Partida Rol por web

-Muchacho, saldrás de esta pero vas a necesitar mucho reposo. -Le dijo el maestre a Ser Walder Frey tras terminar de sanar sus múltiples heridas. -Si queréis ver el resto del torneo pedidle a vuestro escudero que os ayude a caminar hasta las gradas y que luego os de esto. -Le tendió un frasco.- Cuándo lo toméis os entrará el sueño así que hacedlo después de los combates, pero no tardéis mucho. Dormid bien estos días y os repondréis mejor.

Volví a mi extremo de la arena y me coloqué junto a mi escudero. Revisé la lanza que usaría en el primer embite, el mango, la empuñadura, el extremo acabado en punta... Me fijé en que todo estuviera en orden, y luego revisé mi caballo, la silla, los estribos, las herraduras... todo.

Vista la facilidad con que ocurrían accidentes en este torneo cualquier precaución era poca. Eché un vistazo a mi escudero y le susurré algo.

Luego monté y me dirigí al centro para el saludo protocolario a su majestad el Rey, la Reina y la Mano. Después saludé a ser Erbin con la cabeza, era un gran caballero y sería una justa digna. Finalmente volví a dirigir mi corcel a su posición de inicio y me preparé para la primera carga...

- Que NADIE, bajo ningún concepto, se acerque a nada del equipo, ni al agua del caballo ni a nada. - susurré al escudero con tono firme. - Si alguien ha saboteado algo, o pretende hacerlo, no pienso darle el gusto de dejárselo fácil. Y si sospecho que tú has tenido algo que ver, lo pagarás caro. - mi mirada se mantuvo firme en los ojos del joven escudero. Confiaba en él, pero no pensaba dejar impune la traición en caso de que existiera, y él debía saberlo.

Yo era un hombre justo, pero no me temblaría el pulso a la hora de castigar.

Descansar es siempre la mejor cura, maestre. Restaura el alma y el cuerpo.

Ser Walder se incorporó de la cama, aún con las piernas en ella. Todo le dolía, heridas físicas y espirituales. rendirse, qué vergüenza. Alguien lo iba a pagar muy caro.

¿Y el veneno? ¿Estoy fuera de peligro?

Sí que quiero ir a la justa, sí. A ver qué infiernos está pasando.

Erbin, si se hubiera parado a reflexionar, no habría sabido si estaba más nervioso por el combate o por que le hubieran saboteado como a otros contrincantes.

Lo dejo todo en manos de los dioses...

Baja la cabeza en respuesta al saludo de su noble contrincante y tras los saludos de rigor y viendo que Ser Dalmau estaba preparado, espoleó su corcel...

-Sí, el veneno se va mitigando conforme pasan las horas, vuestra sangre ya no está tan emponzoñada como esta noche. Fuera quien fuera quien quisiera envenenaros está claro que no pretendía mataros.

Ajusté el visor de mi yelmo, bajé la lanza e incité al caballo a que iniciara el trote, cogiera velocidad y comenzara la carga...

Ser Erbin era un gran caballero, le había visto en la anterior justa, así que preparé mi escudo listo para recibir el impacto de su lanza y apunté la mía tratando de evitar su escudo para golpearle en el pecho en plena armadura....

Me estáis diciendo que mi envenenador no quería que participase en la justa. Sé que hay otros envenenados, debo hablar con ellos y protestaremos ante Su Alteza. ¿Hablaréis por nosotros en caso de juicio, maestre?

-Solo os digo que nadie quería terminar con vuestra vida, las razones que tuviera para envenenaros no las puedo concluir así como así.- Respondió el maestre manteniendo la cautela. - Si ese juicio llegara a suceder y se solicitara mi presencia acudiría, pero tened en cuenta que es muy difícil demostrar que el veneno está en vuestra sangre. Pronto habrá desaparecido y tan solo tendréis que preocuparos de las lesiones de la justa. Pero realmente solo tenéis mi conclusión de que habéis sido envenenado. Conclusión que otro maestre podría rebatir alegando que no tenéis herida alguna por la que pudiera entrar el veneno. Para mi sigue siendo un misterio como os contagiasteis. 

-Solo os aconsejo de que tengáis cuidado, Desembarco del Rey es una ciudad muy turbia.

