Partida Rol por web

El arquero se asomó al agujero en el suelo. Los escalones estaban mojados por el agua que se filtraba. Dio un pequeño silbido para sí y se giró hacia sus amigos.

-Parece que hay luz más abajo... mucho más abajo. ¿Quién quiere bajar primero?-propuso despreocupado.

-Si queréis puedo ir yo. Pero vayamos despacio e intentemos ir en silencio- aquello lo decía más por fuerza de la costumbre que porque pensase que era posible. Él no era especialmente silencioso y el forjado tampoco.

- Aunque aplaudo tu iniciativa - sugirió el forjado - quizás nos interese que alguien versado en trampas y mecanismos encabece la marcha.

Miró a Endozal y a sus nuevos compañeros. Quizás alguno se atreviera a ello, por cómo se habían manejado anteriormente, pero si no, dejaría que fuera Abdali en cabeza para no coartar su buena voluntad. 

- Por si acaso - alzó el dedo, que brilló tenuemente, dispuesto a tocar el arma de quien fuera en primer lugar.

El elfo miró a su alrededor cuando Égida comentó aquello, luego se dio cuenta de que se refería a él.

-Eso me pasa por ser competente.-

Echó un vistazo al agujero y se ahorró las ganas de escupir.

-Puedo ir yo si queréis. Pero nada de luz. La luz es mala para estas cosas.-

Volvió a mirar.

-A ver. Si es un sitio por el que pasan mucho no deberían poner trampas muy complicadas. Echaré un vistazo y bajaré primero. Pero como he dicho, fuera luz.-

E hizo un gesto como quien espanta moscas.

- Yo soy más bien ruidoso, y no sé nada de trampas, pero si alguien pregunta quien va puedo responder -dijo Lirio, y su voz sonaba como la de un batracio.

A medida que el grupo descendía el aire se hacía más frío. El agua goteaba por las paredes y el suelo estaba resbaladizo por la humedad. Los escalones terminaban en una cámara grande que estaba fuertemente iluminada por linternas colgadas al lado de los escalones de entrada y otra colgada cerca de la entrada noroeste. Por suerte para ellos la cueva estaba vacía. Solo el sonido del agua cayendo se escuchaba desde las direcciones sureste y noroeste. Los escalones en el noroeste descendían un par de metros, mientras que los escalones situados al sureste ascendían hacia un pasillo. Dentro de aquella caverna el agua fluía en un pequeño charco que parecía alcanzar unos 30 cmtímetros de profundidad en el centro de la cueva y fluía por una pequeña abertura de poco menos de un metro de alto sobre el nivel del agua.

El lugar debía estar habitado porque sino no tendría sentido tener luces encendidas. Le llamó la atención que el camino al norte también estuviera iluminado mientras que el de sur no.

- Yo iría por esa salida del norte- señaló.

Si pudiera, Égida tendría escalofríos al recordar la última vez que el grupo se internó en una cueva. Miró a Abdali y Endozal, los únicos que restaban de aquel grupo original, dejó escapar un leve suspiro. ¿Qué les depararía aquella extraña aventura?

- Coincido - asintió, aferrando el escudo con fuerza. Seguramente las otras escaleras llevarían a alguna cámara cercana de la que provenían.

Al final Grend no tuvo que perocuparse porque detrás suyo tuviesen luz, aunque por otro lado era lógico si teníamos en cuenta que por ahí debía haber algún humano. No querrían partirse una pierna, o caer en el hoyo equivocado.

Cuando llegó abajo echó un vistazo por los dos caminos, por si acaso había algo que le resultase llamativo. Pero siguió las indicaciones del resto. Total, no sabían tampoco donde tenían que ir, así que cualquier camino era bueno de momento.

-Vale. Voy a ver. Seguidme a una distancia prudencial, por si acaso.-

Eso último lo dijo mirando tanto a Abdali como a Égida. Ambos bien pertrechados con armaduras.

Morirse con un moratón en un ojo no tenía nada de épico. Si había que morir, al menos morir guapo, así que Lirio centró su atención en no caerse, y, a ser posible, tampoco mancharse. No es que las cuevas, a las que tan aficionados eran los enemigos habituales de cualquier grupo de aventureros, fuesen el lugar más limpio del mundo.

¿Por qué los monstruos no preferían los lugares bien iluminados, limpios y agradablemente perfumados?

