Partida Rol por web

El exabrupto inicial de la pequeña y cambiada Sirya sólo consiguió que el hombre casi cerrara la portezuela en sus narices, retrocediendo un paso, pero la rápida intervención de Rashaniel, mostrando educación y respeto, y sobretodo, enseñando la piedra que les había entregado Shandril, hicieron que el hombre se quedara quieto, entrecerrara los ojos y cerrara definitivamente la portezuela. Un momento después, se abría la puerta y el hombre sacaba un brazo para coger la piedra y examinarla. Tras unos instantes, les franqueó el paso dentro de su laboratorio, pues eso es lo que era. 

Múltiples redomas, alambiques, tubos largos, recipientes y frascos estaban esparcidos por un montón de superficies planas que atestaban la estancia, algunos burbujeando con pequeños fuegos controlados debajo de ellos, otros burbujeando sin absolutamente nada que pareciera afectarles. Pieles, trozos de carne, órganos internos o cosas inindentificables flotaban en el interior de cristales y botellas selladas, algunas con etiquetas con nombres ininteligibles, otras con marcas o runas. 

Los diferentes olores les inundaron las fosas nasales, picores, dulces, amargos....

Una barahunda para sus sentidos...pero en cierta forma, flotaba un aire de tranquilidad allí dentro, de conocimiento, que era reforzado por una estantería repleta de libros y pergaminos enrollados, junto a una mesa con muchos cartuchos de cuero y enseres de escritura. 

"Oh, lo siento, lo siento, pero la gente ignorante de éste pueblo me tiene bastante cansado" dijo, ignorando adrede o no, la presencia de Sirya "siempre se meten conmigo, vienen a romper cosas, a pintar encima de los carteles que pongo...¡no tienen respeto!...oh..oh..pero vaya, no quiero quejarme no...." dijo el hombre, removiendo papeles y cosas encima de su mesa y apartándolas, para luego buscar dos sillas totalmente diferentes que puso delante de la mesa para que se pudieran sentar, para acto seguido sentarse él detrás. "Bien, bien..ya está...¿qué es lo que querían? Vienen recomendados por Shandril, así que deben ser personas importantes...¿puedo...puedo ayudarles?" 

Realmente, aquel hombre no parecía haberse enterado de absolutamente nada de lo que había pasado en los últimos días, cosa que a Sirya no le extrañó demasiado, porque en el pueblo se decía que si un terremoto sacudiera Fairhill, pillaría al miedoso metido en su casa, y luego preguntaría quién ha sido el gracioso que se ha dedicado a darle golpes a su casa. 

Sin muchos problemas, pero andando un poco, conseguiste comprar todos los objetos que te propusiste. Nadie sospechó nada, y menos de una heroína del pueblo y clériga recién acogida por Shandril. Todo salía más o menos bien. 

Tras tus compras, te encaminaste hacia tu siguiente destino, la herrería. 

Una vez llegaste, soportando la lluvia y el viento, escuchaste como los golpes del martillo inundaban el lugar....allí encuentras a Voril trabajando y a Ariadne ordenando el interior. Al verte, la muchacha se acerca a saludarte "Hola!, hace poco que se acaban de ir Groland y Jerinor....¿qué deseas?" 

Tras observar la actitud desconfiada, miedosa y carente de amabilidad del arcano, entendió perfectamente tanto lo que se decía de aquél hombrecillo como las jugarretas y trastadas que algunos jóvenes del pueblo -ella no, por supuesto- hacían contra sus cosas. Sin embargo empezó a pensar, mientras les abría la puerta y les franqueaba el paso, si aquella forma de ser era la que provocaba aquellas reacciones en los demás, o era una manera de protegerse contra las malvadas inocentadas de los otros habitantes del pueblo. A punto estuvo de entrar en un debate mental y personal, filosófico incluso, sobre aquél tema, pero lo cierto es que le daba lo mismo aquél extravagante personajillo y sus costumbres. Como mucho, al fijarse mejor en él, descubrió que le daba cierta lástima, aunque no la suficiente como para no mirarle mal al pasar a su lado por no haberla abierto nada más verla.

