Partida Rol por web

Ya habían hablado todo lo que debían hablar y Draenna ya dejó claro que su sortilegio no tardaría en romperse. En este tipo de situaciones, casi echaba de menos a un cabrón despiadado como el tiefling, que no hubiera dudado en apuñalar al bandido. Pero ellos no eran asesinos despiadados, sólo hacían lo que estaba en su mano por hacer un mundo mejor. Tanto daba si ahora era cariñoso y educado con ellos, ese tipo había asaltado Nidoverde, había saqueado y asesinado. Y seguramente no sería su primer trabajo.

Dejarle suelto y con vida no conseguiría más que ponerles en peligro, a ellos, y a las demás poblaciones de los alrededores.

Égida alzó el martillo y lo descargó con fiereza contra la base del cráneo del bandido. Un golpe seco, inesperado, y que acabaría con su vida sin que llegara a entender qué había pasado. Luego arrastró el cadáver hasta donde Draenna había dejado el resto, para ocultar su rastro.

—Pongámono en marcha —dijo al volver. No parecía haber disfrutado con aquello.

El guerrero miró con otro ojos al armado cuando descargó su martillo con rudeza sobre el bandido con cual estaba intentando dialogar unos segundos antes, como si de una res en el matadero se tratara.

Cómo podía ser tan cruel? No tenía corazón debajo de ese amasijo de metal? Debía ser por eso por lo que no se preocupaba de salvar o no a los rehenes.

Tomada una resolución, Abdali decidió abandonar el grupo y e intentar salvar a todos los que pudiera él solito. Seguramente no era la decisión más sensata, pero no podía dar la espalda a sus principios, aquellos que le habían llevado a enfrentarse a Lennithon para salvar a Nidoverde.

- Solo seré una molestia si queréis ir a investigar el campamento sin ser vistos. Cuando lleguemos, nuestros caminos se separarán y yo intentaré entrar como uno de los mercenarios que han saqueado la ciudad. Si los dioses lo quieren nos volveremos a encontrar en algún momento. De todas formas no me iré todavía, si me lo permitís marcharé con vosotros hasta que tengamos el campamento a la vista.

Endozal se encogió de hombros al ver que su triquiñuela no había servido para desarmarlo, aunque vio como Égida se colocaba tras él con su martillo fuera. Se sorprendió con la propuesta que Abdali sugirió al cultista, no le gustaba nada la idea de tener que meterse en medio de aquel campamento como infiltrado porque si acababan descubriendo el engaño estarían rodeados de enemigos y muertos. Además cuando acabara el efecto del conjuro, ¿sería consciente de que había sido embrujado? ¿Llegaría a creerse siquiera el engaño? Si había presenciado el combate de Égida o oído como un forjado fue perdonado por uno de su comandantes sospecharía. Estuvo pensando sobre las posibilidades de aquella infiltración como mercenario y en todas ellas se sentía ahogado ante una marea de enemigos. Si debía salvarla debía de hacerlo de forma segura.

La elfa lo sacó de sus pensamientos cuando avisó de que el conjuro acabaría en breve y disimuladamente comenzó a echarse hacia atrás. No vio el cabeceó de la elfa pero si vio cómo Égida levantaba su martillo y destrozaba el cráneo del cultista salpicando la sangre hacia su cara.

Endozal se llevó nervioso la mano a la cara limpiando la salpicadura mientras veía al hombre caer a cámara lenta. Sabía que no tenían otra opción pues al acabar el conjuro el resultado hubiera sido el mismo e incluso alguno de ellos hubiera sido herido. Pero aún así fue duro de presenciar.

No tenía la templanza de Égida para hacer lo que debía de hacerse. Tratando de dejar de lado lo que había presenciado comenzó a buscar los virotes recuperando uno de ellos del cuerpo de un Kobold. Abrió su mochila y extrajo dos más para reponerlos en su estuche y tenerlos listos para la siguiente ocasión.

Asintió a Égida cuando comentó que debían de seguir en marcha y aprovechó para coger un poco de comida y reponerse mientras avanzaban. Sabía que no sabría tan bien como la comida que Joorin y él preparaban pero necesitaba comer algo. Fue entonces cuando escuchó a Abdali y se acercó rápido a él.

