Partida Rol por web

Las gotas de lluvia caen sobre vuestras cabezas, rebotando contra vuestras capuchas y deslizándose en ocasiones por el hueco de la espalda, haciendo que ligeros escalofríos recorran vuestra piel. Sopláis contra vuestras manos, intentando que el frío no penetre en vuestros huesos. La mañana es húmeda, muy húmeda. El sol apenas asoma entre las grises y plomizas nubes que hay sobre vosotros, escondiendoos su luz. El barro del campo se pega en vuestras botas y las herraduras de vuestros caballos levantan enormes terrones de terreno de vez en cuando, aunque la lentitud de vuestra marcha es más debido a Ap0Wakka, la mula de Brand, que a otra cosa, al menos, de momento. Tampoco tenéis prisa, aunque recordáis con meridiana exactitud los golpes que Fendrin ha dado en vuestra puerta ésta mañana temprano (demasiado temprano diría alguno de vosotros), golpes que os han sacado de la cama y varias frases bruscas que os han metido prisa al tomar el desayuno y preparar vuestras cosas. Habéis abandonado Fairhill sin muchas ceremonias hace unas 4 horas, apenas tres guardias, Baran y Shandrill han sido los que os han dicho adiós. Ella os ha entregado una pequeña bolsa con 4 pociones más, dos curar heridas leves y 2 de agua bendita..."Que Freya os guarde, valientes guerreros." Tras eso, pasando al lado de Groland y a Kerri, y con un escueto "Confío en que toméis la decisión correcta." se aleja hacia el templo. Baran simplemente asiente mirando a Jerinor, que dice "Voy con vosotros." poniéndose al lado de Fendrin y andando con determinación. Fendrin la mira, pero no dice nada. Un simple "vamos" de Fendrin, pone en marcha toda la comitiva.

Ciertamente, el hombre parece menos bebido ahora mismo, pero en su mirada sólo veis odio y determinación. Al no tener caballo, Fendrin anda al lado de Brand, pero mantiene con facilidad el paso de la mula, porque de hecho, es él quien os guía. 

Las dos primeras horas han sido subiendo y bajando pequeñas colinas empedradas, llenas de arbustos bajos, pequeños árboles y siguiendo en dirección contraria el curso del río, que, a lo lejos a vuestra derecha fluye hacia el sur. Vuestro camino hacia el norte se hace más fácil en cuanto abandonáis las colinas que rodean Fairhill, andando campo a traviesa acercandoos al río cada vez más. Al cabo de otras dos horas de caminata, el río está a un tiro de piedra, pero también veis campos labrados, cercas y alguna que otra granja que sobrevive en estos agrestes parajes. Están bastante separadas las unas de las otras, pero hay pequeños caminos de tierra que indican que hay cierto "tráfico" entre ellas. Un solitario caballo, montado por un chico de unos 16 años, se acerca a vosotros...."Ayuda!! Ayuda!! por favor!!" escucháis....

Fendrin se acerca a vosotros y dice "No podemos detenernos, aún tenemos un gran trecho que cubrir, cruzar el río y entonces llegaremos a donde está la maldita mantícora...". Jerinor lo miró entrecerrando los párpados para protegerse de la lluvia, en parte, y dedicándole una mirada nada simpática, por otra. "Esa gente también pertenece a Fairhill, ¿acaso les vamos a negar nuestra ayuda?" dice ella...

Pese al importante empacho derivado de la cena en casa de Arlen, Groland se había levantado de la cama al primer golpe en la puerta. Su actitud había dejado de ser el talante relajado y remolón del día anterior (un día de asueto al fin y al cabo) y había vuelto a ser tan metódica y marcial como los primeros días en el camino. Los ejercicios matutinos no se habían hecho esperar. Respecto a su atuendo, y a pesar del cielo hostil que había encontrado al asomarse a la ventana, Groland había optado por vestir las mismas ropas que en su anterior salida del pueblo: sus ropas de abrigo eran demasiado abrigosas y Groland sólo necesitaba su capa para soportar algo de lluvia y frío.

