Partida Rol por web

Amanece y os levantais descansados y hambrientos. La mañana ha abierto clara y luminosa y se oye el sonido de la gente que comienza a faenar, caballos, carros traqueteando, algún silbido, perros ladrando. El dia ha comenzado.

Te levantas cansado, no has dormido bien, pesadillas iban y venían. Además te encuentras mal, sientes nauseas, dolor de cabeza, malos pensamientos. Algo no anda bien.

Oyes como suenan las campanas de la iglesia en cuanto amanece, tu compañero muerto Tiago yace en la mesa donde lo dejasteis lleno de heridas y sangre. El padre Próculo abre la puerta y te dice, -¿Necesitas ayuda para habiar a tu compañero?, no es que tenga mucho tiempo pero cuanto antes terminemos mejor para mi, hoy tengo muchos oficios que atender-.

-Sí, dómine. Non soy ducho en aquestas lides; nunca antes hube de enterrar a nadi -dije, cabizbajo.

El estruendo de las campanas me había despertado cuando estaba en lo más plácido de mi sueño. Al despertarme volví a la triste realidad que me había tocado vivir, con el cadáver de Tiago esperando sepultura. Debía tener signos de no haber dormido bien cuando llegó el párroco, pero poco importaba eso. Lo único que quería era enterrar a mi fiel Tiago para despedirme de él y ponerlo en manos de Dios.

-Así sea-. Voy a buscar un cubo y lo lleno con agua de la pileta que había tras la iglesia. Después de lavar las heridas, el aspecto de Tiago era algo más presentable.-Venid conmigo.- Le digo a este buen cristiano, lo llevo a la parte trasera de la iglesia donde hay una fosa común para gentes que no tuvieran destino en la tierra consagrada del pequeño cementerio, destinada a nobles y a gentes del clero. -In nomine pater...- comienzo la letanía. Al terminar rocio el cuerpo con agua consagrada.-Vamos ayúdame a depositarlo con el resto de almas-. Le digo a Vasco que estaba claramente afectado por la pérdida.

Quiero ir a donde algun cura para contarle lo sucedido, y a ver si bendiciendome o sacandome ese espiritu impuro...

Asistí en silencio al entierro e hice lo que el párroco me decía. Iba a protestar por el enterramiento en la fosa común, pues creía que Tiago merecía algo más que aquello; pero me encontraba lejos de mi hogar, donde las costumbres eran distintas, y no tenía el ánimo para discutir. Al menos, pude enterrarlo con sus pertenencias.

Tiago había sido vengado y ya estaba camino del cielo. El ciclo estaba cerrado, pero todo había ocurrido demasiado deprisa y su recuerdo aún estaba muy vivo en mis pensamientos. Me iba a costar pasar página.

-Gracias por todo, pater -le dije a Próculo-. Buen día.

Y me encaminé hacia la taberna para ver cómo andaban mis compañeros de viaje. Lo mejor para no pensar demasiado era concentrarme en el problema de los dos plebeyos y su enfermedad. Aún teníamos cosas que hacer y eso era bueno para mí.

Os encontrais los tres en la taberna, en la parte de abajo de la posada. A pesar de que todavía es temprano ya hay parroquianos bebiendo vino.
 

Pido vino y me siento con mis compis de aventura, a verlas venir.

Bajas por las calles empedradas, alejándote poco a poco de la iglesia. La mañana está fría y húmeda, como corresponde a estos lares, resoplas vaho por la boca. Te cruzas con varios labriegos que a la luz del sol te saludan taciturnos, como si reconocieran que eres forastero. El pueblo es pequeño pero es bonito y misterioso, algo pasa que no llegas a entender. Llegas de nuevo a la posada donde ves a tus compañeros en la barra de la taberna.
 

Veis que por la puerta de la taberna entra Vasco.

Mu´tamid baja cojeando por las escalera, ha dormido bien, muy bien, como nunca en su vida, pero ahora le pesa haber gastado tal cantidad de maravedíes en algo que no era comida.