- No precipites tus pasos Abdali. Creeme que nadie más que yo quiere entrar allí y liberar a los rehenes. Mi mejor amiga está retenida por esos locos del dragón que sólo desean ver este mundo arder. Estar rodeado de aquella gente va a poner a prueba tus nervios y tus capacidades para mantener tu engaño sobre ellos. Ya has visto como luchaba Langredosa. Si dudan de tu palabra al llegar a su campamento de ejecutarán o te harán prisionero. De esa forma no podrás ayudarlos. Debemos ser pacientes y esperar nuestra oportunidad. No te separes de nosotros, buscaremos un lugar desde el que poder observarlos sin que nos vean. El campamento está al frente de una mina y las minas que conozco suelen estar cubiertas por elevaciones rocosas, busquemos como llegar hasta allí y observemos primero antes de hacer nada. se paró un segundo. - Además nuestro primer movimiento es hacia el paso rocoso, está cerca de aquí por lo que nos ha dicho. Veamos que más podemos averiguar de ellos primero. No quería que el hombre se suicidara, le había visto en combate y era todo un portento luchando. Si seguía los dictados de su corazón sin dejar que la razón interfiriera podría acabar consiguiendo el efecto contrario a lo que deseaba.

El grupo, pese a no acabar de ponerse de acuerdo decidió continuar un poco más junto. Estaba claro que se jugaban la vida en ello y que el Culto del Dragón era un culto terrible que años atrás había llegado a tener mucho poder. Casi era una leyenda. Y encontrarse ahora cara a cara con ellos tratando de despertar a la reina de los dragones... no era fácil de digerir.

Dejando el campamento improvisado de los rezagados los compañeros se pusieron en marcha. No tardaron en ver que el camino descendía entre las colinas hasta una zona donde serpenteaba a traves de un hueco entre dos barrancos. Era un alivio haber conseguido la información del cultista por que claramente aquel lugar era perfecto para una emboscada, era una trampa mortal. 

Aun estaban lejos y desde donde estaban no podían ver a los emboscadores que se ocultaban en algún punto en lo alto de los riscos. Por suerte, al saberlo les daba una gran ventaja. Podían tratar de acabar con ellos, cogiendoles por sorpresa aunque eso significaría otro enfrentamiento con un grupo de cultistas. La otra opción era evitarlo por completo. Eso significaba dar un rodeo con lo que llegarían al campamento de los asaltantes entrada la noche.

Égida parecía apesadumbrado por lo sucedido. Si era sincero consigo mismo, no había ninguna diferencia entre el bandido que habían asesinado nada más encontrarse con el campamento, y el que él había ejecutado. Pero aún así, no se sentía cómodo del todo con lo que había pasado. Durante el camino, Abdali había expresado su intención de ir por libre y eso tampoco le hacía ninguna gracia. Le consideraba un buen guerrero y compañero pese a lo poco que habían combatido juntos, y perderlo sería una muy mala noticia.

—Ese es el risco que mencionó —comentó, apoyándose el martillo al hombro y observando la escena. Tras esas rocas se escondían los enemigos, pero ni sabían cuántos eran ni por dónde les asaltarían. Y aunque contaban con la ventaja de estar informados, no le hacía gracia otra escamaruza. Ya habían tenido bastante—. Propongo que demos un rodeo.

Avanzaron por el camino hasta llegar al risco que el cultista les había mencionado. De no haber sido avisados el lugar era perfecto para una emboscada y sería difícil dar con sus enemigos en aquellos dos barrancos. Pero en caso que les vieran dar un rodeo como sugería Égida, si llegaran a verlos el campamento podría estar prevenido y preparar partidas de búsqueda hasta localizarlos. No le gustaba demasiado la idea.

- ¿Y si nos ven desde sus escondrijos? preguntó dubitativo a Égida. - ¿No nos pondría en peligro?

Joorin había permanecido taciturno durante la caminata. Se había llevado una sorpresa al ver morir al cultista morir a sangre fría a manos de Égida. No culpaba al hombre de metal, seguramente hizo lo que se debía hacer. No, lo que le sabía mal a Joorin era no haber dicho nada, no haber intervenido para dejar atado al hombre. Estaba tan preocupado por su herida y sus propias cosas, que no implicó para salvar la vida de aquel hombre. Eso le sabía muy mal.

Por otra parte, la idea de Abdali de infiltrarse como mercenario en el campamento enemigo, tampoco lo veía nada viable. Un gigante acorazado, una elfa y un mediano en un campamento humano... No le parecía que fuera buena idea. Y además, estaba lleno de kobolds. Que asco le tenía a los kobolds.

Y con todo, nada había dicho al respecto. No había abierto la boca para expresar lo que el plan le parecía. Por eso caminaba enfurruñado también.

Al pararse al llegar cerca de donde se escondían los bandidos, Joorin pareció despertar.

- Si rodeamos a los bandidos, pueden cortarnos la retirada si tenemos que huir con cierta prisa. Intervino el mediano.

