Partida Rol por web

Erbin volvió a golpear en el Dalmau y quebró la lanza contra su escudo pero el Greyjoy seguía empeñándose en mantenerse sobre el caballo y no caer. El combate se estaba volviendo rutinario, Erbin conseguía dar buenos golpes y Ser Dalmau los fallaba pero aguantaba sobre la silla pese a ir herido. Aún así, esta vez Erbin casi paga el exceso de confianza, la lanza de Dalmau pasó cerca y casi le alcanza.

A Dalmau le faltaron pocos centímetros para alcanzar al norteño pero no pudo realizar el último esfuerzo en condiciones ya que la herida de su costado le provocó tal dolor que no logró estirar el brazo lo suficiente para acertar en su golpe. Aún así había sido la vez que más cerca había estado.

Llegar al final de la pista y volverse a girar, si no estaba atento realmente podría confiarse...

Vamos!!!

Erbin parecía un fantasma... era incapaz de alcanzarle y yo cada vez estaba peor... sólo era cuestión de tiempo.

Giré de nuevo para encarar a mi rival y me lancé a por él con las pocas fuerzas que me quedaban.

Los dos caballeros bajaron sus lanzas al mismo tiempo y en esta ocasión el golpe fue brutal. Se pudo escuchar como las lanzas se partían con un ruido seco y los dos jinetes salieron tambaleándose en sus sillas. Por un segundo pareció que se iban a caer los dos.

Ser Dalmau Greyjoy había logrado alcanzar al norteño al fin, su lanza paso bajo el escudo y golpeó en la armadura de Erbin, que absorbió el daño y le salvó de acabar herido. No corrió tanta suerte Dalmau que volvió a ser herido por la lanza de Erbin y salió del encuentro casi cayéndose. Con un gran esfuerzo logró ponerse sobre el caballo pero las heridas le dolían bajo la armadura y notaba la sangre fluyendo en su interior.

Maldición, me ha dado, esto me pasa por confiarme..

Se tomó esta vez unos segundos para volver a ordenar los pensamientos y cogiendo parsimoniosamente la lanza de nuevo, se dispuso para un nuevo lance.

Empecemos de nuevo...

Un millón de pensamientos cruzaban mi cabeza en una sucesión caótica de ideas. Por un lado estaba el Rey, y la Mano. Jamás tendría otra oportunidad como ésta, si quería impresionar al Rey tenía que ganar esta justa. Por otro lado mi cerebro especuló con la idea de que si moría en la justa, daba igual que sirviera al Rey o no. Por otro lado era un hijo del hierro. Nacimos hechos para luchar, y si tenía que morir sería luchando, daba igual que fuera a pie en tierra, en un barco, o a caballo en una justa. Era una lucha de honor, pero una lucha al fin y al cabo.

Quizá la pérdida de sangre nublaba mi buen juicio, llegué junto a mi escudero, arrojé la lanza y le tendí la mano por una nueva.

Ser Erbin ya se había girado y parecía dispuesto a arremeter de nuevo. Un gran caballero ser Erbin, todo un honor justar contra él. Apreté los dientes, solté un grito de guerra y cargué de nuevo...

- ¡Por su majestad el Rey! -

Al cruzarse de nuevo, Erbin lanzó un golpe bien colocado hacía Ser Dalmau, quien por su parte nuevamente volvía a fallar. Fue un golpe con poca fuerza, más preciso que potente, pero sirvió para desmontar finalmente al hijo del hierro y lanzarlo fuera del caballo. Estaba tan agotado y tan debilitado por las heridas que esta vez Dalmau no logró aferrarse a su caballo y cayó al suelo en un golpe duro que le dejó tendido sin moverse.

Su escudero corrió hacía él y llamó a gritos pidiendo una camilla y un maestre. Cuatro jóvenes vigorosos aparecieron corriendo y ayudaron al escudero a cargar con Dalmau en una camilla de mimbre y lo llevaron urgentemente fuera del área de combate. Dalmau estaba conmocionado, en shock, fruto de la caída, pero de momento continuaba con vida. Aunque las heridas que presentaba eran bastante feas.

Nada más hubo descabalgado a su oponente se alegró inmensamente, per, tras saludar fugazmente al palco, descabalgó y se acercó rápidamente a Ser Dalmau. En ese momento fue consciente de la dureza de su ataque y lo duro que había resultado el Hombre de las islas del Hierro.