Su pueril ira, sin embargo, se vio relegada a un rincón muy lejano cuando pasó la primera y pudo ver el laboratorio al completo. Todo su anterior y efímero enfado se desvaneción mientras observaba las mesas de mezclas con sus fuegos y viales, los estantes con sus espeluznantes contenidos y la biblioteca con todos los secretos que debía contener en las líneas de aquellos libros y pergaminos. En general toda la habitación y su envolvente atmósfera habían logrado captar su atención, y caminó entre aquellas maravillas con cuidado de no tocar nada para no incurrir en la ira del esmirriado mago, sintiéndose a medio camino entre horrorizada por lo que veía -especialmente aquellos órganos conservados y sellados para propósitos que no entendía- y llena de júbilo por tener acceso a tantas cosas nuevas que inundaban sus sentidos, pues no sólo sus ojos destilaban curiosidad por todo, sino que los mismos olores, entremezclados y de tan variada índole que jamás habría podido descifrar de dónde provenían, la ayudaban a sumergirse en ese peculiar fisgoneo.

Sólo el sonido de la voz de Fulbert al preguntar rompió, tal vez de manera intencionada, la concentración que tenía puesta sobre todas aquellas rarezas. Al darse la vuelta, descubrió que había una silla para que pudieran sentarse, y que el propio anfitrión se había sentado en otra. El aspecto que daba aquello, si no hubiera sido por todo el desorden que había a su alrededor y por el claro hecho de que a todas luces no sabía con quien trataba , bien podría haber sido el de un cauto prestamista o un astuto comerciante. A punto estuvo de reír ante esa idea, aunque se guardó el gesto, en parte por respeto y, por otro lado, por darse cuenta de que tal vez aquél prestidigitador de poca monta no era lo que daba a entender a simple vista. Ella más que nadie sabía que las apariencias engañaban y, además, ya había tenido un encuentro con un brujo. Empezó a rememorar aquella noche, notó como su piel se erizaba, el frío recorría su espalda como un latigazo, y entonces esa parte de ella que se empeñaba en dominarla a veces decidió cortar de raíz el problema y bloqueó una vez más el recuerdo, tomando el control de sus pensamientos.

Todo rastro de debilidad desapareció en menos de un segundo cuando volvió a ser quien debería ser. Una sonrisa pícara afloró a su rostro y se mordió ligeramente el labio al mirar a Rash. Ahora que le veía bien, aquél comportamiento algo torpe y sus titubeantes ademanes, junto a ese aspecto estudiantil le daban un aire divertido y en cierto modo atrayente. Ahora que había decidido que Groland no merecía su atención... 

Fue hasta la silla y se sentó entrecruzando las piernas con un movimiento lento y sin perder de vista al semielfo, guiñándole un ojo de manera sutil mientras arrimaba la silla de al lado a la suya y daba un golpecito en esta para invitarle a sentarse. La acción duró apenas unos segundos, un instante en los que pareció ignorar deliberadamente al alquimista como si no existiera, y terminó tan rápido como había llegado.

Miró, desorientada, al taumaturgo. ¿Por qué estaba allí? Tardó menos de lo que se tardaría en explicarlo en recordar el motivo. Realmente ella no necesitaba nada de allí, había ido para alejarse del bruto guerrero y la tonta de su acompañante, pero ahora que había visto el laboratorio, estaba convencida de que podría sacarle algún provecho. 

Sin embargo, lo único que hizo, eso sí, antes de que su compañero respondiera a Fulbert y tras que se sentara*, fue apartarse de manera clara, moviendo su propio asiento unos centímetros, mientras entrecerraba los ojos mirando a los otros dos. ¿Por qué habían acercado tanto las sillas? Ella era una dama y necesitaba su espacio ¡Qué se habían creído!

