Partida Rol por web

Un pilluelo callejero os ha llevado una nota manuscrita de vuestro buen amigo, el profesor Julius Smith:

Apreciados amigos,

Sabiendo que hoy se reúnen en el Oriental Club, les ruego que perdonen mi ausencia a esa velada, y les imploro que se reúnan conmigo a medianoche en el núm 23 de la calle Colfax en Whitechapel. En relación a un asunto del que no puedo hablar aquí, pero es de la máxima importancia.

Les ruego que vengan armados.

Atentamente suyo,

Julius Smith, Ph D.

No es fácil encontrar un cochero que te lleve a Whitechapel a esas horas de la noche, pero todos conseguís llegar a la hora convenida al sórdido callejón. Uno a uno vais llegando, bien enfundados en vuestros abrigos y bufandas, quizá con armas en el bolsillo, preguntándoos qué hacéis aquí. Elisabeth, de las primeras en llegar, recuerda haber leído que este es la calle donde encontraron, hace cinco años, el cuerpo de Polly Nichols, una víctima de Jack el Destripador. La anécdota no es tranquilizadora.

Una niebla muy londinense os llega a las rodillas cuando ya ha llegado el último. Una luna color hueso alumbra la noche. Llamáis a la puerta.

Os abre la puerta un individuo al que reconéis: Beddows, el atildado mayordomo del profesor Smith. Es raro verle con gabardina y sombrero, y no su habitual levita impóluta.

- Buenas noches, señorita Meadowcroft, barón Von Hartzman, caballeros... Si tienen la bondad de seguirme, el profesor les aguarda.

Os hace pasar como si fuera el portal de una mansión, no la sucia puerta de un rudimentario almacén lleno de cajas y sacos. Cierra la puerta detrás. Un farol en una mesa da algo de luz y proyecta tétricas sombras. A una decena de metros véis la familiar silueta del profesor Smith, que habla en voz queda con una señora de cabello gris recogido en un moño, tapada con un chal. Smith le da algunos billetes y la señora se aleja por otra puerta. Smith va a saludaros.

- Buenas noches amigos... Y señorita. Disculpen tan extrañas circunstancias, pero la necesidad me obliga... Síganme, se lo ruego.

Smith sube por una escalera de madera apolillada, más digna de barco, que cruje ominosamente a cada paso. en el piso superior encontráis un pequeño altillo, donde os llega una nauseabunda olor que recuerda el pescado pasado, o al vómito viejo y cuajado, según el olfato de cada cual. 

El altillo muestra una lamentable escena. Un hombre emaciado y consumido yace en un modesto lecho. A su lado, un caballero de canosas sienes, ataviado con una negra capa, le toma el pulso. Por los platos sucios con restos de comida, papeles garabateados y otros restos, parece que alguien ha vivido aquí por algún tiempo. Las pocas velas que alumbran, pero, hace difícil concretar nada.

El hedor parece emanar del enfermo. Parece decrépito, al borde del último suspiro. Desnudo excepto por la ropa interior. Lo más raro es que lleva puesto un fez. Otra rareza es que lleva en tobillos y muñecas correas de cuero sueltas, como si el desdichado hubiera estado atado a los postes de la cama.

El hombre de la capa negra se presenta brevemente como el doctor Hobbs, médico.

Siguiendo en silencio a Beddows y posteriormente a Smith subo en silencio las escaleras hasta encontrarme con una escena realmente dantesca. 

- ¡Santa Madre de Dios! - exclamo sorprendido...

Realmente no entiende muy bien por qué Smith la ha emplazado aquí. De todos los caballeros que van llegando sólo conoce al barón Von Hartzman, y sinceramente la situación no es que ayude a iniciar una conversación trivial. 

Primero ha tenido que esperar prácticamente sóla en una zona cuando menos poco recomendable de la ciudad, vaya uno armado o no. Ha permanecido arrebujada en su abrigo, con una mano firmemente metida en un bolsillo de la prenda y el rostro medio cubierto por su bufanda, saludando con la cabeza a los caballeros conforme iban llegando pero manteniendo una prudente distancia con ellos.