Ser, sois un rival formidable. Si consigo la victoria, sereis vos una de las personas a quien se la dedique.

Aún consciente a pesar de las heridas, eché un vistazo al palco y luego a ser Erbin cuando vino a verme.

Desde la camilla asentí con la cabeza apretando los dientes.

- Ha sido un gran combate. Sois un jinete formidable ser. Os deseo la mejor de las fortunas para la final. Tened cuidado con ser Jasper. -

Dicho esto traté de reposar procurando no sumirme en la inconsciencia.

Una vez se hubo terminado el combate entre Erbin y Dalmau se dejó una hora de descanso para los contendientes. Después de una actuación tan larga, Erbin estaría agotado. Mientras esperaban, unos enanos empezaron a justar a lomos de pequeños poneys para disfrute y deleite del publico que se tronchaba a carcajadas con los simpares movimientos de los enanos.

Finalmente llegó el momento del postre que todos estaban esperando. El heraldo anunció la gran final, el último duelo por el premio, los dos mejores justadores.

-¡Ser Erbin Servulian de Último Hogar! -gritó a plena voz, dejó algo de tiempo para que Erbin apareciera y la gente lo aclamara - contra: ¡Ser Jasper Thundersword de las Tierras de los Ríos!.- Era difícil saber quien tenía más adeptos entre el publico, las acciones de ambos les habían granjeado fieles seguidores en las gradas, aquella parte del combate también estaría igualada.

Cuando terminó el combate Walder aún no había dado con ella, había mucha gente en las gradas y era como buscar una aguja en un pajar. Pero cuando terminó el combate de Dalmau y Erbin mucha gente se levantó para estirar las piernas y entonces la vio.

Comentaba algo con una mujer algo mayor que tenía al lado, también era dorniense, debía ser una doncella que se encargaba de su educación. Aparentemente estaba normal, no mostraba síntomas de malestar ni tenía la cara pálida de haber estado la noche vomitando como le ocurría a Walder. Estaba perfectamente.

Se le erizó el vello al oír su nombre.

Dios, ni en mis mejores sueños... bueno en los mejores sí, sonrió nervioso.

Se atusó las ropas y salió a la arena a lomos de su caballo, estaba muy cansado, pero el estímulo de estar allí y ahora le aportaban unas energías que nadie sabe de dónde habrían salido.

Saluda a las autoridades y se queda en la cabeza de la calle de la justa en espera que su magnífico contrincante se encuentre preparado.

Dorniense, claro. Debía haber caído antes en ese detalle. Ser Walder se enfureció consigo mismo por no haberse dado cuenta. Estúpido. Estúpido. Estúpido. Ahora había visto a su doncella, era el momento de hacer una visita a los demás competidores. Hablarían de veneno.

Ser Jasper hizo aparición con semblante algo arrogante, lo acaecido en el último encuentro lo había dejado con el rostro algo más serio de lo que ya era habitual en él.

Clavó la mirada en Erbin durante unos instantes y finalmente terminó cabeceando en gesto de saludo mientras avanzaba a su lugar a lomos de su caballo.

Ante el Saludo de su oponente, respiró hondo.

La suerte está echada...

Espoleó al caballo y se lanzó por él.

Espoleó a su caballo algo tarde, cuando su oponente ya se encaminaba hacia él.

Los jinetes fueron presentados y apenas tardaron un segundo en lanzarse al encuentro el uno del otro. Las galopadas de los caballos levantaban una pequeña nube de polvo a sus espaldas, mientras lanza en ristre se cruzaban sin lograr dar alcance al rival. 

Había sido una primera toma de contacto, un envite de prueba algo precipitado. Era una final, y ninguno de los dos quería cometer errores, la fama los precedía, ambos habían llegado hasta allí siendo buenos jinetes y firmando unas magnificas actuaciones.

Jasper parecía más concentrado en mantenerse sobre la montura que en acertar a su rival.

Ostras, no le he dado..., Erbin concentración, concentración...

Gira y enfila de nuevo

El norteño fue el primero en golpear. Ser Jasper lo iba a tener difícil con aquel participante, no se llegaba a finalista en un torneo por nada. Erbin no soló esquivó la lanza de su rival sino que además le golpeó con un seco golpe que hizo que la lanza se quebrara contra la armadura de Jasper.