El único motivo por el que no dijo nada fue que sabía que no tenían tiempo que perder, y era mejor ignorar también aquél intento de acercamiento tan poco caballeroso que confiaba en que no volviera a producirse. Así que espero a que el semielfo dijera algo, consciente de que a lo mejor él si tenía alguna idea de que podrían necesitar. 

Hola Ariadne, venia a ver que tal estabas y como te has adaptado, si va todo bien con tu padre y por si necesitabas cualquier cosa. Y de paso preguntarle alguna cosa a tu padre. la digo.
Cuando me contesta voy a hablar con su padre al que digo:- Hola Voril como va el negocio? que tal con tu hija, se a adaptado bien?.
Cuando me contesta a eso sigo preguntando:- Y por cierto, necesitaría hacerme con una armadura completa de gran calidad, cuanto crees que podría costarme, evidentemente entregaría alguna armadura y lo mas importante cuanto crees que tardarías en fabricarla o conseguirla?

Antes de traspasar el umbral de la vivienda, Rashaniel ya se estaba haciendo una ligera idea de lo que se iba a encontrar. El olor de los productos al fuego, los materiales de conservación, el aroma del papel viejo, todo trajo recuerdos vívidos a su mente. Eran recuerdos de lo que parecía una vida pasada, aunque realmente había sucedido hacía relativamente poco. Antes de que se enfundara una túnica de cuero y correteara por los montes buscando tesoros y aventuras.

Y el interior era mucho mejor de lo que se esperaba. Era un auténtico laboratorio de alquimista, con un orden particular que sólo su propietario podría entender. Reconocía algunos productos y materiales, pero no tenía ni la menor idea de qué eran la mitad de las cosas. Era como si los dioses le estuvieran gastando una broma, puesto que aquel lugar era algo muy similar a lo que tenía planeado por si deseaba acabar sus días en Fairhill: una casita alejada por si algo explotaba, tiempo para estudiar, librerías llenas de productos y manuales... Sin embargo, en sus planes no se encontraba ser un hosco y desconfiado mago, que sufría día tras día las tropelías de los jóvenes del lugar. Quizás si se dejara ver de vez en cuando...

- Este lugar es impresionante - dijo, con una sonrisa. Se había sentado en la silla que Sirya le indicaba, aunque habían pasado desapercibidos para él los pensamientos y gestos de la joven. Rashaniel estaba demasiado distraído con el ambiente - Gracias por recibirnos, no dudo que seréis un hombre muy ocupado y no quisiera robaros mucho tiempo, pero la sacerdotisa nos ha dirigido a vos porque está segura de que podréis arrojar algo de luz sobre nuestro problema.

Quería encandilar a Fulbert con halagos y cumplidos, porque si era como el propio Rashaniel, echaría en falta que alguien reconociera sus logros, y de paso, dulcificar sus formas.

- Hemos encontrado algunos objetos de carácter mágico pero sus propiedades exactas se escapan a mis conocimientos, y me preguntaba si vos dispondríais de algún medio para descubrirlas. Sé de buena tinta que existe al menos un hechizo para ello, pero aún no he tenido tiempo de aprenderlo - dijo, palmeando su tomo de conjuros.

Toma la armadura, que la repare tu padre cuando pueda! Me llevare 20 flechas incendiarias, sacando 6 dragones. También  ese martillo hecho por los enanos! Me vendrá bien. Dime cuanto seria todo? Sacando su bolsa y esperando que le diera un buen precio.

Bueno grandullón! Por mi si quieres podemos ir a ver al resto y ver que han averiguado. Bueno Ariadne! Nos vemos! Dandole un abrazo al despedirse. Hasta luego, Voril!

Groland soltó un bufido socarrón al comentario de Jerinor. «Ella me cubre en el campo de batalla, yo la cubro en la cama», se dijo con humor. «Me parece justo». La inexperiencia de Voril en la fabricación de armaduras completas causaron cierta inquietud al guerrero, pero… ¿Qué podía hacer? Probaría bien la armadura antes de llevarla a una situación de auténtico peligro. Podía pedir a Baran un combate amistoso, por ejemplo.