Junto a los caballos, el grupo había encontrado a Shandrill, Baran y tres guardias. Una de ellos, para su sorpresa, Jerinor. Groland había entendido sus intenciones con sólo verla allí. A continuación, había dado las gracias a Shandrill por su regalo. A parte del regalo, la sacerdotisa también les había dirigido unas palabras a Kerri y a él. En ese momento, Groland había caído en la cuenta de que no había sido el único que había tenido una audiencia privada con la elfa. “Así que a ti también te ha explicado el percal, ¿eh, hermana...?”. Se había sentido un poco idiota por no haberlo caído antes en aquello. Finalmente, cuando Shandrill ya había comenzado a alearse, Groland la había detenido respetuosamente y le había entregado un pequeño paquete de lino. En él, por lo que sus compañeros habían podido ver cuando lo preparaba, el guerrero había envuelto un pedazo de gruesa tela verde y un pequeño libro.

—Es lo que os dije ayer, señora —había murmurado torpemente—. La dirección está en una nota, dentro del libro.

Durante el viaje, Groland había intercambiado unas pocas palabras con Jerinor: le había preguntado escuetamente por sus heridas, así como por Hathol y su familia. La conversación no había ido muy lejos y el hombretón había acabado por concentrarse en sus cosas, una actitud a la que la lluvia y el frío habían contribuido. Bajo la lluvia, había ido lanzando algunas miradas a Fendrin, cuya obsesiva determinación le preocupaba: en el estado en que estaba, el granjero era más imprevisible incluso que estando borracho. Tras encontrar caminos menos transitados y más sólidos, Groland había desmontado. Según había explicado, para desentumecerse.

Llevaba un trecho caminando de este modo cuando escuchó el galopar de un caballo. No tardó en aparecer tras una curva. ¡Alguien necesitaba ayuda! Para sorpresa de nadie, Fendrin se opuso a retrasar más la cacería, pero Groland estaba con Jerinor: ¡no podían ignorar una petición de socorro como aquella!

—¡Detente, muchacho! —gritó con su imponente vozarrón, dejando las riendas de su caballo y avanzando hacia el joven jinete—. ¿Qué sucede?

Kerri llevaba tiempo en el templo rezando a Freya implorando sus bendiciones y su gracia. Cuando se sintió reconfortado unas plantas fueron musitadas por su boca que al escucharlas se dio cuenta que eran palabras de magia divina.
Siguió rezando un rato más hasta que Shandrill la llamo para reunirse con todos antes de marcharse.
Allí estaba todo el grupo más Shandrill, Baran, Fendrin, Jericó y otro guardia más.
La despedida fue escueta pero agradable. Sobre todo al saber que tanto Jerinor, como Fendrin vendrían con nosotros. Shandrill por su parte nos dio más pociones que se guardaron con presteza y les dijo algo a Groland y Kerri. Haciendo pensar a esta última que quizás debería fijarse más en Groland que como lo había estado haciendo hasta ahora.
Ya en marcha la lluvia era incesante y el paso lento pero sin contratiempos hasta que un jovenzuelo apareció pidiendo ayuda. En el grupo había opiniones encontradas. Pero Kerri tenia claro que debía hacer y se acercó al muchacho junto con Groland, mientras decía.: Sí, eso, que sucede?, en que te podemos ayudar?

La luz del alba aún no había llegado a iluminar las ventanas del hogar cuando el semielfo ya estaba en pie saludando a Fairhill con una sonrisa. Aquel iba a ser un día importante.

Abrió la ventana, dejando que el aire húmedo entrara en la habitación y realizó los movimientos lentos y pausados que realizaba cada mañana, estirando cada músculo hasta el límite y empapando su cuerpo con diminutas gotas de sudor. Satisfecho con lo realizado, se dirigió a los baños para purificar su pálida piel y recoger su cabello en una sencilla coleta que le permitiera enfrentarse a aquella bestia con mayor facilidad. Luego tomó un desayuno con frutos y algo de pan que le mantuviera durante la mayor parte del día, pero preparó un atillo con algo más de alimento por si alguno de sus compañeros tenía hambre a lo largo de la misión.