Luego, cuando por fin han encontrado a su viejo conocido, han tenido que subir por una escalera más apropiada para un navío que para un edificio. Y por último ese olor. Con los ojos entrecerrados inclina la cabeza para poder beneficiarse del ligero aroma floral que impregna sus propias ropas.

No hace ni siquiera un gesto de asombro al escuchar la exclamación del barón, limitándose a observar la escena. Al final gira su rostro hacia el señor Smith.

-Tal parece que esa pobre alma necesita un sacerdote más que una audiencia, puesto que ya cuenta con un médico a su lado.- Aunque emplea un tono bajo en deferencia al enfermo y extraordinariamente educado, en su voz se transmiten una decisión y un aplomo poco habituales en una señorita.- ¿Sería usted tan amable de decirnos el propósito de esta reunión, profesor Smith?...

Como hombre de mundo que es, el doctor solamente entrecierra los ojos ligeramente. Demasiada miseria ha contemplado ya como para espantarse por esto y, sin embargo, las circunstancias son extrañas. Se ajusta su propio fez.

La mujer ha dicho lo necesario, lo que todo el mundo está pensando. ¿Para qué añadir algo más? Espera la respuesta. En el bolsillo, como si fuera de plomo, se hace notar la pequeña pistola del 22 que ha pedido prestada para la ocasión. ¿Para qué? se pregunta. Pues casi le sirve más como porra que como arma de fuego, para lo que sabe. Pensaba que, quizá, le hiciera sentir seguro pero, en realidad, le hace sentir todavía más vulnerable.

Se estarán preguntando porque les he traído aquí... Antes que nada debo decirles que este pobre hombre, que ven aquí  en tan grave estado, aunque parezca un anciano deshauciado, en realidad no tiene ni 25 años. 

- Ahora les informo sin más dilación, Miss Meadowcroft:

"Hace cuatro días un individuo formalmente vestido, de unos 40 años, con más ceniza que hollín en el cabello, tocado con un sombrero de copa, le ofreció a la dueña de este edificio una bonita suma para alquilar esta habitación. Unos sujetos ataviados con sombreros fez llevaron a este mismo hombre que aquí ven hasta la cama, lo dejaron allí y cerraron la puerta con llave. Solo el hombre elegante iba y venía.

"La segunda noche de la triste estancia del desdichado, extraños sonidos afligían a los vecinos, como si el edificio se llenara de inquietantes susurros. También se oyeron quejas sobre extrañas sombras.  

"La tercera noche hubo chillidos siniestros y golpes fuertes, y el hombre del sombrero apareció y ofreció más dinero a la dueña, la señora Grim, por su indulgencia. Afirmó que el aquí convolesciente era un adicto al opio, al que intentaban curar de su enfermedad.

"Pero a la cuarta noche ya no pudo ignorarse más la situación. Aullidos de agonía brotaban de la habitación, y ruidos de extraña procedencia sacudían todo el edificio. La señora Grim, que vive al lado, mandó su hijo a por la policía. El hombre del sombrero alto y sus secuaces de los fez, imagino, olieron la llegada de la Ley y huyeron, dejando a este desdichado. La policía llamó a un médico, el doctor Hobbs, que hizo lo humanamente posible para auxiliarle.

"En un destello de lucidez, este hombre murmuró mi nombre y la universidad. Allí fueron a buscarme los agentes, que me escortaron hasta aquí. Pero los servidores de la justicia no dieron mayor importancia a lo narrado por los vecinos. Dijeron incluso que no había aquí ningún crimen, sólo un hombre enfermo que necesitaba un médico. El médico ya estaba aquí, por lo que ellos invertirían su tiempo en tareas más provechosas. Quizá las quinielas. Nos dejaron pues, aquí solos,a mí y al buen doctor.

Hobbs asiente a Smith, dando fe de lo narrado.

"Tengo una idea de quien puede ser este hombre. Si no me equivoco, se llama Matthew Pook. Y hablo con cierta duda porque, cuando lo conoci, era un joven estudiante lleno de vida, y ahora parece un anciano en sus últimos días. Apenas se le reconoce en semejante estado de calamidad. El pobre Pook es estudiante, allá en Constantinopla, a orillas del Bósforo, de mi buen amigo el profesor Demir....- SMith se interrumpe a sí mismo.