Durante un rato, Groland esperó mientras las mujeres hacían sus negocios, aunque él mismo probó el peso y el equilibrio de las armas que Ariadne había sacado. Las mazas, y especialmente las pesadas, eran su arma de elección desde hacía un tiempo, así que pudo valorar bien lo que tenía frente a él. Cuando ellas acabaron, y habiendo él comprobado el progreso de los trabajos de Voril, no pudo más que asentir a la propuesta de la guerrera. Sin embargo, propuso que pasaran de camino por el mercado: quizás allí encontraran a Kerri y pudieran avisarla de a dónde se dirigían.

—Despídenos de tu padre —pidió a Ariadne—. Hasta otra.

Tras ponerse cómodos, y a pesar de la actitud algo extravagante de Sirya, dieron paso a las negociaciones, propiamente dichas. Rashaniel, muy hábil en su apreciación, inició su acercamiento con mesura pero acertadamente. "Oh, ciertamente soy un hombre muy muy ocupado, pero es mi trabajo, ¿no?" dijo, empezado a relajarse con claridad. "Si, si, si...muy interesante...¿así que objetos mágicos? Déjeme verlos..déjeme.." añadió, cuando mentó los objetos. Mientras contestaba a Rash, terminaba de realizar una pequeña transacción con Sirya, que le había dejado unas monedas* en el escritorio por una poción y ésta se encontraba ahora limpia y reluciente delante de la muchaca, con una etiqueta amarrilla y un dibujo de una llama en ella.

Ésto le dio tiempo a Rash a sacar los objetos y dejarlos encima de la mesa, donde el hombre pudo examinarlos con detenimiento "me..me alegra ver a uno de los míos dejarse caer por aquí, realmente pasan muy pocos." añadió, ensimismado en su contemplación. Tras clasificar los objetos**, lanzó un detectar magia sobre ellos, abriendo bastante los ojos cuando llegó al libro. "oh, por Mystra....ésto es...es..... algo gordo."

Sacó un pergamino de un cajón, lo estudió unos momentos y habló de nuevo a los dos amigos, aunque realmente le hablaba a Rashaniel. "Hummm...supongo que lo que más....os...os interesa es el libro, ¿cierto? Normalmente siempre renuevo un conjuro para identificar objetos mágicos cada día, pero...po...pocas veces me es de utilidad, pero es lo que se espera de mí. Tengo un pergamino con otro uso inscrito en él, así que puedo lanzarlo dos veces hoy. Tendríais que elegir qué dos objetos queréis identificar y podría hacer otros tres mañana."

El hombrecillo quedó expectante, al parecer, dispuesto a cumplir los deseos de los dos amigos. "ah...está el tema del pago...serían 100 dragones por...por uso. Tengo que reponer materiales...". Parecía realmente contrito por tener que cobrar.

Mientras Jerinor hacía las transacciones y Groland comprobaba el peso y equilibrio de las armas, vieron llegar a Kerri a la herrería*. Ambos salían ya de la misma mientras la mujer les pedía un segundo para realizar una ligera y rápida transacción, así que ambos la esperaron fuera, contemplando la densa masa de nubes, cada vez más negras, que se iban juntado justo al nor-este. Ambos cayeron en la cuenta, si es que no lo habían hecho ya, de que donde las nubes estaban más negras, era justo encima del viejo castillo....

La fina lluvia y el helado viento les hacían compañía mientras Kerri terminaba su compra en la Herrería y salía. **

Una vez fuera, los tres se dirigieron de vuelta hacia la casa noble. La mañana, sin haberse percatado, había avanzado ligeramente. El tiempo volaba cuando estabas distraído.

Llegaron a la casa noble sin muchos problemas, y eran los primeros en regresar. Al parecer, ni Arue, ni Rashaniel, ni Sirya, si es que la pequeña muchacha iba a acompañarles, estaban allí. En el ambiente aún flotaba el olor a humo de la chimenea y unos pocos restos de la frugal última comida permanecían encima de la mesa. Allí donde miraran habían restos de comida, mantas fuera de su sitio, almohadones por el suelo o vasos o jarras amontonadas en cualquier superficie. Realmente la casa empezaba a necesitar una limpieza...