La elfa había dejado actuar al forjado como considerarse y este había tomado la dura decisión de acabar con la vida del cultista que no opuso resistencia. De esta forma en cierto modo había sido participe de aquel asesinato.

Durante unos momentos pidió compresión a los espíritus por el acto que acababan de acometer, esperando que el fin justificara los medios. Ser el brazo ejecutor para, a la larga, salvar vidas inocentes era un precio que debían pagar.

- Que tu muerte no sea en vano... No nos guardes ningún rencor y regresa en paz con tus antepasados - pidió perdón así a ese humano enloquecido, esperando así apaciguar su espíritu.

Más tarde, con el decaimiento por lo sucedido, volvieron a retomar el camino hacia el campamento de los cultistas. No tardaron mucho en alcanzar el desfiladero desde donde se supuestamente apostaban una avanzadilla para evitar visitas indeseadas.

- Ya sabéis lo que pienso. No podemos perder la oportunidad de mermar su número. Cada patrulla, cada grupo aislado, son un objetivo al que podemos hacer frente. Eso les hará perder fuerzas y limitará su capacidad de atacar de nuevo con tanta seguridad. Así es como lo hemos hecho los elfos desde tiempos inmemoriales para salvaguardar los bosques. No éramos un gran número, pero sabíamos movernos por el terreno y causar bajas lentamente. En ese momento Draenna dio unos pasos hacia atrás para dejar espacio entre ella y el resto de compañeros. - Yo voy a subir por el saliente de la derecha, el resto podéis ir al otro. Creo que esta vez me moveré mejor sola. - y sin decir una palabra más, todo su cuerpo comenzó a sufrir una rápida trasformación...

Un enorme lobo, del tamaño de un caballo, apareció para sorpresa de todo el grupo. La bestia de terrible mirada les observó uno a uno.

Cualquiera que conociese medianamente al joven guerrero se habría preocupado al ver que no se comía el resto del pollo que habían dejado en el campamento, y es que se sentía mal por lo que habían hecho. Él no hizo nada para detener la mano ejecutora de Égida, así que era tan culpable como el forjado aunque no lo hubiese visto venir.

Luego la elfa hablaba de ir disminuyendo el número de asaltantes según se los fueran encontrando. Eso tampoco era su estilo. Si tenía que matar a alguien, al menos debían tener la oportunidad de defenderse o de cambiar su conducta. Otra cosa eran los dragones. Esas bestias eran malas por naturaleza y no podían redimirse.

Acompañó taciturno al grupo y se dispuso a acatar la decisión de la mayoría frente a la amenaza que se cernía en el paso. Entonces la elfa salvaje se convirtió en un lobo delante de sus narices. Abdali dio un respigo aunque intentó disimular su mayúsculo susto.

- Eh, sí, lo que digáis, qué hacemos entonces?

Joorin abrió los ojos como platos al contemplar la transformación de Dreanna en aquel enorme lobo. La verdad es que daba un poco de miedo.

- Uauuu. Acertó a decir.

El plan de la elfa le pareció bien al joven mediano. Si podían atacar a los bandidos por sorpresa, tenían una ventaja que no debían desaprovechar.

La mayoría había hablado, y Égida no tenía más que decir. Respetaba sus puntos de vista y sus aportaciones tenían sus aciertos. Sin embargo, le llamaba poderosamente la atención que hubieran sido tan reticentes a arrebatarle la vida a aquel bandido y ahora votaran por lanzarse nuevamente a una carnicería. Tenía sentido, por supuesto, y era más seguro para todos. Quizás había algo que se le estaba escapando de todo aquello.

—Maldita sea... —si el forjado pudiera tragar saliva, lo habría hecho al ver la transformación de Draenna. Incluso dio un paso atrás y alzó a medio camino el martillo al ver la tenebrosa criatura en que se había convertido. Enorme, majestuosa. Peligrosa. Dio gracias a los dioses porque estuviera de su parte—. Bien, en ese caso, les emboscaremos. Repetiremos la maniobra de la última vez: lluvia de proyectiles en cuanto Draenna ataque y luego Abdali, Joorin y yo entramos al cuerpo a cuerpo. De seguro no esperarán un lobo gigante por esta zona, con suerte les desmoralizará lo suficiente para que resulte más fácil.