"SOy un maleducado, lo siento. Les he sacado de sus moradas en plena noche y no paro de parlotear. Les he llamado, abusando de su gentileza, porque necesito ayuda para llevar a Pook a un lugar seguro. Temo que los hombres de los fez ronden por aquí, con aviesas intenciones. Ahora que la policía se ha ido, creo que volverán pronto. Son, según creo y temo, un grupo de macabro propósito, atroces modales, y aún peores métodos. Ayúdenme, se lo ruego. Les aseguro que la dolencia que aflije a Pook no es contagiosa y es seguro moverlo.

Jean-Louis llegó ligeramente tarde a propósito. Nunca iba armado, exceptuando su bisturí, que no podía considerarse como tal. Es más ni siquiera sabía manejar un arma, y prefería llegar tarde, cuando los que iban a llegar armados ya estuvieran todos allí. Pensándolo fríamente había concluido que en todo caso a él, como médico, siempre se le necesitaba más tarde que a los que llevaban armas. Cuando aquellos ya habían concluido su heroicidades era entonces cuando lo que se necesitaba era un médico para tapar agujeros, salvar las máximas vidas posibles y certificar las muertes inevitables de ese tipo de conflictos.

A su tardía llegada le indicaron que subiera, justo a tiempo para escuchar las explicaciones inverosímiles del profesor « ¿25 años ese pobre hombre en estado terminal? ¿Era eso posible? Conocía al profesor Smith desde hacía tiempo y sabía que no bromearía con un asunto así, pero ¿Podía estar confundido? » pensó Jean-Louis

Saludó al profesor con un – Mon ami*, cada día le veo con mejor aspecto – y era cierto, pues lo había conocido cuando su salud peligraba de manera muy grave. -  ¿Matthew Pook? ¿No podría ser su padre o un familiar con rasgos similares? Disculpe mis reticencias pero a simple vista lo que nos explica parece científicamente imposible-   No quería dudar de su diagnóstico pero necesitaba corroborar el estado del paciente sin ser maleducado con el doctor presente. Al fin y al cabo no era su paciente, y no quería molestar a su amigo - ¿Me permite que lo examine?

¿Profesor Demir? ¿De la universidad de Estambul? Lo conoces profesionalmente y puedas dar fe de que es un académico serio y respetable (no es que seais amigos, has leído artículos suyos y crees que hablasteis un poco en alguna conferencia). 

Para ser un profesor de la Uni de Estambul, claro, tú eres de la Universidad del Bósforo, que evidentemente es superior...

—Ah, —decía Polat, —ya. —Se acercó y, cuando el médico del grupo hacía amago de examinar al enfermo, él ya estaba observando su rostro ajado y consumido. —Para ser de Universidad de Estambul no mal maestro, profesor Demir. Yo conozco trabajo suyo. Pena de muchacho. Calamidades pueden hacer cosas extrañas. Pelo blanco. Mi madre pelo blanco, cuando mi hermano muere. Hace ya tiempo. Impresionante. ¿Por qué lleva fez puesto? Perdón, doctor.

Tras sobreponerme a la sorpresa inicial de ver a esa persona demacrada tumbada, observo en silencio como Jean-Louis le examina.

- ¿Has conseguido sacar algo en claro, Jean-Louis? - pregunto con interés, pero manteniendo cierta distancia respecto al enfermo. A pesar de las palabras de Smith asegurando que la dolencia del joven no es contagiosa, prefiero ser precavido.

Esa misma prudencia me salvó la vida varias veces en la guerra... pensé.

KAZIMIERZ había sido de los últimos en arribar al punto de encuentro, demorado por su desconfianza habitual, que lo compelía a no brindar jamás la dirección exacta de su destino a los cocheros ocasionales que lo trasladaban por las calles de Londres, manía que invariablemente lo obligaba siempre a recorrer las últimas cuadras a pie. Por fortuna, aquello no supuso un problema. Más bien todo lo contrario, pues la nutrida concurrencia que se arracimaba en un sórdido callejón de inmediato le permitió reconocer su objetivo.