La muchacha asintió a la clériga y le mostró la herrería con un movimiento suave de su brazo "¿Has visto? Llevo todo un día limpiando y arreglando cosas, pero me ha quedado bastante bien, ¿no crees?" La herrería tenía un aspecto mucho más presentable y ordenado que la última visita que recordara la rubia. 

Cuando Kerri trató de dirigirse a Voril directamente, recibió silencio e ignorancia por respuesta. Ariadne llamó su atención con un carraspeo, y una sonrisa algo forzada...."mis disculpas, pero mi padre está un poco...ido" dijo, con una mueca en la cara como sin saber muy bien como explicarse. "Desde que volvisteis conmigo y pasó por vuestra casa, no sé qué le pasa pero lleva trabajando sin descanso en esa dichosa armadura. Habla a ratos consigo mismo y al único que he visto que ha respondido es a Groland, con apenas un saludo de cabeza y un gruñido". 

Los fornidos brazos del viejo herrero levantaban y bajaban sin parar un martillo con una gran cabeza de hierro, golpeando las piezas de lo que parecía una armadura completa. Los músculos se marcaban en su torso, y Kerri podía observar como los fibrosos nudos recorrían la espalda, desnuda y sudorosa, del anciano. En ningún momento les había dado la sensación de tener un torso tan poderoso o privilegiado, quizás hubiera sido la pena, la congoja, o la enorme tristeza que tenía por la desaparición de su hija, pero no parecía capaz, cuando lo conocieron, ni de arreglar una herradura. 

Una fugaz mirada del herrero, en cuyos ojos Kerri pudo observar una luz interior que lo impulsaba adelante, la hizo recordar...**

Dado que no podía hablar con Voril, la joven Ariadne respondió a sus preguntas. "Pues...precisamente esos dos que se acaban de ir acaban de preguntar lo mismo. Así que te diré lo mismo. Si me hubieras preguntado antes, te hubiera dicho que él no era capaz de crear una armadura tan sofisticada, pero viéndole hacer lo que está haciendo ahora, imagino que hacer una nueva le costará varios días...vuelve dentro de una decana y es posible que pueda encargarse de otra. El precio..ni idea. Nunca hemos vendido una de esas. No hace falta que me des nada ahora, cuando vengas a recogerla ya lo hablas con él."

Sin poder conseguir más respuestas, Kerri tuvo que salir de la herrería.***

- Gracias Ariadne, cuando vayáis a descansar dile a tu padre que no se preocupe, que no tengo prisa, que si hay que esperar dos meses no tengo inconveniente, prefiero que este sano y fuerte, y forméis una gran familia, aquí me tendréis para lo que necesitéis, mañana si no es esta tarde saldremos del pueblo para solucionar un problemilla que se nos ha complicado, pero en seguida regresaremos. Si surge cualquier problema decírmelo, yo me encargare de todo lo que necesitéis. Si no me encontráis en la casa que nos han dejado, buscarme en el templo o en alguna taberna con mis compañeros.
Y si por cierto, has dejado la herrería impoluta. Luego miro a Voril y le digo:- No te machaques tanto, debes descansar de vez en cuando, aunque eso ya se que lo sabes, cualquier cosa que necesites, o material, avísame, podría mandar un mensaje a Cormyr a mis antiguos maestros para que me lo suministraran. Por cierto, te veo mejor que la ultima vez, la vuelta de tu hija te ha rejuvenecido, cuidaros mutuamente y ya sabéis, cualquier problema no dudéis en avisarme.

