Partida Rol por web

El mediano se pertrechó con esmero antes de partir. Recolecto, manzanas, zanahorias, algunas patatas, algo de carne seca, unos ajos y cebollas un pimiento verde que aún estaba en buen estado, unas hojas de col, una hogaza de pan duro y un trozo de queso curado. Tenía pensado hacer algo en el puchero si pasaban la noche fuera.

También repuso sus flechas y la antorcha que había utilizado en el túnel de las ratas.

Una vez cogió lo que creyó necesario, estaba listo para partir.

- Joorin, Joorin, donde te estás metiendo. Si te viera tu madre encargada en tan peligrosa aventura... Creo que le daría un ataque al corazón.

Endozal asintió y pidió al grupo que le esperaran. No tardaría más de una hora en acompañar a los enanos hasta la caravana y volver con sus cosas. Entonces estarían listos para partir.

Al ver que sus compañeros se preparaban para el viaje hacía el campamento se acercó a cada uno de ellos y les hizo entrega de una de sus bayas.

- Guardadlas a buen recaudo. Estas bayas os permitirán volver a recuperar parte de vuestra vitalidad si caeis en combate y saciarán vuestro hambre un día entero.

Una vez hubo entregado todas, se guardó dos para ella en caso de necesidad. Momentos después, con unas palabras élficas llamó a los espíritus de la naturaleza para que la ayudaran en su camino.

- Ahora sabremos el tiempo que nos depara en el día de hoy... - y con un gesto una manifestación mágica le dió la respuesta...

Quizá alguno de ellos ya la hubiera visto hacerlo durante el trayecto a Nidoverde, pero ahora se lo estaba mostrando a todos abiertamente, como gesto de confianza.

El grupo se reunió tras ultimar algunos preparativos. El clérigo le había entregado a Égida un par de pociones de curación Abdali había logrado reponer las flechas y también había cogido una cuerda de la herrería. Endozal había ido con la pareja de enanos a recuperar el carromato. Por suerte el camino que habían tomado los asaltantes al marcharse no pasaba cerca del lugar donde los enanos habían dejado el carro. Habían tenido que soltar a los caballos la noche anterior, pero consiguieron recuperar todos sus bienes. El mediano había reunido comida suficiente para que todos pudieran pasar un par de días fuera sin preocuparse por ello aunque no tenía muy claro qeu pudiera cocinar en aquel desierto verde que eran las Tierras Verdes.

Cuando se reunieron con Draenna esta estaba conjurando una imagen entre sus manos que desapareció al cabo de unos segundos. Una nube de color gris claro, no demasiado negra pero podría interpretarse como que llovería en algún momento del día.

Cuando estaban listos para partir un hombre joven de piel oscura se acercó a ellos cojeando visiblemente.

-He oído que tenéis la intención de seguir a los asaltantes y ver dónde han ido. No habría nada que me gustase más que acompañaros, pero en estas condiciones os retrasaría. Teniendo en cuenta la tragedia que nos ha asolado esta noche, no hay razón para interesaros por cuál haya sido la suerte de mi maestro, Leosin Erlanthar, pero es importante que os informe. Es un monje de Berdusk. Desapareció ayer por la noche, después de enfrentarse en un combate particularmente feroz contra los asaltantes. Algunos amigos y yo luchamos para abrirnos camino hasta la fortaleza, pero Leosin no llegó. Regresamos esta mañana para buscarlo, pero lo único que encontramos fue su vara rota y esta gargantilla, que siempre llevaba...-dijo mostrandola con preocupación.

Abdali miraba fascinado a Draenna. La magia era algo ajeno al guerrero y ver como la elfa lo manejaba con tanta facilidad le asombraba y confundía a partes iguales. Aceptó la baya -estuvo a punto de llevársela a la boca pues tenía muy buena pinta- y la guardó en su mochila, junto con la cuerda que había recogido en la herrería.

La voz del extraño rompió el encantamiento y dejó de observar a la druida para atender sus palabras. Escuchó lo que tenía que decir pero no le llamó excesivamente la atención. Solo se trataba de alguien más que había desaparecido por culpa de los bandidos.