El grupo, siguiendo a Grend'Dail,  comenzó a avanzar hacia la parte norte de la caverna. Bajo sus pies la neblina se iba apartando con cada pisada, como si caminasen sobre un suave manto de nubes. No tardaron en llegar a una repisa con una caída de unos 5 metros de altura. Allí se encontraba una grúa de madera impulsada por una manivela que parecía usarse, por la plataforma que tenía, para subir o bajar cajas grandes. Pero no hizo falta que la usaran. A si lado había una escalera de madera amarrada al borde, echa con tablones y cuerdas que les permitió bajar a la parte inferior. Ahí, la niebla que fluia desde el agua de la entrada se acumulaba y los cubría casi hasta la cintura mientras se desbordaba hacia el área inferior de la misma. Aparte de ese, había otros dos caminos más frente a ellos, que se perdían en la oscuridad. 

Endozal encendió una antorcha al bajar las escaleras al ver que allí estaba mucho más oscuro. 

-Vale-dijo en voz baja- no digo que no me alegre de no habernos encontrado a un ejército de batracos, pero...-el hombre quedó en silencio y abrió los ojos con sorpresa- Allí, por aquel túnel-dijo señalando al túnel más al norte- oigo voces, debe haber alguien allí.

Al elfo también le escamaba el que aquel lugar estuviese tan solitario. Se suponía que había una revolución arriba, alguien tendría que haber venido a avisar.

-Bueno. Ahora sí, voy a echar un vistazo. Esperad aquí, no quiero que la luz me señale. -

No estaba muy seguro de por qué se ofrecía. Aquella gente tenía que tener algo que le hacía volverse tonto, sin duda alguna.

-Iré, miraré y volveré. Si las cosas se ponen feas venid a ayudarme ¿eh? No se os ocurra dejarme solo. Y tranquilos, si las cosas se ponen feas os enteraréis.-

Agradeció la iniciativa de Grend, que pese a llevar poco en el grupo parecía ser solícito y bien preparado. Esperaba, de todo corazón, que no le sucediera nada. Últimamente perdían a demasiados compañeros, como si una mano negra y tenebrosa jugara con sus destinos y sus vidas.

Pertrechado con el escudo, se preparó para correr en su ayuda si era necesario. Mientras tanto, examinó los alrededores a ver si había algún rastro sobre qué solían mover usando esa grúa.

El guerrero entendió que debía dejar un especia para que Grend´Dail explorase sin que sus pesados movimientos lo delatasen. Así que, como el forjado, obedeció y mientras esperaban a que volviese el elfo intentó agudizar sus sentidos por si escuchaba algo que llamase su atención.

El elfo se acercó lentamente hacia aquella cueva de la que se escuchaban voces. La niebla que se filtraba en el cuarto le cubría hasta las rodillas. La sala parecía vacía a excepción de las figuras que allí había. Una dracónida negra, vestida con ropas moradas del culto que el elfo no supo identificar. Parecía estar al mando. La acompañaba un humano, calvo y cubierto por tatuajes, que vestía una túnica roja. Frente a ellos, y con los que hablaba la dracónida, había 3 batracos que escuchaban sus órdenes.

No se habían dado cuenta de la presencia de Grend hasta que este fue a girarse para regresar con sus compañeros y decirles lo que había visto y entonces se golpeó con una estalactita que hizo que todos se giraran hacia él.

-¡Allí!-gritó la dracónida señalandole con un dedo- ¡Pharblex, más te vale que no escape!-gruñó amenazante dandole órdenes al hombre sapo que enseguida se lanzó hacia Grend. Detrás de ellos la dracónida les dio la espalda y alzó los brazos.

-¡Draezir! - con aquellas palabras unas rocas empezaron a levantarse del suelo hasta formar lo que parecía ser el marco de una puerta, pero como si la propia puerta estuviera formada por un espejo. Entonces la atravesó y desapareció de la vista seguida por el mago rojo. Por desgracia, Grend tenía problemas mayores de los que ocuparse, ya que tenía prácticamente sobre él a los tres batracos.

No había que ser muy lumbreras para darse cuenta de que habían descubierto a su compañero, así que el guerrero no se lo pensó mucho y salió a la carrera para ayudarle.

Lirio se lanzó tras el grupo, que obviamente necesitaba auxiliar a su avanzadilla.

El forjado corrió junto a sus compañeros para defender a Grend, que lamentablemente se había visto involucrado en un encuentro con sus enemigos.

Mandibula fuerte se adelantó y al ver al líder de los batracos le apuntó con la punta de su arma.

-Tú, Baba Ssalpicante! Ess tu fin!-le dijo amenazador.

El batraco, que era un tipo rechoncho vestido con una túnica raída que parecían ser los restos de una túnica del culto y con la cabeza de un cocodrilo o un caimán puesta a modo de gorro. Agitó la lanza que llevaba con furia y habló haciendo honor a su mote, es decir, babeando.

-Estás muerto, tú y, slurp, tus amigos. ¡Toda tu tribu! ¡Esta vez, slurp, el jefe elfo no te perdonará! Jajaja