Luego salgo de la herrería y me reúno con Groland y Jerinor diciendo:- Habéis visto que limpia esta la herrería y lo cachas que esta Voril?, su hija le ha rejuvenecido. Por cierto esas nubes no me gustan nada, algo a despertado, quizás teníamos que haber entrado la ultima vez que estuvimos allí, pero ya no se puede hacer nada, ahora habrá que ir cuanto antes, para que la cosa no empeore.
marchamos hacia la casa y al llegar miro el desastre de casa que hemos dejado y digo:- Quizás teníamos que contratar a Ariadne para que nos haga una limpieza en profundidad.
Sin mas deja sus bartulos y me pongo a recoger un poco para que este mas presentable.

Recogió los botes con una feliz mueca dibujada en el rostro, pensando en lo interesante que sería ver en acción el famoso fuego de alquimista, y luego se quedó calladita y sin molestar, mirando de manera intermitente a Rash y al extravagante mago. Fulbert parecía absorto y, lo poco que hablaba, claramente no iba dirigido a ella. Una vez más, su destino era ser ignorada de manera continua, pero esta vez, lejos de enfadarse, descubrió que era lo mejor.

Cuando el alquimista ofreció sus servicios, y acabó diciendo el precio, se le hizo un nudo en el estómago. No tenía tanto dinero y no habría podido conseguirlo de ninguna manera en poco tiempo, mucho menos para ese momento. Miró a su compañero con cierta preocupación, y entonces sonrió. Ella no sabía ni de donde habían sacado aquellas cosas, así que realmente no era su problema.

Sin embargo, aquél pergamino que tenía el hombre..., eso si que la interesaba. Tal vez, si se despistaba, o por la noche, podría entrar y robarlo. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que robaba a un hechicero. Sin duda, aunque la anterior aún la daba pesadillas, eso le parecía mucho mejor, y más interesante, que gastarse la pequeña fortuna que les pedían. Eso sí, si lo hacía, ¡sería porque los otros se lo pidieran amablemente! No iba a ofrecerse porque si...

Así que permaneció callada, mirando hacia ambos con un gesto triunfal, sabiendo que a lo mejor tendrían que empezar a aceptar absolutamente todos que la iban a necesitar. 

Por supuesto, Groland también se había dado cuenta de lo de las nubes, pero no había comentado nada. No sólo es que fuera hombre de pocas palabras: es que aquel asunto ya le ponía de mal humor. Que si un vampiro, que si las estirges, que si Herl, que si Freya, que si no se sabe… La incertidumbre estaba empezando a alimentar un muy mal presentimiento. «Joder, no quiero morir ahí abajo», pensaba de vez en cuando. Y, desde luego, no le gustaban las prisas. «No llevan a nada bueno», se decía.

Al llegar a la casa, le había sorprendido la ausencia de Arue. ¿A dónde podía haber ido, sin dejar una nota ni nada? El guerrero ignoró la suciedad y el desorden y fue hasta la habitación de la mestiza, para averiguar si seguían allí sus cosas. Aunque la conocía poco, sabía que no era de las que desaparecían... pero necesitaba asegurarse. Mientras investigaba, oyó la idea de Kerri. No le pareció mala, aunque probablemente Ariadne fuera necesaria en la herrería. ¿Qué tal Sirya? «Así se sentirá parte del equipo.» En cualquier caso, él en aquel momento estaba a otras cosas.

—¿Alguien ve una nota de Flowright por alguna parte? O algo...

Rashaniel se recostó en la silla y observó con los dedos entrelazados cómo trabajaba Fulbert. Agradecía el calor del interior de su vivienda, comparado con el frío del exterior - empeorado con la lluvia que caía con fuerza - y sonrió cuando mencionó que el libro contenía magia poderosa. Tenía dudas sobre sus percepciones cuando las auras del tomo surgieron con tanta intensidad, pero si otro usuario de lo arcano coincidía con él, no podía haberse equivocado.

Meditó la respuesta mientras tamborileaba con los dedos en la barbilla. Tenía claro que el libro era indispensable, probablemente la daga tenía un encantamiento que la hacía más afilada y la capa uno que fuera más resistente. Ambas auras eran débiles, por lo que dudaba que estuvieran malditas si se usaban sin identificarlas. Respecto al coste... tenía sentido. Si no recordaba mal, necesitaba una perla machacada mezclada con vino. Por fortuna, tenían dinero suficiente. 

