karl haser... Karl haser... 

Repito, algo pensativo, evaluando todo el asunto.

 

 

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16/12/2014, 01:58
Diago Ferreira

Cuando el catalán y el cabo regresaron, el alférez Ferreira se estaba levantado de la banqueta que usaba Vélez, dejando una escudilla vacía sobre ella. Parecían haber hablado algo importante, por los rostros de los presentes reflejaban cierta dureza. Sea lo que fuere, el alférez lo zanjó de ésta manera.

-Bueno, no les entretengo más, señores soldados. Ahora les quiero a paso ligero hacia la mancebía, que bien se la han ganado. Martín, quédate conmigo, necesito que me ayudes con unas cosas.

Dicho ésto, se acercó a Vélez y le ofreció la mano para que se la estrechara.

-Felicidades por el repaso que le dió a esos herejes. Si no importa a vuestra merced, me gustaría que conversáramos en privado. Cosas aburridas, órdenes y todo eso.