No os preocupéis- contestó dándole una firme palmada en el hombro-. Tenemos intención de rescatar a los prisioneros que nos encontremos. Quizás tengáis suerte y tu maestro esté entre ellos. Si le vemos, cómo le reconoceremos y quién le decimos que lo echa en falta para darle fuerzas en la huida?

El extraño no se había presentado.

-Es un semielfo de pelo corto y tiene perilla. Leosin había estado investigando a estos asaltantes durante meses. Me temo que podría haber tratado de infiltrarse en su grupo cuando se retiraron, o peor, podría haber sido capturado y llevado como prisionero. Aunque por lo que hemos visto los asaltantes mataban a casi todo el que caía en sus manos. Nadie entiende a estos bandidos mejor que él, y su conocimiento sería de gran valor contra ellos. Cuando encontréis su campamento, por favor buscad cualquier señal de que Leosin esté allí. Uno de mis hermanos ya ha partido hacia Berdusk para traer ayuda, pero pasarán muchos días antes de que lleguen. Cualquier cosa que podáis hacer antes de su llegada sería para nosotros como un regalo llegado del cielo.

Satisfecho con el regalo que el clérigo les había entregado, Égida se reunió con su grupo para no tardar en ser abordados por un desconocido que les pedía ayuda. Tiene sentido que acuda a nosotros, somos quienes han salvado a esta gente y seguramente todos estén al tanto de que vamos al campamento. Aunque deberíamos ser precavidos.

—Si tu maestro está entre los prisioneros, haremos lo que esté en nuestra mano para rescatarlo —extendió la mano hacia el desconocido—. Y si como dices se ha infiltrado, quizás necesitaríamos algo que nos conectara contigo para que supiera que somos de fiar, ¿podemos llevarnos la gargantilla? ¿Quién podemos decirle que le busca?

-Si, claro. Toma- dijo el monje entregandole la gargantilla. Era una gargantilla de plata sin nada especial- espero que le encontreis y podais traerlo de vuelta. Si le descubren le matarán-dijo el hombre preocupado.

—¿Cómo habías dicho que era tu nombre? —volvió a preguntar, a sabiendas de que no se había presentado. No le gustaba la gente que acudía exigiendo cosas sin siquiera presentarse. En el pasado, había visto a gente recibir una paliza sólo por cosas así—. Así podemos decírselo a tu maestro si duda de nuestra palabra.

El hombre abrió los ojos dandose cuenta de su error.

-Ah, disculpad. Iba con prisas para pediros esto antes de que os marcharais y no quería reteneros más tiempo. Mi nombre es Nesim, Nesim Naladra. Leosim y yo venimos hace un tiempo desde Aguasprofundas-explicó el hombre- de todas formas estaré aquí cuando volváis, tampoco es que pueda ir a ninguna parte así.

Joorin jugueteaba distraído con sus nuevas espadas cortas. Cortando hierba con rápidos tajos. Acostumbrándose a su peso y longitud. Parecía muy entretenido en sus cosas mientras esperaba a ponerse en marcha junto a sus compañeros.

Llegó a tiempo de comprobar los poderes de Draenna en primera persona. Primero agradeció sinceramente el regalo que les había proporcionado pues les había contado que aquella pequeña vaya era capaz de alimentar a una persona durante un día entero. Aquello sin duda fascinaba al cocinero que no entendía como aquel pequeño fruto podía disponer de todos los nutrientes necesarios para un cuerpo adulto, pero entonces recordó que las bayas eran mágicas y la magia sin duda estaba fuera de su comprensión.

Pero lo que les fascinó fue como la mujer fue capaz de predecir el tiempo, estaba rodeado de una gente asombroso sin duda. Un hombre se les acercó agitado pidiendoles ayuda para localizar a su maestro. Vio como Égida y Abdali se hacían cargo de hablar con él así que aprovechó para abrir su mochila y reponer sus virotes en su estuche.