- No os preocupéis, Fulbert - dijo, sonriendo amablemente - Comprendo los costes de determinados hechizos, se os pagará adecuadamente. Empezad con el libro y continuad con la daga. Si lo consideramos adecuado, repetiremos mañana.

- Espera... - La palabra fue dicha con timidez, cohibida, justo después de que el mago terminara con el libro y fuera a poner las manos sobre la daga. Mientras esperaba a que Rash hablara, había estado jugando con las manos en los bolsillos, y había acabado por coger algo que, inmediatamente, la hizo palidecer. Durante un instante lo había soltado, había intentado aparentar tranquilidad e ignorar, como llevaba días haciendo, aquél objeto. Pero no había podido, los nervios habían vuelto a apoderarse de ella, y el miedo por las palabras de aquél brujo atenazaban su estómago otra vez. Necesitaba saber por qué aquello era tan importante, porque el hechicero habían hecho una matanza en medio de la noche por algo así, y no se le ocurría a quien más podía recurrir que no fuera aquél extravagante y loco mago - Fulbert, yo, tengo esto...

Sacó un amuleto de plata que colgaba, balanceándose con un suave movimiento, de una fina cadena del mismo material. Tenía extraños símbolos grabados por todo el medallón. 

Miró al semielfo, avergonzada por la interrupción y por lo que iba a pedir si se confirmaban sus sospechas, pero, tras un gesto pidiendo perdón, siguió adelante.

- ¿Podrías...? - Suspiró, recobrando la voz que se había apagad- ¿Podrías decirme si es mágico? 

Al escuchar preguntar por Arue digo:- No, entre todo este desaguisado no he visto nada que pueda hacerme pensar en que Arue haya dejado una nota

Jerinor asintió ante las palabras de Kerry y Groland sobre las nubes negras que se arremolinaban sobre el castillo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Realmente estamos preparados para enfrentarnos allí a algo oscuro y siniestro? Tenemos que planear una estrategia para salir triunfantes. Fuego, necesitamos fuego. Hay un dicho popular que dice que el fuego lo purifica todo. Siguieron caminando discutiendo planes y divagando hasta llegar a la casa noble. Allí Groland se sintió un poco consternado por no encontrar a Arue. Lo que faltaba, necesitábamos a la mestiza para las labores de exportación y había desaparecido en el momento mas oportuno. Solo espero que aparezca pronto. Mirando a Groland le dio una palmada en el hombro y le dijo: Tranquilo grandullón, seguro que fue a comprar algo! Exclamo intentando autoconvencerse.

Vayamos a ver al resto a ver que han averiguado sobre los objetos! Le dejaremos una nota en la mesa para que la vea al llegar. 

-Jerinor, si, el fuego es importante, habrá que llevar antorchas, o lamparas de aceite, por ejemplo, aunque si se las lanzamos debemos tener cuidado y escapar rápido, ya que si el piso es de madera podemos quedar todos incinerados antes de salir.

El mago-alquimista asintió brevemente ante las palabras de Rashaniel. Iba a coger el libro cuando se detuvo ante la interrupción de Sirya. Tras mostrar el amuleto y su pregunta, el mago lo miró detenidamente mientras susurraba para sí "¿Por qué los niños siempre son tan molestos? Debería habernos avisado antes, sí...humpf..." con un gesto de fastidio. Alzó una de sus manos, pasándola por encima del objeto mientras musitaba unas palabras "Deseo ver la magia que hay en él...". De nuevo se quedó contemplado el objeto, entre sorprendido y perplejo. "Vaya, vaya...desde luego estáis llenos de sorpresas, ¿eh? Desprende un aura de transmutación, yo diría con un poder similar al del libro, quizás algo inferior. ¿De...de donde has sacado ésto, pequeña Phiria?" le preguntó a la joven. "Ah, indecisiones...¿qué hacemos, libro y amuleto? ¿Amuleto y capa? ¿libro y daga? Decidid, por favor."