Finalmente, justo cuando los fuertes golpes del granjero Fendrin atronaron la puerta y le abrió con un saludo de bienvenida, dedicó unos minutos a organizar sus pensamientos y recordar los conjuros que le resultaron más útiles para el día. Aún era un mago novato, y su libro estaba aún lejos de completarse. Pero algún día... algún día.

El viaje le resultó duro. Aún no se acostumbraba a montar a caballo, pero agradeció haber adquirido aquellas ropas nuevas. El cuero le evitaba la mayor parte del agua que caía por doquier, y se entretuvo mirando cómo su compañero emplumado sobrevolaba la zona vigilando su caminar. Parecía que por fin había conseguido una tregua con su familiar, y deseó silenciosamente que fuera eterna. Le llamó la atención que volvieran a darle más regalos al grupo, y torció la expresión al escuchar las palabras que la sacerdotisa le dedicaba a sus compañeros. ¿Qué conversación tuvieron mientras él estaba en el Mercado? ¿Quizás Groland seguía interesado en portar la espada sagrada?

Cuando quiso preguntar al guerrero, el muchacho a caballo llegó a su altura pidiendo auxilio. Como Groland y Kerr -nuevamente- parecían pelear por llevar la voz cantante, él se limitó a quedarse junto a Fendrin para tranquilizarle.

- Os hice una promesa, buen señor. Dormiréis junto a la cabeza de esa criatura, pero debéis permitirnos actuar como hemos hecho hasta ahora. No somos mercenarios.

Mi reloj interno me despertó cómo siempre a la misma hora. Acostumbrada a dormir en bosques, los cuales tenían su propio tempo, mi cuerpo se había acostumbrado a despertarse con él. Cómo siempre que tenía un día de posibles peligros por delante (es decir, bastante a menudo), lo primero que hice fue comprobar mis armas. Las necesitaba en buen estado, afiladas, listas. El segundo paso era la armadura, pero hoy no podía: la tenía el herrero, pero me había prometido que estaría perfecta antes de partir. 

Mientras decidía qué podía dejar en la posada o en el caballo y qué necesitaba con seguridad encima, los golpes del herrero resonaron en cada rincón. Sin duda estaba ansioso por partir.

Bajé ya lista excepto por la falta de armadura, detalle que se solucionaba con la llegada de Fendrin*. Tras un desayuno energético pero sobrio (cómo debía ser), estaba lista para partir.

Con la capucha cubriendo mi cabeza y mi rostro, cómo siempre que viajaba, me guarecí de la lluvia y saludé con unas palmadas a "mi caballo", el mismo de ayer, un buen ejemplar. Me encaramé a su silla y esperé a que empezásemos el camino, que al parecer iba a durar aún un rato ya que habían venido a despedirse y, cómo no, darnos más regalos.

Nunca había sido muy habladora, pero sobretodo las mañanas eran silenciosas a mi lado. Contestando sobretodo con ruidos o gruñidos a las preguntas que me hacían y usando el mínimo en palabras. Consideraba que las mañanas estaban hechas para el silencio.

Tras unas horas de (silecioso) camino, un joven a caballo interrumpió nuestra marcha. El señor Oso y la bibliotecaria poco estable no dudaron en ofrecer su ayuda a pesar de las quejas de Fendrin, a quien Rash intentaba calmar.

Yo personalmente me cobijé en mi silencio. Si tenía que ser sincera prefería ir a por la mantícora ya que sentía que habíamos perdido demasiado tiempo y que el problema del chico probablemente tenía una solución sencilla que otros podrían encontrar. Pero no dije nada. No quería empezar el día con peleas y las quejas de Fendrin eran suficientes.

Brand abrió los ojos de madrugada tras unas tranquilas horas de meditación en el silencio de su habitación. Sin otra cosa que hacer hasta que fuera la hora de marchar decide bajar a inspeccionar a sus monturas así como el que sus pertrechos esten en perfectas condiciones, prestandole especial atención a las flechas (las plumas de las cuales sospechaba que estaban mal alineadas, a juzgar por su actuación en los últimos días) y reparando cualquier pequeño error que encontraba si estaba dentro de sus capacidades.