Asintió a las palabras de Draenna, no le gustaba la idea de dejar un grupo de enemigos atrás que pudiera cortarles la retirada si algo salía mal o les sorprendiera de vuelta a casa. Debían como fuera necesario acortar la amenaza. Pero entonces ante sus ojos la elfa comenzó a cambiar y Endozal quedó totalmente asustado dando unos pasos hacia atrás con la muestra de poder que estaba presentando la elfa. Sin duda se hallaba ante unos compañeros extraordinarios. Aquella criatura lobezna en la que se había convertido era enorme, más grande que ningún lobo que hubiera visto antes. 

La miró asustado pero a la vez maravillado por el poder de esta. ¿Cómo era aquello posible?

La voz de Égida le sacó de la estupefacción, sería lo más sigiloso certero posible para reducir a aquellos fanáticos que querían traer de vuelta un gran mal.

El enorme lobo miró a su alrededor y comenzó olfatear el aire en busca de un rastro. Si cerca de los riscos había un campamento, lo encontraría. Su intención era alcanzar el lado donde detectara más presencias y acecharles hasta ver contra cuantos se enfrentaba...

El grupo se acercó a donde estaban escondidos los emboscadores. En el lado de  Draena había cuatro hombres agachados. A diferencia de los otros, estos si llevaban túnicas negras y purpuras caráctiristicas del culto de Dragón. En el lado por el que iba el resto había otros cinco, también vestidos con ropas similares exceptuando a uno de ellos que portaba una cota de bandas sin ningún tipo de simbolo, seguramente otro mercenario como tantos.

Pese a que Égida y Abdali parecía costarles avanzar en silencio los cultistas parecían tener su atención en el camino y no se dieron cuenta de que los atacaban hasta que fue demasiado tarde.

Se sentía torpe y ruidoso, pero afortunadamente la información que habían obtenido les daba la ventaja de la sorpresa. Además, su despliegue había sido acertado: los enemigos más abundantes estaban por su lado y no por el de Draenna, por no hablar que había un veterano. Aunque su compañera tuviera ahora la forma de un feroz lobo, ellos contaban con la ventaja numérica.

Como la última vez, Égida preparó la descarga flamígera y alzó el otro brazo para preparar a sus compañeros mientras vigilaba el otro risco. En cuanto Draenna atacara, ellos harían lo propio.

Tensó el arco y apuntó a uno de los acólitos. No distinguía el rango de los cultistas pero por la ropa parecía distinto a los demás, había tan solo dos de ellos frente al resto con pinta de sectarios. Decidió que debían tratarse de jefes o magos y por tanto debían abatirlos lo antes posible. 

Draenna los oriento y el grupo comenzó a moverse lo más sigiloso que pudo mientras subían para tratar de sorprender a los enemigos. Habían llegado a una posición en la que podían observar al enemigo sin que estos pudieran verles ya que parecían estar atentos al camino que pasaba bajo ellos.

Con la ballesta en la mano trató de eliminar a uno de los enemigos que estaban en el lado de Draenna para disminuir su número, pero se precipitó al no buscar una posición cómoda para aquel disparo tan complicado. Lamentándose, buscó entre los riscos un lugar dónde ocultarse y dónde seguir disponiendo de cobertura para tratar de ayudar a la sorprendente Druida.

El terrible lobo subió lentamente por la colina. Su tamaño era enorme, pero las almohadillas de sus patas apenas iban aplastando la hierba alta. Cuando por fin llegó a lo alto vio a cuatro humanos. No se tomó mucho tiempo para estudiarlos, simplemente se agazapó y saltando sobre el que parecía más débil irrumpió como un torbellino de pelaje negro.

Estuvo cerca de atraparle entre sus fauces, pero solo consiguió descargarle la túnica y hacer que girara sobre si mismo, estupefacto. El resto de hombres se quedaron pálidos mirando al lobo. Por desgracia su ataque no parecía haberles intimidado en demasía. No tardarían en devolverle a Draenna su cortesía...

Joorin disparó junto a sus compañeros con su fiel arco corto a los cultistas.

Sentía el corazón golpearle la sien debido a la emoción del combate. Tal vez el nerviosismo no fuera tan intenso como hacía unos días? No sería que empezaba a acostumbrarse a aquello. A matar. 

Desechó aquel pensamiento, y se concentró en permanecer vivo.

La flecha voló precisa impactando en la diana.

Las flechas cayeron sobre los cultistas. Pese a tener los rostros ocultos con las máscaras rápido pudieron ver la sorpresa por como se giraban observando a su alrededor percatándose de que habían sido ellos los que habían sido atacados por sorpresa.

-¡Nos atacan!-gritó uno de ellos antes de que su capucha empezara a arder débilmente. Todos ellos protaban lanzas que apuntaron rápidamente hacia el gran lobo y el resto de aventureros tratando de protegerse y organizarse.