El ganador de la prueba de arco lanzó su caballo hacía delante dispuesto a demostrar que también era un digno rival en aquella otra prueba tan diferente. Su lanza iba bien dirigida contra el caballero norteño pero este con gran habilidad adivinó a donde iba a ir dirigido el golpe y colocó el escudo frente a la lanza y la protección recibió todo el golpe sin que el jinete norteño sintiera nada más que una sacudida en el brazo que por supuesto no le hizo perder la concentración ni mucho menos.

Erbin lanzó un buen ataque que superó las defensas de Dalmau y golpeó duramente contra la armadura del hijo del hierro. Afortunadamente la armadura de Ser Dalmau Greyjoy consiguió absorber la peor parte del golpe y el caballero no sufrió daño alguno, pero el golpe fue tan duro que le hizo tambalearse sobre su caballo, aunque afortunadamente logró mantenerse sobre la silla y no cayó.

Erbin se sentía cada vez más seguro. Aunque deseaba irse de nuevo al norte, evidentemente deseaba dejar una buena impresión especialmente a la Mano...

Llegando al final del recorrido giró su caballo 180 grados y cuando le pareció que su contrincante estaba listo, espoleó el corcel de nuevo...

Sin cambiar de lanza llegué hasta la posición de inicio y di la vuelta.

Encaré de nuevo a ser Erbin que ya estaba listo para una segunda embestida.

Antes de indicar al corcel que arrancara el trote, me dio tiempo casi a cámara lenta a echar un vistazo al público y mis ojos se pararon un instante en el Rey y la Mano. Tenía mucho que demostrar en este torneo así que afiancé bien la lanza con el brazo y espoleé a mi caballo en una nueva carga. Ser Erbin era bueno, pero debía derribarlo costara lo que costara.

Pude sentir la emoción del momento y los vítores del público, no me importaba si animaban a mi contrincante o a mí.

Ya estaba llegando junto a ser Erbin y comencé a bajar la lanza y prepararme para el impacto.

No importa que no quisiera acabar con mi vida, el responsable pagará por lo que ha hecho: me ha privado del torneo.

El miedo a no poder recuperarme de mis heridas es lo que me ha detenido. El maestre acudiría al juicio en caso de celebrarse, una idea se abría paso en la cabeza de Walder...

Maestre, decís no saber cómo me han envenenado, os pregunto: ¿un beso, no tan inocente como pudiera parecer, podría haberme infectado?

Ambos jinetes estaban dando un espectáculo muy grande bajo la atenta mirada del Rey, la Mano, y otros nobles que se congregaban en las gradas, además de los ciudadanos de Desembarco del Rey, de todo tipo de clase social, tanto fuera alta como media o baja.

Los dos fueron sin rehuir el choque, con la lanza preparada para impactar en el rival y con el escudo dispuesto para recibir la respuesta, con valor y maña. El norteño repitió el mismo ataque que en el envite anterior pero en esta ocasión Ser Dalmau no se quedó atrás y también ataco con fuerza, colocando un buen golpe al tiempo que recibía el duro golpe de Erbin, parecía que se había concentrado para ese ataque al máximo. El golpe fue duro para ambos jinetes que tuvieron que recomponerse en sus respectivas sillas de montar para evitar caer al suelo.

Esta vez notó que su oponente batió con mucha más fuerza y volvió a tocar con los pies a tierra.

No te emociones, Erbin, si te pensabas que esto estaba ya ganado, estás muy equivocado.

Convocó entonces una serie de pensamientos positivos a su mente para que le dieran fuerza y así estuvo él y su contrincante listos, volvió a la carga.

Me había concentrado al máximo para el golpe anterior, pero ser Erbin tenía el escudo bien preparado...

Apreté los dientes, iba a ser duro. Recorrí el trayecto hasta mi escudero, giré el caballo y lo lancé al trote para una nueva embestida...

-¿Un beso?. Podría ser... Pero entonces tendréis que buscar a alguien que presentara los mismos síntomas que vos. Si el veneno actuó a través de la piel a esa persona también debió afectarle.

En el siguiente pase los dos caballero volvieron a cruzar sus lanzas, esta vez con menor fortuna para Dalmau que no consiguió alcanzar a su rival y por contra si se llevó un golpe que logró absorber de igual modo que los anteriores gracias a su armadura. Erbin estaba demostrando ser un gran jinete pero no lograba transformar su ventaja sobre la arena en victoria.

Los escuderos ya esperaban a los jinetes para entregar las siguientes lanzas a usar.