Una vez preparado y con el resto del grupo, el hechicero se dedico a montar en silencio por el camino siguiendo a los demás. Al parecer era una de esas ocasiones en las que se despertaba melancólico (posiblemente debido a los recuerdos de su hogar que la bebida le trajo el último día)... o posiblemente fuera que tenia un poco de resaca, quien sabe. Los hechiceros son gente misteriosa.

El muchacho se detuvo a escasos metros del grupo, con evidentes muestras de ansiedad..."nuestra granja...las vacas, han sido atacadas por una criatura salida del bosque. Han sido...han sido...despedazadas." 

Jerinor se adelantó un par de pasos para preguntar "¿Cómo es la criatura, vuela?" 

El muchacho tranquilizó a su caballo mientras daba un par de vueltas sobre sí mismo "no...no lo sé, no la hemos visto, pero tiene que ser grande y fuerte, ¡¡ha roto nuestra valla y ha partido tres vacas!! ¿Vais a cazarlo?" 

Jerinor alzó una ceja y se giró mirando a todos en general, a su vez, Fendrin gruñó pero, tras las palabras de Rashaniel, no dijo nada más, se limitó a mirar hacia el río. 

Ante las muestras evidentes de que así era, el muchacho os conminó a seguirlo. Apenas unos pocos minutos después, estabais en las tierras de ése muchacho y su familia, una granja como la mayoría que habíais visto hasta ahora. Grande, con un edificio principal y uno secundario, donde guardar los animales. Una cerca rodeaba la granja, y en un extremo, el más cercano a un bosque cercano, encontrasteis al padre y a otro joven de unos 12 o 13 años. El padre estaba arrodillado al lado de una vaca partida por la mitad, mientras a escasos metros, habían otras dos vacas más, ambas destripadas y con evidentes señales de violencia extrema. A unos veinte metros de distancia podíais ver que la cerca estaba completamente destrozada en un punto en concreto, con las maderas caídas hacia adentro. Los maderos no eran precisamente pequeños, así que algo grande tenía que haberlos destrozado. El hombre se encontraba cortando carne de vaca y haciendo paquetes, mientras su hijo los empaquetaba y los metía dentro de un saco, para después cargar una pequeña carreta de mano. Ambos tenían la cara cubierta con un pañuelo y su voz, con un timbre nasal, no paraba de repetir "¡Ésto es un desastre Freya! Mis vacas...mi sustento....¿Y ahora qué venderé durante el invierno? Malditas bestias..." 

Su mirada se dirigió a vosotros al escuchar los caballos..."¡padre, padre....estos señores dicen que vienen a ayudarnos!" gritó el joven muchacho que os acompañaba al detener el caballo a unos metros de su padre. 

Dejando que Groland y Kerri llevaran el liderazgo del grupo, Rashaniel se limitó a dejar que su caballo siguiera a los demás mientras recitaba mentalmente los conjuros que pensaba utilizar durante el día. También comprobó que esa bolsa de maraña que había comprado seguía en sus bolsillos, y que su báculo y su ballesta no mostraban roturas visibles.

Una vez llegaron a la granja de aquellos aldeanos, el mago observó toda la escena desde la lejanía. No tenía sentido que precisamente él se acercara, siendo de lejos el más débil de todo el grupo, y siendo además un luchador a distancia y un estratega. Aprovechó para observar toda la destrucción que la bestia, fuera cual fuera, había cometido. Si era la Mantícora, ¿por qué había aparecido desde el bosque, en vez de atacar desde las alturas aprovechando su ventaja? ¿Quizás era porque las vacas no resultaban un problema? ¿O era que, directamente, no era una Mantícora?

- Sería mejor que echáramos un vistazo a las huellas - dijo, finalmente.