El grupo se despidió de Nesim y una vez listos salieron de nido verde. Cruzar de nuevo el pueblo fue un espectáculo agridulce. Los daños no habían sido tanto, pero las casas saqueadas, los cuerpos sin vida de los asaltantes y lugareños que iban siendo retirados de las calles, las volutas de humo saliendo de los escombros de las casas que habían ardido... todo aquello les recordaba que aunque habían salvado el pueblo y a muchas personas el daño que había hecho el Culto del Dragón era irreparable. 

Al salir del pueblo los aventureros se dieron cuenta de que no era difícil seguir el rastro de los asaltantes. Una gran franja de hierba pisoteada marcaba el camino que habían tomado hacia el sureste. Era imposible determinar el número de ellos pero las pisadas evidenciaban dos cosas: La primera que era un grupo variado de humanoides, kobolds y reptiles domesticados y la segunda que algunas pisadas eran mas profundas en aquella dirección pues habían sido cargadas con botín de Nidoverde.

El camino era sencillo de caminar pues las praderas verdes eran llanas y no presentaban dificultades en la caminata. El cielo estaba nublado pero hacía buen día, ni fresco ni caluroso, y no parecía que fuese a llover pronto. El grupo comenzó su camino hacia el campamento de los asaltantes.

El camino fue tranquilo hasta mas o menos el medio día. El grupo estaba pensado en hacer una parada para comer cuando vieron una voluta de humo surgir tras unas colinas unos metros por delante de ellos...

Al menos tenemos buen tiempo. Égida se sentía de un extraño buen humor, aunque no tenía especiales motivos para ello: acababa de sobrevivir de puro milagro a un duelo, al ataque de un dragón y de un ejército de bandidos. Muchos inocentes habían muerto y Nidoverde tardaría en recuperarse. Pero veía un patrón en todo lo que estaba sucediendo, como si una mano protectora velara por él.

Ahora tenía un buen propósito en su vida, buena gente a su lado en la que podía confiar y toda una vida para cumplir con sus objetivos.

—Shhh —pidió a sus compañeros, bajando la mano para que se agacharan como él. Sospechaba que los bandidos habían hecho un alto en el camino y no quería delatar su posición. Señaló al mediano, era el más apropiado por su pequeño tamaño—. Joorin, echa un vistazo y dinos quién son.

Abdali se agachó en cuanto vio la columna de humo, más por instinto que porque alguien pudiese verles desde tan lejos.

Podía tratarse de la retaguardia, o desertores. Debemos tener cuidado- susurró.

Habría que decidir si querían pasar furtivamente o enfrentarse a lo que allí hubiera. El guerrero sopesó las posibilidades. Si los atacaban, se estarían deshaciendo de unos cuantos indeseables, pero si alguno de ellos consiguiera escapar, alertarían al resto y eso sería desastroso.

- Creo que deberíamos intentar sobrepasarlos sin ser vistos. Qué opináis?

- Claro, iré a echar un vistazo y volveré presto con la información. Un escalofrío de puro nerviosismo recorrió el cuerpo del mediano. El peligro siempre le ponía en guardia. Pero Joorin se sobrepuso de inmediato. 

- No tengo intención de dejarme ver, maese Abdali. Sonrió nervioso. Y dicho esto, se escabulló sigiloso haci la dirección donde habían visto el humo.

Te acercas agachado hacia el lugar. Parece una colina pero te fijas en que termina en un pequeño risco donde se han ocultado pensando que les serviría de refugio aunque en realidad para lo único que sirve es para que te puedas acercar sin que os hayan visto venir. 

Allí se encontraban un grupo de Kobolds, ocho, y cuatro humanoides. Escuchaste unos segundos lo que hablaban y por lo que pudiste entender era un grupo que había quedado rezagado del resto. Se habían detenido para asar unas gallinas y comer antes de continuar aunque parecían estar discutiendo todo el tiempo.

El mediano no quiso demorarse más por miedo a ser descubierto. Así que tan sigiloso como había llegado se fue.

Aquellos bandidos estaban bastante distraídos, y era una buena oportunidad para asaltar les por sorpresa. Tenía que volver con premura donde le esperaban sus compañeros e informarles de lo que había visto.