Partida Rol por web

Adrieira dio un paso hacia delante mirando a la bailarina y poniendo una más que evidente cara de asco al regresar su mirada hacia el Hutt.

- Escucha bien pedazo de babosa maloliente - Espero unos segundos para cerciorarse de que aquella frase era traducida.

- Vamos a ser corteses y te vamos a dejar otra oportunidad para pensarlo - Se dio media vuelta y levantó su mano colocando los dedos como si fueran pistolas, apuntando a cada uno de los hombres del Granganga. Camina lentamente, mientras levanta la otra mano y sigue con su juego de apuntar y disparar.

- Tus hombres parecen fieles, pero eso al imperio no le importará una mierda cuando lleguen aquí y se enteren de que dejaste ir a la batalla a uno de sus mejores escuadrones. Esto por otro lado asegura que si no todos, al menos uno de nosotros sobrevivirá; y ten por seguro que tu y... - Se detuvo al lado de una mesa que había a su izquierda - los hombres que no se plieguen a la voluntad del imperio, recibirán el poderoso y aunque no haga falta decirlo... doloroso,  mazazo del emperador. - 

Si todo había ido bien y aquella berborrea amenazante como poco estaba acojonando, o haciendo penar a los hombres del Hutt por un lado y por el otro les tenía distraídos de sus verdades intenciones, entonces todo iba según el plan de cadete. Adrieira señaló a Marden, intentando que todas las miradas señalaran al cazarecompensas y en ese momento trató de hacerse con el arma que había sobre la mesa y apuntó directamente al Hutt.

Las cartas estaban sobre la mesa y boca abajo, era hora de ver si entraba al juego o Adrieira había puesto suficiente carisma para acojonar no solo al Hutt, sino también a sus hombres.

No había mucho más que añadir, así que Balon permenció en silencio, expectante.

Alguien debía concentrarse en prestar atención a lo que sucedía alrededor mientras que aquellos que tuvieran paciencia para discutir los detalles de la operación con el Hutt, se encargaran de hacerlo. 

Esto no tenía pinta de ir a acabar bien. 

Sonrió con satisfacción ante la reacción de Adrieira y me sitúo a su espalda por si alguno t los sirvientes del hutt intentara atacarla por detrás.

– Tienes todo mi apoyo, – mirando a los demás, – ¿qué hacéis?

Intento poner la cara que ponen los sargentos instructores cuando llega una nueva remesa de reclutas a falta de armas.

Siguen unos sengundos de tenso silencio mientras con sus ojillos entrecerrados el Hutt valora sus opciones. Por un lado puede reduciros a picadillo con una sola orden, pero entonces tendría que hacer eliminar a todo el resto de testigos de su acto de rebelión. Sus ojos van de uno de los cadetes al siguiente, luego a los dos cazarrecompensas. Con su ridicula manita hace gesto de masajearse la barbilla como perdido en sus pensamientos y cálculos.

Al parecer el Hutt ha decidido que los costes de eliminaros quizás sean superiores a los beneficios que pueda obtener. Pues cuando vuelve a hablar sus gorgoteos tienen un carácter marcadamente alegre.

El siempre leal Granganga lamenta profundamente que la torpeza de su estupido servidor, yo mismo, haya causado enojo entre sus bienamados amigos. El muy compasivo Granganga tendrá a bien corregir a su esclavo mediante el uso liberal del collar electrocutador el twi'lek traga saliva al oir eso ¿Quedaría satisfecho el Imperio si contribuyese en la recuperación de Vendaxa con un humilde donativo? Lamentablemente el estado de abyecta pobreza no le permite más pero el siempre dispuesto Granganga está dispuesto a pasar hambre y penurias por el bien de sus amigos. Y aportar algunas armas de su colección personal para la defensa de las libertades imperiales.

Adrieira sonrío, no con su rostro para que todo el mundo lo viera. Lo hizo para si, en su interior. Si ese gordo Hutt hubiera tardado un minuto más en hablar sus piernas quizá hubieran empezado a temblar por la tensión. Soltó una bocanada de aire intentando controlarlo para que no pareciera nerviosa y bajó el arma. 

- El imperio no es cruel - Dice haciendo una reverencia - No nos gustaría en absoluto que el gran Granganga pasara hambre, pues al imperio siempre le interesa que sus aliados estén lo mejor posible. 

No comentó nada del castigo.