El muchacho les llevo a la granja y aquello era una masacre sangrienta, sea lo que fuera lo que había cometido esa matanza no se había llevado los cuerpos, aunque si parte de sus victimas, pero matar tres vacas para no llevarse ninguna, le parecía raro, cualquier animal que caza se lleva la comida a su guarida, pero esta no. ademas estaba la valla rota. Si una manticora volaba por que tendría que andar a por las vacas? quizás seria otro animal, aun así esperaba que fuera la manticora, pues esto simplificaría las cosas y su misión autoimpuesta de Kerri de proteger a Fairhill y al culto de Freya.

Por lo que echo un vistazo a las marcas y después de estudiarlas me acerco al padre y al otro joven digo:- habéis visto algo de lo sucedido?

Groland había pensado erróneamente que monstruos o bandidos estaban atacando a algún inocente, pero cuando se enteró de que sólo se trataba de que alguien había encontrado animales muertos, se sintió algo defraudado. Sin embargo, su interés no fue en vano: no eran unas ovejas atacadas por lobos, precisamente. Eran vacas. “Vacas despedazadas.” ¿Una pista sobre la mantícora? Espoleado por la intriga, Groland se lanzó tras el chico en dirección al lugar del suceso.

La escena era impresionante: las vacas no estaban despedazadas... ¡Estaban partidas por la mitad! No sólo las vacas: también los gruesos maderos de la valla. “¿Una mantícora puede hacer esto...?” Groland tragó saliva: quizás habían minusvalorado a su enemigo. Sin embargo, la escena no encajaba con algo que había dicho Rash: las mantícoras preferían las presas vivas para comérselas en su guarida. Pudiendo haberse llevado -los dioses no lo quisieran- a uno de los chicos... ¿Por qué había atacado a las vacas, que no podía llevarse volando? ¿O sí podía? ¿Y porqué las había matado? Por otro lado, según Fendrin, estaban aún lejos del lugar donde asesinaron a los suyos...

Groland quería preguntar a los granjeros si habían visto el ataque o si sabían cuándo había ocurrido todo, pero al ver que Kerri ya cubría ese frente, decidió esperar las respuestas. Mientras, se bajó del caballo y se acercó a los cadáveres y la valla, a ver si extraía alguna conclusión.

—Eh, Flowright: esto es lo tuyo, ¿hm? —comentó a la elfa mestiza.

El granjero negó con la cabeza mientras observaba la comitiva que venía con su hijo. "No, señora. Sucedió de madrugada, con las primeras luces, cuando apenas me había levantado a sacar a las vacas a pastar y estaba dentro de la casa intentando desayunar." explicó el hombre, levantándose y acercándose al carro con un par de trozos más de vaca. "Escuché un crujido de madera y los mugidos desesperados de las vacas...." El hombre se detuvo unos instantes sosteniendo los trozos de carne, antes de dejarlos caer en un saco. "No me avergüenza admitir que tuve miedo. Escuché una especie de ¿grito furioso?, y los mugidos de las vacas eran....eran.." 

El hombre calla mientras mira al suelo cerrando los ojos. "Cuando reuní el valor suficiente para salir, los mugidos ya habían cesado. Vi una sombra alejándose hacia allí" señala en una dirección (Nor-oeste), "entre los árboles. No osé acercarme."

Dubitativo, el hombre se gira hacia vosotros..."Ésa cosa lleva varios días rondando la zona, ha matado ya varias ovejas y algunas vacas más de otros granjeros. ¿Creéis....creéis que podréis librarnos de ella?" pregunta, con un deje de esperanza en la voz. Sus hijos os miran a todos, el mayor con cara taciturna y ceño fruncido, preocupado. El pequeño, con los ojos abiertos como platos, pues nunca había visto tantas personas extrañas juntas...tendría de que hablar con sus amigos más tarde.

Mientras tanto, Groland y Rash se acercan a la valla, estudiando el terreno...

Al llegar a la valla te fijas que el rastro debe pertenecer a una criatura grande y pesada, que caminaba a cuatro patas, con grandes garras. Sea lo que sea, partió los tres maderos de la valla y atacó a las vacas, que prácticamente no tuvieron tiempo de huir (por la poca distancia que ves entre las tres). Te parece que debe de ser un Oso, por su tamaño y las marcas de garras en el suelo y en los maderos. Además, uno de los maderos encuentras una gran pluma de color marrón, aproximadamente del doble de tamaño de tu mano de larga y de unos 4-5 dedos de ancha.