En un principio, no consiguió reconocer a ninguno de los convocados. Lo cual no era de extrañar dada la penumbra que reinaba por aquellas horas. Y más aún teniendo en cuenta que apenas si había llegado hacía unos cuantos meses a la ciudad. Pero a medida que se internaba en el rústico domicilio, la escasa iluminación del lugar le permitió vislumbrar poco a poco las facciones de sus compañeros de infortunios, identificando a varios de ellos como asiduos concurrentes al Oriental Club.

Aquella circunstancia le devolvió algo de tranquilidad, pues tenía a todos como ciudadanos respetables y de buena reputación, si bien no había mantenido más que unas pocas conversaciones superficiales con ellos. Pero aún así, continuó echando furtivos vistazos a sus espaldas a medida que seguía los pasos del profesor SMITH al interior del edificio.

Finalmente, cuando llegaron al lecho donde yacía aquel pobre diablo, el circunspecto noble no pudo evitar llevarse un pañuelo junto a la nariz para protegerse de aquel hedor insoportable, e incluso ofreció otro a la única mujer del grupo.

Poco podía hacer para ayudar a aquel desgraciado. Y tampoco tenía particular interés en inmiscuirse en la labor del médico que procuraba atenderlo. Así que simplemente se limitó a recorrer la habitación, buscando algún detalle que pudiera echar algo de luz sobre el asunto.

Quizás los apurados garabatos que se adivinaban entre los restos de comida y platos sucios…

- Sin duda es Matthew Pook, y no ningún pariente o consanguinio. Ahora, si los doctores son tan amables de preparar al enfermo para el transporte, mandaré a Beddows a buscar un carruaje...

SAROCH.

Un somero exámen de Pook te permite comprobar que ese hombre está muy grave. Necesita un hospital urgentemente. No identificas su dolencia como ninguna que hayas conocida en tu larga experiencia con enfermedades contagiosas en Oriente Medio. Quizá sea algú tipo de infección de la sangre. 

El comentario del doctor Polat te hace fijarte en el fez de Pook. Con la escasa luz, parecia que estuviera encasquetado en su cabeza, pero ahora te das cuenta que está creciendo una sutil crostra de piel alrededor del borde del fez... Es como si la piel de Pook se estuviera sellando a ese sombrero oriental. Te fijas más en el fez, es del color de la sangre seca, tiene su propio olor desagradable, percibible a poca distancia, incluso con el hedor de la habitación.

WOYTEK

Recoges cuidadosamente tantas hojas manuscritas como puedes. Quizá puedas estudiarlas más adelante con más luz.

Empezáis a organizaros para transportar a Pook cuando este sufre unas violentas convulsiones, mientras de su garganta brota un torturado aullido que hace rechinar de dientes incluso al más templado de vosotros. Antes que los doctores puedan intervenir, estás terminan bruscamente, y el cuerpo desmadejado deviene rígido e inerte.

 Como para sellar el hecho, el fez se despega de su cabeza con un leve ruido de succión y cae al suelo. Un anillo dentado de piel arrancada queda marcado alrededor de la cabeza del desdichado joven.

Al rodar el fez por la cama, cerca de ti, jurarías que has oído un extraño susurro sibilante brotando de dentro del fez, murmurando extrañas y blasfemas sílabas.

El doctor Hobbs no se inmuta. Coge la muñeca de la triste figura y consulta su reloj de bolsillo:

- Hora de la defunción...

Su tono monocorde se convierte en un gañido de dolor y sorpresa cuando el presunto difunto le clava las uñas en el brazo, haciendo brotar sangre, lo atrae hacia él y lo muerde en el rostro.

Ante vuestros atónitos ojos, se despliega tan pandemónica escena: la puel del cráneo de la cosa que fue Pook se despliega al rededor del círculo de carne marcada para formar una especie de parodia de fez. De su boca grotescamente abierta brota una lengua roja, del tamaño de una corbata, cuya punta se despliega en una multitud de tiras negras llenas de púas, vagamente parecidas a la cola de un fez...