- Como dije aceptaremos los droides para poder usarlos en la que será conocida como la batalla de Vendaxa. En la que el gran Granganga fue determinante en la victoria del imperio. En la que el gran Granganga y sus hombres fueron los que le dieron al imperio tal victoria. - 

Se dio la vuelta y miró a los hombres del Hutt.

- Bien, no nos gusta obligar a nadie, no somos así. Quien quiera que su nombre se escriba en la historia será bienvenido a nuestro equipo. Juntos derrocaremos al traidor y os prometo que podréis volver con el Hutt con todo lo que podáis cargar una vez terminada la batalla. - 

Dio unos pasos mirando uno a uno a los hombres y terminó en el Hutt.

- Una vez todo termine, los droides serán suyos de nuevo; además intercederemos en su favor para que el imperio le favorezca en futuros tratos y acuerdos, quizá un pase especial para los bloqueos comerciales. Eso sin duda puede ser muy lucrativo. - Hizo una reverencia. 

- Sin duda la recompensa irá en función de las armas, os hombres, y los droides. - 

Asiento las palabras de Adriera, esperemos que nos dejara el mayor número posible de droides y apoyo posible. No podíamos perder esta guerra.
Preparemonos y dígale a sus hombres que ahora estamos al mando. Esta guerra será cosa nuestra.

Wexley realizó un gesto de asentimiento a lo dicho por Adriera. Había temido en todo momento que la situación, inicialmente tensa, terminase a tiros entre ellos y los cazarrecompensas contra los gamorreanos del Hutt. Por fortuna, las palabras de sus compañeros habían logrado hacer cambiar de opinión a Granganga.

-Todo el que quiera apoyarnos en la batalla será recompensado por el Imperio -declaró el joven cadete, con intención de captar a algunos de los matones del Hutt para que les apoyaran en la batalla.

Ninguno de los hombres del Hutt salta precisamente de entusiasmo ante el speech de reclutador imperial de los cadetes. La mayoría parecen subitamente muy interesados en el fondo de sus vasos, típico de chusma de cantina.

Sobre los droides sigue una colección de excusas, algunas incluso parecen ciertas, sobre si los droides están en mal estado, sobre si están almacenados fuera de la ciudad. Pero como mínimo el generoso Granganga parece dispuesto a abrir las puertas de su "pobre colección de armas".

Parece que aquellos soldados no eran más que una panda de cobardes. Sea así entonces. Disfrutaremos de las armas que nos facilite el Hutt.

- Sea entonces - Dijo Adrieira de forma seca y dejando de nuevo el arma sobre la mesa donde la había encontrado. - Me encargaré personalmente si sobrevivo de que su... aportación, llegue a oídos de quien debe llegar. 

Se dio la vuelta y comenzó a caminar para salir de aquel lugar. Entre el hedor del miedo y la cobardía y el del propio Granganga estaba empezando a revolverse las tripas de la cadete. Por otro lado no habían conseguido nada que realmente pudiera darle la vuelta a la situación. Tendrían que improvisar sobre la marcha... Aunque sus compañeros ya habían demostrado de sobra que eran más que capaces de adaptarse... y sobrevivir.

Acompañados por un trio de los gamorreanos abandonais la sala del torno de Granganga y tras curzar por un buen numero de pasillos llegais hasta lo que parece ser la armería del Hutt. La "humilde colección" de Granganga resulta ser una habitación de unos diez metros por diez metros y cuatro de altura repleta de estanterías con una amplisima colección de armas rapiñadas de quien sabe cuantas armerías imperiales. Veis fusiles blaster imperiales estandar, cajas de munición, cajas de granadas e incluso algunas armas que parecen haber sido modificadas . Justo a la entrada un quarren al que le falta un ojo repasa un panel de datos y saluda con un movimiento de cabeza al vero entrar junto a vuestra escorta.

El Jefe ha sido claro, podeis coger un arma cada uno. ¿alguna predilección? Como podreis ver estoy más que bien servido dice con una risita mientras señala con un pase de mano al almacén Fusiles automáticos con nodulo de energia sobrecargado, picas de fuerza traidas del mismo Dathomir o incluso rifles de alta potencia con miras Czerka modificadas por los mejores armeros de Nal Hutta.