También te fijas que puedes seguir el rastro sin ninguna dificultad. Se adentra en el bosque en línea recta desde donde estás.

El mago se acercó a aquella matanza intentando centrarse en los rastros y no en los cadáveres que, afortunadamente, aún no habían tenido de empezar a oler. Decepcionado, vio que probablemente se trataba de un plantígrado, probablemente un oso pardo -uno enorme, quiso pensar- pero nada que tuviera que ver con la Mantícora. Tal y como había sospechado, una criatura con la capacidad innata de volar no se limitaría a atravesar el bosque como un toro bravo. Le llamó la atención el considerable tamaño de aquella pluma, y de forma inconsciente miró al cielo, esperando encontrar un gran pájaro sobrevolando los cielos. Casi sin prestarle atención, la guardó con la intención de usarlo como ingrediente o como artículo para escribir.

Pensando en qué clase de oso podría provocar tal destrozo, se adentró un poco siguiendo el camino que había dejado de regreso al bosque, buscando quizás alguna otra pista.

El mago se acercó a aquella matanza intentando centrarse en los rastros y no en los cadáveres que, afortunadamente, aún no habían tenido de empezar a oler. Se arrodilló junto a las grandes marcas que había dejado la criatura en el suelo, poniendo su mano para usarla de medida, y luego recogió algo que no pareció llamarle mucho la atención, ya que se quedó mirando al cielo de forma distraída.

Luego, como si escuchara un sonido que sólo él percibiera, se adentró un poco en dirección al bosquecillo, siguiendo un rastro de destrucción bastante claro.

La cosa no pintaba muy bien, debía saber si podía ser la manticora u otro animal o monstruo, por lo que siguió inquiriendo:- Y la sombra andaba por la tierra o iba entre los arboles, o volando?. Digo para luego seguir preguntando:- que le han contado los demás aldeanos?

Seguí al resto hasta la granja y de lejos ya era apreciable el destrozo que había sufrido el ganado. Bajé dle caballo a una distancia razonable, pues no quería alterarle con el olor a sangre y muerte. Seguí al grupo caminando a mi propio ritmo, observando la escena, cada detalle, por mínimo que fuese. Me arrodillaba aquí y allá para observar algunas cosas con más detenimiento.

Entre el intercambio de palabras entre el granjero y mis compañeros cogí algo de información extra, pero confiaba en que toda la que necesitaba estaba a mi disposición si sabía observar. Escuché a Groland preguntarme, o afirmar, sobre mis dotes de rastreo.

- En principio.

Brand, que hasta ahora había permanecido en el caballo ligeramente retrasado del resto del grupo mientras miraba sus alrededores con interés en busca de algo, decide desmontar y seguir al mago que aparentemente esta siguiendo el rastro de destrucción dejado por el monstruo.
 

El granjero explicó lo que sabía a Kerri y Groland tomó buena nota de ello. No fue necesario que el hombre le pidiera nada: cuando Arue echase un vistazo a la escena, el guerrero quería a proponer a sus compañeros que al menos investigaran de qué tipo de monstruo podía tratarse. Tampoco fue necesario: de pronto, el mago norteño comenzó a internarse en el bosque, siguiendo el rastro de destrucción como si hubiera percibido algo. Brand fue detrás.

—¡Eh! —exclamó pillado por sorpresa—. ¿A dónde vas...?

No quería perderse lo que pudiera contarles el granjero y lo que pudiera descubrir la cazadora, pero sentía más curiosidad por lo que fuera que hubiera encontrado el mago.

—Hm... Yo me ocupo de esos dos —gruñó el cormyriense a sus compañeras.

No quería que se distrajeran: ellas, a diferencia de él, estaban consiguiendo algo. Dejando atrás a su caballo, Groland se lanzó a paso vivo detrás de los dos elfos. Durante la carrera, soltó su maza del cinturón y la asió con firmeza.