Tras bajar las escaleras ve a sus compañeros desayunando, pero no ve al noble, el no tiene un duro, así que eso es mala señal. Se sienta a la mesa, mirando con envidia a los que ya están comiendo.

-Buenos Días Sixto, buenios días Vasco. Quizá tengan la gentiliesa de invitar a un podre miendigo a un mendrugo de pan....

Entré en aquella taberna, "El gato apestoso". Mucho me temía que no tendría más remedio que comer allí, así que hice de tripas corazón y entré, y al ver a mis compañeros me dirigí hacia ellos, al tiempo que Mutamid bajaba y pedía caridad, aunque fuera cristiana.

-Buen día -saludé a todos-. ¿Cómo están los enfermos? -pregunté en voz baja, de modo que solo me pudieran oír mis compañeros; no quería formar alboroto en la taberna delatando la presencia de dos posibles apestados.

Después, ante la petición de Mutamid, le dije:

-Más te valía haber rapiñado algo daquellos malnascidos que nos ventilamos ayer.

Mas sabía que don Diego, dechado de virtudes y ejemplo de caballero andante, iba a ofrecerse al instante a pagarle la pitanza al moro; no podía dejar que cargara siempre él con los gastos.

-Salga por hoy del mi bolsillo empacho et trasiego, sarraceno, pero para otra vez búscate la vida con las gentes del lugar, que bastante fazemos nosotros ya dándote protección et compaña en el camino.

Veis que Sixto tiene unas marcas en el cuello, son parecidas a una mordedura.

Estaria mejor, don Vasco, si no hubiereme tragado un sapo. Tampoco sentime bien, cuando acercome a la iglesia. Va a ser ciero que estoy endemoniado.

Sera cosa de fablar con algun canonigo y principal.

Haciendo caso omiso a todo lo que le dice, excepto a que le pagan el desayuno, Mu´Tamid apura el mendrugo de pan con las sobras que le quieran dar. En unos instantes ha terminado de comer.

-Vamos pues, sidi Diego, a dondie uste quiera. A la iglisia entonsis.

No es que le hiciera especial ilusión, pero de alguna manera había que disimular.

Todos tomais un desayuno a base de gachas, que estaban muy buenas por cierto, todos excepto Mu´hamid que ha comido mendrugos de pan que ha garrapiñado a los parroquianos borrachos. Después de esto emprendeis el camino de nuevo a la iglesia. Estais delante de las puertas de la iglesia y os dais cuenta de que Sixto está nervioso, aunque no alterado.

Oigo que llaman a la puerta principal de la iglesia y presto me dirijo a ella. Abro la puerta y veo ante mi a cuatro hombres a dos de ellos los conozco. -Seguramente estos son los hombres de los que me hablaste- Le digo a Diego. Me dirijo a los dos y los miro atentamente. Al infiel no le veo de momento nada destacable, pero al mirar al otro (Sixto), me horrorizo y me santiguo sin poder evitarlo. Voy hacia Vasco lo aparto del grupo y le hablo en voz baja.
 

-Tu amigo está en peligro de muerte, ¿has visto las marcas en el cuello, esas que parecen mordeduras?, se trata de las marcas que deja un malino. Hay que sacarlo cuanto antes o morirá sin remedio en una semana él y posiblemente vosotros. Pero se trata de algo peligroso, que debo hacer yo solo. Por lo que necesito que metas a tu amigo en la habitación donde dormiste y lo dejes encerrado, pués puede llegar a correr peligro su vida y la vuestra, después entraré yo y haré el ritual exorcista para librarlo del mal, pero he de prepararme, coger el libro santo, el agua consagrada... . ¡Rápido no podemos perder tiempo!.-

Asentí en silencio y me dirigí a Sixto.

-Ven conmigo -le dije-; el pater cree que has agarrado algo malo, mas te puede curar. Pero si quieres vivir, has de fazer todo lo que él te diga. Entremos todos en la iglesia; seguidme, conozco el camino.

Y entré procurando no separarme mucho de Sixto.