Para su sorpresa sus compañeros habían sido capaces de reconducir la situación hasta lograr un acuerdo. Por su parte, tenía claro que lo mejor que había podido hacer era quedarse callado. No habían sido capaces de conseguir su objetivo principal, pero el simple hecho de sacarle algo a un Hutt por la cara, cuando le hubiera sido más fácil coserlos a tiros, le parecía todo un logro.

Al llegar a la armería del Hutt, la cara se le iiumina. Había auténticas joyas allí. No podía evitar pensar que algunas de aquellas piezas venían de armerías imperiales por lo que daba por hecho que o bien habían sido escamoteadas en operaciones de contrabando de armas o directamente recuperadas de soldados imperiales muertos.

No obstante, una oferta como aquella no se podía desperdiciar. 

-Uno de esos me vendría bien-dijo señalando a uno de los fusiles de alta potencia con mira Czerka.

Adrieira observo todo el arsenal que tenía allí. Pensó en sus armas y en que posiblemente habrían pasado a formar parte del mismo si no hubieran llegado a un acuerdo con el Hutt. Paseo su mirada por lo que tenían hasta que se detuvo en un rifle de larga distancia. Sonrío. 

- Un rifle para mi - 

Dijo seca y directa. Quería un arma con la que pudiera cubrir a sus compañeros si hacía falta desde lejos, abatir a los enemigos desde la distancia y que no pesara demasiado para que le permitiera en una carrera acercarse al combate en corta distancia si hacía falta.

Wexley observó aquellas armas como un niño en una pastelería sin saber qué dulce escoger. Podía optar por cualquier arma a distancia, pero sus ojos ya se habían posado sobre aquellas picas de fuerza traídas desde Dathomir.

Estaba al tanto del poder de esas armas, capaces de dejar inconsciente a un wookiee con un impulso eléctrico que recorría todo el sistema nervioso. Nunca antes había visto una pica de fuerza, aunque estaba al tanto de que la mayoría de quienes las usaban eran la Guardia Real del Emperador.

-Déme una de esas -le indicó al quarren, señalando en dirección a las picas.

Parecía que al menos nos ayudaría con armamento. Cada uno de nosotros iba eligiendo lo que necesitábamos. Me gustaría llevarme un rifle, pero pensé en el equipo y pensé que quizás un lanzacohetes nos podría a volver hacer falta en el futuro. Señaló uno y le comento - Uno de esos para mí, y con munición necesaria. Muchas gracias.

Voy con los demás al arsenal y estoy a punto de solicitar uno de los rifles cuando me asalta una duda.

– Espero que nos devolverán nuestras armas después. – Por si acaso mejor reclamarlas con un arma en las manos.

Cuando me toca el turno le señalo al quarren una de ellas. – Un rifle de alta potencia con mira Czerka modificada, con su cargador evidentemente.

El quarren escucha vuestras peticiones y empieza por echar mano de un trio de potentes rifles francotirador. Al parecer se trata de versiones altamente modificadas de vuestros propios fusiles blaster. Cuentan con un bipode para estabilizar el tiro así como con una mira óptica y al parecer partes del condensador de potencia del cañón han sido modificadas extensivamente.

Fiables a larga distancia, y capaces de joderle el día a cualquiera que no esté a cubierto. Pero aseguraos de usar el tripode, el retroceso de estas preciosidades le ha destrozado la mandibula a más de uno.

Veo que el joven caballero tiene un gusto excelente dice el quarren mientras se acerca a abrir un arcón de almacenamiento especialmente protegido. Tiende a Wex el mango de una pica de fuerza y le enseña como apretar el resorte para que esta se despliegue. Aunque en teoria procede del planeta Dathomir la pica en cuestión es de una facutra excelente y en el mango parece que hay unas iniciales y un blasón que alguien ha tratado de borrar lijando.

Uno de los mios. Con esto estoy seguro que oiré como revientas algo incluso desde este sotano. Dice con una risotada el quarren mientran entrega, con menos cuidado quizás que el que debiera, un pesado lanzamisiles a Ethan. Aunque por el momento los misiles tiene la precaución de darselos a los gamorreanos.

Balon cogió uno de los rifles. Lo sopesó. Arrugó la nariz. Sin duda era un arma formidable pero resultaba bastante pesado. Un arma que sin duda, apostado en una posición le daría una ventaja considerable, pero que no serviría para mucho más. No estaba seguro de que pudiese mejorar a su rifle de serie en el tipo de situaciones en las que se verían envueltos.